Jorge Javier Romero Vadillo
14/07/2022 - 12:04 am
El federalismo visto desde Campeche
Ir a Campeche, la tierra de mi familia, me provocó grima por el nivel de sainete de la vida política local, fomentado por las payasadas de la gobernadora Layda Sansores.
Hace unos meses, Martha Tagle y Patricia Mercado me invitaron a formar parte de un grupo amplio, con participación de integrantes de Movimiento Ciudadano, pero también de independientes, como yo mismo, para impulsar una reflexión nacional en torno a un programa socialdemócrata de transformación para México que fuera adoptado por ese partido como programa y guía para la acción de sus gobiernos. Acepté, a pesar de mis diferencias con MC, porque creo que se trata de un esfuerzo valioso, pues sigo convencido de que un proyecto de izquierda exitoso se debe construir sobre la base de reformas institucionales para consolidar una democracia constitucional sólida y un vigoroso Estado de bienestar garante de derechos para todas las personas.
A partir de esos principios genéricos, el comité promotor de la construcción de la agenda socialdemócrata ha organizado una serie de foros temáticos regionales, con el título de La evolución mexicana, a los cuales ha invitado a expertos que, de manera solidaria, sin remuneración, han aportado sus ideas y han debatido sobre temas específicos. El primero fue en Guadalajara en marzo, sobre el futuro del pacto fiscal y la distribución regional de los recursos. El segundo, en abril, fue en Monterrey, sobre un nuevo trato verde para el desarrollo sustentable. El tercero, en Toluca en junio fue sobre el mundo del trabajo y la justicia social.
A mí me encargaron la organización del cuarto foro regional, sobre el federalismo y los gobiernos locales. Así, el lunes pasado, 11 de julio, en Campeche, tuvimos un muy buen debate sobre la manera de construir el futuro desde los municipios y los gobiernos estatales, con la participación de un nutrido grupo de académicos que aceptaron mi invitación para compartir ideas y propuestas.
El punto de partida fue la idea de que una sociedad de derechos se empieza a construir desde lo local. Un especialista en el tema de la talla de Mauricio Merino abrió el debate y en esa primera mesa, de contexto, participaron también Alejandra Ríos Cázares, del CIDE y Gerardo Ardila, de la Universidad Nacional de Colombia. En esa discusión se planteó como los buenos gobiernos locales son cruciales para garantizar de manera efectiva los derechos de la ciudadanía. Para ello es indispensable la construcción de administraciones públicas profesionales y eficientes, que puedan brindar servicios de calidad.
La segunda mesa giró en torno al arreglo constitucional del federalismo y de los municipios, tanto desde una perspectiva general, abordada por Hugo Concha, del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, como desde las perspectivas particulares de las atribuciones en materia de salud, analizadas por Gabriela Ríos Cázares, educación, discutidas en mi intervención, y seguridad, cuestionadas por Lilian Chapa Koloffon. En todas las intervenciones surgió el tema de cómo no basta con atribuciones legales si no se cuenta con los suficientes recursos fiscales para lograr un buen desempeño en la gestión local de los derechos constitucionales a la seguridad la salud y la educación, pilares fundamentales para la construcción de un auténtico Estado de bienestar.
La tercera mesa, donde participaron Raúl Livas, Gabriela Torres Mazuera, Luis Foncerrada y Ángeles López Santillán, giró en torno al papel de los gobiernos en el fomento al desarrollo económico sustentable. Livas planteó la pregunta de por qué el federalismo mexicano ha sido incapaz de promover la convergencia económica y ha reproducido la desigualdad entres las regiones, cuestión que debe responderse a fondo si queremos superar las contrahechuras de nuestro arreglo federal y convertirlo en un instrumento para fomentar la prosperidad y el bienestar.
Finalmente, la cuarta mesa se concentró en el tema del buen gobierno local alrededor de tres ejes: profesionalización, rendición de cuentas y participación ciudadana. Ahí escuchamos las intervenciones de Clara Jusidman, David Gómez Álvarez, Elvira Can Dzib y Eduardo Bohórquez. La discusión giró en la necesaria superación del sistema de botín, característica histórica de la administración pública mexicana, para convertir a los gobiernos locales en cuerpos profesionales, transparentes y abiertos a la participación de la ciudadanía.
Los foros han contado con el patrocinio y el apoyo de la Fundación Friedrich Ebert, dependiente del Partido Socialdemócrata Alemán y han sido espacios de reflexión seria y de propuestas sólidas. Faltan tres más: uno en Zacatecas sobre migración, otro en Morelos sobre igualdad sustantiva y derecho a la diversidad y, finalmente, un gran foro internacional en la Ciudad de México sobre el futuro de la socialdemocracia en México, América Latina y el mundo.
A pesar de lo rico de las propuestas. El esfuerzo puede acabar en un ejercicio más de deliberación sin consecuencias prácticas si Movimiento Ciudadano no lo transforma en programa, pero, sobre todo, en guía para la acción de sus gobiernos estatales y municipales, de manera que sus cargos electos puedan ser evaluados a partir del grado de adopción no solo de los principios generales de manera declarativa, sino de las propuestas concretas de políticas públicas y prácticas de gobierno. Si Movimiento Ciudadano logra diferenciarse del resto de los partidos por la congruencia de sus militantes a la hora de gobernar y legislar, podrá convertirse en la opción de izquierda de la que ha carecido México. Ya veremos si ese partido logra estar a la altura, pero por lo pronto el esfuerzo por debatir ideas más allá del oportunismo hueco de la política mexicana es un buen signo.
Termino con una nota personal: ir a Campeche, la tierra de mi familia, me provocó grima por el nivel de sainete de la vida política local, fomentado por las payasadas de la gobernadora Layda Sansores y que impiden el despegue del potencial turístico de una ciudad patrimonio convertida en una maqueta que se cae a pedazos detrás de sus fachadas pintadas de colores, prueba fehaciente de la necesaria transformación de los gobiernos locales, hoy máquinas extractoras de rentas para mantener a elites políticas depredadoras.
Por fortuna, el viaje me permitió también visitar mi ciudad, convivir con mi familia y comer las delicias locales que forman parte de mi cultura. Por supuesto, fui a visitar a mi primo Francis Hernández a La Pigua y llevé a varios de mis invitados a que conocieran o volviera a esa joya de la gastronomía mexicana para degustar esas dos cosas que, según la bomba regional, tiene Campeche y que causan admiración: su pámpano en escabeche y su rico pan de cazón.
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