¿Y si todo lo que necesitamos saber sobre las personas se pudiera encontrar en el buscador? El doctor en economía y escritor en el New York Times Seth Stephens-Davidowitz profundiza en su libro Todos Mienten, en el que desentraña que la verdad está en Google y no en los estudios y encuestas.
Por Marcus Hurst, Yorokobu
Ciudad de México,27 de agosto (SinEmbargo/ElDiario.es).– "Me he llevado una impresión bastante mala sobre las personas". Seth Stephens-Davidowitz habla con la sinceridad de alguien acostumbrado a observar cada día la verdadera cara de los seres humanos. Ha viajado a lo más profundo de nuestros anhelos, perversiones, prejuicios y sentimientos para intentar encontrar nuevas maneras de estudiar a la humanidad.
Y lo ha conseguido sin necesidad de recurrir a ningún poder divino. Hace ya más de cinco años que Stephens-Davidowitz empezó a interesarse por las búsquedas de Google como método para conocer la realidad de las personas sin filtros. No encontraba la verdad en los estudios y encuestas tradicionales, donde se ha demostrado una y otra vez que las personas mienten.
"En Estados Unidos las mujeres dicen que, de media, tienen sexo 55 veces al año y que el 16 por ciento de las veces que lo hacen usan condón, lo que equivaldría a ventas de mil 100 millones de condones al año. Los hombres heterosexuales dicen que se lo ponen mil 600 millones de veces al año. Las ventas anuales de condones está en torno a los 600 millones. Ambos sexos están mintiendo y exagerando sus conquistas", explica el científico de datos que acaba de publicar Everybody Lies, un libro que cuestiona la validez de los estudios tradicionales.
"Lo mismo ocurre con las personas cuando les preguntas si van a votar. Un porcentaje mayoritario suele decir que sí y luego, a la hora de la verdad, los datos muestran lo contrario», indica en una entrevista telefónica. "El número de búsquedas en Google sobre ‘cómo votar’ y ‘dónde votar’ suelen ser indicadores mucho más fiables para calcular cuánta gente va a salir votar en una determinada zona".
Stephens-Davidowitz tampoco se fía mucho del uso de las redes sociales para estudiar a las personas. Argumenta que la gente intenta mostrar su mejor cara en plataformas como Facebook e Instagram. "Nadie acude a estas redes para decir que está tomando antidepresivos o que odia a su marido. No nos ayuda para entender lo que las personas realmente están haciendo y pensando". Google, en cambio, actúa como una especie de suero de la verdad. "Las personas no solo hacen búsquedas prácticas, lo utilizan como confesionario", explica el doctor en economía de la universidad de Harvard.
UN EU MÁS RACISTA
En 2008 la victoria de Barack Obama parecía vaticinar el comienzo de unos Estados Unidos posraciales. La prensa empezó a vender una narrativa edulcorada de un país que poco a poco estaba decidido a dinamitar sus profundas divisiones étnicas. En una encuesta realizada por Gallup después de las elecciones, el 98 por ciento de los entrevistados dijo que la raza de los candidatos no había tenido nada que ver con su decisión de voto.
La naturaleza escéptica de Stephens-Davidowitz llevó al científico a contrastar esta información con su campo de pruebas favorito: Google. Empezó con algo tan sencillo como el número de veces que la gente busca "chistes sobre niggers". Eligió usar la palabra nigger al tratarse de la forma más despectiva y ofensiva que existe para referirse a un ciudadano afroamericano. Siguió probando con frases como "odio a los niggers" o "los niggers son tontos".
Lo que encontró le removió el estómago. El número de búsquedas relacionadas con esta palabra eran equiparables a búsquedas relacionadas con "Los Angeles Lakers", el equipo de baloncesto más popular del país. "Estamos hablando de millones de personas", explica.
Cuando empezó a dividir las búsquedas por zonas, no encontró enormes diferencias entre lugares dominados por demócratas y sitios controlados por republicanos. El legado histórico del sur de Estados Unidos, donde durante siglos patriarcas blancos esclavizaron a millones de negros en plantaciones, llevó al científico a pensar que estos serían con diferencia los lugares con mayor número de búsquedas racistas.
