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Álvaro Delgado Gómez

21/01/2025 - 12:05 am

Traidores a la patria y López Obrador

Es claro que quienes apoyan a Trump para que el ejército de Estados Unidos invada México y combata a los delincuentes, como proponen los panistas Marko Cortés y Lilly Téllez, se colocan en la hipótesis de traidores a la patria.

Como los franceses que apoyaron a las fuerzas de ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial por afinidad ideológica con Adolfo Hitler, por recibir favores de los invasores o por simple cobardía, proliferan mexicanos que por esas mismas razones y además por odio ansían en México un Gobierno títere de Estados Unidos y Donald Trump, quien nos da trato de vecinos y socios indeseables.

Es preciso dejar constancia, desde ahora, del colaboracionismo de personajes y grupos de México con Trump para que la historia consigne sus acciones y conductas, incluyendo las que constituyen el delito de traición a la patria, más allá de si se les imponen hasta 40 años de cárcel que la ley prevé.

Si alguien tenía dudas, ha quedado claro que Trump es una amenaza para los mexicanos: Es un supremacista con el poder militar más grande del planeta que pretende imponer un nuevo orden mundial y sobre México se cierne una invasión militar. Eso no se puede permitir y la tentativa pone a prueba a los patriotas y también a los traidores.

Hay que hacer una distinción entre quienes ejercen como oposición la crítica al Gobierno por sus acciones y conductas, una garantía consagrada en la Constitución, con quienes cooperan y festinan, expresamente, las agresiones de Trump contra México, incluyendo la vulneración a nuestra soberanía e integridad territorial.

Los mexicanos tienen la sabiduría para distinguir a unos y otros, en particular a quienes cometen traición a la patria, delito previsto en un capítulo completo del Código Penal, que lo detalla y sanciona en los artículos 123, 124, 125 y 126, algo que los potenciales traidores a la patria deberían tomar nota para no cometerlo.

Son traidores a la patria quienes realicen actos contra la independencia, soberanía o integridad de la nación mexicana con la finalidad de someterla a persona, grupo o Gobierno extranjero; tomen parte en actos de hostilidad en contra de la nación, mediante acciones bélicas a las órdenes de un Estado extranjero o coopere con éste en alguna forma que pueda perjudicar a México, así como al que prive ilegalmente de su libertad a una persona en el territorio nacional para entregarla a las autoridades de otro país o trasladarla fuera de México con tal propósito.

También son traidores a la patria quienes formen parte de grupos armados dirigidos o asesorados por extranjeros, organizados dentro o fuera del país, cuando tengan por finalidad atentar contra la independencia de la República, su soberanía, su libertad o su integridad territorial o invadir el territorio nacional, aun cuando no exista declaración de guerra, así como quienes recluten gente para hacer la guerra a México, con la ayuda o bajo la protección de un Gobierno extranjero.

Es claro que quienes apoyan a Trump para que el ejército de Estados Unidos invada México y combata a los delincuentes, como proponen los panistas Marko Cortés y Lilly Téllez, se colocan en la hipótesis de traidores a la patria, que en la fracción XI del artículo 123 del Código Penal los define como quien “invite a individuos de otro Estado para que hagan armas contra México o invadan el territorio nacional, sea cual fuere el motivo que se tome”.

Junto con el tema de traición a la patria, sobre cuyas hipótesis sólo he enumerado una parte, se discute sobre la unidad nacional. La Presidenta Claudia Sheinbaum no la ha convocado, porque no necesita hacerlo, así que es ocioso si alguien se suma o no.

La verdadera unidad nacional nace de la legitimidad de la autoridad, que se consolida o debilita con acciones y conductas cotidianas. En ese sentido, sin convocarla, la unidad nacional está vigente en México con la Presidenta de la República que, después de obtener el cargo con el 60 por ciento de los votos, ha acrecentado el respaldo popular de alrededor del 80 por ciento de los mexicanos.

Y como tal Sheinbaum tiene la autoridad, política y moral, para articular acciones con todos los sectores, incluyendo los productivos, para defender todos los intereses nacionales.

No es la unidad nacional a la que convocó Enrique Peña Nieto, en 2017, sin respaldo ni respeto a la mayoría de los mexicanos, y menos la que invocó Felipe Calderón tras el fraude que cometió en 2006.

Tampoco es fortuito que en este entorno, antes y después de la toma del poder de Trump, haya arreciado la campaña contra Andrés Manuel López Obrador acusándolo, otra vez, de haber entregado el país al narcotráfico.

La fantasía de la derecha es emparejar el marcador: Si Estados Unidos apresó al narcotraficante Genaro García Luna, su héroe, corresponde encarcelar a uno de izquierda y debe ser López Obrador.

Estos malquerientes de López Obrador, que son capaces de ofrecerle a Trump el país con tal de que lo aprese, han construido la historia, con base en la nada, de que es un narcotraficante y que se esconde, simultáneamente, en un rincón del Palacio Nacional y en Cuba.

Es parte de la misma invención del López Obrador comunista y dictador. Los principales detractores de López Obrador son sus más tenaces propagandistas, y la ubicuidad y poder que le atribuyen fomenta la construcción del mito.

Los inventores de estas fantasías tienen a López Obrador como una fijación patológica desde hace décadas. Todos han sido profetas fallidos, pitonisos falsos, futurólogos impostores. Son malos políticos y pésimos periodistas.

De tanto que inventan, se han terminado de creer sus propias mentiras. Pero son los únicos. Ninguna persona seria, en México y fuera de México, cree ya en las mentiras contra López Obrador, a quien odian, pero extrañan.

Como ha ocurrido con otras invenciones de los vendepatrias, estas mentiras construidas desde el odio se les van a volver a caer, como el lodo cuando se seca.

Allá ellos si quieren ser vasallos de Trump, porque la mayoría de los mexicanos tenemos una convicción: A México y a los mexicanos se le respeta.

Álvaro Delgado Gómez
Álvaro Delgado Gómez es periodista, nacido en Lagos de Moreno, Jalisco, en 1966. Empezó en 1986 como reportero y ha pasado por las redacciones de El Financiero, El Nacional y El Universal. En noviembre de 1994 ingresó como reportero al semanario Proceso, en el que fue jefe de Información Política y especializado en la cobertura de asuntos políticos. Ha escrito varios libros, entre los que destacan El Yunque, la ultraderecha en el poder (Plaza y Janés); El Ejército de Dios (Plaza y Janés) y El engaño. Prédica y práctica del PAN (Grijalbo). El amasiato. El pacto secreto Peña-Calderón y otras traiciones panistas (Editorial Proceso) es su más reciente libro.

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