Opinión en video
Opinión en video
¬ Álvaro Delgado Gómez
¬ Montserrat Antúnez
¬ Sugeyry Romina Gándara
¬ Sugeyry Romina Gándara
¬ Nancy Gómez
26-01-2025 - 12:05 am
La contra cara de la deportación de la que ahora nos indignamos es la expulsión a la que, en la práctica, condenamos a millones con la lenta y terrible erosión de las condiciones que permitían una existencia de por sí precaria.
Es más que justificada la indignación que provoca el desprecio y maltrato de parte de Trump y de los suyos en contra de los latinos. Con toda razón se ha denunciado la ola de odio y resentimiento que ha surgido en buena parte de la sociedad estadounidense con su narcisismo disfrazado de nacionalismo barato, racista en el fondo. Es necesario exhibirlo, combatirlo y hacer lo posible por paliar el sufrimiento de sus víctimas.
Pero al mismo tiempo no podemos descargar la propia responsabilidad que llevamos en todo esto. Muy fácil denunciar la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio (o la viga en ambos). Por incómodo que resulte, no basta ponernos del lado de las víctimas y hacer algo al respecto, también habría que asumir que tenemos una responsabilidad como victimarios. Porque en la medida en que no lo entendamos seguiremos perpetuando las condiciones de injusticia, racismo y desprecio que provocaron la “expulsión” de esos migrantes.
“Hoy toca abrazar a quienes vienen de regreso a nuestro país con un solo pensamiento, jamás tendrían que haberse ido”, afirma Susan Crowley este sábado en un texto en Sinembargo.mx. Tiene toda la razón. Nadie deja terruño y familia por gusto para afrontar los desafíos que entraña la emigración irregular, con su carga de riesgos, explotación de los polleros, endeudamiento para financiar el viaje, asaltos y violaciones del crimen organizado y la amenaza de ser tratado como un paria una vez que logran cruzar. Lo hacen porque las alternativas donde viven son peores. ¿Y por qué son peores? Porque en sus lugares de origen padecen el desprecio, la injusticia, el maltrato y el racismo del que ahora, con sobrada indignación, denunciamos por parte del trumpismo.
O de qué otra manera llamar al congelamiento en términos reales del salario mínimo durante 35 años, la falta de inversión pública en el sureste y en las zonas deprimidas, el desinterés en la educación pública, un sistema judicial siempre sometido al mejor postor, el despojo de tierras campesinas, la inviabilidad de la economía popular y un largo etcétera. No solo se trata de un sistema de mercado que produce desigualdades, algo que sucede en todo el mundo. En algunos países, notoriamente los europeos y en particular los nórdicos, los gobiernos intentan moderar los excesos de la sociedad mercantilista en la que vivimos. Pero en México el sistema hizo justamente lo contrario, acentuó las distorsiones y operó con un racismo apenas disimulado: márgenes de ganancias extraordinarias para un seudo empresariado rapaz y especulativo, corrupción invariablemente favorable para el que tiene más, explotación en contra de las comunidades, políticos expoliadores. El resultado: es más fácil cruzar una frontera, el desierto y los riesgos que encontrar una manera de ganarse la vida en la propia tierra. Y no se trata de un asunto de méritos. Basta ver la manera en que la mayoría de los migrantes prospera a base de esfuerzo, sacrificio, habilidad e ingenio. Nada de eso les ayudó para hacerse de una oportunidad en su propio país.
Si no se trata de una cuestión de méritos, como muchos conservadores afirman, podemos pretender que la desigualdad que se ceba de esa manera en la enorme base desfavorecida de nuestra pirámide social es una condición natural de nuestras tierras. Refugiarnos en el recurso fácil de pensar que se trata de una rueda de la fortuna que a unos nos hizo nacer en un ambiente favorecido y a otros no. Una especie de “ni hablar, así es la vida”, como si no hubiera ninguna relación entre la riqueza de unos y la pobreza de otros, como si muchos de los beneficios de los que disfrutamos no surgieran de las condiciones de privilegio y distorsión que explican la falta de oportunidades de los que menos tienen. En esencia tienen menos porque el sistema ha operado para que otros tengamos más.
La contra cara de la deportación de la que ahora nos indignamos es la expulsión a la que, en la práctica, condenamos a millones con la lenta y terrible erosión de las condiciones que permitían una existencia de por sí precaria. No hicimos nada para contenerla. Se fueron expulsados, regresan deportados. Mínimamente habría que repartir responsabilidades.
En cierta forma, la migración fue un subsidio político y social para nuestras élites. Para ser mínimamente viable una sociedad debe ofrecer alguna oportunidad a sus mayorías; México no lo hizo, pero las élites no tuvieron que sufrir las consecuencias (forzar cambios o asumir la inestabilidad y probable insurrección) porque contaron con la válvula de escape que representó la salida de millones de personas que carecían de opciones. Con frecuencia se dice que el sistema político mexicano tuvo el mérito de salvarnos de los golpes militares y levantamientos que padecieron todos los demás países latinoamericanos. Habría que preguntarse si eso habría sido posible si los 12 millones de mexicanos que se han ido hubieran presionado al sistema y si tantas familias no hubieran recibido las remesas que les ha permitido paliar la pobreza durante tantos años.
En las cifras absurdas de la riqueza de los gobernadores oaxaqueños, llámense Murat, Ruiz o Carrasco, reside la otra cara de la moneda de los jardineros y recolectores de cosechas oaxaqueños que han comenzado a ser deportados.
Andrés Manuel López Obrador decía una verdad, aunque incompleta, cuando aseguraba que había que centrarnos en las verdaderas causas de la migración, la falta de oportunidades. Habría que asumir las implicaciones completas de ese planteamiento, ahora que afrontamos sus secuelas.
En fin, la caridad y la solidaridad con los caídos en la desgracia, en este caso los deportados, es lo mínimo que debemos hacer, pero no basta. En ocasiones la caridad no es más que una manera de esconder o descargar la conciencia de la propia responsabilidad. Hacerse cargo no solo supone que las élites asuman la imposibilidad de sostener un modelo que impone tales niveles de desigualdad; también una llamada puntual al gobierno de la 4T para hacer algo más urgente. En particular con las nuevas causas de expulsión, como la violencia, que se han añadido a las viejas infamias que ya existían. Jamás tendrían que haberse ido. El tema no es rasgarse vestiduras sino preguntarnos ¿qué podemos hacer para que dejen de hacerlo? @jorgezepedap
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26-01-2025 - 12:04 am
Este resentimiento social que hoy crece y crece, es esa emoción colectiva en que se les ha negado la realidad cuando salen a pedir justicia.
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25-01-2025 - 12:05 am
El miedo está ahí, lo ha provocado de manera exitosa. Detrás hay años de narrativas poniendo el mal, enfocándolo en los migrantes, en las personas LGBT, en el comercio con el exterior, en los programas públicos y los derechos humanos.
Existe una relación directa entre la provocación del miedo y el fascismo, comprobada a lo largo de la historia, con millones de muertes. El miedo es la base de los regímenes autoritarios, y la amenaza se pone en el exterior. Se construye exponiendo lo que debe percibirse como una grave amenaza, como lo que puede hacer daño a la Nación o lo que ya le ha hecho un grave daño. Sean los judíos con el nacismo, sean los migrantes por el trumpismo.
La llegada de Trump al poder no puede pensarse sin la aportación del algoritmo, la inteligencia artificial y los millones de dólares donados a su campaña por parte de los magnates de las redes sociales. Y tanto su discurso como los algoritmos y la IA, han puesto todo al servicio del miedo, por un lado, y a la creación del odio, por el otro. El discurso de salida, de despedida, de Biden mostrando su temor a los daños de la IA a la democracia, expone la profunda preocupación de quien estaba al frente del Gobierno más poderoso del planeta al desarrollo de una tecnología. No consideramos a la democracia estadounidense un modelo, para nada, ha estado subyugada a los intereses corporativos, sin embargo, lo que existe en ella está en peligro.
