En el Distrito Federal, ciudad que se promueve en el mundo como un sitio gay friendly, la homofobia se ha enardecido en los últimos meses y los crímenes de odio aumentan, lo mismo que la impunidad.
La primera vez que escuché la palabra homofobia fue el día en que a Gabriel y José fueron sorprendidos por unos policías, cuando mis amigos se besaban en la banca solitaria de un parque. Ambos, me platicaron, fueron abordados con insultos por parte de los policías. Gabriel, entonces, era menor de edad. En su casa no sabían que era homosexual, y ese fue el pretexto indicado para que Gabriel fuera acosado y violentado por dos agentes, mientras lo conducían, supuestamente, a la delegación.
José todavía lo recuerda. Ya no son novios, pero “vivimos, en ese momento, mucha tensión. Gabriel lloraba dentro de la patrulla porque sus papás no sabían nada. Y los policías nos regañaban. Gabriel quería darles dinero, pero no traíamos, sólo nuestro pasaje”, dice José sobre aquel episodio.
También a Luis Enrique lo dejé de ver por la homofobia. Su madre se enteró por una maestra de él, en la universidad. Entonces cambió de celular, dejó de contestarme los correos; un día que nos encontramos, ya no fue un abrazo, sino un saludo de mano: frío y cortante. Aquellos días de antro, entre canciones pop y coreografías, quedaron atrás. Muy seco, así me lo dijo: “Me voy a casar”. En esa frase iba implícita una despedida. Y así fue.
Era 2003, en tiempos donde Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se negaba a aprobar Sociedades de Convivencia. Era Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Los activistas del colectivo Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti e Intersexual (LGBTTTI) debatían en pocos medios y ante la opinión pública sobre la importancia de aprobar esta ley, que hasta el 9 de noviembre de 2006 permitió la unión jurídica entre personas de diferente o del mismo género y sexo.
En ese mismo año, Enoé Uranga, entonces diputada local en la Ciudad de México y una de las impulsoras de la Ley de Sociedades de Convivencia, aseguró que AMLO presionó a los partidos políticos para no aprobar la ley. En febrero de 2004, René Bejarano Martínez, quien se desempeñaba como presidente de la Comisión de Gobierno de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) les dijo a quienes exigieron en ese entonces la aprobación de la ley: “Yo no me voy a permitir que me presionen”.
“Los perredistas siempre han sido muy hipócritas. Cuando íbamos a la ALDF mandaban a varios voluntarios, jóvenes, para que nos apoyaran con consignas, siempre partidistas. Pero adentro, los diputados del PRD congelaban nuestros derechos. Te lo digo porque una amiga me invitaba a sus reuniones y asambleas para debatir sobre varios temas, entre ellos de diversidad sexual. Ella iba a Juventudes de la Izquierda, pero sólo eran manipulados”, dice Héctor, joven activista de la diversidad sexual.
En marzo de 2010, el entonces Jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard Casaubón, felicitó a los primeros cuatro matrimonios del mismo género, luego de que se aprobara el matrimonio entre homosexuales. Ese día fue testigo de honor. El respaldo de Marcelo Ebrard esperanzó al colectivo LGBTTTI (lésbico, gay, bisexual, trans e intersexual).
“En el DF, concretamente con Ebrard –porque AMLO se manifestó homofóbico desde siempre–, publicitó a la ciudad dándole esa imagen de gay friendly. Porque Marcelo Ebrard que se dio cuenta que el colectivo LGBTTTI es una fuerza política, pero también económica”, advierte Xabier Lizarraga Cruchaga, uno de los activistas más connotados dentro del movimiento gay. Y remata:
“Para mí todas las formas de homofobia son graves, pero dos me parecen aún más: la homofobia internaliza y la institucional”.
