Sandra Lorenzano
17/01/2016 - 12:00 am
Quiero soñar que no estamos huyendo
“Y ustedes, ¿por qué viajan montadas en una cama?”, pregunta el hombre. “Para soñar que no estamos huyendo”, contestan ellas. Soñar que no estamos huyendo, repito yo. ¿Nos es acaso lo que soñamos todos nosotros? El escenario es negro, está vacío y prácticamente a oscuras. De pronto se escuchan los gritos de la vendedora: “¡Reliquiaaaaas!¡Reliquias […]
“Y ustedes, ¿por qué viajan montadas en una cama?”, pregunta el hombre.
“Para soñar que no estamos huyendo”, contestan ellas.
Soñar que no estamos huyendo, repito yo.
¿Nos es acaso lo que soñamos todos nosotros?
El escenario es negro, está vacío y prácticamente a oscuras. De pronto se escuchan los gritos de la vendedora: “¡Reliquiaaaaas!¡Reliquias de la guerra! ¡Pásele, pásele! Se lo va a llevar barato, se lo va a llevar al costo, uniformes originales, luchas inéditas, heroísmos accidentales, sueños de naciones que pudieron ser pero que ya no lo fueron, cuentos balaceados, historias sin importancia, ¡pásele!”
¡Ay! Duele –pienso-. Duele el pregón desgarrado de la mujer que va entrando a escena. Esas reliquias son nuestra memoria –pienso-, y un hueco se me instala en el pecho durante el resto de la obra.
Vestida como una vieja campesina de cualquier lugar del mundo, arrastra una cama mientras ofrece su mercancía. Una cama alta y dorada en la que de pronto descubrimos a otra mujer, su compañera de viaje, que despierta con los gritos. Es la reina que escapa de su marido. La vieja es su criada y jalará la cuerda que lleva la cama de la señora a través del escenario durante toda la obra.
“¡Pásele! ¡Pásele!”, escucho. Siento que soy la criada que carga con la cama, y que soy al mismo tiempo la reina que va escapando. ¿De qué? Igual que ellas: de la violencia, de la oscuridad, de las amenazas. ¿No vamos de algún modo todos huyendo en este país? La alegoría es tan clara que duele.
Quienes se supone que están escapando aparecen hoy en nuestra realidad como figuras mediáticas rodeadas de glamour, y los demás nos vamos convirtiendo en seres tristes en busca de un espacio de paz. Tal como les sucede a las protagonistas de la obra.
La sombra de Ricardo III se proyecta sobre la escena: el asesino enviado por el rey; la reina que debe llegar a la frontera para salvar su vida; el relato de la muerte de los pequeños herederos al trono; la incertidumbre; el miedo…
Ana Francis Mor, dramaturga y directora de “Para soñar que no estamos huyendo”, se aleja de la conocida imagen de actriz y creadora de cabaret político, ácido y paródico, que disfrutamos enormemente con ella y con las otras Reinas Chulas, y se convierte en una escritora de una profundidad agradecible y conmovedora.
En el escenario, Marisol Gasé deja también de lado la veta cabaretera y muestra su fibra de maravillosa actriz dramática. La acompaña otra gran actriz, Amanda Schmelz, a quien yo había admirado ya en “Rose”, la obra de Martin Sherman sobre la memoria, la tolerancia y la justicia. Completa el elenco Antonio Cerezo en el papel del soldado asesino. La música compuesta e interpretada en vivo por Leika Mochán, con su propia voz y unos pocos instrumentos. Crea un ambiente que, en el desierto en el cual se da la huida, va del misterio y la magia a la soledad y el miedo, con una sutileza asombrosa.
Como le sucede al rey jorobado en la batalla de Bosworth Field, de algún modo aparecen sobre el escenario todos los muertos de este México nuestro ensangrentado y dolido para decirles a los asesinos: “Desesperen y mueran”.
¿Habrá alguien que los escuche?
Quiero soñar que no estamos huyendo.
“Para soñar que no estamos huyendo”, de Ana Francis Mor, con Marisol Gasé, Amanda Schmelz y Antonio Cerezo, música de Leika Mochan, y producción de Larissa Polaco.
El texto de la obra fue publicado por Paso de Gato, ediciones y producciones escénicas, en 2013.
http://pasodegato.com/Site/Tienda/index.php?id_product=154&controller=product&id_lang=1
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