Salvador Guerrero Chiprés
21/01/2025 - 12:03 am
¿Antesala de otra guerra al narco?
En lo mediático, el planteamiento trumpista de otra guerra al narco parece contundente, aunque la experiencia de la enfrentada en el sexenio de Calderón enseña lo contrario.
Ya como Presidente de Estados Unidos, Donald Trump se apegó a su narrativa y a lo esperado en seguridad: declarar terroristas a los cárteles del narcotráfico, aunque experiencias anteriores demuestran lo fallido de la estrategia.
La firma de una orden ejecutiva para tal efecto, así como la invocación a la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 —invocada por última vez durante la Segunda Guerra Mundial— representa el preámbulo de otra posible guerra contra el narco, de la cual la experiencia más reciente ha sido terrible en cuanto a generación de violencia mortal.
Como Presidente, Felipe Calderón (2006-2012) lanzó una estrategia de confrontación directa contra los cárteles y militarizó el combate al crimen organizado. Esta política tuvo consecuencias devastadoras. Según datos del Inegi, más de 120 mil personas murieron durante su sexenio, además de registrarse una fragmentación de estos grupos criminales e incremento de la violencia local atribuible a la disputa por las plazas y por el control entre grupos menores.
Esa experiencia, de la cual hay muchas lecciones, demuestra que una guerra abierta no sólo es ineficaz, genera efectos colaterales graves. La designación de los cárteles como organizaciones terroristas podría replicar ese enfoque fallido.
El camino no es tan sencillo como pretende hacerlo parecer el Presidente. No basta con instruirlo, aun por la ruta corta aludida por el republicano. La Ley mencionada está diseñada para usarse sólo en el contexto de un conflicto bélico entre Estados Unidos y otro país, como lo fueron en su momento la Guerra de 1812 o la Primera Guerra Mundial. Llevarla a los cárteles implicaría redefinir el concepto de "enemigo" o "terrorista" para incluir a grupos cuya actividad principal no es ideológica, sino económica y criminal.
Una estrategia más efectiva y sostenible sería abordar las causas estructurales del narcotráfico: pobreza, desigualdad y falta de oportunidades.
En México, la política de la Presidenta Claudia Sheinbaum —los cuatros ejes contra el crimen: atención a las causas, más y mejor policía, inteligencia policial y coordinación, iniciados en la capital nacional donde la ahora mandataria Clara Brugada los profundiza con más tecnología—, ha empezado a generar resultados en tres meses, con una baja de 16 por ciento en homicidios dolosos, decomisos significativos de droga como el de 1.1 toneladas de fentanilo en Sinaloa, o la detención de generadores de violencia vinculados a los grupos criminales con operación en aquella entidad.
Para Estados Unidos, la atención a las causas podría incluir la reducción de la demanda de drogas, un mayor control de armas, muchas de ellas adquiridas por los cárteles, así como el combate al lavado de dinero y desarticulación de redes financieras del narcotráfico.
En lo mediático, el planteamiento trumpista de otra guerra al narco parece contundente, aunque la experiencia de la enfrentada en el sexenio de Calderón enseña lo contrario.
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