Y es que apenas iniciado el año, tres sucesos alarmaron a gran parte del colectivo LGBTTTI de la capital. El sábado 12 de enero, encontraron los cuerpos de dos chicos, quienes horas antes tuvieron un altercado en uno de los antros más conocidos en el ambiente gay de la Ciudad de México: el Living; el segundo ocurrió el 19 de enero de 2013, cuando asaltaron el Sodome, un lugar de encuentro sexual para hombres; el último –y quizá el más alarmante– fue en la madrugada del domingo 27 de ese mismo mes, cuando a las afueras de un bar gay, Roberto Zamudio fue baleado, luego de que un par de sujetos lo agredieran verbalmente. Éste, después de responder a las ofensas, recibió un impacto de bala en el pecho. Murió ese día.
“Me enteré por el Face. Yo estaba en el Marra –otro bar gay, ubicado a unos metros donde ocurrió el homicidio–. Yo no sé si salir a los antros sea seguro, o en verdad corremos peligro”, comenta Pablo. Y la pregunta viene a colación: ¿Es el DF una ciudad donde la homofobia enardeció… o es que nunca estuvo ausente?
MÁS VISIBILIDAD: MÁS HOMOFOBIA
En 2004 tuve un novio, con quien salía más allá de las fronteras de Zona Rosa. Ir tomado de la mano implicaba miradas incómodas, chiflidos y hasta burlas. “Eso todavía sucede. Hace unos días, mientras caminaba de la mano con mi pareja, en Insurgentes, un taxista nos insultó y luego aceleró ”, cuenta Toño, de 24 años, quien dice vivir su orientación sexual con plena libertad.
Lo del novio que comento, no es una mera anécdota amorosa. En ese tiempo fuimos a un cine de Plaza Universidad, situada al sur de Distrito Federal. Cuando salimos, nos sentamos en una banca a debatir sobre la película. Nos dimos un beso, pero cuando abrí los ojos cuatro policías nos rodeaban. “Sálganse de aquí, no pueden hacer estas cosas”, nos dijeron. El novio quiso salir, pero yo me negué. No sabía sobre derechos humanos ni tenía conocimiento de leyes, pero por lógica me defendí. Uno de los guardias nos quiso sacar a la fuerza, pero fue persuadido por su compañero. Al fondo, tras ellos, varios espectadores.
Salimos de la plaza comercial. Él con miedo y yo, molesto. Por la tarde le llamé a Rebeca, activista, madre de un chico gay. Ella me ayudó, en los siguientes días, para interponer una queja al Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación –Conapred–. Todo era tan nuevo. Y es que el Conapred apenas fue creado el 29 de abril de 2003. Meses después, ya sin novio, me enteré que la queja surtió efecto y dicha institución sensibilizó a las autoridades de la plaza. Entonces supe que tenía derechos.
Alejandro Brito Lemus, director de la agencia informativa y asociación civil Letra S, dedicada a información sexual y derechos humanos, hace un recuento. Dice que apenas, en 1999, la Marcha del Orgullo LGBTTTI llegó por vez primera al zócalo capitalino. “De 10 años hacia acá hubo más visibilidad del colectivo. Cuando miles de jóvenes comenzaron a salir del clóset, aproximadamente en el 2000”.
“Creo que desde hace 10 años comenzó a utilizarse, en el discurso, la palabra homofobia. Esto, por el internet y las redes sociales. En realidad no tiene mucho. Hoy se habla de ella, pero no por voluntad de los medios de comunicación, necesariamente”, opina Xabier Lizarraga, antropólogo físico y autor de Una historia sociocultural de la homosexualidad.
Alejandro Brito lo entiende así: tras la reivindicación pública de los derechos (Sociedades de Convivencia, matrimonios entre personas del mismo sexo y adopción, Ley de Identidad de sexo), “nos dimos cuenta que esta visibilidad iría acompañada de reacciones homofóbicas. Al salir del clóset, también lo haría la homofobia. Los intolerantes, que por alguna razón ideológica, personal o social, no lo soportarían, sobre todo cuando ven a dos personas del mismo sexo demostrarse afecto en la calle. Hay una respuesta de sectores homofóbicos”, determina el activista.