Hannah Arendt, una de las más destacadas teóricas de la política del siglo XX, en su obra “Los orígenes del totalitarismo”, expone cómo el miedo es utilizado para desarticular la vida política de una nación y centralizar el poder en el dictador, en la dictadura, debilitando el espacio de la discusión política y la capacidad de la acción social, enajenando a la mayor parte de la población en el discurso emanado desde el poder, llevando el miedo que se ha sembrado, a la violencia.
El poder del fascismo está en su capacidad de manipular, de crear una percepción de la realidad a su gusto, que le permite un control estableciendo su discurso como expresión de la verdad, provocando una profunda alienación. Si Arendt lo veía así, teniendo como ejemplo más inmediato en el nazismo, más de 70 años después: ¿qué dimensión alcanza ahora esta capacidad de manipular cuando se cuenta con las redes sociales, con los algoritmos, con la inteligencia artificial, para crear esa otra percepción de la realidad?
Y la preocupación aquí son las consecuencias para nuestras naciones y para el planeta, cuando en el imperio más poderoso del mundo, la realidad es negada y sustituida por una percepción surgida de un grupo de oligarcas que pueden ser representativos de los que Arendt llamó la “banalidad del mal”. El fascismo lleva a la “banalidad del mal”, dice Arendt, puede llevar a actos terribles, con consecuencias éticas y morales que no podrían justificarse en ninguna sociedad abierta. Si algo detiene y modera a Trump y compañía, son los medios críticos, es la oposición y la propia ciencia, contra las cuales arremete constantemente.
La reverenda Mariann Budde, obispa episcopal de Washington D.C., le expuso de frente a Trump su “banalidad del mal”, en su primer día como Presidente, cuando Trump asistió con su familia al tradicional Servicio de Oración Nacional tras su toma de posición. La obispa episcopal de Washington D.C. le dijo: "En nombre de nuestro Dios, le pido que tenga misericordia de las personas en nuestro país que ahora están asustadas”. Le refirió quienes son las personas que están asustadas: los niños y niñas que pueden ser separados de sus padres, la comunidad LGBT, los refugiados, los trabajadores indocumentados. Le dijo que tenían miedo: “La gente que cosecha nuestros cultivos, los que limpian nuestros edificios y trabajan en granjas avícolas y empacadoras de carne, que lavan los platos después de que comemos en un restaurante y trabajan turnos nocturnos en hospitales puede que no sean ciudadanos o que no tengan la documentación adecuada, pero la gran parte de migrantes no son criminales”.
El miedo está ahí, lo ha provocado de manera exitosa. Detrás hay años de narrativas poniendo el mal, enfocándolo en los migrantes, en las personas LGBT, en el comercio con el exterior, en los programas públicos y los derechos humanos, lo ha enfocado contra los organismos internacionales, contra los acuerdos frente al cambio climático, contra todo aquello que vaya contra su supremacía, que lo pueda someter a acuerdos internacionales, no hay poder mayor que él y los EUA.
Y en estos años de narrativas las redes sociales han jugado un papel fundamental a su favor. No puede pensarse a Trump y su ascenso sin el auge de las teorías negacionistas, conspirativas y sin las campañas de odio, de polarización, en estas plataformas. Denuncias y documentos que llegaron al Congreso de Estados Unidos demostraron como FB, con el fin de mantener a sus usuarios más tiempo frente a las pantallas, utilizó sus algoritmos para propagar mensajes de violencia, racistas y de teorías conspirativas. Encontraron que este tipo de contenidos mantenían durante más tiempo a los usuarios conectados. Más tiempo, más publicidad y mayores ganancias. Zuckerberg, dueño de META (Facebook, Instagram y Whatsapp) compareció ante el Congreso y se comprometió a cuidar los contenidos. Ahora, con la llegada de Trump, ha declarado que no habrá más controles sobre los contenidos, actuando al gusto de Trump. Facebook tiene alrededor de 200 millones de usuarios de un total de aproximadamente 330 millones de habitantes en los Estados Unidos.
A lo anterior se suma ahora la adquisición de Twitter por parte de Elon Musk que donó más de 260 millones de dólares a la campaña de Trump y ahora forma parte de su gabinete. Twitter es la red social, la plataforma con mayor presencia a escala global en materia de información, se define como el Territorio Político Digital. No terminaríamos aquí para describir las falsedades que Musk ha difundido en esta plataforma, las amenazas que ha lanzado, cómo está interfiriendo en la política de muy diversas naciones, cómo ha usado el algoritmo para reproducir y multiplicar sus mensajes y aquellos que sirven a sus intereses. Esto ocurre en la plataforma que tiene mayor presencia entre los políticos y las noticias políticas en el mundo.
La manipulación a través de la IA y los algoritmos tiene un poder profundo para influir en las opiniones, decisiones y comportamientos de los usuarios. El algoritmo define las especificidades de cada usuario y dirige a él lo que refuerza sus creencias, limitándolo a una visión de burbuja. Con los conocimientos obtenidos por el algoritmo, la inteligencia artificial puede reconocer las estrategias para dirigir o redirigir a cada individuo en la dirección que desea, manipulándolo psicológicamente, políticamente. La programación de la IA, en manos de intereses políticos, económicos, criminales, es la peor amenaza tecnológica para la humanidad, junto con una guerra nuclear.
La alianza entre estos magnates del algoritmo y la IA con Trump configura un modelo dictatorial sin precedente, donde la manipulación del pensamiento a través del algoritmo y la IA se suman como una herramienta de control y manipulación más personalizada. El desarrollo exponencial de la IA ha provocado un llamado a ejercer formas de control democrático para evitar se salga de control. Los propios promotores de la IA reconocen que llegará un momento que se saldrá de control, del propio control de sus creadores. A pesar de eso no paran en su desarrollo bajo el argumento de que si lo hacen, alguien más les ganará la carrera. Por lo pronto, la IA al servicio de personajes con serios principios de fascismo, crea un escenario distópico, un anti-utopía, digno de los imaginados en el siglo pasado, una mezcla de 1984 de Orwell con El Mundo Feliz de Huxley.
Como nunca antes, se requiere fortalecer los órganos, las instituciones internacionales, blindándolos de la interferencia de los poderes económicos, políticos y criminales. E internamente, es urgente enfocarse en la autosuficiencia sustentable y la justicia social, en producir lo que es necesario, cuidar nuestros recursos, los naturales y humanos, cuidar a los que están creciendo.
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25-01-2025 - 12:03 am
Lo que ocurre hoy no empezó con la era Trump, hay avisos desde hace mucho tiempo de que se avecinaba una crisis de la que de una u otra forma todos somos responsables. Nadie quiso escuchar, no hubo prevención. No aprendimos de las numerosas tragedias que han ocurrido en Europa.
Francisco es un joven de unos veinte años. Vive con su madre en una casa humilde, cerca de la frontera. La ayuda todos los días en su precaria existencia. Su hermano, como muchos jóvenes, cruzó con la intención de hacer dinero y mandarlo. El grupo en el que iba, a falta de agua, fue abandonado por el coyote. Desesperados por las condiciones climáticas, caminaron sin tener muy claro hacia dónde dirigirse. Durante el día arrastraban los pies y se daban ánimo cargando a los desmayados. Por las noches juntaban sus cuerpos para cubrirse del frío. Después de días deambulando, casi todos habían muerto. Al hermano de Francisco lo atraparon las autoridades de migración, deshidratado. Estuvo a punto de morir y pasó un buen tiempo preso.
Esta es una de las historias que se cuentan en Del otro lado, de Chantal Akerman. El documental realizado en 2002 para Documenta 11 en Kassel, casi no fue visto en México. En 2021, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo lo exhibió como parte de una retrospectiva de la directora.
