Ciudad de México, 20 de septiembre (SinEmbargo).– Ferviente creyente de que existe vida en otro planeta, Paul Allen es un aficionado empedernido a la búsqueda de seres extraterrestres. Incapaz de caer en el discurso de la lógica, vive a costa de un legado único que ayudó a construir para la humanidad. Tenía 22 años cuando fundó Microsoft junto a Bill Gates en Nuevo México. Tenía una barba prominente que lo hacía ver mayor. Paul era un adicto a los ordenadores, esos que invadirían en pocos años.
Sobreviviente de la enfermedad de Hodgkin tras un transplante de médula ósea, comprendió que tenía que hacer lo que le hacía feliz. Renovado, tras siete años alejado de la empresa que ayudó a fundar, regresa para ser testigo del boom que colocaría a Microsoft como una empresa única en la historia de la humanidad. Era 1990, inspirado por haber librado a la muerte, crea un fondo de inversión llamado Vulcan Adventures. La inversión en otros rumbos lo llevó a satisfacer su afición por los deportes.
Los Portland Trail-Blazers pasaron a ser de su propiedad en 1988. El equipo que haría grande Clyde Drexler o Bill Walton, había costado 70 millones de dólares. Paul también participó activamente en empresas como Dreamworks, Oxygen y Gonet, entre otras. Allen siguió contribuyendo para que Microsoft se posicionara como una empresa líder en un mercado que comenzaba a acaparar la atención de una generación impaciente por el nuevo siglo que se aproximaba. Hombre sereno en el discurso, decidió renunciar en el 2000.
En una carta emotiva, Gates firmó su renuncia. Paul vendió cerca de 68 millones de acciones, conservando 138 millones. Dedicado a la filantropía, siguió invirtiendo en deporte ahora con la adquisición de los Seattle Seahawks de la NFL. Desconfiando un poco del nuevo deporte intruso en la mentalidad norteamericana, compró una pequeña parte de los Seattle Sounders de la MLS. La fortuna que ha hecho tras obtener las dos franquicias, lo colocan como el dueño deportivo más rico en los Estados Unidos.
La revista Forbes pone a Allen en el lugar 26 de las 400 personas con más dinero en tierra norteamericana. Con una fortuna calculada en 15.8 billones de dólares, el ex trabajador de Microsoft lidera a los dueños de equipos deportivos que yacen en la lista. Inversor empedernido, su aventura con sus dos equipos le ha dejado grandes dividendos a su cuenta bancaria. Incapaz de ganar títulos rimbombantes en el futbol americano o en el basquetbol, el trabajo de Allen aún no está completo.
A sus 60 años, con una vida entregada a la innovación tecnológica en pos de ayudar a diversas asociaciones sin ánimo de lucro. Filántropo, apasionado y empedernido, Paul Allen sigue estando vigente con sus inversiones en el sector deportivo. El reto de los Seahawks y de los Trail-Blazers, será obtener un anillo que se adecue a su poder adquisitivo. Uno de los hombres más ricos del mundo, presente en cada partido, lo espera con ansias.