El depuesto Presidente sirio Bashar Assad huyó a Moscú y recibió asilo de su viejo aliado, informó la prensa rusa el domingo, horas después de un sorprendente avance rebelde que tomó la capital, Damasco, y puso fin a los 50 años de férreo Gobierno de la familia Assad.
Por Zeina Karam y Abby Sewell
BEIRUT (AP).— La huida del país del Presidente de Siria, Bashar Assad, puso un dramático final el domingo a su lucha de casi 14 años por mantenerse en el poder, mientras su país se fragmentaba en una brutal guerra civil convertida en un campo de batalla indirecta entre potencias regionales e internacionales.
La salida de Assad, de 59 años, marcaba un fuerte contraste con sus primeros meses como el improbable Presidente de Siria en 2000, cuando muchos esperaban que fuera un joven reformador después de tres décadas del férreo control de su padre. Con sólo 34 años, el oftalmólogo educado en Occidente parecía un aficionado a la tecnología de trato amable.
Pero cuando se enfrentó a las protestas contra su régimen que estallaron en marzo de 2011, Assad recurrió a las tácticas brutales de su padre en un intento de aplastarlas. A medida que el alzamiento derivaba en una guerra civil, recurrió a su ejército para bombardear ciudades controladas por la oposición con apoyo de aliados como Irán y Rusia.
Grupos internacionales de derechos humanos y fiscales denunciaron un empleo generalizado de tortura y ejecuciones extrajudiciales en los centros de detención gestionados por el Gobierno sirio. La guerra en Siria ha matado a casi medio millón de personas y desplazado a la mitad de la población que tenía el país antes de la guerra, 23 millones de personas.
El conflicto parecía haberse estancado en los últimos años, en los que el Gobierno de Assad había recuperado el control de la mayor parte del territorio sirio mientras el noroeste permanecía en manos de grupos de oposición y el noreste bajo control kurdo.
Aunque Damasco seguía bajo estrictas sanciones occidentales, los países vecinos habían comenzado a resignarse al continuo dominio de Assad. La Liga Árabe restableció la membresía de Siria el año pasado, y Arabia Saudí anunció en mayo el nombramiento de su primer Embajador en Siria desde que cortó lazos con Damasco 12 años antes.
Sin embargo, la marea geopolítica cambió rápidamente con una ofensiva sorpresa lanzada a finales de noviembre por grupos de oposición con base en el noroeste de Siria. Las fuerzas gubernamentales colapsaron rápidamente, mientras que los aliados de Assad, ocupados por otros conflictos —como la guerra de Rusia en Ucrania y las guerras iniciadas hace más de un año entre Israel y grupos armados respaldados por Irán, Hezbollah y Hamás— parecían reacios a intervenir con fuerza.
El fin de décadas de Gobierno de la familia Assad
Assad llegó al poder en 2000 por un giro del destino. Su padre había estado preparando al hermano mayor de Bashar, Basil, como su sucesor, pero Basil murió en un accidente de coche en Damasco en 1994. Bashar fue traído de vuelta de su trabajo como oftalmólogo en Londres, sometido a entrenamiento militar y ascendido al rango de coronel para establecer sus credenciales y que algún día pudiera gobernar.
Cuando Hafez Assad murió en 2000, el Parlamento se apresuró a bajar el requisito de edad presidencial de 40 a 34 años. El ascenso de Bashar se selló en un referéndum nacional, en el que él fue el único candidato.
Hafez, un militar de carrera, gobernó el país durante casi 30 años durante los cuales estableció una economía centralizada al estilo soviético y mantuvo una mano tan asfixiante sobre la disidencia que los sirios temían incluso bromear sobre política con sus amigos.
Impuso una ideología secular que buscaba enterrar las diferencias religiosas bajo el nacionalismo árabe y la imagen de resistencia heroica a Israel. Formó una alianza con los líderes religiosos chiíes en Irán, consolidó la dominación siria sobre Líbano y estableció una red de grupos milicianos palestinos y libaneses.
En un principio, Bashar parecía completamente diferente a su padre autoritario.
Alto y delgado con un ligero ceceo, tenía un trato tranquilo y amable. Su única posición oficial antes de convertirse en Presidente fue como Jefe de la Sociedad de Computación Siria. Su esposa, Asma al-Akhras, con quien se casó varios meses después de asumir el cargo, era atractiva, elegante y nacida en Reino Unido.