HOMOFOBIA INSTITUCIONAL
Tuvieron que pasar más de cinco años para que un Jefe de Gobierno capitalino apoyara al colectivo LGBTTTI. Marcelo Ebrard lo hizo, y en su Quinto Informe de Gobierno declaró: “Apoyaré los matrimonios gay y el aborto sin importar mi puesto político […] cada persona debe ser libre de amar a quien quiera”.
Sin embargo, para Lizarraga Cruchaga, “Ebrard quiso dar esa imagen gay friendly. Como si una ciudad que tiene dos cuadras de Zona Rosa –refiriéndose a la calle de Amberes, donde suelen encontrarse bares y sitios frecuentados por el colectivo–, en realidad sea una ciudad gay friendly. Hay homofobia institucional en la ciudad, a pesar de las plataformas de movilización de muchos activistas y organizaciones civiles”.
El autor de Semánticas homosexuales no olvida aquel episodio donde se le pidió a Marcelo Ebrard que diera el banderazo de la 33 Marcha del Orgullo LGBTTTI. Debido a “compromisos” el entonces Jefe de Gobierno no pudo asistir,. Xabier Lizarraga lo entiende así:
“Me parece insultante. He ido a marchas en Nueva York, y el alcalde de la ciudad abre la marcha. Aquí jamás, un Jefe de Gobierno ha participado para abrir la marcha. Mandó al Secretario de Turismo de la ciudad porque eso muestra que somos objeto económico. Eso quiere decir homofobia, con todas sus palabras. Nos deberían ver como sujetos políticos, pero nos miran como negocio”.
Aunque el director de Letra S, Alejandro Brito considera que sí hay avances en materia de derechos humanos y mayor apertura con políticos de la capital, sobre todo con Marcelo Ebrard y ahora con Miguel Ángel Mancera, sin embargo también reconoce que la homofobia institucional está enquistada, sobre todo, en las procuradurías de justicia capitalina.
“Creo es que estas libertades civiles no se acompañan de un proceso educativo real. Las leyes obtenidas no han activado a las instituciones de gobierno para que también asuman su parte las actividades políticas. Asumir el respeto a las diferencias, y que se impulsen las diversidades como un valor, y no como una amenaza en la convivencia social”.
CRÍMENES DE ODIO: IMPUNES
Tanto Alejandro Brito como Xabier Lizarraga coinciden en el papel de la Procuraduría General de Justicia del DF (PDJDF) frente a los crímenes de odio y a la impartición de justicia, cuando de homofobia se trata. “Miguel Ángel Mancera, como procurador de Justicia en la ciudad, fue el primero en hablar sobre los crímenes de odio. Ha habido apertura”, comenta Brito.
“La mayoría de los casos relacionados con crímenes de odio por homofobia, quedan impunes”, expone Lizarraga. Tan sólo de 1995 a la fecha, en la capital se documentaron hemerográficamente, 229 asesinatos por razones de identidad de género y orientación sexual, según datos obtenidos por Comisión Ciudadana Contra Crímenes de Odio por Homofobia (CCCCOH), presidida por Brito Lemus. Sobre estos datos Xabier Lizarraga precisa:
“Me parece un subconteo brutal, que hay que precisar muy bien”, pero Brito Lemus reconoce que el informe de la Comisión Ciudadana Contra Crímenes de Odio por Homofobia (CCCCOH) pueda estar limitado, aunque advierte: “Lo que parece increíble es que sólo tengamos un informe acerca de los crímenes de odio por homofobia en el país. Ni la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha investigado al respecto. La Comisión Nacional de Derechos Humanos tuvo más de 250 hojas con información, y en su informe sólo dio datos limitados en 13 páginas”.
Según la experiencia de Alejandro Brito y el acceso a expedientes, encuentra formas claras de cómo los jueces revisan los casos de crímenes por odio. Primero, se trata de ubicar la identidad sexual de la víctima. Esto, muchas veces, a través de amigos, familia, incluso la pareja de la persona, quien resulta ser el principal sospechoso. De ahí, se formula que es un crimen pasional. Es decir, la pareja se convierte en victimario.