Con escenas profundamente conmovedoras y al mismo tiempo dolorosas, Akerman penetró las noches y los días en ambos costados de la frontera. Como en todos lados, la vida de los migrantes de esta zona es cruel y en condiciones de lesa humanidad. Del otro lado se filmó en Agua Prieta, Sonora y Douglas, Arizona. A pesar de ser ciudades vecinas, sus diferencias crecieron durante la administración de Clinton. La concepción de un muro, el primero entre los dos países fue la consecuencia y el inicio de esta era. Un muro jamás servirá para establecer nada. Separa, divide, atenta contra la libertad de movimiento, fractura las relaciones, destruye el tejido social. A estas alturas cualquier muro impide la posibilidad de comunión. Desde aquellos años los migrantes son obligados a arriesgar la vida y someterse a las más duras condiciones, a ser perseguidos como animales. Lo que ocurre hoy no empezó con la era Trump, hay avisos desde hace mucho tiempo de que se avecinaba una crisis de la que de una u otra forma todos somos responsables. Nadie quiso escuchar, no hubo prevención. No aprendimos de las numerosas tragedias que han ocurrido en Europa. Hoy las víctimas, hombres, mujeres, niños y ancianos, son mexicanos y sudamericanos. Salen huyendo de la miserable condición en las que viven, de la violencia y muchos de ellos del hambre. Insisto, también huyen de la desigualdad y de la falta de oportunidades que hemos creado todos nosotros con nuestra ambición y egoísmo. Negándonos a aceptar que casi ningún migrante deja su hogar por gusto.
Valiéndose de dispositivos de detección infrarrojos, los oficiales de Arizona cazan como si fuera un deporte a los indefensos caminantes. En el documental, lejos de avergonzarse, dieron entrevistas y compartieron el material grabado de sus persecuciones con Akerman. Quienes viven del otro lado, consideran a los migrantes una plaga a la que hay que expulsar. Mientras tanto, Sonora ya es un sitio emblemático por las desapariciones y la ausencia irremplazable de muchos de sus pobladores.
La voz de la directora y documentalista sirve como narradora. La lenta cadencia con la que habla crea una atmósfera de melancolía, que contrasta con las imágenes nocturnas y los paisajes desolados en las mañanas arrasadas por el calor. Su tonalidad grave, rasposa, de fumadora de años, delata a cada palabra su permanente depresión que la arrojaría años después al suicidio. Es también la voz que hace aflorar su consciencia del otro, de esos otros, otres. Akerman supo del dolor humano, lo reconoció porque vivió en la piel siempre. En su cuerpo de obra, un cine que ha destacado por su originalidad y forma de contar, Akerman sirve como vehículo del dolor. Sus historias hablan de vidas envueltas en la desgracia cotidiana; en el sufrimiento silencioso, sin sobresaltos. Es la costumbre de callar ante la pérdida.
Todo por alcanzar el sueño americano. ¿Qué sueño es ese? Resignarse a ser usados, abusados, mal pagados. En el nuevo orden serán víctimas de redadas, persecuciones y expulsiones masivas. Y al decir masivas, muchas veces olvidamos de que, en esa masa, hay rostros, personas, seres humanos. Akerman logra desentrañar su espíritu con una mirada profunda. Cada individuo está marcado por una experiencia sobrecogedora. Del otro lado no es un drama sensiblero, al contrario, en la simple acción a través de la cámara, mirar a los ojos y descubrir expresiones de inocencia, una cierta dosis de alegría, escuchar con una sonrisa aquella aventura de los que han salido bien librados.
En un tema delicado como este, que se ha usado para crear ficciones tendenciosas y con tramas predecibles, retacadas de lugares comunes, el trabajo de Akerman es sincero y es entrañable porque habla de la verdad que todos conocemos pero que no queremos ver. Nos obliga a colocarnos del lado de las víctimas. Documenta no solo con la cámara, también con el corazón. Esta pieza se exhibió por primera vez en el sitio donde fue filmada, en los límites entre México y Estados Unidos. Durante la noche, las imágenes de la pantalla gigante se convirtieron en parte de un imaginario en el que se oculta lo humano, lo salvaje, lo cruel y lo más entrañable de cada persona. Las luces lejanas, la oscuridad y el frío desértico en el que los migrantes se esconden para alcanzar el otro lado. Al amanecer, las imágenes evanescentes se confundieron con el árido horizonte, metáfora de la memoria, de lo ido, del tiempo que no se recupera. Un homenaje a todos aquellos que hoy no pueden seguir contando historias.
A lo largo de este relato, la voz de Akerman va paulatinamente desgarrándose, se nota exhausta pero satisfecha al brindarnos la oportunidad de ser quienes definamos éticamente los acontecimientos: el bien y el mal, los claroscuros que todos tenemos. Así logra que nos coloquemos en el otro lado, el de las patrullas fronterizas, los policías, los odiadores profesionales. O tal vez decidamos permanecer de este lado. El sitio en el que todos deben tener cabida: tú, yo, él, ella, los otros. Todos aquellos que merecen un sitio y ser tratados con dignidad por su fragilidad, como lo dijo en su enorme discurso la obispa Marianne Edgar Budde, “hay niños gays, lesbianas y transexuales, y familias demócratas y republicanas e independientes, algunas de las cuales temen por sus vidas. Gente que recoge las cosechas, que limpia nuestras oficinas, que trabaja en granjas y empacadoras de carne, que lava la loza luego de que comemos en restaurantes y que trabaja en turnos nocturnos en hospitales. Podrán no ser ciudadanos o tener la documentación apropiada, pero la vasta mayoría de los migrantes no son criminales. Ellos pagan impuestos, son nuestros vecinos, son fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas y templos”. Miró a Trump directamente a los ojos, él evadió la vista, era una escena de cacería a la inversa, como si la víctima pudiera confrontar al asesino. El rictus de su elegante esposa migrante de Europa del Este; el nerviosismo del vicepresidente Vice; su esposa con rasgos étnicos lo decían todo. Y serena, amable, Bodde continuó: “Le pido que tenga clemencia con aquellos en nuestras comunidades cuyos niños temen que sus padres sean llevados lejos. Y que ayude a los que huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí”.
Los migrantes son personas buenas. Lo poco que tienen, lo llevan en un hatillo. En la mayoría de los casos lo dejan en el camino; también dejan su dinero, su seguridad y su historia. Muchos dejan sus vidas. Hoy toca abrazar a quienes vienen de regreso a nuestro país con un solo pensamiento, jamás tendrían que haberse ido. Del otro lado es perder nuestro suelo, lo que somos y lo que anhelamos. El documental de Akerman es una reflexión que todos deberíamos hacer. @Suscrowley
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25-01-2025 - 12:02 am
Estos signos exteriores: del control territorial al control de los mercados y de ahí al control de los datos y la información (Apple, Google, Microsoft, Facebook, XTwitter), e incluso del espacio (Starlink), caracterizan a este imperialismo absoluto del siglo XXI.
El sino del escorpión se asoma al presente y ve que el horno de la historia no está para bollos. El imperialismo absoluto (y sus guerras genocidas) se ensañan en Palestina, Líbano, Siria y buena parte del Oriente Medio. Se esparce también contra los países africanos que buscan resistirlo (Burkina Faso), mientras Rusia y Ucrania (es decir la OTAN y la UE) se debaten en un ajedrez político-económico con miles de víctimas mortales. En nuestro entorno, el intento trumpiano de revivir el anacrónico Destino Manifiesto (ya imposible, inviable, irreal) se ensaña con los mexicanos y centroamericanos emigrados a Estados Unidos sin documentación legal, con la multicolor comunidad LGBT+ y el wokismo, con las resistencias políticas de izquierda estigmatizadas de “radicales y dementes”, con las grupos religiosos del cristianismo blanco y anglosajón, y, al final, contra todo tipo de disidencia ante el mandato “providencial” del emperador “salvado por Dios para hacer América grande otra vez”.
