Rubén Martín
19/01/2025 - 12:03 am
Plan Sheinbaum
"Más allá de este exceso de optimismo, creo el llamado Plan México es en realidad la continuación de un proyecto de más largo plazo tejido justamente en los gobiernos neoliberales dirigidos por tecnócratas".
Un día después de presentarse masivamente ante la clase política del país y de simpatizantes de la Cuarta Transformación al cumplir 100 días de gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo convocó a la clase empresarial y capitalistas mexicanos más ricos en el museo de Antropología para presentarles su programa central para el resto del sexenio que llamó Plan México. Si bien se está preparando, como ordena la ley a cada periodo presidencial, el Plan Nacional de Desarrollo, el Plan México parece explicarse como una ruta de trabajo de cara a las eventuales adversidades que pueda acarrear la asunción de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, en su segundo mandato a partir de este lunes 20 de enero.
Como lo dijo el ex candidato presidencial y ahora Secretario de Economía, Marcelo Ebrard, el Plan México es la “carta de navegación para la nueva era” que viene cargada de incertidumbre. La exitosa convocatoria de la clase capitalista al evento encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum se debe, en buena medida, a los buenos oficios que ha logrado tejer la jalisciense Altagracia Gómez Sierra entre el sector empresarial del país y el segundo gobierno de la Cuarta Transformación.
Pero, ¿qué es en realidad el Plan México? Según lo definió la misma presidenta Claudia Sheinbaum su objetivo es muy ambicioso pues se trata de hacer de México el “mejor país del mundo”, ni más ni menos. “El objetivo es seguir haciendo de México el mejor país del mundo. Nuestro país es una potencia cultural y nuestro objetivo es disminuir pobreza, desigualdades, pero que cada uno de los mexicanos y mexicanas sepa que hay plan, que hay desarrollo, que frente a cualquier incertidumbre que venga en el futuro próximo, México tiene un plan y está unido hacia adelante”.
Como sea, el plan ha sido recibido con agrado por la clase empresarial y curiosamente, también es bien visto por no pocos intelectuales y comentaristas que fueron duramente críticos del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Más allá de este exceso de optimismo, creo el llamado Plan México es en realidad la continuación de un proyecto de más largo plazo tejido justamente en los gobiernos neoliberales dirigidos por tecnócratas, en su mayoría doctores en economía, que diseñaron la integración económica y comercial de México con Estados Unidos desde mediados de la década de 1980, primero integrando la economía mexicana a través del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros) y posteriormente mediante múltiples acuerdos de libre comercio con decenas de países del mundo y de manera destacada con Estados Unidos y Canadá.
En su discurso del pasado 13 de enero en el museo de Antropología, Claudia Sheinbaum enumeró al menos tres grandes objetivos del llamado Plan México, la gran mayoría de orden económico, entre ellos lograr que el país se consolide como la décima economía del mundo (en este momento está en el lugar número 12), aumentar inversión pública y privada arriba del 25 por ciento del PIB; generar 1.5 millones de empleos; lograr que 50 por ciento de la proveeduría y del consumo sean de productos hechos en México; reducir sustancialmente el tiempo de tramitación de las inversiones; facilitar el crédito bancario a la pequeñas y medianas empresas; aumentar el ingreso de turistas al país y formar al menos 150 mil profesionistas y técnicos anuales adicionales a los que ya se generan. El último objetivo enunciado por la presidenta es disminuir la pobreza y la desigualdad. Para ello, aseguró Sheinbaum en el evento, ya están comprometidas inversiones por 277 mil millones de dólares a través de dos mil proyectos empresariales.
Como está de moda ahora en los discursos oficiales, en su mensaje la presidenta Claudia Sheinbaum habló de relocalización, es decir el nearshoring, que por cierto es el termino de moda ahora con el que hace 40 años se hablaba de las maquilas.
Como sea, de la lectura general del discurso de la presidenta Claudia Sheinbaum, lo que se presentó parece ser más bien un plan de reindustrialización del país, así como un proyecto de relanzamiento de la sustitución de importaciones. Todo reeditado y modificado para acomodarse a las posibles exigencias y demandas que pueda plantear una forzosa renegociación del tratado de libre comercio que tenemos con Estados Unidos y Canadá.
Además de enviar un poderoso mensaje a la clase empresarial del país y del mundo (“Para invertir, mejor en México”, les dijo Altagracia Gómez a los empresarios que asistieron al Museo de Antropología), se manda un mensaje a las grandes trasnacionales de Estados Unidos que tienen presencia en México. A pesar de las diatribas de Donald Trump, se envía el mensaje a las trasnacionales estadounidense de que todavía les es más barato, y por tanto más rentable, asentarse y producir en México.
A juzgar por sus reacciones, parece ser que a la clase empresarial del país les gustó el discurso de la presidenta, pero parece ser un discurso extraño en un gobierno y una presidenta que se dice de izquierda. Si bien se dijo que el propósito es disminuir la desigualdad y la pobreza, no se detalló o profundizó como se alcanzarían estas metas y poco o nada se habló de otras formas de producir más allá del relanzamiento de la industrialización del país. Me refiero a formas cooperativas y solidarias de producción y distribución que bien podrían ser más útiles y eficaces para lograr las metas de disminución de pobreza y desigualdad.
Tampoco se profundizó cómo se lograrían cumplir las metas del Plan México sin generar las externalidades negativas que en el pasado generaron los planes de desarrollo e industrialización del país. Entre otros efectos perniciosos están llamados “infiernos ambientales” como los llamó el ex secretario de Medio Ambiente del gobierno López Obrador, el profesor Víctor M. Toledo.
En resumen el proyecto de Sheinbaum en su Plan México suena a más industrialización, más devastación ambiental, más explotación de la mano de obra y más subordinación a Estados Unidos. Externalidades de un plan que quizá, sea compensado por la entrega de programas sociales.
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