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Sandra Lorenzano

13/01/2019 - 12:04 am

Los mares de todos

Están en las calles de Roma, de Milán o de París.

El “Mare Nostrum” (Mar nuestro) se transformó en el “Mar de otros”. Ahora es el “Mar de ellos”, porque se nutre con los cuerpos y la vida de los migrantes.
Erri de Luca.

Están en las calles de Roma, de Milán o de París. Venden libros, o pañuelos de papel, o encendedores. Se llaman Shehu, o Mohamed, o Kadi, o Awa. Llegan de Senegal, de Gambia, de Libia, de Nigeria. Viven de a ratos en centros de acogida, de a ratos en cuartos precarios que comparten entre varios, o directamente a la intemperie. Eso si bien les va, claro. Eso si no mueren en el Mediterráneo. 2018 ha sido el año de mayor número de muertes en el mar: 3456, dicen los datos oficiales. 3456 personas que buscaban mejores condiciones de vida. El gran Erri de Luca ya lo había escrito en el desgarrador poema “Mare nostro”: “Te hemos sembrado de más ahogados / que cualquier otra edad de tempestades”.

Cada migrante debe pagar miles de euros para llegar a las costas europeas. Foto: AP

Sin embargo, el gobierno italiano presume de que durante el año que acaba de terminar llegaron muchas menos personas por mar a Europa (113,145 contra las 168,258 del 2017, según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones). Sin duda la política del xenófobo Matteo Salvini, Ministro del Interior de Italia, es una política asesina. Su orden de desmantelar campamentos como el Baobab de Roma por el cual se calcula que pasaron unas 70 mil personas en el último año y medio, o bloquear la ayuda de las fuerzas navales italianas y decretar el cierre de los puertos, impidiendo que las organizaciones humanitarias ayuden a los migrantes, constituye una violación a los más elementales derechos humanos. Si no quieren morir, que no salgan de sus países, escribió Salvini en su cuenta de twitter.

Mientras, las redes de tráfico siguen enriqueciéndose. Cada migrante debe pagar miles de euros para llegar a las costas europeas; si no logra juntar la cantidad exigida queda en condición de esclavo o, en el caso de las mujeres lo más frecuente es que sean obligadas a prostituirse.

Mientras escribo, siguen en altamar dos barcos alemanes de las organizaciones Sea Watch y  Sea Eye que han rescatado a más de medio centenar de personas, incluidos varios menores, y que no han sido recibidos aún en ningún puerto europeo. El Papa Francisco habló sobre la solidaridad con estos migrantes en la misa de la Epifanía. Sus palabras parecen caer en el vacío.

Lo cierto es que son pocas las voces que se levantan en contra de las brutales restricciones puestas a los migrantes africanos por la mayor parte de los países de Europa occidental. Como si la historia de miseria que obliga a la migración no tuviera nada que ver con el “primer mundo”, como si no hubiera relación entre la riqueza del norte y la pobreza del sur.

En Italia, un grupo de alcaldes se opone a las políticas xenófobas de Salvini. La tensión entre ambas partes crece día con día. Nápoles, Palermo y Parma, entre otras ciudades, tienen autoridades dispuestas a transgredir las leyes antiinmigración del gobierno nacional. El ministro amenaza con mandarles al ejército.

Luigi de Magistris, alcalde de Nápoles, dijo: "El comportamiento de los gobernantes se parece al de los traficantes de seres humanos, porque lucran con esta gente, lucran políticamente haciendo creer a la personas que la infelicidad de los países occidentales se debe a la gente y a los niños que mueren en mitad del mar”.[1]

Junto a ellos, las palabras de Roberto Saviano en un video que transmite desde su propio canal, dirigidas a Salvini, tienen un peso importante: “Que deje de hacerse el payaso y abra los puertos. Que deje de mentir y de hacer campaña con la vida de la gente”.[2]