El axioma romano parece mantenerse, observa el alacrán: “los imperios siempre están haciendo la guerra en sus fronteras”; además, la guerra es y ha sido siempre inherente al imperialismo. El concepto de este “imperialismo absoluto” del siglo XXI lo toma el escorpión de Étienne Balibar, filósofo y autor de una vasta obra de reinterpretación del marxismo, de análisis de la modernidad capitalista y sus tendencias actuales. El intelectual participo en noviembre pasado en la Cátedra Edward Said de la Universidad Americana de El Cairo, donde leyó su ensayo “Geometrías del capitalismo del siglo XXI”. Ahí hace una revisión de las diferentes conceptualizaciones del término imperialismo, no sólo desde la visión marxista sino también desde los textos del antimarxista Carl Schmitt.
Balibar parte del célebre ensayo de Lenin “El imperialismo, estadio superior del capitalismo”, y su idea central del reparto del mundo entre las potencias coloniales y la lucha violenta por los sucesivos repartos: de la Conferencia de Berlín (1885), en la que se repartió el África entre las potencias coloniales, a la aparición de potencias imperialistas no europeas en América y Asia, y de ahí a la Guerra Fría (la repartición en Yalta), pasando por las dos guerras mundiales (y, por consiguiente, por el Pacto Germano-Soviético) hasta, finalmente, la construcción de un único orden liberal militarizado después de 1989.
Balibar insiste en que los imperialismos modernos siguen implicando conquista y dominación e incluso son impulsados por el sueño imperial del poder universal, sobre todo el estadounidense, que basa su fuerza en la inversión y la rentabilidad del capital. Los territorios para este imperio son espacios abiertos por la fuerza a la apropiación de recursos energéticos (carbón, petróleo, uranio), minerales, oceánicos y agrícolas (cuya explotación trastorna el medioambiente), recursos humanos (poblaciones susceptibles de ser reducidas a la esclavitud, deslocalizadas, puestas a trabajar, reclutadas en el ejército).
Pronto se revela que gran parte de estos recursos pueden controlarse y extraerse sin recurrir a la dominación directa, lo que ha sido el secreto del imperialismo estadounidense, al dar un carácter abstracto a su apropiación y olvidar las fronteras geográficas para concentrarse en el control de los mercados. Pero aquí la tesis de Balibar da un giro interesante, al apuntar que esta modalidad de dominación imperial de los mercados “ha sido ahora sustituida por una forma completamente diferente de reparto del mundo que concierne a los espacios virtuales (o inmateriales como el metaverso), distribuidos y disputados entre los imperios de la comunicación”. Esta disputa ya no se da entre los Estados, sino entre las multinacionales tecnológicas caracterizadas por sus redes de distribución y recopilación de datos, que controlan las actividades de los Estados en lugar de ser controladas por ellos.
Estos signos exteriores: del control territorial al control de los mercados y de ahí al control de los datos y la información (Apple, Google, Microsoft, Facebook, XTwitter), e incluso del espacio (Starlink), caracterizan a este imperialismo absoluto del siglo XXI. La pregunta es si esta nueva forma de territorialidad virtual tendrá la posibilidad de relegar la lucha por la hegemonía que hoy estructura geopolíticamente el orden mundial. Y aún más, luego de una pandemia global, de una crisis financiera extendida y de una inminente catástrofe medioambiental, factores todos que debían unir esfuerzos conjuntos de las naciones, ¿puede subsistir ese imperialismo absoluto casi autárquico?
Este ensayo nos advierte que los imperios en decadencia son los más violentos (o los más crueles en su forma de hacer la guerra, traficar y vender armamento), porque se sienten acorralados ante la erosión de sus privilegios y la ruina de su pretensión de grandeza. Estados Unidos ilustra hoy esta tesis imperial al querer “Hacer América grande otra vez”. La idea del imperialismo como estadio o período en la historia del capitalismo lleva entonces a precisar esta nueva modalidad del imperialismo que vivimos hoy. Las políticas neoliberales se convirtieron en dominantes a escala mundial tras el derrumbe de los regímenes comunistas (con la excepción de China), y permitieron dar un paso en la transformación del sistema capitalista de finales del siglo XX, hacia el capitalismo de imperialismo absoluto que ahora domina nuestras vidas.
El imperialismo absoluto recalibra el capitalismo histórico, pero ¿va más allá de la categoría de neoliberal? En opinión de Balibar, tal categoría ya sólo corresponde a una parte del capitalismo, esa que enfrenta a las políticas de regulación estatal y a las empresas públicas con la libre competencia y a las fuerzas del mercado. Por ello propone analizar el imperialismo absoluto que rige en la actualidad también como intrínsecamente postsocialista y poscolonial. Postsocialista porque utilizó las estructuras, poderes y beneficios del estado social clásico en su beneficio, al desprenderlas de su contenido de derechos humanos en sentido amplio; y postcolonial en la medida en que la interdependencia y el comercio global hacen imposible un colonialismo territorial o de mercado, pues la deslocalización de los procesos de producción y la formación de cadenas de valor globales ya lo impiden.
No obstante, en este imperialismo absoluto persiste la concentración del capital a costa de la crisis medioambiental, así como en la extensión de la pobreza a costa de la deshumanización, el hambre y la revuelta social. Nada optimista, el diagnóstico sobre este imperialismo absoluto del siglo XXI, se lamenta el alacrán. Pero como signo alentador, Balibar llama a retomar las demandas locales y unirlas con las más universales para combatir por causas extendidas. La causa de los migrantes, por ejemplo, parte de lo local pero se ha convertido en una causa universal que tiene al mundo desarrollado del Norte Global confrontado con el mundo no desarrollado del Sur Global. Esas formas de resistencia desde abajo y que se extienden hacia arriba son centrales para quienes nos parece insoportable la idea del capitalismo como la forma insuperable de la existencia humana, finaliza Étienne Balibar.
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25-01-2025 - 12:01 am
"Han venido pues a tomarse una foto con un gobernador que pese a que todos los días sacude la violencia rompiendo familias sale a decir a la prensa que en Sinaloa 'no pasa nada'z
No hay mejor calificativo para los legisladores del noroeste del país que han venido a Culiacán para brindar “apoyo político” al gobernador Rubén Rocha Moya, es decir, animar la narrativa que convierte al victimario en víctima y a las víctimas de impotencia y llanto, en victimarias.
Han venido a apoyar a un gobernador débil que todo indica es parte del problema, no de la solución de los problemas de violencia que sacuden el estado desde el 25 de julio, cuando se secuestró a Ismael El Mayo Zambada y se asesinó a Héctor Melesio Cuén Ojeda, en una reunión donde, según Zambada, estaría el gobernador para resolver el diferendo que este sostenía con el exrector asesinado por el control de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Han venido a apoyar a un gobernador al que se le cayó la verdad oficial de que Cuén Ojeda fue asesinado aquella noche en una gasolinera del sur de Culiacán, como lo escribió no Zambada, sino como lo demostró la fiscalía general de la República (FGR) al documentar el montaje de que había sido objeto la supuesta escena del crimen.
Han venido a brindar apoyo político a un gobernador que pese a los indicios documentales los sinaloenses no sabemos si declaró y qué, ante la FGR, sobre ese montaje donde estuvieron involucrados funcionarios de primer nivel de la Fiscalía General del estado de Sinaloa (FGES) incluso, algunos de ellos, han sido promovidos luego de la renuncia de su titular y solo, ha trascendido, que esta abandonó el estado y está mal de salud.
Han venido acompañar a un gobernador que desde el 9 de septiembre se le ha incendiado el estado por la guerra que sostienen las principales facciones del Cartel de Sinaloa y que ha costado oficialmente aproximadamente 700 vidas y un número mayor de desapariciones forzadas, además, ha causado daños económicos que de acuerdo con las organizaciones empresariales representan pérdidas por casi 20 mil millones de pesos y la quiebra, al menos, de 700 empresas con el subsecuente despido de miles de trabajadores.
