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La cinta está situada en un futuro no muy lejano, en el que los conflictos armados han cambiado completamente, con los drones siendo parte fundamental del campo de batalla y con la aparición de androides autónomos, llamados Gumps, que sirven como soldados para evitar reducir el número de bajas humanas.
Madrid, 19 de enero (Europa Press).- El cine de acción vuelve a arrasar en Netflix. Tras Misión Rescate, La vieja guardia y Escuadrón 6, ahora le toca el turno a Zona de riesgo, con la que la plataforma continúa apostando por el género, ahora con Anthony Mackie convertido en una auténtica máquina de matar. Ahora bien, ¿cómo termina esta historia llena de adrenalina y ciencia ficción?
Zona de riesgo está situada en un futuro no muy lejano, en el que los conflictos armados han cambiado completamente, con los drones siendo parte fundamental del campo de batalla y con la aparición de androides autónomos, llamados Gumps, que sirven como soldados para evitar reducir el número de bajas humanas.
En el 2036, Rusia ha ido más allá de su invasión de Crimea, aspirando a conquistar toda Ucrania. Con Estados Unidos también en el país del Este de Europa para evitar que el ejército ruso gane la guerra, la cinta narra cómo el piloto de aviones no tripulados, Thomas Harp (Damson Idris) acaba bajo el mando del Capitán Leo (Mackie), uno de esos androides de nueva generación, con capacidad de razonamiento propio y autonomía.
El motivo por el que Harp acaba bajo las órdenes de Leo es debido a que una insubordinación del piloto provocó la muerte a dos soldados de su escuadrón. A pesar de salvar al resto del equipo, debe acatar el castigo.
Sin embargo, estar a las órdenes de Leo le otorga estar en una misión aún más importante. Pues el capitán lo eligió para ayudarle en este encargo de suma importancia, pues busca obtener unos códigos nucleares antes de que lo haga un terrorista llamado Victor Koval (Pilou Asbæk).
Tras una serie de contratiempos, entre ellos un ataque enemigo, ambos acaban encontrando a Sofía (Emily Beecham), líder de un campo de refugiados, que les ayuda a dar con un traficante de armas que conoce dónde están los códigos.
Con la excusa de evitar ser interceptados, Leo convence a Harp para que elimine un dispositivo de rastreo, para poder ir más allá de la red, pues se supone que los códigos están en una cúpula en un banco. Allí se encuentran con un escuadrón de Koval, que incluyen también varios Gumps de fabricación rusa.
Comienza un fuego cruzado, con civiles de por medio. Harp logra poner a salvo a la gente. En medio del tiroteo, Leo logra hacerse con los códigos, pero Koval no aparece por ningún sitio. Un ataque de drones de Harp provoca la destrucción del banco y de varios edificios circundantes, lo que lleva a creer que tanto Koval como Leo han muerto.
Pero Leo ha escapado y cuando Harp le comenta que debe llamar a sus superiores para informar de la situación, este se niega, pues tiene sus propios planes. Resulta que Leo ha utilizado a Harp para conseguir sus propósitos y que la desactivación de los dispositivos de rastreo era para escapar del ojo del mando militar. Leo noquea a Harp y lo abandona en la carretera, donde es recogido por la gente de Sofía. El piloto le revela el plan de Leo, que es darle los códigos a Koval y que tiene planeado lanzar el arma nuclear a Estados Unidos para evitar que el país vaya a crear armas más destructivas en el futuro.
Mientras tanto, Leo ha logrado hallar a Koval. En lugar de darle los códigos, decide asesinarle a él y a todos sus esbirros, quedándose con el puesto de Koval y teniendo acceso a los misiles nucleares.
Harp vuelve a la base militar y consigue que el ejército le ayude a parar a Leo. Consiguen rastrear el coche que el capitán robó y Harp decide infiltrarse. Descubre así que el capitán ha matado a Koval y que ahora ocupa su puesto. Harp logra desactivar a Leo, pero no consigue impedir que este inicie el lanzamiento del misil. Leo le explica que su objetivo era que el programa de supersoldados androides fracasase.
El motivo es que él se ve a sí mismo como un monstruo y si deja en evidencia que los robots pueden rebelarse contra el propio sistema, se dejarán de producir máquinas para matar. Leo considera que, debido a su existencia, los países son más propensos a provocar conflictos bélicos.
El silo donde se encuentra Leo es interceptado por el coronel Eckhart (Michael Kelly). El ejército ha ordenado destruir el lugar antes de que el misil logre salir. En medio, Harp tiene una última conversación con Leo, en la que explica que la Humanidad puede aprender de sus errores y que eso es lo que más importa.
Harp deja su arma y huye del lugar justo poco antes de que un dron ataque el lugar, matando a Leo e impidiendo que el misil acabe siendo lanzado. Harp regresa al Campamento Nathaniel, recibiendo elogios de su comandante.