Esa reducción de movilidad, de acuerdo al estudio, es un mayor determinante de la mortalidad que las condiciones y duración de los distintos confinamientos que impusieron. Esto, indicaría para algunos países, como Israel, que podrían haber tenido la misma mortalidad con cierres menos severos.
Jerusalén, 6 de octubre (EFE).- El estudio de datos de movilidad de teléfonos móviles en varios países demuestra que el momento en que empieza el distanciamiento social tiene una fuerte correlación con la mortalidad por el coronavirus y es un factor mucho más relevante que el que se imponga un confinamiento.
Una investigación de la Universidad de Tel Aviv cuyos resultados se difundieron hoy analiza datos de movilidad de teléfonos en países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y los cruza con las cifras de mortalidad, concluyendo que la fecha en que las personas empezaron a guardar distancia física es el mejor dato para predecir la mortalidad.
Un retraso de 7.49 días en la introducción de medidas de distanciamiento social llega a suponer doblar la mortalidad, según el estudio que, sin embargo, asegura que no hay correlación estadística entre la dureza y duración de un confinamiento y el número de fallecidos por la COVID-19.
"Los datos de movilidad indican que un confinamiento hermético, en el que todo el mundo debe quedarse en casa, es innecesario. En cambio, medidas de distanciamiento social deben introducirse lo antes posible", señalan en un comunicado Tal Pupko e Itay Mayrose, que encabezan el estudio, que será publicado próximamente por la revista de Medicina Molecular EMBO. El primero dirige la Escuela de Biomedicina e Investigación para el Cáncer Shmuni y el segundo pertenece a la Escuela de Ciencias Vivas.
"Hemos demostrado que los países con niveles de mortalidad más bajos en la primera ola de COVID-19 no fueron los que impusieron confinamientos más herméticos, sino en los que la movilidad decreció (incluso poco) en un estadio más temprano", señalan en un comunicado estos autores.
Para ellos, las conclusiones son claras: "no son necesarias las restricciones extremas. Lo que se necesita es una rápida implementación del distanciamiento social".
El estudio recoge datos de movilidad de teléfonos móviles de los distintos países en un solo día, que se extrapolan y se normalizan para el tamaño de la población y los patrones de movilidad normales. Así, se obtiene un indicador de movilidad para cada país en época normal, que se compara luego con la movilidad a partir de marzo, que muestra una reducción que varía de un país a otro.
Esa reducción de movilidad, de acuerdo al estudio, es un mayor determinante de la mortalidad que las condiciones y duración de los distintos confinamientos que impusieron. Esto, indicaría para algunos países, como Israel, que podrían haber tenido la misma mortalidad con cierres menos severos.
Los autores ponen el ejemplo de España, donde "el confinamiento fue más largo y más severo que en Francia, pero cuando acabaron, las ratios de mortalidad en ambos países eran más o menos las mismas".
"El factor más significativo es una temprana implementación del distanciamiento social, con una correlación muy alta con el ratio de mortalidad", reiteran, y añaden que los países que impusieron medidas de distanciamiento, no necesariamente con férreos confinamientos, fueron los que obtuvieron mejores resultados.
Estos datos indican que más que cerrar la economía o las ciudades, los esfuerzos de las autoridades deben concentrarse en prevenir los contactos y lograr que la población cumpla las recomendaciones de distanciamiento.