Han venido pues a tomarse una foto con un gobernador que pese a que todos los días sacude la violencia rompiendo familias sale a decir a la prensa que en Sinaloa “no pasa nada” que la vida sigue y los “estadios y escuelas están llenas” y que todo, es producto del “estigma” que tiene el estado.
Han venido esos diputados con un gobernador insensible con los deudos de esas familias rotas que diariamente velan a sus muertos y salen a la plaza pública a gritar, una y otra vez, que vuelvan los cientos de desaparecidos de esta guerra que nunca debió haber ocurrido y que sigue, incesantemente, dejando su estela de muerte, incertidumbre y calles vacías; noches largas, solo alteradas por las ráfagas de fuego y el olor siniestro a autos y casas quemadas.
Han venido esos legisladores federales a Sinaloa salvaguardados con recursos públicos para brindar respaldo político a un gobernador que no deja el cargo, porque según su entorno no es la solución y si antes, lo apoyó AMLO, ahora lo apoya decididamente Claudia Sheinbaum, para que continue en el cargo, aunque este visto que no sirve a los ciudadanos para brindar seguridad a las familias en su cotidianidad, integridad y patrimonio.
Han venido esos legisladores morenistas a la tierra generosa de los once ríos para volver a corear en silencio la frase insensata de “Rocha, no estas solo, no estás solo” ante una sociedad dolida, molesta, triste, que lo ha interpretado como una descortesía, grosería, una bofetada demostrando lo lejos que están esos políticos de la gente y sus problemas, porque, para ellos, con este acto de servidumbre política, no hay nadie más importante que ellos mismos.
Vamos, han venido estos legisladores a Culiacán solo para la foto y se han regresado a su Cámara y sus discursos, dejando el mensaje de que Rocha Moya permanecerá en el cargo hagan lo que hagan los sinaloenses, cuando, saben, que ni siquiera de ellos depende su permanencia en un país que refrenda la mezcla viscosa de centralismo, patrimonialismo y personalismo. O sea, el poder está en otro lado, no en el coro fácil.
Han venido estos legisladores a la capital del estado a brindar apoyo a un gobernador que lo repudian franjas importantes de sinaloenses que esta semana dieron muestras de perder el miedo y han tomado la calle -y, mejor, el Palacio de Gobierno- para reclamar que su estancia en el cargo no le sirve a Sinaloa y que debe irse, entre más pronto mejor, para abrir paso a alguien sensible con los agravios que se han acumulado en los últimos cinco meses.
Han venido estos “representantes populares” a brindar apoyo político a un gobernador y, ahora, probablemente, desde la comodidad de sus oficinas legislativas ven los videos donde miles de sinaloenses vestidos de blanco llegaron hasta el Palacio de Gobierno para cumplir con una cita pactada y qué ha sido cancelada. Y, entonces, reclamar al unísono por todo, pero, especialmente, la muerte de un padre y dos niños que tuvieron la desgracia de pasar por el lugar equivocado en Culiacán.
Vamos, vinieron los legisladores federales a Culiacán, a brindar respaldme ayudas a o a un gobernador que no gobierna, que ha perdido el pulso y lo peor, el respeto de los gobernados, al grado, que ha llegado la turba blanca hasta el tercer piso del Palacio de Gobierno para gritarle y romper las paredes ante la negativa de recibirlos por lo que se ha convocado para este viernes a una manifestación sobre el malecón de Mazatlán y otra, para el próximo domingo, en Culiacán.
O sea, los legisladores con su apoyo solo han venido a Sinaloa, además, de disfrutar de una buena comida y bebidas a mover el panal de la discordia social, y no le sirvió de mucho al gobernador, pues, es imposible, que lo que no brindan los gobernados al gobernante lo brinde un puñado de legisladores que serán recordados por su servidumbre ante un poder flácido y desconcertado, que se agarra, este visto, de donde puede para sostenerse en pie.
Y es que no puede el victimario, terminar convertido en víctima.
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24-01-2025 - 12:05 am
El problema, sin embargo, es que en políticos como Trump, esas intenciones, por transparentes que sean, chocan siempre con una realidad que en algunos aspectos aún es a prueba de idiotas.
En el mundo del discurso político, podría pensarse que la única virtud del señor Trump es su falta de filtros. Y es que la experiencia mexicana con presidentes demócratas de los últimos años, como Biden u Obama, destaca porque mientras aparentaban ser, con base en sus palabras, más sensatos que su contraparte republicana, en los hechos ambos fueron expulsores de migrantes, cuyas cifras alcanzaron, en el periodo de Biden, incluso una cota mayor que el primer periodo de Donald Trump.
Esa dualidad que esconde intenciones, o donde los hechos contradicen a las palabras, dificulta el análisis de quién exactamente es la figura presidencial estadounidense. Con el caso de actual republicano estridente y fachoso (en ambos sentidos del término), podría pensarse que su discurso es atroz pero claro, y que sin ambages revela sus intenciones y proyectos, por malsanos que estos suenen. Y con ello uno sabe bien a qué atenerse.
El problema, sin embargo, es que en políticos como Trump, esas intenciones, por transparentes que sean, chocan siempre con una realidad que en algunos aspectos aún es a prueba de idiotas. El problema, así, es aprender a desmenuzar las malsanas intenciones de Trump en medio de su pirotecnia verbal. Pongamos en ese sentido un ejemplo.
El Presidente estadunidense promovió nominar como terroristas a ciertas organizaciones criminales mexicanas. Obviamente eso le daría una presunta patente para combatirlas con la fuerza, tal cual lo estipula la histórica redefinición de la política exterior de Estados Unidos, que después de la disolución de la Unión Soviética, trocó el enemigo externo “comunista” por una ambigüedad del enemigo externo narcotraficante y, después del 11 de septiembre de 2001, por el enemigo terrorista.
Hoy, como informó en días recientes el maestro Javier Oliva, especialista notable en seguridad nacional, en entrevista con el periodista Jesús Escobar Tovar, es importante observar el listado oficial del Departamento de Estado norteamericano sobre quiénes son organizaciones terroristas, nómina donde, salvo por cuatro entidades, hay una mayoría abrumadora de organizaciones islámicas.
La decisión de imputar a alguien la pertenencia a esa lista no es, sin embargo, una decisión vertical de quien ocupe la Presidencia estadounidense, pues pasa por el filtro del Congreso y, por jocoso que suene, la entidad señalada como terrorista tiene derecho a impugnar la decisión. Ese complejo entramado aún es la aduana que debe pasar para que organizaciones criminales del narco en México pudieran ser catalogadas con esa etiqueta.
Por un momento pensemos en que eso ocurra y que en efecto hubiera un combate bélico de los Estados Unidos en México contra dichas organizaciones. La historia reciente muestra cómo el fracaso ha sido la constante en esas aventuras estadounidenses, no sólo en Afganistán, sino en Irak, donde la mentira de “armas de destrucción masiva” en 2003 y el combate al terrorismo llevaron a Estados Unidos a una derrota y a una destrucción sangrienta de dos países en Medio Oriente.
A nadie tendría que parecerle atractivo ese escenario en México.
Pero pensemos en una cuestión más práctica. Al día de hoy, el 76 por ciento de las armas de alto poder de los cárteles mexicanos proviene nada menos que de las brutales y obsoletas armerías estadounidenses. En honor a la verdad, si Estados Unidos declara “terroristas” a ciertos cárteles, inmediatamente tendría que denominar a los expendios de armas de ese país como facilitadoras de entidades terroristas, complicidad inadmisible y punible.
Eso, obviamente, implicaría además que Trump reconociera como aliados del terrorismo a esos centros avalados por la Asociación Nacional del Rifle, entidad de neuróticos violentos que, por ende, es un pilar indiscutible del trumpismo.
