Alejandro Páez Varela
11/08/2014 - 12:05 am
De manifestaciones a manifestaciones
No son pocos los que pueden manifestarse en este país con todas las garantías del Estado mexicano. Están los petroleros, por ejemplo. Les cierran las calles, los acompañan las patrullas, les celebran las pancartas desde el balcón presidencial mientras su líder, Carlos Romero Deschamps, es agasajado con carnitas estilo Michoacán y con maletines cargados de […]
No son pocos los que pueden manifestarse en este país con todas las garantías del Estado mexicano. Están los petroleros, por ejemplo. Les cierran las calles, los acompañan las patrullas, les celebran las pancartas desde el balcón presidencial mientras su líder, Carlos Romero Deschamps, es agasajado con carnitas estilo Michoacán y con maletines cargados de billetes para que le compre mansiones y autos obscenos a sus hijos-parásitos, cuyo único chiste es el haber nacido del caldo de un corrupto, desvergonzado y saqueador.
También se puede ser Antorcha Campesina y ya, listo: las calles se abren como el mar a Moisés. Antes, claro, hay que llenarle un Estadio Azteca al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en este caso Enrique Peña Nieto. Y hay que garantizar que el día de la elección, cada uno de los esclavos le tome una foto con su celular al voto cruzado en la zona tricolor. Si se cumple con eso, se puede explotar durante décadas a esos esclavos y a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, y la calle es de ellos.
Para manifestarse en este país con todas las garantías del Estado mexicano, también se puede ser eso que llaman “anarquista”. Te apareces en cada manifestación, pintas paredes, le das de chingadazos a los fotógrafos y reporteros, te enfrentas a policías, lanzas bombas molotov y das de martillazos. Si es así, tienes la garantía de que el Gobierno del Distrito Federal no te detendrá ni te desenmascarará ni te hará pagar por los daños que provocas. A cambio, te haces famoso: sales en las portadas de todos los diarios, en los noticieros de televisión y en la radio, y de paso le das en la madre a cualquier causa.
Y si un día tu gobierno decide cerrarte la única oficina del Registro Civil que hay en el pueblo para obligarte a caminar kilómetros, no se te ocurra manifestarte. Mandarán, a que te rompa la jeta, a un comprobado violador de derechos humanos como Facundo Rosas, un policía especializado en montajes desde tiempos de Felipe Calderón y Genaro García Luna. Balas de goma, gas lacrimógeno, toletazos y macanazos. No importa que haya niños en Chalchihuapan porque la protesta es de las familias y a un lado de la escuela. No importa que sean muchos y que la razón les asista: Rafael Moreno Valle tiene dinero suficiente para comprar balas de goma, gas lacrimógeno y toletes. Y prensa.
No se te ocurra tampoco decir que se compraron votos con tarjetas de prepago como las Monex; no se te ocurra decir que ese que llega a la silla presidencial es producto de un sistema corrupto y frívolo, y mucho menos salgas a la calle a gritarlo, porque te rompen el hocico o, como ya vimos, el cráneo. Tampoco le levantes la voz a los policías que abusan de otro en el Metro del Distrito Federal, porque te acusarán de agarrarles una chichi; no invento, que eso ya pasó. No pretendas organizarte para reclamar tu derecho a disentir porque todo el poder del Estado vendrá por ti un primero de diciembre o un 30 de febrero... porque si el mes no tiene ese día, se lo inventan.
El gobierno prefiere que seas un acarreado de alguna organización sindical charra; el gobierno prefiere que seas corrupto y saqueador. Esa es la protesta que el gobierno privilegia y a la que le da todas las garantías: la de los corruptos organizados e institucionales, la de los violentos bajo control.
Porque si eres el padre de un niño muerto por negligencia criminal dentro de una guardería; porque si eres madre o familiar de un desaparecido; porque si eres indio yaqui que está por perder hasta el agua, estás proscrito. O se te aplica el “no existes”, o el “sí existes y porque existes, te doy de madrazos”.
El mensaje es: sé un Romero Deschamps; róbale a los mexicanos, saquea su riqueza y comparte con los otros ladrones algo de lo que te llevas. Así sí. Así, las calles son tuyas. Son tuyas si eres uno de los nuestros, es decir, de los otros: los de la cúpula corrompida que ya ni siquiera tiene las siglas de uno de los partidos, sino de todos ellos, juntos o separados.
***
En los últimos pocos años, los ciudadanos hemos sido testigos de cómo nos crecen los enanos. El Distrito Federal, Chiapas, Puebla y otras entidades han endurecido sus leyes para evitar que los ciudadanos se manifiesten. Dicen que quieren cuidar a terceros que se ven afectados por las manifestaciones de los primeros; que para que los terceros, todo; que para los primeros, nada.
A la par, hemos visto que en varios estados y a nivel federal se ha endurecido el control o el intento control de los medios. El último arrebato es el de Mario López Valdez, “Malova”, en Sinaloa, que acaba de prohibir hasta tomar fotos y videos. Tamaño de dictadorsucho.
