En el cementerio, muchos hablaban sobre cómo se sentían indefensos y desesperanzados con el aumento de violencia en Uruapan. Los asistentes al funeral que hablaron con The Associated Press dijeron que quieren que las autoridades ayuden, pero que no confiaban en que lo harían o pudieran. La mayoría se negó a dar su nombre por temor a represalias, en una ciudad donde los padres no permiten que sus hijos jueguen al exterior.
Por Astrid Galván
URUAPAN, México (AP) — Familiares se reunieron el miércoles bajo una lluvia torrencial para enterrar y llorar la muerte de tres niños, un joven de 17 años y cinco adultos que fueron baleados en un ataque contra un negocio de videojuegos en el occidente de México.
Las autoridades todavía no confirman si la despiadada matanza está relacionada con la violencia por narcotráfico que ha arrasado al estado de Michoacán.
Pero el cura Sergio Arroyo, quien ofició el funeral de los niños muertos, simplemente dijo: “No podemos ser indolentes y no nos podemos acostumbrar a ella. Necesitamos reclamar justicia, que no es lo mismo que la venganza”.
Las madres lloraban y sostenían fotografías enmarcadas de los tres niños fallecidos, a quienes las autoridades identificaron sólo como Luis Ángel, de 12 años, Miguel Ángel, de 13 años; y José Alexis, de 14 años.
La madre de Luis Ángel contó que su hijo era un ávido jugador de videojuegos y que se había escabullido el lunes después de que le ordenó que no fuera al negocio de videojuegos. Nunca lo volvió a ver con vida.
Rosa Gutiérrez, la abuela de Miguel Ángel, dijo que el niño era como muchos jóvenes de su edad: un fanático de los videojuegos.
Contó que Miguel Ángel iba casi todas las tardes después de la escuela al negocio cerca de su casa. El lunes, sin decirle a nadie, también se escapó para lo que seguro creía era otra oportunidad para jugar.
Cuatro hombres armados entraron al negocio aparentemente en busca de rivales de un cártel que supuestamente pasaban el rato ahí. Al parecer no los encontraron, pero de todas formas comenzaron a disparar, matando indiscriminadamente a quienes estaban al interior.
“Ya me cansé de llorar”, dijo Gutiérrez mientras la familia enterraba a Miguel Ángel. “Se nos acaba el agua, nos llegó la del cielo”, dijo mientras señalaba a la intensa lluvia.
En el cementerio, muchos hablaban sobre cómo se sentían indefensos y desesperanzados con el aumento de violencia en Uruapan. Los asistentes al funeral que hablaron con The Associated Press dijeron que quieren que las autoridades ayuden, pero que no confiaban en que lo harían o pudieran. La mayoría se negó a dar su nombre por temor a represalias, en una ciudad donde los padres no permiten que sus hijos jueguen al exterior.
Uruapan, una ciudad con 340 mil habitantes que se encuentra en la zona del cultivo de aguacate en donde la violencia ha alcanzado niveles impactantes.
Durante el fin de semana, los investigadores también encontraron los cuerpos descompuestos de 11 personas en fosas clandestinas en Uruapan. Los fiscales dijeron que estaban investigando el caso de una persona desaparecida cuando recibieron un aviso sobre las fosas clandestinas.
Y el viernes en esa misma localidad, hombres armados atacaron una patrulla de la Policía Municipal, provocando la muerte de un agente y heridas a otros dos. El incidente pudo haber sido en represalia por la detención ese mismo día de un líder de la organización delictiva Los Viagras, quien está involucrado en 19 homicidios.
En agosto, hombres armados del cártel de Jalisco dejaron nueve cuerpos colgados de un paso elevado, y otros siete cadáveres desmembrados fueron arrojados en una avenida cercana. Otros tres cuerpos fueron localizados sobre ese mismo camino, para un total de 19. En el paso elevado colocaron una pancarta en la que amenazaron a Los Viagras.