Alejandro De la Garza
14/08/2021 - 12:04 am
Tragicomedia diplomática
A caso nos aferramos a nuestra digna tradición diplomática a pesar de comprobar cómo el poder dispone de estos bien remunerados y lucidores puestos para recompensar lealtades o vengar agravios.
El sino del escorpión nunca fue la diplomacia, como sí ocurrió con muchos escritores y periodistas designados en puestos relevantes de las embajadas y consulados mexicanos en medio mundo. Sobre los escritores en la diplomacia Monsiváis advirtió: “Si están al servicio de un país, y de sus intereses políticos, económicos y culturales, los elegidos deben someter sus dotes singulares ajustándolas a las exigencias del puesto, sin por eso perderlas…”. El aserto de Cortázar fue más tajante en Rayuela: “Nada mata tanto a un hombre como representar a un país”.
A caso nos aferramos a nuestra digna tradición diplomática a pesar de comprobar cómo el poder dispone de estos bien remunerados y lucidores puestos para recompensar lealtades o vengar agravios, convirtiendo las designaciones en tragicomedia ajena a la jerarquía de los diplomáticos de carrera del Servicio Exterior.
En un primer acto de esa tragicomedia, el alacrán pondría el tour de force iniciado el 24 de junio de 2011 por el escritor Jorge Volpi, quien denunció en Twitter a la Canciller Patricia Espinosa por vetar su designación como agregado cultural en la Embajada mexicana en Italia. El escritor acusó una represalia por sus declaraciones sobre el Gobierno de Calderón, aunque nunca se conocieron tales comentarios. Volpi había dejado la dirección del Canal 22 un par de meses antes para asumir el cargo diplomático, destacando en su carta de despedida: “…fue un honor formar parte del Gobierno de Calderón durante cuatro años”. La Canciller Espinosa Cantellano alegó recortes presupuestales, pero el escándalo llevó a reiterar la invitación a Volpi ahora desde Los Pinos. El escritor rechazó finalmente el puesto por “la intolerancia en la cancillería”. Antes, como representante del Gobierno de Fox, Volpi había dirigido el Centro Cultural de México en París.
El escorpión abre el telón del segundo acto y aparece Andrés Roemer, designado Cónsul en San Francisco por el Presidente Peña Nieto en 2013. Contra críticas y dudas, el entonces celebrado intelectual cumplió sus funciones diplomáticas además de otras simultáneas en obvio conflicto de interés (coordinaba el encuentro anual “La Ciudad de las Ideas”, por ejemplo). Con todo, en marzo de 2016 fue ascendido a representante de México ante la UNESCO en París, pero apenas tres meses después, difirió en ese foro de la votación mexicana en torno a la preservación del patrimonio cultural y religioso en Jerusalén oriental, haciendo público su desacuerdo con la Cancillería, por lo cual fue destituido de inmediato. Sabemos lo acontecido posteriormente al siniestro personaje: numerosas denuncias de abuso sexual y violación lo persiguen. Los hechos terribles vividos por esas mujeres son irreparables, mientras él se refugia impune en Israel.
El tercer acto tragicómico arranca con la destitución vía Twitter del periodista y escritor Jorge Fabricio Hernández López como Ministro para Asuntos Culturales de nuestra Embajada en España. En respuesta denunció censura por haber criticado en su columna periodística al polémico Marx Arriaga, funcionario incómodo para algunos y “bestia negra” de los intelectuales desde su paso por la Dirección de Bibliotecas, donde restringió los dineros para la Biblioteca Vasconcelos en una disputa culminada con la salida de su director, Daniel Golding (“¡Me la debe por eso!”, sentenció sin empacho Hernández).
Se había ya probado la falsedad de atribuirle a Arriaga haber dicho: “Leer por goce es un acto de consumo capitalista”, afirmación causante del inofensivo texto de Hernández. Pero eso ya no importó. En artículos anteriores, el periodista celebró la posible transformación tras la victoria de López Obrador; criticó luego a Jesusa Rodríguez, satirizó el nacionalismo de la 4T y aplaudió agradecido a Raúl Padilla (cacique de la FIL-Guadalajara), pero eso no impidió su nombramiento, como tampoco fue censurado tras criticar la situación del Fondo de Cultura Económica en manos de Paco Ignacio Taibo II.
El desaseo con el cual el doctor Enrique Márquez destituyó al escritor es innegable, en comunicados mal redactados y no oficiales lo señaló por declaraciones misóginas no probadas contra la Embajadora María Carmen Oñate. Surgieron más alegatos y rumores. Hernández reveló la existencia de grabaciones de charlas privadas sostenidas en México, en las cuales se menciona al Canciller Ebrard: “…en esa mesa estuvo un advenedizo incómodo que, a la postre, dio muestras de una latente psicopatía y nefanda obsesión contra mi persona: durante no pocos días ese individuo me acosó, intimidó y amenazó con el invento de haberme grabado (lo cual es delito federal y no creo que la Secretaría quiera justificar mi despido con ese fundamento ilegal)”.
No tardaron los consabidos apoyos a Hernández de la élite intelectual anti-AMLO. Tampoco las críticas a su labor en la oficina de Asuntos Culturales. Todo parece extraño, algo huele mal en Dinamarca, percibe el escorpión. ¿Sabremos quién es el psicópata obsesionado con el escritor y el contenido de esas conversaciones privadas? Sobre este misterio cae el telón.
@Aladelagarza
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