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Alma Delia Murillo

25/08/2018 - 12:00 am

Caso de éxito

 Te dices, porque así te lo dijeron, que hay que ser alguien en la vida.

Tonterías. Foto: Pixabay.

Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

—Ch. Bukowski

 Te dices, porque así te lo dijeron, que hay que ser alguien en la vida.

Ser alguien. En la vida. Ser.

Descubres, como puedes, así como exprimiendo la lección de Español, que ser y tener no es lo mismo. Pero aprendes a andar por ahí como si lo fueran. Sertener.

Así también, como puedes, apretando el pasado, la identidad, las pérdidas y el apellido, te enteras del alguien que se supone deberías ser.

Ese alguien que necesitas gestar en ti porque lo están esperando tu padre y tu madre o sus ausencias, tu ex pareja o tu pareja y sus ausencias, porque lo está esperando tu —ay de ti— contexto generacional. No puedes traicionar sus vicios porque traicionar los vicios es no pertenecer. Y tú quieres pertenecer.

Te enteras, desde tus preguntas balbuceantes y hermosas, que el mundo espera que seas una respuesta. Fea, chata, común, equivocada o acertada pero respuesta. Muy segura de sí misma, eso sí.

Aprendes la tara: tener la respuesta es ser un ganador. Vivir en la duda es ser un perdedor. Mutilas las dudas, cercenas las preguntas, aniquilas el silencio.

Eres respuesta, tienes un ser. Perteneces.

Te dicen, tienes trece años, que eres muy bueno dibujando, tú lo disfrutas, vuelas con cada trazo. Te dicen, también, que no puedes seguir reprobando Matemáticas. Te pasas diez años de tu vida de estudiante masacrando las neuronas con talleres de regularización en álgebra y geometría analítica. Regularización. Lo consigues, te vuelves regular. Apruebas con medianía Matemáticas, te vuelves Administrador de empresas. Abandonas el dibujo.

Felicidades, tu tarjeta de presentación dirá que eres alguien-gerente-de-ventas -exitoso en la vida. Mutilaste tu vocación.

El presupuesto de ventas, el insomnio, el sobrepeso, el medicamento para la gastritis.

Las gotas para el estrés, la presión alta, las vacaciones en la playa, la fecha de corte, el coche nuevo, el puesto nuevo, el vacío viejo.

Te dicen, ganador-exitoso-triunfador, que ser adulto es aprender que uno más uno suman dos. Respuesta incuestionable de la buena gente, muy segura de sí misma.

Te vuelves dos. Tú y el otro nombre, el que figura en el acta de matrimonio. Suman dos. No está permitido cuestionar si podrían sumar tres, seis, contener multitudes o el infinito.

Felicitaciones y pésames, según la hora del día. Uno más uno suman dos en la receta del éxito emocional. Has mutilado el infinito. Quizá tengas un hijo, habrá que enseñarle a ser alguien en la vida. Quizá convenga deslizar en la lección esta brevísima nota: cuando el ganador deja de ganar se convierte en juguete roto. Jugar a ganadores y perdedores como quien juega a policías y ladrones entraña un peligro, una nimiedad, apenas visible. Honrar el pacto con este mundo de buenos y malos, pero no pactar contigo mismo.

Tonterías. Eres un caso de éxito. El tiroteo no termina.

Eres.

Alguien.

En.

La.

Vida.

Se necesita ser muy hombre para no ser triunfador.

 

@AlmaDeliaMC

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