Gustavo De la Rosa
05/10/2024 - 12:04 am
Mientras haya un sobreviviente, el 2 octubre es imposible olvidar
"La masacre de Tlatelolco para nuestra generación significó: la muerte del México idealizado en las escuelas de entonces".
El 2 de octubre es un día que queda grabado, especialmente para aquellos que vivieron la tragedia de la Masacre de Tlatelolco en 1968. Fue un día en que la violencia y la represión del gobierno contra estudiantes y manifestantes pacíficos dejó una huella imborrable en la historia del país. La Masacre de Tlatelolco fue un evento que ocurrió en la Plaza de las Tres Culturas, en la Ciudad de México, donde miles de personas se habían reunido para protestar contra el gobierno y esperar los informes de comité nacional de huelga, sobre la apertura del dialogo con el gobierno, para darle fin al conflicto pacíficamente.
El dolor y la tristeza que se sienten en este día son comparables a la pérdida de seres queridos, como la muerte de un padre o una madre. La Masacre de Tlatelolco fue un golpe contra la esperanza y la lucha por un México más justo y democrático. Aquel día, los estudiantes y manifestantes estaban luchando por una sociedad más igualitaria, donde se respeten las garantías individuales y se interprete la Constitución como el centro de gravedad de la vida civil y legal de la nación.
Las seis demandas clave del movimiento estudiantil de 1968 fueron:
- Libertad de presos políticos
- Derogación del artículo 145
- Desaparición del cuerpo de granaderos
- Destitución de jefes policiales
- Indemnización a víctimas
- Deslindamiento de responsabilidades.
Ninguna representa un cambio estructural y menos demandas comunistas como nos acusaban. solo reflejan la propuesta estudiantil por la democracia, la justicia y la libertad en México durante ese período. a esa propuesta nos contestaron con balas y muerte.
La masacre de Tlatelolco para nuestra generación significó: la muerte del México idealizado en las escuelas de entonces. La pérdida de la ingenuidad y la capacidad de soñar utopías, la destrucción de la confianza en un futuro mejor, el fin de la certeza en el mañana.
EN 1968, yo estudiaba en la Ciudad de Chihuahua y era parte del Comité de Lucha de la Escuela de Derecho y viajaba a Juárez para apoyar al Comité de Huelga de la escuela preparatoria que por cierto se mantuvo en huelga hasta el mes de diciembre de ese año.
Pero aquel día de octubre, preparábamos una marcha para los días inmediatos, en casa de una familia progresista, en la Ciudad de Chihuahua, al filo de las 8 30 de la noche, empezamos a enterarnos por llamadas telefónicas de amigos de aquella familia, que el ejército había atacado a los estudiantes en Tlatelolco, que la zona estaba rodeada, y que a cientos de personas las estaban trasladando a la morgue o a los hospitales, que los dirigentes del Comité Nacional De Huelga estaban desaparecidos.
Los datos que teníamos eran muy escasos, pero quien hablaba por teléfono nos decía a gritos “mataron a un chingo… Ya nos empezaron a matar.”
Ciertamente que ya teníamos avisos de la crueldad de Díaz Ordaz, el terrible discurso del cuarto informe de gobierno dónde nos advertía que estaba facultado para utilizar al ejército, a la marina, a la fuerza aérea y a todas las fuerzas armadas de ser necesario. Fue un mensaje de miedo pues en nuestra ingenuidad provinciana, esperábamos que ofreciera una alternativa de salida.
Mi padre un hombre fundador del PRI y formado políticamente en ese partido hizo un comentario preocupante para mí “Ese discurso no es de un priísta ignora que el partido viene de una Revolución Social y que los estudiantes universitarios no son mayor problema, mientras se mantenga la estructura de los 3 sectores del partido. No tiene caso violentarlos. El siguiente aviso también alarmante fue la entrada del ejército a la UNAM y la toma del casco de Santo Tomás donde tuvo más resistencia.
La información que nos trasmitía aquel horrible teléfono generaba angustia, miedo, decisión, coraje en nuestra juventud porque veíamos a un gobierno dispuesto a enfrentarnos, a derrotarnos, sometiéndonos a la humillación de la fuerza insuperable, que atenta contra la dignidad de las personas.
El día 3 enfurecidos leímos en la prensa nacional que los jóvenes se habían enfrentado a tiros contra los soldados y los soldados estaban tratando de restablecer la paz en la zona de Tlatelolco y en el casco de Santo Tomás también ese día perdimos toda confianza en la prensa a la que calificamos sin duda alguna como prensa vendida y 53 años después seguimos diciendo prensa vendida.
Aunque han pasado décadas desde aquel trágico evento, el recuerdo de la Masacre de Tlatelolco ha pasado de nuestros recuerdos individuales a la memoria colectiva de México. es un recordatorio de la importancia de luchar por la justicia y la democracia, y de nunca olvidar la historia para evitar que se repitan los crímenes del pasado.
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