Jaime García Chávez
16/12/2024 - 12:01 am
El tenor Alan Pingarrón
"Del concierto no comentaré más que algo que me pareció conmovedor: el tenor Alan Pingarrón tuvo una intervención múltiple con varias piezas".
El pasado 4 de diciembre disfruté de “Navidad Sinfónica” en la Sala Nezahualcóyotl, con la Sinfónica de Minería de la UNAM, dirigida por el venezolano Carlos Miguel Prieto. Musical, estética, cultural y magistralmente, se ejecutaron obras de Tchaikovski, Leroy Anderson, Händel, Gruber y José Feliciano. Hubo, además, una “posada navideña” basado en un popurrí de villancicos con armonizaciones de Miguel Bernal Jiménez y Ramón Noble. El brillante momento fue dedicado expresamente a la Facultad de Ingeniería de la UNAM, donde surgió la estupenda orquesta. Fue todo un suceso: el aplauso del público, que se puso de pie, dio su veredicto sin reconvención posible.
El director de la orquesta contribuyó magníficamente, saliéndose de los cartabones “cultistas y pedantes” de todos conocidos y nunca suficientemente cuestionados. Ni hablar.
Del concierto no comentaré más que algo que me pareció conmovedor: el tenor Alan Pingarrón tuvo una intervención múltiple con varias piezas, empero, para mi gusto, ningunas como Cantique de Noel de Adolphe Adam (1803-1856) sobre un texto de Placide Cappeau, con posición que hoy se sigue escuchando en todo el mundo, particularmente donde el cristianismo tiene base y tradición.
El tenor ya es comparado con los grandes por su maestría, producto de su entrega completa a la música. No entiendo mucho de esto, es sabido, pero la fuerza de su ejecución de Cantique de Noel me pareció notable, estremecedora, sublime. El contenido de este canto obvio que es cristiano: habla del nacimiento de Jesús, pero a la vez se refiere con acentos brillantes a esa realidad que es esperar la propia “liberación humana”, rompiendo “cualquier obstáculo, porque la Tierra es libre”. La condena de la esclavitud, puntualmente, se hace presente en el canto y la puesta por el amor se privilegia por “encima de las cadenas de hierro”.
El canto fue vigoroso, fuerte el contenido para un hombre (el tenor Alan Pingarrón es invidente de nacimiento) con una trayectoria de vida notable por su profesionalismo y entrega. No sucede esto todos los días, sino cuando hay una convergencia permanente de talento y oficio. En este caso es ejemplar, porque además los valores humanos que lo animan brotan como de un manantial incesante.
Me fascinó escuchar el canto de un hombre que no ve y que apuesta por una humanidad emancipada.
No tengo palabras para comentar el final del concierto, cuando el público agradece con su aplauso y toda la orquesta se despide del escenario. En ese momento a Pingarrón le entregaron un gran ramo de flores, cuyos colores él no puede imaginar, sí no fuera porque sus ojos están en su propio corazón y son su mejor puente con la realidad que lo circunda.
Pingarrón sigue cosechando auditorios. Enhorabuena.
Escuche el concierto en Youtube:
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