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Diego Petersen Farah

17/02/2017 - 12:00 am

El tirano y los perros medios

Decir que los medios están “fuera de control” es más que una amenaza velada; implica una idea bastante arraigada entre los autoritarios que la prensa debe ser controlada, que las libertades deben ser acotadas en función de un bien superior que, por supuesto, es el que representa el tirano.

Decir que los medios están “fuera de control” es más que una amenaza velada; implica una idea bastante arraigada entre los autoritarios que la prensa debe ser controlada, que las libertades deben ser acotadas en función de un bien superior que, por supuesto, es el que representa el tirano. Foto: EFE

Los medios son indifamables: casi todo lo que se dice sobre ellos es verdad. Resulta muy difícil inventar alguna acusación contra ellos, pues han hecho casi todas las dagas que se puedan imaginar. Sin embargo, los perros guardianes de la democracia están haciendo su trabajo en Estados Unidos y se han convertido en el principal dique contra la tiranía del Presidente. Que Donald Trump se queje de los medios un día sí y otro también habla bien de los periodistas de ese país. Que Trump coincida con el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en su censura a CNN, habla muy mal del Presidente de los Estados Unidos; se parecen mucho más de los que ellos mismos creen y quisieran.

Con todo, la apuesta de Trump no es del todo descabellada, mucho menos nueva. Para muchos ciudadanos estadunidenses, al igual que para muchos mexicanos, los medios son parte del status quo del poder corrupto que hay que derribar. No es gratuito que los nuevos populismos en todo el mundo tengan como parte de su agenda poner en el centro del debate a los medios de comunicación. Es al mismo tiempo una estrategia de acercamiento a los clichés populares y una vacuna frente a ataques futuros. No tardemos en ver al presidente vecino encabezar boicots no solo informativos incluso comerciales contra algún medio por haber revelado una noticia.

Decir que los medios están “fuera de control” es más que una amenaza velada; implica una idea bastante arraigada entre los autoritarios que la prensa debe ser controlada, que las libertades deben ser acotadas en función de un bien superior que, por supuesto, es el que representa el tirano. Sólo el tirano sabe a dónde va y sólo el tirano sabe lo que le conviene al país. Todos son iguales, no importa si están en Venezuela, Rusia, Cuba, Uganda, Estados Unidos o México (como olvidar aquel lastimosos “ya sé que no aplauden”): el tirano detesta la crítica, no soporta la divergencia y es alérgico a la duda. El tirano tiene que controlar el discurso e imponer su visión del mundo.

Una de las grandes fortalezas del sistema de equilibrios de la democracia estadunidenses son sus medios. Eso no quiere decir que no estén corrompidos al igual que otras instituciones, simplemente que siguen siendo funcionales, es decir que aún tienen claro que su rol en este juego de la democracia es el de ser un contrapoder. El reto para los medios y para los periodistas no es menor. Si los perros medios actúan en manada, no tengo duda, vencerán al presidente. Pero si, fieles a su soberbia y guiados por los celos y rencores, los medios no cierran filas unos con otros el tirano los irá cazando uno por uno.

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