En Juchitán, Armando Zavala y su esposa Yazmín Talavera tienen su casa destrozada y el estómago vacío. Sus hijos piden comida y la desesperación por la falta de alimentos los comienza a enfrentar. Tienen dinero para hacerse de unos cuantos panes y agua, pero en la calle las tiendas están cerradas y en las que sí abrieron, los anaqueles sólo tienen aire.
Los aviones de carga del gobierno trasladaron los suministros y los soldados comenzaron a distribuir cajas con comida, aunque muchos residentes de esta ciudad de la región de Istmo, en el estado de Oaxaca, se quejaron por la lentitud de las operaciones y por no haber recibido ayuda todavía.
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Por Ignacio Carvajal y Christopher Sherman
Juchitán de Zaragoz, Oaxaca, 10 de septiembre (BlogExpediente/AP/SinEmbargo).– Ha pasado la tercera noche después del gran temblor que mató a más de 60 personas en el Istmo. Armando Zavala y su esposa Yazmín Talavera tienen su casa destrozada y el estómago vacío.
Los hijos piden comida y la desesperación por la falta de alimentos los comienza a enfrentar. Tienen dinero para hacerse de unos cuantos panes y agua, pero en la calle las tiendas están cerradas y en las que sí abrieron, los anaqueles sólo tienen aire.
El matrimonio vive en el barrio de la iglesia de Angélica Pipi, cerca del centro de Juchitán. Su casa está de pie, pero sus bases y muros dañados la hacen ver parapléjica.
De oficio balconero y herrero, Armando Zavala hizo tan buen trabajo con las puertas de su morada, que al momento de la sacudidas, se bloquearon y él y su familia quedaron atrapados durante más de una hora.
"Unos vecinos nos querían ayudar, pero tenían miedo a acercarse. Después mi esposo encontró una varilla de metal y con eso hizo palanca para sacarnos", cuenta Yazmín Talavera.
Ella y sus hijos tienen dos noches durmiendo en la plaza pública, tapados por unas lonas, acomodados unos sobre otros, y tal parece que las demás noches por venir las pasarán igual.
El gran problema de esta mañana es que no hay de comer.
Para el primer desayuno después y del temblor, el matrimonio se armó de valor y entró a la casa a buscar algunos totopos -alimento tradicional de la región - , un poco de chile, huevo y queso viejo. La comida que había en el refrigerador está echada a perder.
Con el riesgo de contraer un malestar estomacal, la consumieron. El hambre acumulada era mucha y los hijos pedían más.
Yazmín Talavera de 50 años, pide paciencia y esfuerzo a los integrantes de su ralea, pero el saber que no hay alimento para los niños la sacude por la angustia.
De su alacena en mal estado rescató una docena de latas de atún que le han servido para paliar el apetito de los suyos. Todo lo ha tenido que racionar. El agua, más. Antes de que se azotara el suelo, Juchitán sumaba varios días sin agua potable.
En la calle abundan los centros comerciales y las tiendas de conveniencia pero desde el temblor están cerradas o destruidas. Por recomendación de Protección Civil la mayoría de las tiendas y plazas están cerradas a la espera de la valoración oficial para reabrir.
En las pequeñas abarroteras, las filas son interminable y lo básico ya se acabó. También en las casas de empeño.
Por donde se mire en Juchitán no hay tiendas de conveniencia, algunas están destrozadas y otras más saqueadas y quemadas.
Los centros de abasto como los mercados tampoco abrieron al público.
Desde la carretera los Oxxos están rodeados de barricadas, tapados por enrejados para mantener a salvo los alimentos y pertenencias. Los habitantes de Juchitán no dejan de rodearlos en busca de alimentos.
LA AYUDA LLEGA A CUENTA GOTAS
Las ayudas y los equipos de limpieza comenzaron a llegar el sábado en masa a Juchitán, en el sur de México, dos días después de un devastador sismo que se cobró 37 vidas en la ciudad, más de la mitad del total nacional.
Aviones de carga del gobierno trasladaron los suministros y los soldados comenzaron a distribuir cajas con comida, aunque muchos residentes de esta ciudad de la región de Istmo, en el estado de Oaxaca, se quejaron por la lentitud de las operaciones y por no haber recibido ayuda todavía.
Equipos de soldados y policías federales armados con palas y martillos se desplegaron por los vecindarios para ayudar en la demolición de los edificios dañados. Camiones con volquetes ocuparon algunas calles estrechas mientras comenzaban a retirar toneladas de escombros.
María de Lourdes Quintana López dijo que no podía esperar a la ayuda del gobierno mientras supervisaba la demolición del almacén de dulces propiedad de su familia.
"Tenemos que trabajar para que no nos gane la tristeza", declaró Quintana. "No vamos a esperar que el gobierno haga lo que tiene que hacer".
El trabajo de los residentes para limpiar las calles y las fincas donde estaban sus derribadas viviendas se vio ralentizado el sábado por las réplicas que remecieron el suelo a lo largo del día. El terremoto de magnitud 8.2 dejó 90 muertos en México, aunque en ningún sitio tantos como en Juchitán.
Había tantos fallecidos que los cortejos fúnebres bloquearon temporalmente algunos cruces su lento camino hacía los cementerios de la ciudad.
Las escenas de duelo se repitieron una y otra vez en Juchitán, donde un tercio de los inmuebles de la ciudad colapsaron o quedaron inhabitables, dijo el presidente del país, Enrique Peña Nieto, el viernes en la noche. Parte del ayuntamiento se vino también abajo.
En las afueras de la ciudad, el hospital general seguía reubicado en su sede temporal: el gimnasio de una escuela. El movimiento telúrico destrozó el hospital, por lo que el recinto albergaba una mezcla de pacientes que ya estaban ingresados antes del temblor y otros heridos en él.
María Teresa Sales Álvarez describió una situación de "caos" cuando el terremoto sacudió el hospital, un edificio de una sola plata, pero el personal trasladó a los pacientes al exterior y envió a la mayoría de los que requerían cuidados especiales a otros centros médicos.
Selma Santiago Jiménez espantaba con la mano las moscas que rodeaban a su marido y le limpiaba la frente mientras esperaba a ser trasladado para una operación. Sufrió heridas en un accidente de motocicleta antes del sismo. En el hospital, las ventanas se rompieron y las puertas se cayeron, pero el personal acudió pronto en ayuda de su esposo, agregó.
Además de las víctimas mortales en Juchitán, el terremoto se cobró la vida de nueve personas más en Oaxaca y de 19 en estados vecinos. Otras dos fallecieron el viernes en un deslave en el estado de Veracruz, en la costa del Golfo de México, provocado por el paso del huracán "Katia".
Peña Nieto dijo que las autoridades estaban trabajando para restablecer el suministro de agua y comida y para proporcionar asistencia médica a quienes la necesitaban. El gobierno ayudará en la reconstrucción, según prometió el dirigente.
En el recinto ferial de Juchitán, unas dos docenas de residentes de un céntrico vecindario se congregaron a las puertas de lo que el ejército está utilizando como base.
Protestaban porque los paquetes de ayuda que los soldados comenzaron a repartir el sábado no llegaron a muchas familias. Un capitán del ejército les pidió paciencia, pero finalmente acordó llevar dos camionetas llenas de suministros y agua al barrio.
No fue suficiente para satisfacer a todos los residentes, que rodearon los vehículos, pero el capitán prometió que seguirían abasteciendo la ciudad calle por calle.