Ciudad de México, 8 septiembre (SinEmbargo).- En el vasto territorio mexicano, uno de los tres gigantes musicales junto con Brasil y Cuba de Latinoamérica, hay tonos negros que pintan gran parte de los sonidos nacidos en lo que se conoce como la Costa Chica y que llegan hasta el muy norteño Monterrey.
Se trata de pinceladas gruesas, pero que no alcanzan aun así a delinear géneros en estado puro.
Si, como piensa el bahiano Carlinhos Brown, “todo viene de África”, también los sonidos de la tierra maya y azteca poseen en muchos casos una raíz de dicho continente.
Palabras como tamboriles, sones, incluso algo que se llama “La chilena” y que pervive en Oaxaca merced “a los náufragos chilenos que en el siglo XIX intentaban llegar al oro de California y que, seducidos por Oaxaca, se quedaron allí, creando un baile alegre, sensual y pícaro, que mantiene la esencia de nuestra cueca chilena”, según escribió el embajador chileno en México, el también escritor Roberto Ampuero, forman un verdadero arcoíris sonoro en donde no es muy fácil separar paja del trigo, raíz de alas.
México, país donde después del mariachi el género más popular es la cumbia, donde hay zonas como Veracruz, en la que se cultiva un tipo de son que han denominado “jarocho” y donde es difícil a veces distinguir lo cubano de lo mexicano.
En la Costa Chica que nos ocupa pervive también el denominado “son de artesa”, cuyo nombre proviene “de que el baile se ejecuta sobre una artesa, es decir, un cajón de madera de una sola pieza y grandes dimensiones, que tiene labrado en sus extremos una figura animal.
Es utilizada para bailar y zapatear sobre ella en celebraciones comunitarias”, explica el musicólogo Carlos Ruiz Rodríguez en su libro Versos, música y baile de artesa de la Costa Chica. San Nicolás, Guerrero y El Ciruelo, Oaxaca.
Todo esto es tema, como es lógico, de estudios sesudos por parte de musicólogos que tienen bien claro ese panorama oscuro, valga la paradoja.
Lo cierto es que de un tiempo a esta parte ha comenzado a hablarse mucho más de la “tercera raíz”, un concepto que aplicado a lo musical tiene en la cantante “La Morena” Alejandra Robles, nacida en Puerto Escondido, Oaxaca, una representante fiel y entusiasta.
“La tercera raíz une a México con África y ha sido olvidada. No así la raíz indígena que como es lógico tiene mucha fuerza en nuestro país”, explica Robles –reciente telonera de la africana Oumou Sangaré en el concierto que diera en el Distrito Federal-.
La cantante más internacional de México, Lila Downs, nació en Oaxaca. Alejandra Robles, también. Pero la primera es del istmo y tiene influencia de los 16 grupos étnicos de la zona, entre los que se encuentran los zapotecos y los mixtecos.
“La Morena”, en cambio, es de la Costa Chica y Guerrero, donde hay influencia maya merced a los tzoziles, que reinan a su vez en Chiapas y en donde la música negra cubana y africana, sumada a la mencionada “la chilena”, conforman “la tercera raíz”, es decir, los géneros relacionados directamente con lo afrocaribeño.
No llama la atención así que el maya Armando Manzanero haya participado en el debut discográfico de Robles, un trabajo que con el título de La morena, trae boleros como “Adoro”, la famosa tonada venezolana “Angelitos negros” y una hermosa y conocida canción de la música regional mexicana, “Pinotepa”, también grabada por Lila.
Aunque un cronista serio como pretende ser la firmante, no debe dejarse llevar por el entusiasmo excesivo, es un gesto decente hacia el lector recomendar vivamente que se procuren el disco de la Robles. Junto con Downs conforma el espejo de dos caras donde se concentra por un lado lo indio y por el otro la peculiar manera de entender la negritud de los mexicanos.
¿HAY MÚSICA NEGRA EN MÉXICO?
