Ciudad de México, 24 de noviembre (SinEmbargo).- Héctor Lavoe fue un cantante de salsa que triunfó en los setentas y ochentas gracias a su talento musical. Su voz retumbó por todo Puerto Rico mientras en la isla movían los pies entregados a un ritmo que supo apreciar Willy Colón. El cantante boricua depresivo se aventó dos veces de un noveno piso, pero moriría de un paro cardiaco con su cuerpo padeciendo sida y diabetes. Enterrado en el cementerio Saint Raymond de Nueva York, dejó huérfanos a miles de fans, uno de ellos muy peculiar.
El 1 de diciembre de 2012, miles de banderas puertoriqueñas inundaron la First Avenue de la Gran Manzana entre las lágrimas de los que las portaban. Bajo los árboles desnudos por el invierno, en un paisaje cenizo empañado por un final de año más en esa parte del mundo, una caravana seguía a una carroza fúnebre jalada por dos caballos blancos. En el velorio multitudinario, tenía un final feliz. Héctor “Macho” Camacho sería enterrado muy cerca de su ídolo, de mismo nombre.
Un singular ser humano supo trasladar su forma de ser hasta un ring que lo supo encumbrar tres veces como campeón del mundo. Un boxeador excéntrico de gran pegada y de mucho aguante. Sus seis derrotas fueron de largo aliento, provocadas por pugilistas históricos. El Macho nunca fue noqueado, un honor que sus aficionados siguen venerando y presumiendo cuando hay que hablar sobre el ídolo de la isla. Héctor nunca supo de la cordura. La exigencia sobrenatural a la que se entrega un boxeador profesional, la vivió como una fiesta. Tenía el talento en las venas.
“Como lo que fue: Un loco”, declaró su padre, de mismo nombre, cuando le preguntaron el cuestionamiento típico y melancólico del periodismo, sobre la forma en que le gustaría que recordaran a su hijo. A los 15 fue apresado por primera vez en su vida por estar inmiscuido en peleas callejeras en la vivienda pública James Walden Johnson, conocido coloquialmente como el Harlem Español. Un año después sería padre gracias a una sola noche de una relación precoz. Vivió de prisa, mucho más de lo que aparentan los profesionales del deporte.
La vida de los boxeadores se cuentan en el número de peleas que disputan. El aficionado pugilístico es un conocedor por naturaleza. Héctor peleó 88 veces, sabiendo alzar los dos brazos en señal de victoria en 79 combates. A principios de los ochenta iniciaría una trayectoria de 27 años como profesional al coronarse como campeón superligero del Consejo Mundial de Boxeo al vencer al mundial Rafael "Bazooka" Limón. De sus 50 años de vida, pasó la mayoría arriba de un encordado oliendo el temor del rival.
El boricua se casó con Amy Torres y tuvo tres hijos. En 1998, ya divorciados, ella consiguió una orden de restricción después de amenazarla de muerte. En 2010, el "Macho" se retiraría del boxeo. Después participaría en dos reallity shows, uno donde compitió bailando y otro donde varias mujeres aspiraban convertirse en la afortunada novia del famoso ex boxeador. Un día como hoy murió tras una corta agonía en el Medical Sciences Campus de San José, luego de haber recibido un balazo en la cabeza.
Envuelto en una terrible adicción a las drogas, su vida empezaría a agonizar cuando fue encontrado dentro de un coche al lado de una bolsa abierta con cocaína, junto a su amigo de la infancia Alberto Mojica. Tras un debate sobre si habría que desconectarlo o no, tras diagnosticarle muerte cerebral, fue un paro cardiaco el que determinó el adiós mortal de uno de los boxeadores más emblemáticos de Latinoamérica. “Como un loco”, pidió su padre Héctor. Los que lo seguían, están de acuerdo.