Y, en ese mismo sentido, Trump tendría que considerar que su país es el máximo consumidor de drogas en el mundo, y buena parte de ello proviene de trasiegos y negocios con los cárteles de México. por lo que los adictos de su país, en vez de considerarse un problema de salud pública, en automático pasarían a ser financiadores del terrorismo.
Así, queda la pregunta en el aire acerca de si realmente es viable este escenario o qué ejercicios de deshonestidad y maniobra política se harían para, al mismo tiempo, tildar de terroristas a los cárteles, y deslindar de la complicidad con ese crimen a sus soportes norteamericanos, tanto financieros como armamentistas.
El choque de realidad de la estridencia de Trump se evidencia desde su propio círculo: mientras el Presidente expone esas barbaridades, junto a otras (como los aranceles desmedidos que afectarían a la propia economía estadounidense, o anexiones absurdas como la de Groenlandia o el Canal de Panamá), el Secretario de Estado, Marco Rubio, sin ser un hombre brillante, parece entender mejor la situación y mantiene posturas que, al menos, van más apegadas a los hechos, como el considerar a México un socio par o reconocer el problema de adicciones en los Estados Unidos.
A eso se enfrenta hoy México, a un Presidente más abierto en la oscuridad de sus intenciones, pero más limitado en su entendimiento de la realidad. Saber espulgar sus dichos, contrastarlos con los hechos y conocer los filtros e interfaces que rodean las decisiones del poder presidencial estadounidense es el verdadero reto del Gobierno mexicano, la Presidenta Claudia Sheinbaum y su Cancillería.
Y en ese entramado, deberán entender qué dosis de la estridencia trumpista hay que tomar más en serio y qué cosa dejarla pasar como vil vulgata destinada a alebrestar a sus bases y mantener su apoyo electoral republicano de cara a elecciones venideras en el vecino del norte. En pocas palabras, el Gobierno mexicano enfrenta con Trump la paradoja del imbécil: si no se le contesta creerá que tiene razón, pero si sí se le contesta pensará que tiene importancia. Pero el problema de fondo es obvio: con todo y límites democráticos, siempre es preocupante que la imbecilidad política, por más sagacidad discursiva tenga, llegue al poder.
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24-01-2025 - 12:05 am
En Estados Unidos, los entusiastas de las criptomonedas están entre las comunidades más propensas a ser beneficiarias del segundo mandato de Donald Trump.
Los partidarios de bitcoin y los entusiastas de las criptomonedas, aunque ostensiblemente libertarios y antiestatales, han buscado influir de manera directa en los aparatos estatales. Los promotores de criptomonedas aprovechan los vacíos regulatorios y obtienen beneficios de la regulación gubernamental existente.
Estas movidas son conocidas en América Latina. En El Salvador, un Presidente cripto-entusiasta legalizó el uso de bitcoin como moneda de curso legal y destinó ingentes fondos públicos para -fallidamente- expandir su uso. En Puerto Rico, los inversionistas cripto buscaron un esquema regulatorio que aprovechara la condición colonial del archipiélago con respecto a Estados Unidos (EU) para liberar de impuestos sus ganancias de capitales.
En Estados Unidos, los entusiastas de las criptomonedas están entre las comunidades más propensas a ser beneficiarias del segundo mandato de Donald Trump. La coalición de Trump ha logrado el apoyo de la mayoría de los hombres votantes de todas las generaciones y de la mayoría de los orígenes raciales y étnicos. Diversos analistas han señalado el éxito de la irrupción de Trump en ambientes hegemónicos masculinos, gracias en parte a librar una más viciosa “guerra cultural” contra las personas transgénero y otras minorías. En ese contexto, destaca el respaldo de espacios masculinos jóvenes, incluidos los denominados “crypto-bros”.
El Partido Republicano emergió como el partido favorito para aquellos que tienen interés en un ecosistema de criptomonedas próspero, comenzando con el compañero de fórmula de Trump. El Senador JD Vance ha sido un entusiasta de las criptomonedas durante mucho tiempo, posee bitcoins y es una figura vinculada a la línea conservadora-libertaria de Silicon Valley, habiendo recibido enormes fondos del inversionista Peter Thiel a lo largo de su carrera política.
La Administración Trump empoderaría a las empresas de criptomonedas y sus mercados mediante un masivo realineamiento de la política económica de EU para servir a los ideales del cripto-nacionalismo, los intereses de los combustibles fósiles y una agenda nativista.
Los cripto-entusiastas en EU proponen un conjunto de políticas que podrían transformar el sistema monetario del país. Una de ellas tiene como objetivo convertir enormes reservas de oro en bitcoin, y volver la tendencia del “hodl” una política gubernamental. La Senadora republicana Cynthia Lummis propuso que la Reserva Federal utilizara su reserva de oro para emitir certificados para adquirir bitcoins, alcanzando eventualmente una reserva estratégica de un millón de bitcoins en cinco años.
En una entrevista, Jack Mallers comparó la idea de una reserva estratégica de bitcoin con los cambios monumentales en la historia monetaria de EU y del mundo, como la desvinculación del patrón oro en 1971. Esta aparentemente visionaria idea, según Mallers, “actúa en el mejor interés del público. Es pro-empleos, pro-energía, pro-industria, pro-crecimiento”.
Una reserva estratégica de bitcoin mediante un mandato del Gobierno federal produciría efectos en cadena en el sistema monetario y podría reforzar aún más la valoración del bitcoin. La idea busca elevar el bitcoin a un recurso militar-estratégico, al igual que el petróleo lo es actualmente. Esto no debería sorprender, ya que los promotores del bitcoin ven el activo como “oro digital”.
La nueva política económica de la Administración Trump se alinea alrededor del proteccionismo comercial (aranceles), la desregulación, los recortes de impuestos y un rediseño de la burocracia gubernamental para aumentar su eficiencia, compensar los ingresos perdidos y eliminar lo que la extrema derecha llama el “deep state”.
Los anuncios recientes del Presidente electo señalan un enfoque pro-cripto y ligero en regulaciones. Trump nominó a Howard Lutnick para encabezar el Departamento de Comercio y a Paul Atkins como presidente de la Comisión de Valores y Bolsa (SEC), y creó un púlpito para que David Sacks abogara por la industria desde la posición de “zar de la Inteligencia Artificial y las criptomonedas”. Todos estos son evangelistas de las criptomonedas que han abogado por marcos regulatorios laxos y por tratar al bitcoin como “cualquier otra mercancía” que debería ser libremente comerciada, y no estar sujeta a una supervisión regulatoria más estricta, similar a la de los bonos y acciones.
Lutnick, CEO de la firma de Wall Street Cantor Fitzgerald, es un ferviente entusiasta de las criptomonedas y su firma es garante de Tether. Trump es él mismo activo en el mercado cripto a través del proyecto de finanzas descentralizadas World Liberty Financial. El proyecto vende un token que no es transferible, sino que ofrece una participación en la gobernanza del proyecto.
Aunque Trump y sus hijos no figuran como fundadores, se espera que reciban el 75 por ciento de los ingresos netos por ventas de tokens durante los próximos cinco años.
Un componente importante de la agenda de Trump es su firme apoyo a los combustibles fósiles tradicionales. Su nominado para Secretario de Energía, Chris Wright, es un defensor de la industria de los hidrocarburos, además de un negacionista del cambio climático. En un discurso pronunciado en la Bitcoin Conference 2024 en Nashville, Trump dijo que quería que las criptomonedas “se minaran, acuñaran y produjeran en EU”.
Ya en 2021, Estados Unidos era responsable de más del 37 por ciento de la tasa de hash global de la minería de bitcoin. EU se convirtió en un punto de atracción para las inversiones en minería después de que China comenzara a reprimirla.
Las instalaciones de bitcoin requieren un aumento constante en la provisión de energía al tiempo que ofrecen poco en términos de empleos. Los costos suelen sentirse en las comunidades cuya infraestructura energética es consumida por almacenes ruidosos que no solo extraen energía sino también enormes cantidades de agua.
