Sandra Lorenzano
31/03/2024 - 12:02 am
El abismo del olvido
La crueldad de los regímenes autoritarios es que no sólo torturan y asesinan a quienes defienden valores contrarios a los suyos, valores éticos como la libertad, la igualdad y la justicia, sino que les roban su propia muerte, impidiendo que sean sepultados con la dignidad que merecen.
“Todo está grabado en la memoria / Sueño de la vida y de la historia…”, dice el estribillo de una canción de León Gieco que, como ustedes saben, siempre me hace lagrimear.
¿Todo está grabado en la memoria? Quizás. El problema es que la memoria puede ser frágil: tanto la individual como la social. Por eso hay que cuidarla, alimentarla, fortalecerla y hacer lo posible por transmitirla.
Tanto como me duele ver a los enfermos de Alzheimer -tal vez no haya película de amor más conmovedora que “La memoria infinita” de la chilena Maite Alberdi-, me espanta conocer la brutalidad de quienes pretenden borrar de un plumazo las historias de violencia y sangre que han ocurrido a lo largo del tiempo. Estos últimos se ensañan siempre con los cuerpos de los vencidos para hacer desaparecer las huellas de sus crímenes. Los ejemplos los conocemos todos y son atroces: los hornos crematorios de los nazis, los “desaparecidos” argentinos de la dictadura tirados con vida desde aviones al Río de la Plata, los crímenes firmados por el narco en México, y muchas otras atrocidades que son la marca de nuestra época en todas las regiones de la tierra.
En España, miles de mujeres y hombres del bando republicano fueron asesinados por la violencia franquista y enterrados en fosas clandestinas, durante y después del fin de la Guerra Civil. Aún hoy, sus descendientes siguen buscándolos. El caso más conocido es, por supuesto, el de Federico García Lorca, asesinado en 1936 por rojo y homosexual. Los restos del genial poeta son todavía motivo de controversia.
El abismo del olvido (Astiberri Ediciones, Bilbao, 2023) es una novela gráfica de Pablo Roca y Rodrigo Terrasa que rinde homenaje a todas y todos aquellos cuya memoria aún acompaña a sus seres queridos, pero cuyos cuerpos siguen siendo buscados. A partir de la historia de Pepica Celda, quien ha dedicado toda su vida a recuperar a su padre, José Celda, fusilado junto a otros once hombres en la tapia trasera del cementerio de Paterna, en Valencia, y enterrado con ellos en una fosa común. Pepica, que tenía sólo ocho años cuando esto ocurrió, vivió en carne propia el desprecio y las agresiones contra su madre -quien murió sin poder reunirse con el hombre que amaba- por ser la esposa de un republicano, y se prometió a sí misma que no descansaría hasta poder enterrar juntos a sus padres. Con más de ochenta años, esta Antígona valenciana, pudo finalmente cumplir su deseo; así lo cuenta ella misma:
“Para mí sacar a mi padre de esa fosa era muy importante. Estaba mal enterrado. El que no ha pasado por esto no sabe lo que es. Mi padre lo era todo para mí. Un labrador, un buen hombre que trabajaba con las manos y que murió fusilado sin haber hecho nada malo. Y, encima, con la guerra ya acabada. Yo necesitaba enterrarlo junto a mi madre, necesitaba que quedara en paz. Por eso me empeñé tanto hasta que lo conseguí. Esto no tiene nada que ver con el odio ni con la venganza. Tiene que ver con que era mi padre y mi obligación era darle una sepultura digna.”[1]
Pero para ello tuvo que pasar un largo periplo en un país -España- en el que las tensiones en torno al tema de la memoria no han terminado. Los sectores más retrógrados, herederos del franquismo, han pretendido construir la democracia sobre el borramiento y el olvido, por lo que no ha sido fácil buscar los cuerpos y darles un entierro digno, a pesar de la Ley de Memoria Histórica, y de quienes han luchado para honrar a los miles de asesinados por el régimen.
En este contexto, el periodista Rodrigo Terrasa hizo una investigación sobre las fosas comunes de Paterna y la compartió con su amigo, el historietista Paco Roca. Del diálogo entre ambos surgió el conmovedor libro El abismo del olvido, en el que la historia de José Celda y su hija Pepica se cruza con las de otras familias que, en la misma zona, llevan ocho décadas esperando poder enterrar a sus seres queridos.
La crueldad de los regímenes autoritarios es que no sólo torturan y asesinan a quienes defienden valores contrarios a los suyos, valores éticos como la libertad, la igualdad y la justicia, sino que les roban su propia muerte, impidiendo que sean sepultados con la dignidad que merecen. Los seres humanos somos los únicos animales que hemos creado rituales para despedirnos de quienes -como decimos en México- se nos han adelantado en el camino. Si ese ritual es impedido, el duelo queda inconcluso, la herida abierta, el adiós siempre suspendido.
Por ello en este relato un personaje fundamental -además de la maravillosa Pepica, de los familiares de otras de las víctimas, y de los arqueólogos que llevaron adelante la exhumación de los cuerpos- es el enterrador. Leoncio Badía Navarro fue un maestro republicano al que el franquismo condenó a sepultar a sus propios compañeros. Así, en los años más duros de la represión posterior a la Guerra Civil, enterró a más de dos mil personas fusiladas en Paterna. “De forma clandestina, y a pesar de los riesgos que corría por ello, ayudaba como podía a las familias de los represaliados y les permitía ver por última vez a sus muertos y, cuando era posible, enterrarlos con dignidad, o trataba de facilitar la identificación de los cadáveres situando junto a ellos mensajes con sus nombres.”[2]
Gracias a él muchas familias pudieron finalmente identificar los restos de sus padres, abuelos, tíos, hermanos, y despedirlos con amor, permitiendo que la herida empezara a cicatrizar.
Hoy el conmovedor libro de Paco Roca y Rodrigo Terrasa, se ha vuelto un alegato poderoso para que nunca más la memoria de las víctimas sea devorada por el “abismo del olvido”.
[1] En Mónica Ceberio Belaza, “Paco Roca rompe los límites del cómic…”, Babelia, El País, 28 de marzo de 2024.
[2] Daniel Molini Dezotti, en Canarias Diario, diciembre de 2023
https://www.canariasdiario.com/leoncio-badia-navarro
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