En las primeras horas del gobierno de Enrique Peña, tres académicos debaten sobre la construcción del poder en México. Coinciden en que, con el regreso del PRI, se arribó a una mezcla de autoritarismo y democracia
Más que hablar del concepto de Estado mexicano, Lorenzo Meyer insiste en considerar el de régimen político, que es el que define el ejercicio y la construcción del poder.
El de ahora se puede llamar autoritarismo democrático, dice, consciente de la contradicción en los términos, pero es que en México persiste el autoritarismo con elementos democráticos, asevera.
“O es democracia o es autoritarismo, no puede ser de noche y de día”, afirma, a su vez, José Woldenberg.
El regreso del PRI a la Presidencia es un episodio que resultó de una larga confrontación en que está involucrada la acción de las élites políticas y económicas para resistir y evitar por todos los medios, la posibilidad de que una nueva coalición de fuerzas populares y de izquierda alcanzara el poder nacional, asevera Víctor López Villafañe, politólogo, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y autor del libro La Formación del Sistema Político Mexicano.
Es especialmente en las elecciones de carácter presidencial en donde se han manifestado con mayor claridad las políticas y estrategias de estas élites para contener el ascenso de nuevas coaliciones con proyectos políticos y económicos alternativos al neoliberalismo. “Elecciones libres y sinceras, como decía Maurice Duverger, no han sido posibles en México”, parafrasea Villafañe.
“Las elecciones que se han desarrollado en México desde 1997 hasta la fecha, se han llevado a cabo en un marco democrático; que pueda haber anomalías, es parte de la vida (…)”, contrasta Woldenberg.
¿QUÉ SIGUE AHORA?
De acuerdo con estas voces de hombres de la academia, presentes en el devenir político de los últimos años, tal situación indica que el país está lejos de haber constituido un régimen democrático. Meyer, Woldenberg y López Villafañe, fueron entrevistados sobre las características del Estado mexicano actual.
Sin embargo, estos estudiosos de la organización política mexicana se concentraron sobre todo, en el régimen y su democracia. Tal vez porque, como dice Meyer, tras el retorno del PRI a Los Pinos, la posibilidad del fracaso de la democracia mexicana está en el centro de la discusión política.
“En vez de preocuparme tanto por el Estado, hablaría de régimen. La configuración del Estado depende básicamente de la Constitución. Es un Estado democrático, laico, federal, (etcétera), pero eso nos dice muy poco. El punto es el régimen, que calificaría como autoritario democrático”, dice Meyer.
Quebrado en México el régimen autoritario clásico, se impuso un punto intermedio entre el totalitarismo y la democracia, pero persisten en forma más que relevante elementos del pasado: la permanencia sin interrupción del PRI en el gobierno de varios estados de la República, así como la negativa de ese partido y del PAN a que la izquierda sea parte de la alternancia en el ejercicio del poder presidencial, considera quien fuera académico del Colegio de México (COLMEX) .
Él y Villafañe coinciden en que, a partir del Ejecutivo federal, de los estados donde el PRI nunca dejó el poder, de la televisión, las cúpulas empresariales, la jerarquía católica, los sindicatos formados en el antiguo régimen y la corrupción administrativa, se impidió lo que en otras transiciones democráticas resultaba lógico y natural: que la izquierda tuviera su turno en la dirección del país.
Las derechas priista y panista aceptan la alternancia entre ellas, pero por las buenas y las malas se han negado a que la izquierda sea parte de ésta. De formas distintas en 2006 y en 2012, desde el gobierno y desde la estructura de los poderes fácticos, la derecha reafirmó lo ocurrido en 1988: la alternativa en el ejercicio del poder ejecutivo no incluía a la izquierda, dice Meyer.
“Se trató de no dejar llegar ni a esa izquierda que es, por cierto, bastante moderada, que está muy lejos de ser radical, que no quiere cambiar el sistema de propiedad, hacer la Revolución, que no piensa en la lucha de clases”, considera el comentarista en radio y televisión.
Es, “lo limitado del pluralismo”, el argumento principal que esgrime Meyer para llamar autoritarismo democrático al régimen político de hoy en México.
Un régimen democrático real cambia la naturaleza en que se disputan el poder las clases o élites dominantes y las clases subalternas, “y lo que hemos visto ha sido la continuación del viejo dominio de la clase burocrática gobernante bajo distintas modalidades, a las que se han unido de manera directa los grupos empresariales hegemónicos”, apunta López Villafañe.