Si bien la provisión de energía se regula a nivel estatal, un marco regulatorio federal de puertas abiertas probablemente promoverá la expansión de las disposiciones contractuales para los grandes productores de criptomonedas en varios estados. Texas, Georgia y Kentucky ya son las principales jurisdicciones mineras en el país. Aumentar la capacidad minera puede convertirse en un punto de interés para el Gobierno federal si la reserva estratégica de bitcoin se convierte en una realidad, sumando demanda a una industria que en 2022 se estimó que representaba hasta el 2.3 por ciento del consumo de electricidad del país.
Una propuesta de este tipo podría beneficiar a los productores de energía con marcos de generación y distribución desregulados, como los operadores de Texas. Un cambio masivo en la política del Gobierno de EU buscando acumular un millón de BTC en cinco años podría aumentar drásticamente la minería doméstica y constituir el mayor retraso hasta la fecha en el movimiento hacia una transición energética alejada de los combustibles fósiles.
El segundo mandato de Donald Trump probablemente genere cambios aún más profundos en la política y economía que su mandato anterior. El mundo de las criptomonedas será beneficiario central de su política. De hecho, ya están cosechando los beneficios, con el bitcoin superando los 100 mil dólares por primera vez en su historia solo semanas después de su elección.
Una Administración Trump 2.0 podría engendrar una forma de nacionalismo económico caracterizado por el proteccionismo comercial, una desregulación masiva de los sectores de finanzas digitales y IA y un apoyo inquebrantable a los productores tradicionales de energía a base de combustibles fósiles que las impulsan.
Antulio Rosales Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de New Brunswick (Canadá). Doctor en Gobernanza Global por la Universidad de Waterloo (Canadá).
Ty Tarnowski es investigador y máster en Desarrollo, Medioambiente y cambio cultural de la Universidad de Oslo.
*Este artículo es una versión resumida del post en inglés publicado por el LSE Business Review https://blogs.lse.ac.uk/businessreview/2024/12/19/trump-2-0-and-the-rise-of-crypto-economic-nationalism/
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24-01-2025 - 12:04 am
"Una red de organizaciones, agencias e industrias estadounidenses financian medios de comunicación en México y América Latina como parte de la guerra judicial, mejor conocida como lawfare, emprendida por la derecha para difundir a la opinión pública causas judiciales manufacturadas para atacar a gobiernos progresistas".
Una guerra soterrada, de baja intensidad pero tenaz, persistente y perversa ya está en marcha, preparando el terreno para tratar de desestabilizar al gobierno de México, con el propósito de que, por fin, lleguen los “gringos”, y se haga realidad el sueño americano de muchos estadounidenses mexicanos nacidos de este lado del Río Bravo, que sueñan con que un sujeto bárbaro, grosero e incivilizado como Donald Trump, se convierta en el campeón de una derecha que pretende rescatar “sus instituciones”, las que históricamente ha utilizado solo en su provecho, y recuperar sus privilegios. Es una guerra de baja intensidad, que combina medios políticos, económicos, de manipulación informativa y amenazas militares.
Punta de lanza de esa guerra facciosa sigue siendo la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que durante los siguientes siete meses, hasta que tomen posesión en septiembre los nuevos ministros que se elijan en junio, seguirá encabezada por la ministra Norma Lucía Piña Hernández. Ese poder perverso seguirá buscando los medios jurídicos, legales o ilegales, justos o de la naturaleza que sea, para tratar de meterle zancadilla a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y buscar su descrédito, descalificación y, si se puede, hasta su potencial destitución del cargo, utilizando una herramienta que en las últimas décadas ha servido para defenestrar a mandatarios incómodos, que no se han ceñido a los caprichos de las oligarquías de derecha.
Más encumbrada que nunca, la oligarquía estadounidense, que suma un desmesurado poder económico y político, en torno al presidente Donald Trump, será el apoyo más decidido que reciban los grupos de derecha que gravitan en torno a la oligarquía criolla que pretende seguir mandando en nuestro país.
Ya hubo un intento para comprometer a la presidenta Sheinbaum Pardo. En octubre del 2024 la titular de un juzgado de distrito de Veracruz, Nancy Juárez, acusó de desacato a la mandataria del país por negarse a eliminar del Diario Oficial de la Federación la ya promulgada y constitucionalmente vigente reforma al Poder Judicial que entró en vigor el lunes 16 de septiembre del 2024.
Una red de organizaciones, agencias e industrias estadounidenses financian medios de comunicación en México y América Latina como parte de la guerra judicial, mejor conocida como lawfare, emprendida por la derecha para difundir a la opinión pública causas judiciales manufacturadas para atacar a gobiernos progresistas, expuso Silvina Romano, Coordinadora del Observatorio Lawfare, una organización que da seguimiento a la guerra judicial en América Latina, en la entrevista publicada el viernes 8 de noviembre del 2024, realizada en el programa Los Periodistas, de SinEmbargo Al Aire.
El Observatorio Lawfare que coordina Silvina Romano, investigadora de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, advierte que América Latina es hoy, más que nunca es un espacio en disputa y de tensiones políticas que buscan ser dirimidas en el campo de lo jurídico, para ello el lawfare, o la guerra judicial, se ha empleado hasta alcanzar procesos electorales y aparatos financieros, incluyendo por momentos el libreto de lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, como sucede en la controversial relación actual entre los gobiernos de Estados Unidos y México. Se trata, explicó la investigadora, de un proceso de largo aliento que supera la instrumentalización del aparato judicial con fines políticos.
La derecha en México fracasó en su intento de eliminar de la vida política al expresidente Andrés Manuel López Obrador a través de una guerra judicial, mejor conocida como lawfare. Ahora, tras su retiro, la oposición concentrará sus fuerzas para tratar de deslegitimar a la Presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, señaló en SinEmbargo.mx, en entrevista publicada el sábado 9 de noviembre del 2024, Aníbal García, investigador del Observatorio Lawfare, institución que se dedica a estudiar los golpes de estado que por la vía jurídica se han perpetrado contra mandatarios latinoamericanos que son incómodos para el gobierno de Estados Unidos.
Silvina Romano habló sobre cómo se va manufacturando un consenso para generar un relato en contra de determinados sectores de la política: “Los gobiernos no pueden, no deben incidir en la libertad de prensa, pero la Embajada estadounidense sí, pero las grandes corporaciones que están vinculadas a medios de comunicación como CNN, como Bloomberg sí pueden interferir nada más y nada menos que en la política interna de nuestros países a través de causas judiciales espectacularizadas y donde estos periodistas han emitido sentencia de culpable contra determinados políticos y sectores de la política mucho antes del debido proceso judicial”.
Esta estrategia tiene mucho que ver con los rumores que se vuelven verdades, en un mundo en el cual la verdad dejó de ser relevante para muchos periodistas y medios ligados al poder económico y político, que actúan por consigna, atribuyendo a algunos mandatarios actos de corrupción y relaciones peligrosas con organizaciones delictivas que no son probadas en los hechos concretos.
La investigadora de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, señaló en entrevista con SinEmbargo que, en México se preparaba el terreno para esta embestida judicial contra la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. El primer paso, expueso, fue el intento de acusarla de “desacato” al que podrían seguir otras causas, algo que ya ha sucedido en otras regiones de América Latina.
En su plataforma oficial, el Observatorio Lawfare, que tiene su sede en Argentina, describe el fenómeno.
“El lawfare es una guerra política por la vía judicial-mediática, con intereses económicos, políticos y geopolíticos. Incorpora jueces, corporaciones de la comunicación, periodistas y líderes de opinión, policías, embajadas y agentes de inteligencia (locales y extranjeros). Se caracteriza por el abuso de prisiones preventivas, delaciones premiadas y veredictos antes del debido proceso judicial, mediante acoso y desmoralización a través de medios de comunicación. Incluye allanamientos de locales políticos y hogares de militantes, persecución y amenaza a familiares, situaciones de exilio y refugio político, manipulación y propagación de miedo en los involucrados en determinados procesos políticos”.
