María Rivera
23/01/2025 - 12:02 am
El nuevo orden
Como se ve, las consecuencias de que Trump haya ganado nuevamente la Presidencia de Estados Unidos serán muy importantes, tanto dentro como fuera de su país. Lleva una prisa enorme, querido lector, porque sabe que tiene muy poco tiempo.
Más que una toma de posesión, fue una unción, querido lector. La llegada de un rey, con misas y oraciones, en la muy impresionante ceremonia de toma de posesión de Donald Trump, quien se comportó a la altura, con un mesianismo desvergonzado: “dios salvó su vida en el atentado que sufrió para que volviera América grande nuevamente”. Su discurso, de talante exaltadamente nacionalista y demagógico, le ganó varias veces el aplauso entusiasmado de la concurrencia, justo cuando atacaba a México. Como cabía esperar, se presentó como el salvador de los estadounidenses, y dibujó ya con total claridad quiénes son sus enemigos. Entre ellos, y en primerísimo lugar, México y sus migrantes, México y sus cárteles de las drogas.
Desde el principio, colocó a nuestro país como el enemigo número uno y no se ve que esto pueda cambiar en el futuro: sencillamente, Trump requiere de esa guerra para sostener su popularidad, es su caballito de batalla desde el principio. De hecho, entre más golpes pueda darnos, mejor para él.
Pero no solamente agredió a México, Trump también pretende despojar de su Canal a Panamá, o a Dinamarca de Groelandia. De hecho, reivindicó que Estados Unidos tenía derecho a expandir su territorio. Una locura de un emperador, querido lector, que no tiene nada que perder, y todo que ganar. Con esa actitud llega a la Presidencia y los siguientes cuatro años veremos cómo lleva a cabo su plan de convertirse en rey despótico. Desde que tomó posesión se ha dedicado a firmar órdenes ejecutivas, una tras otra, de las promesas que hizo en campaña: desde convertir a los carteles de la droga mexicanos en organizaciones terroristas, hasta que todos los empleados federales vayan a sus trabajos (de manera presencial), hasta retirarse de la Organización Mundial de la Salud o del Acuerdo de París, para combatir el cambio climático.
Fue muy inquietante escucharlo, se lo confieso. Sobre todo, por toda la retórica nacionalista y demagógica. La reivindicación, y hasta la venganza, como motor de la política del país más poderoso sobre la tierra, es cuando menos preocupante, por decir lo menos. Crear la condición de “víctima” para este país es el primer paso para legitimar sus abusos. Porque resulta que, con ese pretexto, se confieren a sí mismos el derecho de tomar lo que quieran de otras naciones, de maltratar a los trabajadores migrantes, e incluso de intervenir militarmente en México. La situación es realmente preocupante. La temperatura del acto de toma posesión es inequívoca: la reivindicación de su supremacismo, la condición mesiánica-religiosa del discurso, la devoción de sus seguidores. Todo parece estar dispuesto para que Donald Trump cumpla sus amenazas, no las esté usando para negociar. No es, por lo tanto, el Trump de hace ocho años, sino el que perdió las elecciones hace cuatro años y arrasó en 2024: es su revancha.
No sé si el armado institucional de Estados Unidos dé para detenerlo, por lo pronto se antoja difícil. El nivel de cambios que está imponiendo dentro de Estados Unidos, es inmenso. No solamente hacia el mundo, sino en sus políticas internas.
Por ejemplo, publicó ya la orden por la cual se declara la existencia única de dos sexos, así como su definición netamente biológica, la prohibición de que hombres participen en deportes, cárceles, baños y todo espacio exclusivo de mujeres. Asimismo, retiró cualquier apoyo o promoción gubernamental de la ideología de género, y estableció la corrección en toda la documentación oficial. También obliga a usar exclusivamente la categoría de sexo, a la que se refiere como inmutable, en visas y documentos oficiales, por lo que las personas que se auto identifican como transexuales o transgénero, tendrán que usar su sexo en sus documentos de identidad, para todo efecto legal.
O sea, hay un cambio mayor, telúrico, en la política estadounidense con respecto a las administraciones anteriores, activas promotoras de la ideología de género y su imposición en la cultura estadounidense que, por lo visto en estas elecciones, ya estaba harta de los excesos del movimiento woke.
También, emitió otra orden para retirar todas las políticas de cuotas por raza en los ámbitos gubernamentales y educativos, regresando a las políticas del mérito. Cambio enorme, por supuesto. Asimismo, echó para abajo las limitantes en la libertad de expresión que las administraciones anteriores habían impuesto bajo pretexto de “discursos de odio” o “fake news”. Otro cambio mayor, a nivel cultural. Y esas solo son algunas, querido lector.
Como se ve, las consecuencias de que Trump haya ganado nuevamente la Presidencia de Estados Unidos serán muy importantes, tanto dentro como fuera de su país. Lleva una prisa enorme, querido lector, porque sabe que tiene muy poco tiempo.
Para nosotros, los mexicanos, serán años muy duros, ni falta hace decirlo. Francamente trágicos para quienes han migrado y serán deportados. Fundamentalmente enfrentaremos a un Presidente con ínfulas de emperador que ha dicho que no descarta la intervención militar en nuestro país. Así.
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