Es decir: el avance en el control de las manifestaciones públicas ha sido directamente proporcional a los avances que tienen los gobiernos en controlar a la prensa. A la “Ley Bala” de Moreno Valle, por ejemplo, vino la compra de medios; muerto el niño en Chalchihuapan, más dinero a Televisa: ahora una telenovela presume “la obra” del Gobernador. ¿Cuánto dinero se gasta Moreno Valle en eso? ¿Cuánto? ¿No le salías más barato ser humilde y darle a los de Chalchihuapan su oficina del Registro Civil? ¿Era mucho pedir? ¿Mejor comprar a los medios?
Y mientras varios de los grandes impresos que llamamos “nacionales” callan las agresiones contra los ciudadanos de Puebla o de Monterrey o del DF, al mismo tiempo, y parece que no se dan cuenta, crecen los intentos por controlar a los medios. Eso dice la experiencia de los últimos años y meses. En Veracruz, por ejemplo, Javier Duarte manda dar de macanazos a los manifestantes y la prensa apenas lo cubre. Pero en Veracruz hay poco que los medios puedan decir libremente sin meterse en problemas con el Gobernador, mientras que los otros poderes fácticos, como los criminales, actúan con toda impunidad contra los periodistas.
Insisto: en las entidades en las que se actúa con mayor impunidad contra los ciudadanos, en esos mismos estados la prensa es casi inexistente. En Toluca, la capital del estado que fue gobernado por el hoy Presidente Peña Nieto, casi ni prensa hay. Esto nos dice que para el “Nuevo PRI” (o el viejo PAN o el viejo PRD), los mejores medios son los que no existen. Pero una partida de soldados, de acuerdo con evidencia que no ha sido desmentida, puede ejecutar a mansalva a 22 ciudadanos y la prensa local no dice ni una palabra. Fueran criminales o no, esos 22 ciudadanos tenían derecho a un juicio y merecerían la atención de la prensa. Nada. En Toluca se dijo nada. Contentos con la versión difundida por el gobierno.
Por eso la prensa en Toluca está desdibujada o no existe. La prensa misma, como vemos, contribuye a sepultarse.
Cada vez que los medios nos callamos un abuso contra ciudadanos, abrimos la puerta a que el Estado mexicano nos calle también a nosotros. Cada vez que aceptamos dinero para difundir información a modo, nos cerramos la llave del dinero legítimo. Las calles no son de los gobiernos, son de los ciudadanos. Si no defendemos el derecho que tienen esos ciudadanos, le cerramos puertas a nuestras propias libertades como periodistas. Si no denunciamos los abusos en contra de los ciudadanos, si aceptamos los premios y las compensaciones a cambio de no mostrar los excesos del poder, vamos cavando nuestra propia tumba.
Pareciera que esos que protestan están muy lejos de nosotros, los periodistas. Y no es así. Son ellos los que dan sentido a lo que hacemos. Son ellos la razón de nuestro oficio. Por eso no nos extrañe que en la medida en la que se les aplasta a ellos con toda impunidad y con la complicidad de nuestro silencio, se nos aplasta a nosotros también. Allí están los ejemplos sobrados. Un gobierno intolerante lo es con la prensa o con los manifestantes. Es lo mismo.
Los periodistas no somos ramas de otro árbol. Pertenecemos al mismo tronco y un hachazo es un hachazo, por igual: le pega a ellos, nos pega a nosotros, le pega a todos. El Estado no puede decir quién marcha y quién no, y qué se publica y qué no. O esto no es una democracia.
Como decía, en los últimos pocos años o meses hemos visto cómo se endurecen los gobiernos contra los ciudadanos, a la vez que los intentos de control crecen. La muerte de un niño en Puebla nunca llegó a la portada de muchos diarios sino semanas después.
Si nosotros no defendemos el derecho a disentir, el derecho a la protesta, preparémonos para perder nuestros propios derechos como periodistas. Y si mañana nos sacan a toletazos de sus escritorios, no nos extrañemos: un Estado intolerante y controlador no distingue entre unos y otros, entre ciudadanos o periodistas. Le hacen el mismo ruido, le causan las mismas ronchas. Un Estado intolerante y controlador sólo tiene sonrisas para los Carlos Romero Deschamps. Los demás somos pastelillos a devorar.
La defensa de las libertades de los otros es nuestra propia defensa. No se nos olvide. Este país no puede ser Toluca. Este país, si creemos en la idea del progreso, debe ser algo más. Aunque no les guste, aunque les incomode, aunque debamos ganarnos los espacios a punta de palabras.
–Texto leído por el autor en el ciclo de conferencias “Sin protesta no hay democracia”, organizado por Artículo 19 los días 7 y 8 de agosto de 2014 en la Casa del Libro de la UNAM en la Ciudad de México.
Los contenidos, expresiones u opiniones vertidos en este espacio son responsabilidad única de los autores, por lo que SinEmbargo.mx no se hace responsable de los mismos.
más leídas
más leídas
opinión
opinión
12-01-2025
12-01-2025
12-01-2025
12-01-2025
11-01-2025
11-01-2025
11-01-2025
11-01-2025
10-01-2025
destacadas
destacadas
Galileo
Galileo