Pero habría que señalar, puntualiza Xabier Lizarraga, que no todo homosexual asesinado “entra en el rubro de crimen por odio. Puede suceder que en una balacera o en un asalto, sea asesinada una persona del colectivo LGBTTTI, pero no por su orientación sexual o identidad de género. Aunque se puede cometer el error de incluirla en la cifra de crímenes por odio. Hay otros casos, como el chico que murió en la calle República de Cuba, donde el homicidio, evidente, fue por homofobia”.
El caso de Roberto García Zamudio dio origen a preocupaciones dentro del colectivo LGBTTTI. Asesinado a unos pasos del Viena, bar legendario para el ambiente gay capitalino, llamó la atención de muchos. “Yo voy seguido a República de Cuba. Siempre voy con mis amigos y me siento muy tranquilo. A veces hay policías afuera, sólo nos vigilan con la mirada, pero ni caso hacemos… Cuando me enteré del chico que mataron en el Viena, pensé qué tan seguros estamos en esos lugares”, comenta Pablo.
Respecto al tema, Juan Carlos Bautista, escritor y dueño del Marrakech –bar gay ubicado en República de Cuba– opina: “Lo del Viena fue un crimen homofóbico. Este, y otros casos, como el del Living y Sodome, ha creado un ambiente de alarma y miedo en nuestra comunidad. La proliferación de rumores tras este hecho alcanzó al Marrakech, pues se especuló que hubo balazos dentro de él, cuando en realidad sucedió en un bar cercano llamado El Capital. Pero los rumores son difíciles de desmentir. Mi percepción es que las autoridades comienzan a actuar, al menos en el Centro Histórico. Ahora tenemos más vigilancia”.
Sin embargo, sostiene el también poeta, que los representantes del Marrakech se reunieron con directivos del Fideicomiso del Centro Histórico, “y se mostraron preocupados y sensibles al tema, pero creo que falta un mensaje desde el gobierno central, directamente del doctor Mancera. Que dé tranquilidad a nuestra comunidad”.
LA NOCHE Y SUS MIEDOS
“Todos los que ves aquí… son gays”, me lo dijo un amigo, Jaiset, mientras tomábamos un café en el Vips de Niza, uno de los lugares más concurridos por el colectivo LGBTTTI en Zona Rosa. Eché un vistazo panorámico, pero no concebía que tantos hombres, reunidos en mismo sitio, fueran homosexuales.
Esto fue hace10 años. Lo mismo me sorprendieron los antros gay, los grupos de encuentro y convivencia; ver hombres tomados de la mano, mujeres besándose en la calle; la apertura de una nueva cafetería, ¡donde los meseros también era homosexuales! Para alguien, como yo, que venía de Puebla, ver un mundo diferente, fue como viajar a otro planeta.
“Yo también me apantallé con tanta gente diversa. Vine a estudiar periodismo, y aunque en Oaxaca sí hay muchos homosexuales, la ciudad de México tiene más lugares. Es más abierta”, comparte su experiencia Juan, quien a sus 25 años acaba de hacer un viaje a Oaxaca para salir del clóset ante sus papás.
Otro caso particular fue el de Román, de 31 años. A él le deslumbraron las noches de antro. Un vampiro en toda la extensión de la palabra, a cualquier chico que le atrajera. “Pero aquí, en Puerto Vallarta, también hay mucho ambiente, tengo trabajo y a veces nos conocemos entre nosotros. Yo creo que el DF es un despertar para muchos, pero hay más aceptación en otras partes del país”, asevera Román, quien desde hace dos años dejó la Ciudad de México para volver a su terruño.
“En realidad se puede pensar que la ciudad tiene más apertura porque somos muy libres, pero lo cierto es que somos tantos en el DF como para ubicarnos entre todos. Aquí podemos pasar, más o menos, inadvertidos. Yo creo que por eso muchos gay vienen a la ciudad, no tanto por estudios o trabajo, sino porque aquí, durante mucho tiempo, encontraron un lugar donde ejercer su sexualidad. A eso orilla la homofobia”, enfatiza Lizarraga Cruchaga.
