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Alejandro Páez Varela

25/06/2018 - 12:09 am

El tigre y el paracaídas

No existe un político mexicano en el que se haya invertido tanto dinero como en López Obrador. Una fortuna incalculable y los mejores mercadólogos de América Latina han luchado contra él durante 18 años. Pero, de acuerdo con las encuestas, el viejo testarudo y terco se impuso. O, peor para todos sus opositores, no fue dinero mal gastado: parece que le han hecho un favor todos estos años.

Ojeras presidenciales. No estaba tan fácil como parecía. Foto: Cuartoscuro

Es posible que, en la caída, el Presidente decida quitarse el paracaídas. No sería nada raro. Ha demostrado imprudencia y poco control de las tentaciones de grupo. Ha decidido mantener a los corruptos de su partido en la impunidad aunque le cueste a él, en lo personal.

Quizás decida, en su último tramo, seguir razonando México como Edomex: que es posible violentar la voluntad popular y cometer un gran fraude. Literalmente, para Enrique Peña Nieto será dejarse ir en caída libre mientras el avión arde.

La última razón por la que Andrés Manuel López Obrador habla de “justicia, no venganza”, es enviar la señal de que no usará la Presidencia, si gana, para cobrarse las que le deben. Pero si le tratan de jugar chueco, ha dicho, entonces se la ven con “el tigre”.

Es el tigre que esperará al Presidente, abajo, si mete las manos en la elección. Serán el golpe de la caída, me temo, y el revolcón del tigre.

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No existe un político mexicano en el que se haya invertido tanto dinero como en López Obrador. Una fortuna incalculable y los mejores mercadólogos de América Latina han luchado contra él durante 18 años. Pero, de acuerdo con las encuestas, el viejo testarudo y terco se impuso. O, peor para todos sus opositores, no fue dinero mal gastado: parece que le han hecho un favor todos estos años.

Quizás habría sido mejor para el establishment no haber jugado sucio a López Obrador en 2006. Habría sido Presidente entonces, pero con un triunfo apretado y con muchos mexicanos dudosos de él y, por lo tanto, con posibilidades de perder.

Ahora AMLO no sólo está por asegurar la Presidencia de México sino también la mayoría en el Congreso, de acuerdo con los sondeos de opinión. Ahora tiene un partido político propio, y la sartén por el mango: llegará acompañado de millones de mexicanos convencidos de que vencieron a su “verdadero enemigo”: una élite corrupta conformada por PRI, PAN, PRD y un grupo de empresarios beneficiados desde el poder.

Si los números no mienten, el PRI se convertirá en una fuerza marginal. El PAN entrará en una guerra interna y el PRD, el antiguo partido de AMLO, casi desaparecerá. Y el peor papel, creo, es el de la élite empresarial, que ha quedado desnuda, vencida, a expensas de lo que decida su mayor adversario en décadas.

Como digo, López Obrador parece haber ganado tiempo. Llegará al poder como un político más moderado y fortalecido, con el aprendizaje de dos derrotas mayúsculas y, parece, aleccionadoras.

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“Tampoco son idiotas, no van a tratar de robarse 20 puntos o a Anaya o a López Obrador”, dijo Jorge G. Castañeda a la periodista Ilse García el domingo pasado sobre un posible robo de la elección. Sí, esperemos que no sean idiotas.

En las últimas semanas, la campaña de José Antonio Meade ha estado inyectando la idea de una “elección cerrada” entre el PRI y Morena. No existe un fundamento racional para tal afirmación: las encuestas hablan de otra cosa. Pero en la medida en la que siembra la idea, en esa medida están preparando el terrero. Esa es mi lectura. Al hablar de una “elección cerrada” hablan, en realidad, de una “elección sucia”.

Los números me dicen que el PRI no ganará ninguna de las 9 gubernaturas en juego, y su fuerza en el Congreso se reducirá a una tercera parte, si no es que a menos. En la presidencial, aunque insiste en que van en segundo lugar, Meade quedará en tercero. Ese es mi cálculo.

No hay vocación democrática en Peña: su ADN es oscuro; entonces no me extrañaría que intentaran un manotazo antidemocrático (que sería casi como un autogolpe de Estado); en la desesperación, el Presidente podría sacar de la bolsa una navaja para cortarse el paracaídas. No debería ser opción para Peña Nieto hacerlo. Pero es posible que la inercia mueva a ciertos grupos priistas –que se resisten a dejar de mamar del Gobierno– los lleve a intentar un fraude.

“Yo creo que lo van a operar, es una manera de ser y no puede cambiar. Les da más o menos 5, 6 por ciento, pero seguimos trabajando para que a pesar de eso podamos salir avante”, dijo Tatiana Clouthier en una entrevista con La Jornada.

Sería, para Peña, deshacerse del paracaídas. Yo que él no lo haría. Debe demasiado.

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Un bono democrático tan grande permitirá a Andrés Manuel ganar con amplio margen.. pero también lo meterá en un aprieto.

A partir del 2 de julio, los mexicanos le exigirán que cumpla con 12 años de promesas. AMLO ha ofrecido un país distinto al que recibe, pero no la tiene fácil: está la hiedra de la violencia; está la mediocridad de la economía. Y está su promesa de acabar con la corrupción y al mismo tiempo gobernar con los políticos que ha sumado, casi de manera desesperada, de todos lados. Y muchos de ellos no tienen la mejor fama.

El candidato de Morena ha dicho que si le hacían fraude se iría a su rancho pero no “detendría al tigre”, en referencia al descontento popular que se generaría.

Pero el tigre estará allí cuando se despierte Presidente. Porque, como se dice comúnmente, se ha ganado la rifa del tigre.

El tigre es la violencia, la desigualdad, la corrupción. Es la inercia de un país sometido durante muchos años a dinámicas económicas que generan pobreza y desigualdad.

Gane o pierda, el tigre estará allí. Y es un tigre que durante todos estos años ha ganado fortaleza.

Peña haría bien en jugar limpio, dejarse puesto el paracaídas y entender que su tiempo terminó. Que fueron seis años muy rudos para México y que él mismo se encargó de soltarnos a un tigre. Que es necesario que alguien se encargue de amarrarlo y que la gente, parece, ha decidido que sea López Obrador.

Que él y su partido hicieron ya demasiado daño a esta Nación, y que un manotazo, a estas alturas, le saldrá más caro de lo que podría imaginar.

Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Es autor de las novelas Corazón de Kaláshnikov (Alfaguara 2014, Planeta 2008), Música para Perros (Alfaguara 2013), El Reino de las Moscas (Alfaguara 2012) y Oriundo Laredo (Alfaguara 2017). También de los libros de relatos No Incluye Baterías (Cal y Arena 2009) y Paracaídas que no abre (2007). Escribió Presidente en Espera (Planeta 2011) y es coautor de otros libros de periodismo como La Guerra por Juárez (Planeta, 2008), Los Suspirantes 2006 (Planeta 2005) Los Suspirantes 2012 (Planeta 2011), Los Amos de México (2007), Los Intocables (2008) y Los Suspirantes 2018 (Planeta 2017). Fue subdirector editorial de El Universal, subdirector de la revista Día Siete y editor en Reforma y El Economista. Actualmente es director general de SinEmbargo.mx

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