Para José Woldenberg, ex consejero presidente del Instituto Federal Electoral durante las elecciones del 2000, “México vive una democracia germinal”.
Recientemente, el Colmex publicó su libro Historia mínima de la transición democrática en México.
La tesis central del texto, nos señala, “es que cuando hablamos de transición democrática, hablamos de una etapa del pasado inmediato de México. De un proceso que aconteció entre 1977 y 1997, y que precedió a la alternancia del poder ejecutivo. Lo que se analiza es, cuál era la situación que se vivía en México que demandó una serie de operaciones reformadoras que empezaron por abrir la puerta para el ingreso de nuevas fuerzas políticas, y que terminó con la creación de normas e instituciones capaces de ofrecer equidad e imparcialidad a lo largo de la contienda”.
-Pero las elecciones de 2006 y 2012 fueron muy polémicas…
- Lo que quiere decir (el libro) es que las elecciones que se han desarrollado en México, desde 1997 hasta la fecha, se han llevado a cabo en un marco democrático; que pueda haber anomalías es parte de la vida, pero México vive una germinal democracia –responde Woldenberg.
El especialista respalda sus afirmaciones al comparar el año de 1977, -en que todos los gobernadores y senadores, así como el 82 por ciento de los diputados, eran del PRI, y sólo había en México cuatro municipios gobernados por la oposición a ese partido-, con la alternancia de ahora.
“Hoy, ninguna fuerza política puede hacer su voluntad porque tiene que negociar con otras. Se han construido una serie de poderes y contrapoderes en el mismo aparato estatal; ya no tenemos una Presidencia omnipotente como la que teníamos antes, sino una Presidencia que está acotada por otros poderes constitucionales. Antes teníamos un Congreso subordinado a la voluntad presidencial, hoy tenemos un Congreso que se explica por la mecánica de sus propias fuerzas políticas. En el pasado, la Suprema Corte de Justicia de la Nación en materia política era un cero a la izquierda. Hoy la Suprema Corte de Justicia de la nación en muchos casos es un árbitro entre poderes constitucionales”, apuntala Woldenberg.
El también académico López Villafañe, está de acuerdo con la idea del politólogo Samuel Huntington, en el sentido de que para saber si estamos en realidad ante una democracia, se debe considerar si el régimen estimula la participación política, y si ésta se traduce en respuestas institucionales para procesar satisfactoriamente las demandas ciudadanas.
“En este último punto es donde se da el fracaso de la política mexicana, pues todos los movimientos, casi sin excepción, han sido mediatizados. Me parece que sigue vigente la vieja divisa del antiguo sistema, de que es negativo para la clase gobernante aceptar los reclamos populares y, como consecuencia, las instituciones centrales de la democracia, como la participación ciudadana, la transparencia, la solución a los conflictos con apego al derecho y otros, quedan sólo como retórica y sirven a la demagogia gubernamental de que México vive ya en la democracia”, señala .
Irónico, Woldenberg dice que hubo una transición a la democracia, no una transición al paraíso. Por supuesto que México tiene enormes problemas. Para cada uno de esos asuntos se requieren políticas que las puedan abordar y resolver. La democracia no es un sombrero de mago, no es una varita que se agita y resuelve los problemas. La democracia lo que permite es la convivencia y la competencia ordenada e institucional de la pluralidad política que existe en el país. Es lo que permite. Es una forma de gobierno, señala.
Lo que acepta Woldenberg, también profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, es que “nuestra democracia tiene problemas para su reproducción”, pues lo hace “en alta pobreza y desigualdad; tenemos déficit en el estado de derecho, en el estado de ciudadanía, la economía mexicana no crece con suficiencia, no se generan empleos formales como se debiera, no hay oportunidades suficientes para los jóvenes, no hay una cohesión social en una sociedad tan desigual como la nuestra.
Ese es el caldo de cultivo en que se reproduce nuestra democracia, y eso es en efecto lo que debilita el aprecio por la misma; lo que le quiero decir es que para la reproducción de un sistema democrático se requieren una serie de condiciones y en México pues tenemos muchas dificultades, eso sí”.
-¿El país seguirá en la ambigüedad, consolidará la democracia o irá hacia un nuevo autoritarismo?
-Depende qué tanto la sociedad mexicana decida movilizarse en defensa de un proyecto democrático, responde Lorenzo Meyer.