Juan Carlos Bautista afirma que en la reunión sostenida con el Fideicomiso del Centro Histórico, se propuso realizar un festival nocturno sobre República de Cuba. Esto, de llevarse a cabo, sería en coordinación con otros propietarios de bares gay. “El asunto importante es que la comunidad LGBTTTI no se debe rendir ante el miedo”, considera Bautista.
No obstante, los capitalinos avanzaron mucho en cuanto a temas de diversidad sexual, asegura Alejandro Brito. “Lo vimos con la aprobación de las bodas entre personas del mismo sexo en México, a diferencia de España o en Francia donde hubo una fuerte movilización por parte de la derecha. México no tuvo una oposición fuerte a estos temas. Los llamados que hizo la Iglesia católica para que movilizaran en contra, no tuvieron resultado. Aunque debemos reconocer que la homofobia está muy arraigada, en diferentes grados y niveles”.
MISOHOMOFOBIA, LA PALABRA PRECISA
El 9 de noviembre de 2006 llegué con un grupo de amigos a la ALDF. La calle, partida en dos bandos defendían, respectivamente, sus posturas. Jóvenes, principalmente, con playeras blancas y megáfonos, pedían que Sociedades de Convivencia no se aprobara. Recalcaban la importancia de una pareja heterosexual y el peligro que corría la familia. En el otro lado, el color de gritos, y turnándose los activistas leían su discurso. “Esta es un momento histórico”, coincidían.
Por la tarde, en el pleno de la ALDF, fueron más los brazos que se levantaron a favor de la aprobación de Sociedades de Convivencia. Con ella, tiempo después vendrían las demás leyes. Sin embargo, tanto Lizarraga como Brito coinciden en que, si dichas leyes fueron un avance en la capital, en todo el país y en la misma ciudad de México, queda un tema pendiente, largo y complicado: la erradicación de la homofobia.
“Se enfatiza en la importancia de los derechos, y me parece también correcto, pero se soslaya el combatir el prejuicio. No es un prejuicio individual, sino social, compartido. Casi todos creemos que la homofobia es muy personal”, explica Brito Lemus, quien cree necesario que en los libros de texto gratuito, “debería incluirse junto a los demás estigmas como el machismo, el racismo, la xenofobia, la misoginia, las repercusiones de homofobia”.
El director de la CCCCOH, después de los años de activismo, desmitifica la idea de que la homofobia nos afecte sólo a los homosexuales. “Afecta a todo el colectivo LGBTTTI, e incluso a heterosexuales. Es decir, a cualquier persona que se sale de las normas del género. Porque la homofobia es el policía del género. Merma la capacidad de una persona en cuanto su desarrollo personal. Por la homofobia, muchos hombres no expresan sus sentimientos, por ejemplo la ternura. La homofobia también mata”.
Por su parte, Xabier Lizarraga considera el clóset como una vitamina para la homofobia: la fortalece, le da energía. “Porque no se habla de la homosexualidad en casa. Muchos homosexuales defienden el clóset, cuando es una institución heterocentrista. El homosexual no construye el clóset, se lo construye la sociedad para que no salga de ahí, para que no sea visible. Mientras se está en el clóset, se invisibiliza y se hace menos fuerte la homosexualidad, como seres que tenemos una manera de amar y relacionarnos”.
Para el activista no sólo es importante ponderar las implicaciones sociales de la homofobia, sino también replantearnos el término como tal. “Fue una palabra creada en Estados Unidos, por un grupo de psicólogos en los años 70. Fobia es miedo. Y yo creo que lo que sucede es que a la homosexualidad no se le tiene miedo nada más… también hay odio. Misos, por ejemplo, es odio, como la misoginia o la misantropía. Quizá la palabra precisa podría ser misohomofobia. Lo cierto es que falta mucho por erradicar este mal.
–¿Cuándo se acabará la homofobia? –Pregunto ingenuamente.
-–Se acabará la homofobia cuando el orden social no se centre en una visión heterosexual –recalca el legendario activista.