Jaime García Chávez
20/01/2025 - 12:01 am
Con Trump II, veremos de qué está hecha la política exterior
La investidura de Donald Trump y su desaire hacia la Presidenta Claudia Sheinbaum ya da tintes de lo que puede ser la política exterior.
Los usos y costumbres de la clase política norteamericana tienden a ser aparentemente austeros y apegados a lo que podríamos llamar “viejas tradiciones”. A diferencia de México, donde la barroca parafernalia es dominante, en los Estados Unidos las tomas de posesión o juramentos presidenciales, se acostumbran, hasta ahora, sin invitar a jefes de estado de otras naciones.
Recordemos el caso mexicano más grotesco: Carlos Salinas, al iniciar su usurpación, no sólo congregó a jefes de estado, sino a otros líderes políticos y hasta al mismo dictador Fidel Castro.
Como Donald Trump, que tomará posesión este lunes 20 de enero, es disruptivo, ha extendido invitaciones a personajes y gobernantes que le son afines políticamente, como Javier Milei, de Argentina; Nayib Bukele, de El Salvador; y Daniel Noboa, de Ecuador. El premier chino Xi Jinping no se prestó al juego, declinó asistir, entre otras razones porque es la potencia emergente y adversaria, en este momento en que los Estados Unidos va en declive, pero que con el discurso de Trump pretende alentar una nueva “grandeza”.
En ese contexto, se ha manejado tendenciosamente la situación en la que quedaría la Presidenta mexicana Claudia Sheinbaum. Seguramente sigue la regla de los estilos norteamericanos y sabe que no estaría presente en el acto de juramento de Trump, como no lo ha estado ningún Presidente mexicano antes. En este sentido es válida la respuesta de Sheinbaum de que “no pasa nada”; pero claro que sería un mensaje de desprecio, porque Estados Unidos privilegia otras invitaciones de mandatarios latinomericanos.
A final de cuentas esto será hojarasca, no será lo importante. Todos estaremos atentos a lo que suceda en la toma de posesión, a los decretos ejecutivos que firme Trump el día 20, y al impacto mundial, particularmente para México, y bordaremos sobre esa información para expresarnos en el futuro en nuestra plataforma.
Pero hay algo que ya preocupa desde ahora y que tiene que ver con la política interior. No está de más señalar que un sector de ultraderecha ve con beneplácito la llegada de Trump II, que están de acuerdo con su política intervencionista hacia el país, y que se frotan las manos para lograr, con el apoyo exterior, lo que no han podido obtener acá adentro. Medirán relaciones y correlación de fuerzas y actuarán en consecuencia.
Para la Presidenta de la República –y lo que digo es una obviedad–, construir y tejer fino en política exterior, será fundamental para salir de la compleja situación que tiene el país. Se advierten pronunciamientos frívolos y la puesta en escena de puntos de agenda secundarios, que a mi juicio se deben dejar de lado.
La tradición mexicana, de mucho tiempo acá, tiene pilares muy fuertes para construir una política exterior sólida y fructífera. López Obrador como Presidente, también disruptivo, la violentó: en primer lugar hizo campaña electoral para que Trump llegara en 2016 al poder, y luego siempre le otorgó la reputación de “amigo”, no obstante que decía venir de una izquierda defensora de la soberanía nacional frente a la larga lista de agravios que tiene México con relación a los Estados Unidos.
Pero más allá de esto, los principios constitucionales de no intervención y del arreglo pacífico de los conflictos de orden internacional, no se tomaron durante la primera etapa del lopezobradorismo, como piedras angulares para encarar al trumpismo inicial, que ahora llega más agresivo y buscará consolidar su visión hacia México en materia de considerarlo parte indiscutible de la hegemonía norteamericana, claramente frente a China. A la vez, el tema migratorio y el del tráfico de drogas marcarán un roce fuerte que alterará la vida del país. Aquí es donde el gobierno de la Presidenta Sheinbaum tendrá que demostrar de qué está hecho.
Por otro lado no debemos perder de vista que con Trump se le inyecta oxígeno a los nuevos polkos mexicanos, y aquí comento dos puntos: se intenta, por políticos desbancados y desprestigiados, crear un “partido republicano” en el país. La solicitud está en trámite ante el INE y su programa coincide simétricamente con el trumpismo, y obvio buscará su apoyo y cobijo. Por otra parte, se ha especulado que el ultraderechista mexicano, Eduardo Verástegui, sí fue invitado por Trump a su toma de posesión, como igual sucede con los representantes españoles de VOX, el nuevo rostro del franquismo peninsular.
Si apoya o no Trump estos instrumentos y personajes, habrá repercusiones graves en México; pero de todas maneras, y con cuerda propia, estarán alentando el fortalecimiento de un trumpismo mexicano. A ese siniestro fin, hay que decirlo, la tierra está fértil, para que personajes criollos providencialistas como Trump, o los del mismo populismo, sienten sus reales aquí en un futuro ciclo político.
Por eso hay que reivindicar al sistema democrático que erosionó la llamada “Cuarta Transformación”.
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