Pero Stephens-Davidowitz se sorprendió al constatar que en estados del norte también utilizaban muchas palabras racistas contra negros en Google. "Acabé concluyendo que la diferencia no es tanto entre norte y sur, sino entre el este y oeste del país con algunas excepciones".
La mayor constatación de que Stephens-Davidowitz había encontrado una fórmula muy efectiva para medir el racismo y su impacto llegó con la elección de Donald Trump. "El indicador más fiable para encontrar los condados donde Trump sacó más votos era el número de búsquedas racistas en Google en esa zona. La América posracial había sido una enorme farsa".
NO TE FÍES DE LO QUE DICEN, SINO DE LO QUE HACEN
Aquella noche, Matthew Cahill, Andrew Bozworth, Chris Cox y Ruchi Sanghvi se fueron a la cama eufóricos y ligeramente borrachos tras haber consumido varias botellas de champán. Era el 6 de septiembre de 2006 y estos cuatro programadores de Facebook habían conseguido un gran hito para la start-up.
Ese verano trabajaron de sol a sol para introducir una nueva funcionalidad llamada News Feed que permitía centralizar toda la información de tus amigos y contactos en una interfaz que se actualizaba constantemente. Anteriormente para poder ver información de tus amigos en Facebook tenías que visitar el perfil de la persona que te interesaba.
A la mañana siguiente la euforia se rebajó considerablemente. Los usuarios estaban furiosos. Decían que la funcionalidad les hacía sentirse como acosadores. Les incomodaba como el News Feed convertía la vida de la gente en un escaparate y se hicieron escuchar. Abrieron un grupo en Facebook llamado Estudiantes contra Facebook News Feed que sobrepasó el millón de miembros en una época en la que apenas tenían diez millones de usuarios. La prensa revoloteaba en los alrededores de la oficina deseosos de hacer sangre con lo que se consideraba una enorme metedura de pata de la joven red social.
Zuckerberg acudió a su perfil para pedir perdón e introdujo algunas funcionalidades nuevas para apaciguar a las personas preocupadas por su privacidad. Pero a puerta cerrada apenas se inmutó. Una cosa es lo que la gente dice en público y otra muy distinta, lo que hace en privado. Los días siguientes a la polémica los datos mostraban que a la mayor parte de la gente le encantaba el News Feed. "De hecho, el éxito del grupo anti-News Feed era la constatación del poder de viralidad que tenía. Sin él, News Feed jamás habría conseguido tener tantos usuarios", explica el doctor en Económicas.
TODOS QUIEREN UN TRASERO A LA KARDASHIAN
No todos los estudios de Stephens-Davidowitz muestran detalles sesudos. Otros son meros reflejos de la evolución del comportamiento humano según las tendencias de cada momento. En 2004 la frase más buscada relacionada con las nalgas en Estados Unidos era cómo conseguir que fuese más pequeño. Las preguntas que indagaban sobre la forma de agrandarlos solían estar muy concentradas en zonas con altas cuotas de población afroamericana donde el cánon estético favorecía este tipo de físico.
A partir de 2010, con la irrupción de las Kardashian y otros fenómenos similares, se empezó a invertir la tendencia hasta llegar a 2014, año en el que el número de búsquedas relacionadas con el modo de conseguir un trasero más grande se colocaron como primeras. "Actualmente por cada cinco personas que indagan sobre implantes de seno hay una informándose sobre implantes de culo. Por otro lado, las búsquedas relacionadas con pornografía de culos grandes ha experimentado un crecimiento explosivo", explica el científico neoyorquino.
En otras ocasiones estudiar los rastros digitales en Google arroja datos mucho más preocupantes. En los últimos años Stephens-Davidowitz ha encontrado que el número de búsquedas sobre cómo provocarse un aborto han aumentado a medida que cierran clínicas en estados conservadores. O cómo el número de veces que los internautas introducían la frase "mi padre me pega" aumentó considerablemente durante los años posteriores a la crisis económica de 2008, pese a que los datos oficiales mostraban un ligero descenso de este tipo de abusos.
