Ciudad de México, 13 de septiembre (SinEmbargo).- Durante los Juegos Olímpicos de México 68, el basquetbol nacional veía por encima sólo a Estados Unidos. El deporte ráfaga gozaba de una salud nacida en la pasión de la gente con una medalla de bronce en las olimpiadas de Berlín. Nadie imaginaba el futuro sombrío que cubriría al juego, debido siempre a la corrupción de unos cuantos que se olvidaron de su verdadera función para tratar de enriquecerse. Mientras una lucha de egos se disputaba, el balón dejó de botar para el lamentó de tantos millones.
Gustavo Ayón nació en Nayarit y con sus 2.06 metros se convirtió en un miembro más del equipo de basquetbol de la tradicional Universidad Popular Autónoma de Puebla. Con 20 años se convirtió en un espectáculo en la duela. La UPAEP gozó del juego superlativo de un chico que con 18 años era conocido como Grandul. Acabado el bachillerato se dejó encantar por la carrera de Ciencias de la comunicación mientras combinaba el aula con la duela. En sus primeros dos años como estudiante universitario se coronó campeón de la Comisión Nacional Deportiva Estudiantil de Instituciones Privadas (CONADEIP). Después de probar un semestre en el colegial de Estados Unidos, regresó a México para jugar con los Halcones de Xalapa consiguiendo dos títulos nacionales.
Ayón cambió el Grandul por el Titán. De mentalidad ganadora, cruzó el atlántico como tantos basquetbolistas latinoamericanos como parte de la ruta larga que hay que tomar antes de llegar a la NBA. Tenía 24 años cuando arribó al Alta Gestión Fuenlabrada de Madrid y después de dos años de préstamos por la liga española, obteniendo el premio a revelación del campeonato en 2011, arribó a los Hornets de New Orleans. El sueño de un tipo que no solo amaba el basquetbol, sino que el juego lo amaba a él, por fin se cumplía.
Hace cuatro años, la Comisión Nacional del Deporte (CONADE) y la Federación Internacional de Basquetbol (FIBA, por sus siglas en inglés) acordaron crear una comisión que definiera a una nueva institución que determinara a la organización encargada de comandar el baloncesto mexicano. Fue a finales de 2008 en Monterrey, donde nació la Asociación Deportiva Mexicana de Basquetbol (ADEMEBA). La federación internacional reconoció a la nueva institución. La pelota volvería a botar, aún sin el visto bueno de la CONADE que seguía apoyando a la herida Federación Mexicana (FMB).
En 1992 ,Jorge Toussaint llegó a dirigir la FMB. Un tipo de mirada amplia y bigote maltrecho, rompió toda ilusión de consolidar el baloncesto. Lejos de estar a la altura de lo que el juego provoca en la gente, una disputa de poder arrojó resultados paupérrimos con tintes de corrupción. Ante el panorama, la FIBA decidió pedir orden amenazando con dejar fuera México de toda competencia internacional si el Comité Olímpico Mexicano no reconocía a ADEMEBA. Felipe Muñoz, presidente del Comité, emitió la carta priorizando los intereses deportivos por encima de los burocráticos.
Una generación de mentalidad distinta es comandada por el español Sergio Valdeolmillos, un tipo bien peinado que desde 2011 se comprometió a comandar el basquetbol nacional a niveles nunca conocidos. “Éramos el hazmerreír”, declaró Ayón luego de alzar el trofeo de campeón. El tercer mexicano en jugar en la NBA se reúne en media cancha con un brazo alzado mientras agradecen lo obtenido. Un país entero se emociona por volver a ver un representativo que es mucho más que una simple selección. Desde Puerto Rico 1974, México no participa en mundiales. El próximo año, un Titán o un Grandul, se cargará las ilusiones mexicanas.