Blanka Alfaro
Gracias a los anuncios comerciales que han bombardeado nuestro cerebro desde pequeños, tenemos la certeza de que un buen vaso de leche no es solamente delicioso sino que es nutritivo e indiscutiblemente necesario para nuestro desarrollo.
El informe de la FAO (Naciones Unidas) encontró que la industria de la carne es responsable por más emisiones de gases que todos los coches, aviones, y barcos del mundo combinados, la ganadería industrial es el principal causante del 18 por ciento de los gases de efecto invernadero, al existir miles de millones de animales explotados para consumo, imagina la cantidad de heces que se generan, esto significa que si más personas dejaran de comer animales ayudaría más que andar en bici, no estoy diciendo que no usar carro y andar en bici sea malo, sólo que si realmente quieres hacer un impacto grande, hay que dar ese salto de dejar de hacer lo que se nos haga más fácil, y hacer un poquito más de esfuerzo para tener más impacto, después de todo lo que queremos es no afectar al planeta.
«Las vacas son de los seres más pacíficos que existen, nos dejó con la frustración de no poder hacer más por ella y no porque no quisiéramos si no porque la falta de información para salvar animales de granja es enorme, y es algo con lo que los santuarios siempre batallamos, y con la satisfacción de al menos haberle enseñado que no todos los humanos somos violentos», escribe Blanka Alfaro.
En los pasados meses en Nuevo León se aprobó una ley que prohíbe a los negocios ofrecer a sus clientes popotes de plástico, que es algo que me parece estupendo, aunque prohibir suena muy invasivo, las sociedades están llenas de prohibiciones para que puedan funcionar correctamente, esta prohibido matar (si no, tendríamos todavía más feminicidios), prohibido dar vuelta a la izquierda, prohibido pasarse un semáforo en rojo.
Más allá del tema del desabasto de combustible, ha habido varias noticias de saqueos, robos y rapiña, creo que en México sufrimos de un peligroso desabasto de moral y empatía, que aunado a la reacciones colectivas llevan a grupos de personas a escenarios terribles, a tomar malas decisiones, a seguir malas ideas, a seguir comportamientos nocivos, ¿Cómo es posible que no logremos frenarnos? El que esté libre de pecado que tire la primera piedra, dice un viejo y conocido libro, y sí, creo que todos de una u otra manera hemos seguido grupos sólo por el auge de seguirlos y no por estar realmente convencidos de lo que persiguen.
«Por lo general escucho «¡este año me pondré a dieta!», «ahora sí ¡el gimnasio será lo mío!», «¡este año comenzaré a ahorrar!», «¡me compraré el auto que tanto quiero!», entre muchas otras gastadas pero esperanzadoras frases que inundan los últimos días del año tratando de reiniciar nuestro sistema que a lo largo de 365 días se ha venido resquebrajando con la inexorable realidad del día a día de nuestra vida», escribe Blanka Alfaro.
Y a pesar de que la realidad me va cayendo como balde de agua fría conforme pasan los años, después de mucho tiempo de estar involucrada en la tortuosa vida que lleva una animalista, presenciando la cruel realidad de los animales y cómo su vida es aplastada por la gran maquinaria humana, aún tengo un dejo de esperanza cuando llegan estas fiestas, tal vez es mi niña interior, tal vez es la inocencia que aún pretendo descubrir en mí, pero cada Navidad pido el mismo deseo ya desde hace años, “Que la PAZ y el AMOR llegue a nuestros platos”.
¿Cómo es posible que la triste partida de un ser querido podamos convertirla en un festejo? El ser humano funciona de manera compleja en relación a su entorno, no sólo interactúa con él, sino que aprende en cada paso que da, sin embargo el aprender dentro de una estructura social conlleva indudablemente a la aceptación de patrones que han sido establecidos anteriormente y que normalizan lo que en ocasiones debería ser inaceptable o ilógico. Es así que algo tan triste como la muerte puede convertirse en celebración, aún y cuando en su esencia el evento o situación sea de una naturaleza dolorosa o inaceptable.
Al tratar a los animales como mercancía, las personas no solo minimizan la importancia de otras especies, también actúan en perjuicio propio. Está demostrado que el consumo de productos de origen animal tiene grandes estragos en la salud y el planeta. Cada vez que alguien come carne, las condiciones para nuestra propia supervivencia se vuelven más insostenibles.
¿Quiénes deciden que estos animales padezcan una vida miserable en las granjas industriales? ¿Los propietarios de estas instalaciones? ¿Las compañías que empacan y comercializan sus productos? ¿Los consumidores que los compran? La respuesta es todos.
Saber qué ponemos en nuestro plato pareciera una decisión intrascendente. Pero no lo es. Todos los días tenemos la oportunidad de ser responsables con las demás especies que habitan el planeta. Cada día podemos pronunciarnos a favor del respeto a los animales y llevar a nuestra mesa la bandera de la no violencia.
Un día, fui a la fiesta de un familiar en la que sirvieron un espagueti con trocitos de carne que se veía delicioso. Estábamos todos en la mesa comiendo en silencio, cuando escuché la voz de un primo que me dijo en voz alta, mientras todos prestaban atención en la mesa: “Pues, ¿no que muy protectora de los animales? Y te comes una vaca”. Me quedé callada, sin poder darle otro bocado a mi comida y sonriendo como tonta, sin saber qué contestarle. En ese momento me di cuenta de que él tenía razón, y miles de preguntas se empezaron a formar en mi cabeza.
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«Cada vez son más los consumidores que no sólo piensan en la calidad final de los productos que adquieren, sino en cómo estos fueron producidos», escribe Blanka Alfaro, de Mercy For Animals.
Hoy es el Día Internacional de la Tierra, una fecha para recordar que el planeta y sus ecosistemas nos dan la vida y el sustento. Por ello, Blanka Alfaro de la organización Mercy For Animals, hace un llamado a reflexionar sobre el tipo de alimentación que llevamos y el impacto que ésta tiene en el planeta.
«Cambiar las condiciones de vida de los animales implica luchar desde diversos frentes. Al sustituir la proteína animal con sabrosas opciones a base de plantas en las escuelas del país no sólo estamos promoviendo la salud de los estudiantes y cuidando el ambiente, también les estamos mostrando a las nuevas generaciones que es posible recibir la nutrición adecuada sin causarles sufrimiento a los animales», escribe Blanka Alfaro, vicepresidenta de Mercy For Animals en México.