La joven pareja, que más tarde tuvo tres hijos, parecía rehuir los adornos del poder. Vivían en un apartamento en el distrito de lujo de Abu Rummaneh en Damasco, a diferencia de una mansión palaciega como otros líderes árabes.
Inicialmente al asumir el cargo, Assad liberó a prisioneros políticos y permitió un discurso más abierto. En la “Primavera de Damasco”, surgieron salones para intelectuales donde los sirios podían discutir arte, cultura y política en un grado imposible bajo el régimen de su padre.
Pero después de que mil intelectuales firmaran una petición pública pidiendo democracia multipartidista y mayores libertades en 2001, y otros intentaron formar un partido político, los salones fueron sofocados por la temida policía secreta que encarceló a docenas de activistas.
Ante la Primavera Árabe, Assad se apoyó en viejas alianzas para mantenerse en el poder
En lugar de una apertura política, Assad se volcó a las reformas económicas. Levantó lentamente las restricciones económicas, permitió la entrada de bancos extranjeros, abrió las puertas a las importaciones y empoderó al sector privado. Damasco y otras ciudades, durante mucho tiempo sumidas en la monotonía, vieron florecer centros comerciales, nuevos restaurantes y bienes de consumo. El turismo se incrementó.
En el extranjero, se apegó a la línea que había establecido su padre, basada en la alianza con Irán y una política de insistir en la devolución completa de los Altos del Golán anexionados por Israel, aunque en la práctica Assad nunca confrontó militarmente a Israel.
En 2005 sufrió un duro golpe con la pérdida del control de Siria sobre la vecina Líbano, que había durado décadas, después del asesinato del exprimer Ministro Rafik Hariri. Muchos libaneses acusaron a Damasco de estar detrás del asesinato, Siria se vio obligada a retirar sus tropas del país y un Gobierno proestadounidense llegó al poder en Beirut.
Al mismo tiempo, el mundo árabe se dividió en dos bandos: uno de países liderados por suníes aliados de Estados Unidos, como Arabia Saudí y Egipto, y otro con Siria e Irán, liderados por chiíes y vinculados con Hezbollah, y milicianos palestinos.
Durante todo ese proceso, Assad se apoyó en gran medida en la misma base de poder local que su padre: la comunidad alauí, una rama del islam chií-que supone en torno al 10 por ciento de la población. Muchas de las posiciones en su Gobierno fueron ocupadas por generaciones más jóvenes de las mismas familias que habían trabajado para su padre. También se incorporó la nueva clase media creada por sus reformas, incluidas familias destacadas de comerciantes suníes.
Assad también recurrió a su propia familia. Su hermano menor Maher encabezó la Guardia Presidencial de élite y lideraría la represión contra la sublevación. Su hermana Bushra fue una voz fuerte en su círculo íntimo, junto con su esposo, el Viceministro de Defensa Assef Shawkat, hasta que fue asesinado en un atentado en 2012. El primo de Bashar, Rami Makhlouf, se convirtió en el mayor empresario del país, encabezando un imperio financiero antes de que los dos tuvieran una ruptura que hizo que Makhlouf fuera apartado.
Assad también confió cada vez más en roles clave a su esposa, Asma, antes de que ella anunciara en mayo que estaba recibiendo tratamiento para la leucemia y se retirara del centro de atención.
Cuando estallaron las protestas en Túnez y Egipto, que terminaron derrocando a sus gobernantes, Assad descartó la posibilidad de que ocurriera lo mismo en su país e insistió en que su régimen estaba más en sintonía con su pueblo. Después de que la ola de la Primavera Árabe llegara a Siria, sus fuerzas de seguridad llevaron a cabo una brutal represión mientras Assad negaba constantemente que enfrentara un levantamiento popular, y culpaba a “terroristas respaldados por extranjeros” que intentaban desestabilizar su régimen.
Su posición convenció a muchos de los grupos minoritarios de Siria, como cristianos, drusos y chiíes, así como algunos suníes que temían más la perspectiva de un Gobierno de extremistas suníes que al gobierno autoritario de Assad.
Irónicamente, el 26 de febrero de 2011, dos días después de la caída del egipcio Hosni Mubarak ante los manifestantes y justo antes de que la ola de protestas de la Primavera Árabe barriera Siria, en un correo electrónico publicado por WikiLeaks como parte de un archivo en 2012, Assad envió un chiste que se había encontrado burlándose de la terca negativa del líder egipcio a renunciar.