INTERESANTE, PERO DEPRIMENTE
Una y otra vez el científico neoyorquino recibe las mismas reacciones después de sus charlas. "Me encanta lo que cuentas, pero es un poco deprimente". Stephens-Davidowitz defiende que, lejos de querer inducir una actitud cínica en las personas, está convencido de que sus estudios pueden ser parte de la solución para muchos de nuestros problemas. El suero de la verdad digital, cómo él define Google, ayuda a entender cómo somos.
Enfrentarnos a nuestros secretos permite la tranquilidad de saber que no eres el único que tiene depresión, miedo a salir del armario o tener fetichismos raros. "Muy poca gente diría en un estudio que les pone el sadomasoquismo, pero más de 120 millones de personas compraron 50 sombras de Grey. Los datos muestran que el mundo está lleno de personas con matrimonios sin sexo o que, en realidad, fornicamos menos de lo que pensamos.
O que por cada búsqueda de una mujer preocupada por el tamaño del miembro de su pareja los hombres realizan 175 búsquedas de lo mismo. Algo que confirma que muchos de nuestros miedos e inseguridades más profundas no suelen estar justificados. Estamos tan ocupados juzgándonos a nosotros mismos que nos queda poca energía para juzgar a los demás".
UNA HERRAMIENTA PODEROSA
Una vez que tenemos claro que Google nos ayuda a entender mejor a los humanos, hay aplicaciones directas de esta información que pueden ayudar a cambiar conductas.
En diciembre de 2015, Stephens-Davidowitz escribió un artículo en The New York Times analizando un discurso que había dado Obama unas semanas después del tiroteo de San Bernadino, donde una pareja de extremistas musulmanes asesinaron a 14 personas a sangre fría. El presidente habló de la importancia de ser tolerantes; del deber de evitar juzgar a millones de musulmanes por las actuaciones de una minoría radicalizada.
"En general, encontramos que las palabras de Obama, aunque llenas de buenas intenciones, no tuvieron el efecto esperado. Su discurso provocó más intolerancia. Vimos cómo se duplicaban las búsquedas tipo ‘musulmanes terroristas’, ‘matar musulmanes o ‘musulmanes malvados’ durante el discurso y en los días posteriores", explicaba Stephens-Davidowitz.
Pero hubo una parte del discurso que consiguió que este odio amainara. Concretamente, el momento en el que Obama dijo: "Los musulmanes americanos son nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, nuestros héroes deportivos y también nuestros hombres y mujeres que llevan uniforme dispuestos a morir en defensa de nuestro país".
"Por primera vez en un año la palabra más buscada relacionada con musulmanes dejó de ser ‘terroristas’ y pasó a ser ‘deportistas’ seguido de ‘soldados’", explica el neoyorquino. Mucha gente se sorprendió al descubrir que sus héroes, personas como Muhammad Ali y Shaquille O’Neal, eran devotos del islam.
Dos meses después Obama volvió a abordar el tema de la islamofobia en un discurso que dio en una mezquita en Baltimore. Esta vez dejó de pedir tolerancia y se centró en ensalzar las contribuciones de los musulmanes a la cultura estadounidense. Habló del número de esclavos musulmanes que vinieron de África. Contó cómo los padres fundadores de Estados Unidos Thomas Jefferson y John Adams eran dueños de un corán motivados por su interés por la cultura islámica.
Habló de Fazlur Rahman Khan, cuyas contribuciones en ingeniería fueron imprescindibles para construir los rascacielos que hoy dominan los cielos de Chicago y Nueva York. Volvió a mencionar a esos atletas musulmanes y soldados. Hizo un guiño a los seguidores de esa religión que trabajan como policías, bomberos, profesores y médicos. Una vez más, Stephens-Davidowitz encontró que las búsquedas negativas relacionadas con esta religión volvieron a descender. "Obama y su equipo comprendieron que entender los problemas del mundo es el primer paso para solucionarlos".