Alma Delia Murillo
29/12/2018 - 12:00 am
Letras por la condición humana
Ocurrió otra vez, nos acercamos a un final. Los últimos días del año se desvanecen y no exagero cuando digo que entre mis mejores vivencias de este agonizante 2018, están los libros que se me prendieron al alma.
Ocurrió otra vez, nos acercamos a un final. Los últimos días del año se desvanecen y no exagero cuando digo que entre mis mejores vivencias de este agonizante 2018, están los libros que se me prendieron al alma.
Me pregunté qué criterio utilizar al elegir las lecturas de este año para compartir con quienes me piden recomendaciones literarias y no tuve que pensarlo mucho: voy a hablar de las que más me conmovieron. Así que hay publicaciones recientes y otras con más de diez o cuarenta años, incluí tres autores mexicanos pero también están un marroquí, un español y un inglés; el factor que los une: es literatura que pone una rotunda mirada sobre la condición humana y se aleja de la ideología, de los prototipos para complacer tendencias sociales, de la mirada estrecha de quienes vociferan contra los libros que no promueven la moral en turno. En fin, son piezas que no pasarían la prueba de los ofendidos y los cruzados de la indignación pero que le hablan al alma. Tremendo regalo.
Bajo el volcán, de Malcolm Lawry
Como ya escribí antes, Malcolm Lowry me hizo mirar por la filtración de luz más fina el espíritu de un hombre alcohólico y enamorado. Es un libro que lastima y conmueve, en mi memoria sigue el temperamento telúrico del cónsul Geoffry Firmin, la tembladera de su cuerpo en abstinencia etílica. La extraña relación con su hermano Hugh, la amistad con Jacques que es de una ternura agridulce. El amor inconmensurable de Yvonne que termina en semejante tragedia.
Insisto: no es para creyentes de la corrección política porque en él se cuentan amores torcidos, mujeres enamoradas de hombres alcohólicos, hermanos traidores y una violencia espesa y fascinante en un pueblo de profunda identidad indígena. Lo recuerdo todo y ya quiero volver a leerlo.
El niño de arena, de Tahar Ben Jelloun
Inspirada en un hecho real, esta brutal novela cuenta la historia de Mohammed Ahmed, una niña marroquí que es obligada a adoptar una identidad masculina para satisfacer el deseo de su padre y de su madre. La prosa es un canto del alma humana, las reflexiones son casi un rezo de dolor pasado por el fuego de la sabiduría, la estructura narrativa de la historia es un laberinto de puertas que se abren y contienen universos. La novela no cae en la trampa del discurso social, sino que logra relatar un evento como este desde la compleja mezcla de voluntades y deseos de hombres y mujeres tan diferentes pero tan cercanos.
Este autor a quien no conocía, Tahar Ben Jelloun, me llegó además de la mano del amor. Así que ahora sólo quiero leer todo lo que de él encuentre.
El pintor de batallas, de Arturo Pérez-Reverte
Leí esta novela en 2006 pero echando un ojo a los títulos de Pérez-Reverte que tenía en casa para la conversación que tendría con él en la FIL Guadalajara de este año, volví a encontrarla, fue abrirla y no soltarla hasta el final. Me gustó incluso más que la primera vez que la leí. Un fotógrafo retirado intenta pintar un mural con todos los horrores que ha visto y un soldado, también retirado, lo visita en su torre. Esos dos personajes logran una tensión narrativa perfecta y en ella está la mejor prosa de Pérez-Reverte, me atrevo a decir. Ah, la historia de amor con Olvido Ferrara, los finales de los persoanjes sin cortapisas. La forma en la que se narran todas las guerras que, irónicamente, se han iniciado en nombre de ideologías bondadosas desde todos los bandos. Me quedo con esta frase: “Todos formamos parte del monstruo que nos dispone sobre el tablero”.
Carolina y otras despedidas, de Elivira Liceaga
Los relatos de este libro son de una intimidad profundamente humana, sin estridencias, con elegancia pero sin concesiones cuentan historias en las que podríamos vernos todos: un padre que envejece, una compañera de departamento de la que quizá nos hemos enamorado, una homeless que nos reta con su existencia sin ornamentos sociales al mirarnos en la calle. Es el primer libro de Elvira Liceaga y celebro que nazca una escritora de cuento —uno de mis géneros favoritos, con tal capacidad narrativa. Si lo encuentran, es de reciente publicación, no duden en hacerse de un ejemplar.
Cada perro tiene su día, de Ramón Córdoba
Es la historia de un hombre que podría ser todos los hombres. Un personalísimo viaje del héroe contado con una escritura minimalista y profunda, impecable. A golpe de marro y cincel para tirar los muros de su azotea, el personaje hace un recuento de su vida pasando por pasajes oscuros e iluminadores que incluyen excesos, drogas, extrañas experiencias sexuales, almas compasivas, ángeles y demonios interiores. Con la inteligencia del sentido del humor y con una prosa que avanza sola, esta novela de Ramón Córdoba me dejó con la sensación de que somos criaturas intemporales, de que quizá todos lo hemos vivido todo o lo viviremos todo pero no nos atrevemos a contarlo, a imaginarlo siquiera. Bellísima y lúcida historia. Que nadie se la pierda.
Poesía completa de Efraín Huerta
Volver a Efraín Huerta es volver al sentido del humor, a la irreverencia, a la riqueza de la brevedad, al amor por la Ciudad de México, a la animalidad de la existencia. Con tantas fake news y correcciones políticas mutilando la realidad, asomarse a la poesía es tener la valentía de conservar una herida para mirar las más grandes verdades, esas que acarician pero también dañan. Todo el año tuve el ejemplar del Fondo de Cultura Económica de la poesía completa de Efraín Huerta en mi mesa de noche, antes de dormir o al despertar, leía dos o tres poemas con calma, con entrega, en voz alta.
Qué maravillosa experiencia, es un libro para toda la vida.
Me despido con un único deseo para el año que empieza: Que el arte siga siendo el mejor mensajero para contar lo que somos, que las buenas intenciones no mutilen la inteligencia, que recordemos que cuando el bien se impone se convierte en mal, porque como decía Amos Oz: la literatura sirve para entender a los otros.
Y yo estoy convencida de que esa es la enorme ganancia de la literatura para nuestra especie. Entendernos, no juzgarnos, no prohibirnos: entendernos. Que su 2019 traiga muchas letras de esas que derriban prejuicios porque miran al abismo, al alma.
@AlmaDeliaMC
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