Una de las personas más capacitadas para responder a la pregunta de si existe o no música negra en México, es sin duda Ernesto Márquez, coordinador artístico del Festival Afrocaribeño, una iniciativa cultural nacida en Veracruz en 1994 y que ya ha concretado 17 ediciones.
Hay que decir en este punto que en el Estado de Veracruz hay un poblado de nombre Yanga y que fue el primero en la historia en liberarse del yugo español y proclamar la libertad de los esclavos, por lo que lo negro, lo afro, son temas sensibles para los nativos de la zona.
“Claro que existe, mezclada con nuestra propia música mestiza e india, más bien diluida diría yo entre nuestros ritmos tradicionales. Pero por supuesto que en gran parte de la música mexicana hay géneros de raíz africana”, dice Márquez.
“Hay que recordar la presencia en el Golfo de México del hombre negro, incluso en tiempos pre-colombinos y quienes dejaron como legado la expresión musical de los tamborileros, formada por tres tambores afro –uno mediano, uno grave y otro chico- que también se usa en la rumba cubana y que en nuestro país se mixtura con una flauta indígena”, agrega.
Precisamente, la pasada edición del Festival Afrocaribeño, que transcurrió entre el 9 y el 12 de agosto, estuvo dedicada a la tercera raíz con un orgullo local que la secretaria de turismo de Veracruz, destacó en una conferencia de prensa: “Somos el único Estado de América Latina que realiza una fiesta dedicada a la herencia africana”, dijo entonces la funcionaria Leticia Perlasca.
“Todo se inició en Yanga. A partir de ahí, lo que hoy conocemos como tercera raíz se puede detectar en muchas regiones del mundo, entre ellas México, en Guerrero, Chiapas y, por supuesto, Veracruz”, dijo en declaraciones citadas por el periódico La Jornada, al anunciar un encuentro cultural que tuvo al brasileño Carlinhos Brown como máxima figura, pero que convocó también a artistas de Puerto Rico, Cuba y Colombia, entre otros.
La iniciativa estuvo enmarcada en lo que la ONU denominó “Año Internacional de los Afrodescendientes” (en 2011), un intento de revalorizar la presencia negra en nuestro continente.
“En el caso de Oaxaca –explica Márquez- hay 16 etnias indígenas registradas, pero la etnia afro, que tiene una gran presencia en la zona, no estaba registrada, lo que implica que queda afuera de cualquier plan gubernamental de desarrollo y apoyo”.
“Pero la música siempre está, aunque insisto, no como género negro puro, sino subordinada a nuestros ritmos tradicionales. No hay discriminación con esos géneros. Simplemente la música está ahí y no logró alcanzar un desarrollo que le permitiera trascender su zona de origen”, precisa.
EL OLVIDO DE LA COSTA CHICA
Alejandra Robles, en cambio, sí habla de discriminación, un hecho que según ella “por ignorancia o por racismo” ha dejado en el olvido la música de la Costa Chica que ella representa.
“Incluso a mis paisanos, cuando van a hacer un censo, no los toman como afromexicanos, sino como indígenas. En el último censo, los pobladores pusieron en la puerta un cartel que decía que querían ser contados como negros y no como indios, porque eso somos: somos negros, negros de la Costa Chica”, afirma la cantante.
“Hay mucha gente negra en México y sólo queremos ser tomados en cuenta”, dice con voz firme.
El periodista especializado en música Oscar Sarquiz, admite que como “buen ladino de ciudad” siempre estuvo lamentando “la falta de negritud en la música y cultura mexicanas”.
“Por ignorancia hemos negado muchas cosas, hasta que comenzamos a escuchar eso de la tercera raíz, aunque nunca habíamos tenido artistas como Alejandra Robles, quien con mucha convicción y orgullo dice “Soy negra”, lo cual es de agradecer”, afirma.
El Festival Afrocaribeño en Veracruz, México, se ha constituido en uno de los encuentros más importantes entre la negritud continental y un público cada vez más interesado en conocer y disfrutar de las distintas propuestas artísticas de lo que podría llamarse “música afrolatina”.