Por la brutalidad de las medidas tomadas por el gobierno podría pensarse que la migración del África negra es la más numerosa en Italia, sin embargo los datos lo desmienten: el mayor número de migrantes corresponde a Rumania, con más de un millón según información de 2017. Siguen Albania, Marruecos, Ucrania, Alemania, China, Suiza, y otros hasta llegar a Senegal que ocupa el lugar número veinte con 86 mil personas. ¡Número veinte! Nigeria en el veintisiete.[3] ¿Entonces? ¿Tiene la furia de Salvini y sus seguidores contra los migrantes del Mediterráneo un componente racista? No sólo se trata del rechazo al diferente, al pobre, sino también al de piel oscura. Entre los libros que leí estas vacaciones está Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie[4]. Si no lo han leído aún, por favor háganlo; además de ser una novela deliciosa y brillante, es una excepcional reflexión sobre la negritud, a partir de la historia de una joven nigeriana que va a estudiar a Estados Unidos y debe enfrentarse allí a todos los prejuicios de una sociedad racista. “Allí descubrí lo que era la raza”, escribe. En un blog va dando cuenta de sus reflexiones sobre la identidad, el “multiculturalismo”, la convivencia, los ambientes académicos, los desencuentros culturales, todas teñidas de inteligencia e ironía. El sentido del humor es su principal arma crítica. En esas páginas, la autora conocida por su fuerte conciencia social y su feminismo, dice algo que pienso que puede ser aplicado a prácticamente todos los países “desarrollados” y a unos cuantos “subdesarrollados”: en la parte más alta de la pirámide social están siempre los blancos, en la parte más baja los negros. En el medio se mueven los demás. Algo así parece dominar la mirada de Salvini y de la mayor parte de los gobernantes europeos con respecto a la migración.

Frente a esta realidad me conmueve una vez más un  film de Nanni Moretti. ¿Quién no se ha conmovido viendo “Caro diario”, o “La stanza del figlio”, o “Mia madre”. Es un director que adoro.

Santiago, Italia. Foto: Especial

Su nueva película se llama “Santiago, Italia”, y aunque el tema central es el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 contra el gobierno de Salvador Allende, en cierto sentido éste pareciera ser un pretexto para hablar de la solidaridad con el exilio chileno. Todos los entrevistados pasaron su exilio en Italia, después de haber sido recibidos en la Embajada italiana en Chile como asilados. Es decir: se trata de recuperar con estos relatos la mejor tradición de acogida de este país europeo hacia los necesitados. En este sentido es, sin duda, una forma de intervenir en el debate actual sobre el tema, cuestionando al mismo tiempo el silencio cómplice de la izquierda.

A partir de 1860 emigraron desde Italia hacia América Latina millones de personas. Sólo a la Argentina llegaron más de tres millones. Los descendientes de estos migrantes nos llamamos Lorenzano, o Ferro, o Rivara, o Carlotto, o Bergoglio… Lo recuerdo cuando veo a Shehu, o a Mohamed, o a Kadi, o a Awa vendiendo libros, o pañuelos de papel, o encendedores, en las calles de la ciudades europeas. No estaría mal que también lo recordaran Salvini y los demás.

Para que los mares “de ellos” vuelvan a ser de todos.

[1] En Público, 5 de enero de 2019 https://www.publico.es/internacional/napoles-alcaldes-sur-italia-rebelan-salvini-no-cerraran-puertos-migrantes.html

[2] https://video.repubblica.it/dossier/immigrati-2015/migranti-saviano-a-salvini-smetti-di-fare-il-pagliaccio-e-apri-i-porti/323813/324431

[3] https://datosmacro.expansion.com/demografia/migracion/inmigracion/italia

[4] Chimamanda Ngozi Adichie, Americanah, Prólogo de Elvira Lindo. Traducción de Carlos Milla Soler. Literatura Random House, 2014.

Sandra Lorenzano
Es "argen-mex" por destino y convicción (nació en Buenos Aires, pero vive en México desde 1976). Narradora, poeta y ensayista, sus libros más recientes son "Herida fecunda" (Premio Málaga de Ensayo, 2023), "Abismos, quise decir" (Premio Clemencia Isaura de Poesía, 2023), y la novela "El día que no fue" (Alfaguara). Académica de la UNAM, se desempeña como Directora del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Cuba. Es además, desde 2022, presidenta de la Asamblea Consultiva del Conapred (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación). sandralorenzano.net

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