Darío Ramírez
30/10/2014 - 12:01 am
Autonomía de papel
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) está en el nivel más bajo de credibilidad de su historia. El rechazo a la gestión del Dr. Raúl Plascencia es casi total en la comunidad defensora de los derechos humanos. La presente administración en la CNDH se ha visto inmersa en actos de corrupción, opacidad, contubernio […]
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) está en el nivel más bajo de credibilidad de su historia. El rechazo a la gestión del Dr. Raúl Plascencia es casi total en la comunidad defensora de los derechos humanos. La presente administración en la CNDH se ha visto inmersa en actos de corrupción, opacidad, contubernio con el poder político, abandono de víctimas, negligencia en su trabajo, omisiones graves respecto a su mandato constitucional. La reelección de Plascencia frente a la CNDH es insostenible.
Hoy la CNDH actúa como una secretaría más de estado que vela por los intereses del Dr. Plascencia y funciona más como una oficialía de negociaciones políticas en vez de como defensor del pueblo. Ante cada hecho de violación grave, la CNDH sale inmediatamente a cubrir el expediente mediático al advertir que ha iniciado una investigación de oficio. De ahí no trasciende.
No podríamos continuar con un presidente que obliga a las víctimas a ampararse contra él, o uno al cual se le descubre una casa de 20 millones de pesos cuya fortuna es inexplicable y en vez de rendir cuentas (porque tener esa casa no es delito) sale a afirmar que el diario que publicó la noticia lo puso en riesgo y que sostiene una campaña contra él.
La CNDH está en una grave crisis de legitimidad y credibilidad porque el Dr. Plascencia la ha puesto ahí. Él ha decidido pasar a la historia como un presidente opaco, omiso, negligente, y sobre todo, benevolente con el poder. Ningún ombudsman (me refiero a uno verdadero) puede ser complaciente con la autoridad y basar sus decisiones en el interés político, como lo hace hoy el Dr. Plascencia.
La naturaleza de la CNDH es la de defender a las víctimas de los abusos del Estado. Para ello el ombudsman siempre debe de ser incómodo, incisivo, preguntón y contestatario frente al poder. Un ombudsman, como el actual, al que el poder político de cualquier partido le pueda hablar al oído para moldear el resultado de las pesquisas para determinar si hay violaciones a derechos humanos es una figura inútil para los derechos humanos.
En los últimos ocho años especialistas de la ONU y OEA, así como organizaciones internacionales de derechos humanos, han afirmado que en México la práctica de la tortura es común, así como la desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales. El enorme acumulo de violaciones graves a derechos humanos durante los últimos años resaltaba la necesidad de tener una CNDH activa, fuerte y presente. En cambio, el Dr. Plascencia nos brindó una CNDH sumisa, corrupta, opaca y secuestrada al vaivén político del momento. El caso de Chalchihuapan, Puebla es sólo un botón de muestra. El ombudsman Bala avala la ley Bala. Hechos posteriores durante una proptesta resultan en la muerte de José Luis Tlehuatle. Bajo presión, la CNDH saca una impresentable recomendación que –convenientemente- no va dirigida al gobernador ni al procurador que mintió abiertamente, sino al jefe de la policía quien recibe una amonestación…tan tan. Nada como que la CNDH te lave la cara, diría Moreno Valle.
Sería un error continuar con un presidente de la CNDH que obliga a las víctimas a ampararse contra él, o uno al cual se le descubre una casa de 20 millones de pesos cuya fortuna es inexplicable y en vez de rendir cuentas (porque tener esa casa no es delito) sale a afirmar que el diario que publicó la noticia lo puso en riesgo y que sostiene una campaña contra él. O cómo pasar por alto que la primera reacción de la CNDH en el caso Tlatlaya fue la de tomar como verdad absoluta la versión de los militares, tuvo que venir la prensa a desenmascarar las ejecuciones extrajudiciales y obligar a la CNDH, cuatro meses después a contradecir su primera versión.
La participación de la CNDH en el caso Ayotzinapa va en el mismo tenor. Su presencia en prensa es real pero tímida y su cercanía y acompañamiento de las 43 familias que están en vilo por sus familiares es prácticamente nula. Su ausencia brilla y es evidente.
La CNDH jamás ha sido nuestra, ni de los ciudadanos ni de los que defendemos derechos humanos. El antecesor del presidente actual obraba con las mismas herramientas. La CNDH siempre ha sido parte del sistema de simulación de la defensa de los derechos humanos. La autonomía es de papel. El inmenso presupuesto insuficiente porque no existe la voluntad política y responsabilidad ética para ejercer las facultades legales a favor de las víctimas. La CNDH siempre ha sido una pieza estratégica para las autoridades en turno.
A finales de la semana pasada los Senadores lanzaron la convocatoria para renovar la presidencia de la CNDH. El puesto en la CNDH es uno codiciado entre los partidos políticos. Por lo general los partidos se dividen los puestos más importantes como son el IFAI, INE, TSJF y SCJN. Dentro de ese esquema de rebatingas y prebendas políticas está la selección del nuevo ombudsman. Lo que quiere decir que la decisión de los Senadores difícilmente responderá a la urgencia de tener a un defendor de derechos humanos en la CNDH para hacer frente a la crisis en el país. Mucho me temo, y ojalá me equivoque, que los Senadores optarán por alguien complaciente (como ha sido hasta ahora) y domable para que no haga el contrapeso democrático para el cual fue creado.
El proceso de selección estuvo alejado del escrutinio de la sociedad civil, ahí una primera mala decisión del Senado. Recargar todo el proceso en las comparecencias de 20 minutos a las que una mínima cantidad de Senadores han asistido, segunda mala decisión. Parce más un trámite que una verdadera intensión de los Senadores por cuestionar a los candidatos. Por lo anterior, me temo que el debate y la negociación entre las fuerzas políticas se están dando fuera de la esfera pública. Y no veo en el ánimo de ningún partido, nombrar al personaje incómodo que verdaderamente defienda derechos humanos.
Los Senadores decidirán si obtenemos una CNDH con autonomía de papel o un verdadero actor democrático. Veremos.
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