Explican los investigadores del Observatorio Lawfare: “Esta guerra opera ‘desde arriba’, por medio de un aparato judicial que se ‘eleva’ por encima del Poder Legislativo y del Ejecutivo, ampliando el margen de maniobra y poder para los jueces, contribuyendo a una pérdida de equilibrio entre poderes, permitiendo una creciente juristocracia y normalizando en muchos casos el doble rasero de la ley”. ¿Tiene para ustedes algún sentido esta idea, con respecto a lo que vemos en México?
El encumbramiento del aparato judicial y la selectividad en los casos judiciales, se articula con un rol protagónico de los medios de comunicación, que operan para la pronta criminalización de sectores o líderes políticos. Esta dinámica se alimenta con voces de especialistas, muchas provenientes de centros de pensamiento de expertos de Estados Unidos, que tienen fuerza de verdad y eco en los principales de medios y redes sociales.
Frente al empoderamiento político de los megaricos que ahora aconsejan al presidente estadounidense Donald Trump, tiene mucho sentido la siguiente observación del Observatorio Lawfare: “Es llamativo el rol de agencias de gobierno e intereses del sector privado estadounidense involucradas tanto en los procesos judiciales como en los resultados y eventos posteriores a los mismos, que muestran la instrumentalización del aparato judicial-mediático a favor de objetivos económicos, políticos y geopolíticos foráneos, que comparten intereses y negocios con minorías privilegiadas locales”.
El proceso de lawfare no se limita a la persecución contra partidos políticos y sectores vinculados al progresismo o a proyectos populares y nacionales, sino que avanza también contra la protesta social, exacerbando la criminalización de la militancia y la política, en una apuesta por salvar o fortalecer al neoliberalismo, la tecnificación de la política, la despolitización del Estado y el reforzamiento de sus aparatos represivos.
En política, la ingenuidad es un pecado grave. En México está incubado el huevo de la serpiente y sigue latente la amenaza de un Poder Judicial faccioso que desde las sombras sigue siendo un instrumento de la insidia, la discordia y de un eventual golpe de estado jurídico contra el gobierno de la Cuarta Transformación, que tiene el apoyo mayoritario del pueblo y se mueve en la certeza juarista de que el triunfo de la reacción, de la derecha, es moralmente imposible.
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24-01-2025 - 12:03 am
"Seguimos escuchando advertencias patrióticas contra Masiosare, pero no informaciones sobre los operativos de apoyo legal por parte de los consulados mexicanos en Estados Unidos para proteger a nuestros connacionales de las detenciones arbitrarias y las deportaciones masivas".
Ahora resulta que quien “pone agenda” en México es el señor Donald Trump. En efecto, ya no son sólo sus amenazas y bravuconadas, sino acciones concretas ante las cuales el gobierno de México reacciona, hasta ahora, con más declaraciones nacionalistas que medidas eficaces.
Seguimos escuchando advertencias patrióticas contra Masiosare, pero no informaciones sobre los operativos de apoyo legal por parte de los consulados mexicanos en Estados Unidos para proteger a nuestros connacionales de las detenciones arbitrarias y las deportaciones masivas, por ejemplo. La dádiva de dos mil pesos a cada indocumentado repatriado para que regrese a su lugar de origen anunciada por el gobierno, difícilmente aliviará la situación de cientos de miles –millones tal vez— de compatriotas obligados a regresar al país que fue incapaz de darles un modo honrado de ganarse la vida y las mínimas condiciones de seguridad, salud y educación para sus hijos.
Mientras tanto, en México siguen ocurriendo cosas que no son precisamente gratas, aunque por ahora se ocultan tras el velo noticioso de las agresiones allende el Bravo. Ocurre que en Sinaloa sigue la “guerra” entre las bandas de los capos, que en cien días ha dejado ya 700 muertos y cerca de 900 “levantados” o desaparecidos.
Apenas esta semana ocurrió el horrendo asesinato de los niños Gael y Alexander, y de Antonio su padre, en pleno Culiacán, y a pesar de los anuncios alegres de las autoridades federales --encabezadas personalmente por Omar García Harfuch-- y estatales continúan los enfrentamientos, balaceras, secuestros y asaltos en la capital sinaloense.
También se opaca el dato particularmente grave de que según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del INEGI, en el último trimestre de 2024, correspondiente justamente a los primeros 100 días del gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo, aumentó en el país la percepción de inseguridad de los ciudadanos en las comunidades en que viven, lo cual no es precisamente un buen galardón para la Presidenta.
En diciembre de 2024, cuando se levantó la Encuesta, 67.8 por ciento de las mujeres y 54.4 por ciento de los hombres consideraron que vivir en su ciudad es inseguro. Tanto ellas como ellos mostraron un incremento en su percepción de inseguridad frente al periodo previo, medido en septiembre de 2024, cuando el porcentaje fue de 64 y 52.2, respectivamente.
En el nuevo sondeo del INEGI, 22 áreas urbanas de interés presentaron incrementos “estadísticamente significativos” frente a septiembre de 2024: cuatro con reducciones… y 18 con incrementos.
Ahora la percepción de mayor inseguridad se ha trasladado al sureste de nuestro país, como es el caso de Villahermosa, Tuxtla Gutiérrez y Tapachula, que ocupan respectivamente el primero, quinto y sexto lugares entre las áreas urbanas de interés con mayor porcentaje de personas de 18 años y más que consideraron que vivir en su ciudad era inseguro, con el 95.3, 90.6 y 90.1 por ciento. Esto significa que en esas urbes de Tabasco y Chiapas nueve de cada 10 personas viven en la zozobra de la inseguridad cotidiana.
El problema se agudiza también en la Ciudad de México. Las estadísticas indican que en el periodo de un año, siete alcaldías –todas ellas gobernadas por Morena--aumentaron su percepción de inseguridad. Esto es, de diciembre de 2023 al mismo periodo de 2024, de acuerdo con las cifras de la ENSU. Se trata de Xochimilco, Iztapalapa, Álvaro Obregón, Gustavo A. Madero, Iztacalco, Tlalpan y Azcapotzalco. Un caso particularmente preocupante es el que Xochimilco, cuyo índice de percepción de inseguridad entre sus habitantes pasó de 61.9 por ciento en diciembre de 2023 a 72.6 por ciento en diciembre pasado.
Mientras Trump amenaza que en febrero próximo implementará aranceles del 25 por ciento a las importaciones mexicanas y canadienses (lo que podría derivar en guerras comerciales de consecuencias “catastróficas” según la directora de la Organización Mundial de Comercio, Ngozi Okonjo-Iweala), otra mala noticia, el número de asesinatos registrados en México durante el primer semestre de 2024, (el último del gobierno de Andrés Manuel) fue de 15 mil 243.
Un promedio de 85 homicidios dolosos cada día, según cifras preliminares del INEGI.
Dato adicional, igualmente escalofriante: siete de cada 10 de esos asesinatos fueron realizados con armas de fuego. Armas adquiridas posiblemente en Estados Unidos, en Tijuana… o en Tepito.
Un ejercicio de Proceso a partir de las cifras oficiales recogidas por el INEGI, publicado el pasado martes, encontró que las víctimas de homicidio doloso acaecidas durante los primeros semestres del último año del gobierno de López Obrador superaron en 140.53 por ciento a los mismos periodos de análisis de su antecesor, Enrique Peña Nieto (2012-2018) y en 173 por ciento a los registrados en los primeros semestres del mandato del entonces panista Felipe Calderón Hinojosa (206-2012).
Queda claro con todo lo anterior que no es precisamente con desplantes patrioteros como enfrentaremos con éxito a nuestro poderoso y populista enemigou externo. Tampoco será con sólo tener la cabeza fría como aliviemos nuestra propia, lacerante, violenta realidad. Válgame.
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