Ciudad de México, 10 de mayo (SinEmbargo).- Colillas de cigarros, chicles, restos de comida y bebidas. Tirar todo esto es un gesto desobligado que para muchos no podría tener la mayor importancia, pero que no debería ser desapercibido puesto que en estos desechos se encuentra impreso el material genético de la persona que los consumió.
Para quien siga creyendo que lo anterior no es motivo suficiente para ser cauto con lo que se tira, una artista noeyorquina se dio a la tarea de recoger de las calles estos rastros genéticos dejados en sitios públicos y, con la ayuda de un laboratorio, fue capaz de saber cómo es la cara de sus dueños.
"Stranger Visions" es el proyecto de Heather Dewey-Hagborg en el que realiza una serie de esculturas de rostros humanos cuyas facciones y formas están basadas en trazas de ácido desoxirribonucleico (ADN) encontradas en objetos cotidianos.
Todo surgió con una pregunta y un hecho cotidiano. A partir de un cabello atrapado en una pequeña fractura que había en el vidrio de un cuadro, Dewey-Hagborg se propuso establecer hasta qué punto se pueden determinar las características físicas de quienes dejan restos de su cuerpo ignorándolo por completo, publicó el diario ABC.
La artista recurrió al laboratorio comunitario Genspace, en donde adquirió el conocimiento suficiente para desarrollar esta serie en la que las colillas apagadas y chicles masticados dan pie a la recreación de los rasgos faciales quienes los tiraron.
El proceso está más relacionado con los procesos de un laboratorio que con una pieza artística tradicional. En este caso, se extrae el ADN en el laboratorio, y luego se amplifica algunas de sus secciones para estudiar los llamados "Polimorfismos de nucleótido simple" (SNP, por sus siglas en inglés).
Las reacciones se envían al laboratorio para ser secuenciadas y después de este proceso la información procesada se ingresa en un software personalizado, escrito por la propia artista, que convierte los valores a rasgos genéticos y genera un modelo tridimensional.
Algunos de los parámetros que se tienen en cuenta son sexo, ascendencia, color de ojos y cabello, así como tonos de piel. No obstante, todos los resultados se adaptan a una apariencia común equivalente a los 25 años de edad.
Hasta ahora nadie se ha reconocido en las exposiciones, Dewey-Hagborg reconoce que hay muchos factores que requieren un estudio más profundo, entre los que se incluye el impacto del ambiente sobre los genes. Por otra parte, esta serie plantea también los límites de la ciencia aplicados a una especie de vigilancia genética, un asunto que le quita el sueño a más de uno.