Nació en 1994 inspirado por dos libros fundamentales sobre la negritud mexicana llevados a cabo por el antropólogo y médico originario de la ciudad veracruzana de Tlacotalpan: La población negra de México 1519-1810 (1944) y Cuijla, esbozo etnográfico de un pueblo negro (1958).
“Increíblemente, estos libros le dieron rostro a los negros en nuestro país. Antes de eso, estaban ocultos y negados”, explica Márquez.
En encuentros de americanistas destinados a estudiar los pueblos negros en el país, comenzó a generarse la idea de realizar un festival que pudiera mostrar sus expresiones musicales, artísticas y culinarias.
La primera edición, en 1994, reivindicó a Veracruz como una zona caribeña por antonomasia aun cuando no está ubicada en el Caribe, lo que no le impide compartir fenotipos y costumbres con los negros cubanos y antillanos.
“Reflexión y fiesta”, dice Márquez, son los motivos esenciales del encuentro que pervive más allá de los gobiernos y que se ha constituido en un gran símbolo cultural de la región.
Se manifiesta, eso sí, al vaivén de la política. Por caso, el único gobernador negro que tuvo Veracruz hasta la fecha, Fidel Herrera, poco hizo por el festival, un acontecimiento que vivió su mejor época durante el mandato del conservador Miguel Alemán.
En la edición del 2012, dando cuenta de lo amplio y diverso que es el concepto de “lo negro”, se llevó a cabo un ciclo de cine africano y conciertos de artistas muy distintos entre sí como la cubana Albita, la puertorriqueña La India y los argentinos de Kumbia Queers.
Si en 2012 alcanzó su punto cúspide en lo que se refiere a la internacionalización, con la presencia de los artistas mencionados, en el año de la serpiente, según el horóscopo chino y cuando ya se ha dejado de hablar de las profecías mayas, que en México sirvieron para aumentar el turismo en la hermosa Península de Yucatán y alrededores, todo es expectativa.
“La gente vive el festival como propio y generalmente hace presión para que los gobiernos entrantes le presten atención. No es una presión de salir a las calles y protestar, en eso los mexicanos no somos buenos, pero se habla en los bares, en los mercados”, concluye Ernesto Márquez.
La edición del Festival AfroCaribeño se realizará en este septiembre en Xalapa.
OAXACA NEGRA
En 2009 y 2011 se llevó a cabo la primera y segunda edición, respectivamente, del Festival Oaxaca Negra, una iniciativa que tiene lugar en Oaxaca, una de las zonas más bellas y turísticas de México.
Se trata de una iniciativa creada por José del Val Blanco, director del Programa Universitario México Nación Multicultural (PUMC), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con el objetivo principal de contribuir al reconocimiento pleno de las poblaciones negras que existen en México.
Conferencias, conciertos, muestras artesanales y gastronómicas resaltan la presencia de la negritud en la zona y refuerzan el concepto cada vez más integrado al lenguaje de los antropólogos, musicólogos y estudiosos de “tercera raíz”.
5 ARTISTAS DE LA TERCERA RAÍZ MEXICANA
Estela Lucio y Rumbamba: Agrupación veracruzana nacida en 1990. Lleva a cabo un espectáculo de danzas y percusiones de origen africano fusionadas con el zapateado, las jaranas y el requinto jarocho.
Alejandra Robles: Originaria de Puerto Escondido, comunidad de la Costa Chica oaxaqueña. Se reivindica como afro-mexicana, interpretando desde un son costeño, zapateando acompasadamente sobre la tarima hasta raspando la quijada de burro, instrumentos autóctonos del sur del Pacífico mexicano.
Pregoneros del recuerdo: Agrupación nacida en 1955. Guitarra, bajo, clave, bongó, maracas y trompeta para un repertorio anclado en el género tropical o antillano.
Patricio Hidalgo y el Afrojarocho: Espectáculo que recorre en música versada y danza las raíces africanas en los géneros veracruzanos. Congas y son jarocho: una mezcla explosiva y contagiosa.
Enrique D’Flon Ensamble: Ensamble de percusiones originario de Xalapa, Veracruz.