Susan Crowley
Los nuevos protagonistas de la cultura ya no van de “intelectuales” ni “cultos” y menos “dueños de la verdad” que “nos liberan de las cadenas”, más bien son personas sensibles y de mentes brillantes.
Una obra artística diversa y compleja, pero con un propósito común: lograr que la justicia y la belleza sean restituidas en esas periferias que quedaron olvidadas. Occidente destruyó a África con el pretexto de “ayudarlos”.
Deseo que la voz de tantas mujeres agredidas se escuche muy lejos y muy fuerte y que crezca el número de las que sepan defenderse; y así, cada vez habrá menos osos salvajes en las calles, a plena luz del día.
Tal vez en la exhibición curada por Santamarina podamos encontrar algunas aproximaciones, siempre irónicas y ambiguas. Y ese es el arte de Tin Larín, jamás dar por hecho nada, no existen las respuestas absolutas.
Ahora bien, la era de frivolidad que Hirst retrata habla de la insatisfacción perenne por encontrar la juventud perdida no importa el precio. La única obsesión, la misma que Hirst plantea en muchas de sus obras. La conciencia de muerte y la intención de detener la vida; apropiarse del misterio del paso del tiempo con resultados desastrosos.
Los últimos encuentros de arte presionan a los mercados con nuevas ideas, una de ellas es salvar al planeta cuya situación desesperada está a punto de alcanzar una crisis irreversible.
Tristemente y a pesar del éxito en su estreno nada más y nada menos que en el Royal Opera House en Londres, aún no existen grabaciones disponibles, debemos conformarnos con algunos avances.
“Un verdadero deleite ese sabio fascinado por el amor y la juventud que entona con poesía y belleza una melodía que solo Wagner podía imaginar y Terfel interpretar”.
“La Teoría de King Kong narra su infancia que, como la mía, es de esas que cargan con el peso de los errores de las generaciones que la precedieron”.
Queda como parte de su fantástica colección durante treinta años en los que se convirtió en una estrella admirada en los salones de la millonaria en los que circularon famosos artistas, élites y socialités. Todos a los pies de la reina.
La obra de Rothko se expande hacia la profundidad de su propio tiempo y se abre hacia el espacio del espectador. Una especie de perspectiva invertida que nos invade. Un ritual de iniciación constante sin Dios, o cuyo dios es Rothko. Una forma de ver el arte, la vida y la muerte.
“La literatura y en especial la de Petrović, es un arte que sirve para conocer otros mundos, otros tiempos, a otros personajes y sentimientos”.
El Pompidou de Richard Rogers y Renzo Piano recibe a Beuys como una de sus obras más preciadas, un relato que, dentro del espacio, nos lleva a otros espacios múltiples comparables a lo que solo la religión, tal vez el amor y, desde luego, el arte nos puede brindar.
El peso de su obra se tradujo en la manera de “hacer”. Como lo dice su biógrafo, Calvin Tomkins, “su influencia ha sido liberadora: abrió puertas, eliminó barreras y demostró con su propio ejemplo que la meta del arte no es la obra en sí sino la libertad de crearla”.
Pero el error que hemos cometido en nuestra cultura es volver la vida un sinónimo de triunfo y la muerte un fracaso. Consideramos estos dos estados como si fueran dos opuestos cuando son absolutamente otra cosa.
La discusión sigue atrapada en las mismas lecturas, no importa cuanto se debata, la negociación siempre estará del lado de los vencedores y estos sin duda siempre serán los occidentales.