Darío Ramírez
19/06/2014 - 12:00 am
Democracia sin disenso en CDMX
Un Jefe de Gobierno que llega con una escolta de seis a la Comisión de Derechos Humanos. Un Jefe de Gobierno atónito, estupefacto, iracundo y sin reacción cuando es increpado por un puñado de jóvenes que le señalan las violaciones a derechos humanos que se han cometido en la ciudad que gobierna. Un Jefe de […]
Un Jefe de Gobierno que llega con una escolta de seis a la Comisión de Derechos Humanos. Un Jefe de Gobierno atónito, estupefacto, iracundo y sin reacción cuando es increpado por un puñado de jóvenes que le señalan las violaciones a derechos humanos que se han cometido en la ciudad que gobierna. Un Jefe de Gobierno que no se le ocurrió nada más que huir de los peligrosísimos gritos juveniles arropado por sus escoltas.
No se ha escrito lo suficiente de los hechos que sucedieron durante la presentación del informe de actividades a la ciudadanía por parte de Perla Gómez, Presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), en la que estuvo Miguel Ángel Mancera, el pasado 12 de junio. Los hechos dicen mucho, las reacciones de las autoridades dicen más.
Después de la perorata –así llamada por el GDF en su comunicación oficial- de Perla Gómez, el protocolo dictaba escuchar las palabras de Mancera sobre la labor de la Comisión. Sin duda peculiar el protocolo toda vez que el informe es a la ciudadanía, ¿no debería ser la ciudadanía la que le responda a Gómez? Me temo que sí, pero esos ejercicios democráticos y de rendición de cuentas en nuestro país no existen. Entonces, acostumbrados a las caricias burocráticas, las autoridades se alaban con frases huecas pero con mucha sustancia política. Y dicho y hecho, Mancera comenzó con el acostumbrado alabo cuando el salón Digna Ochoa se cimbró por los gritos de jóvenes pertenecientes al grupo IDMX. En ese momento lo que pintaba ser como un ejercicio inútil de rendición de cuentas y alabanzas, pasó a probar el temple democrático del Gobierno del Distrito Federal.
Mientras los gritos recorrían y llenaban la sala, los flashazos de las cámaras captaban las caras incrédulas de la máxima burocracia de la Ciudad, una integrante de FEMEN, Gisela Pérez de Acha, burló la nutrida seguridad del Mancera y se apostó frente a él para decirle “Protestar no es un delito, reprimir sí”. Basta ver su cara y la de sus compinches para reconocer que ese talante democrático del que hablo está ausente. Esa foto que luego apareció en primera plana de Reforma describe fielmente el descontento contra Miguel Ángel Mancera por un grupo de jóvenes, que, sustentados en hechos, datos y evidencia empírica, afirma que la protesta en la Ciudad de México está siendo limitada, criminalizada y perseguida por las autoridades capitalinas.
Un verdadero estadista sabría que esas voces de disenso, cólera y encabronamiento, son las que se tienen que oír para enfrentar los problemas. Los amigos y compinches difícilmente te indican qué estás haciendo mal. Supongamos, por el simple hecho de soñar, que Mancera en vez de huir (porque al final huyó de una activista que lo miró a los ojos, y de una docena de jóvenes que se quejan de que hay violaciones a derechos humanos por parte de las autoridades del DF) se quita el saco, se sienta, toma la palabra, da la palabra, discute, enfrenta, escucha, responde, actúa, se compromete, señala, desmiente, todo de manera abierta y espontánea frente a la prensa y la ciudadanía presente. Al final, la pregunta es ¿por qué huyó? Escuché decir a gente del GDF que su seguridad se había vulnerado. ¿En serio ese grupo gritón vulnera su seguridad, señor Mancera?
Para escribir este texto busqué en la página de prensa del GDF el comunicado que sabía que habían emitido después de los hechos en la CDHDF. Había leído extractos en la prensa pero no la fuente original. Vaya sorpresa que me llevé cuándo me doy cuenta que han decidido bajarlo de su página. Ese comunicado nunca existió. Por suerte, un colmilludo periodista, Alejandro Páez, lo puso integro en su texto publicado el pasado lunes. Después de leer el boletín –que parece que lo redactó un ignorante funcionario de la burocracia somalí- me quedo sumamente preocupado porque algo está pasando en la Ciudad de México en relación con la protesta, el disenso y cómo estamos contando la historia.
El boletín no tiene desprecio y me permitiré señalar algunos puntos que (aunque causan risa por lo inverosímil de sus letras) develan lo que verdaderamente piensa el GDF de la protesta social. La primera reacción del GDF fue contra Perla Gómez. Por ello, intuyo, que el borrar el boletín es un gesto para la ombdusperson capitalina. Los tambores de guerra no eran para ella.
Donde verdaderamente se pone interesante es cuando afirma que un grupo de “jóvenes anarquistas” (nótese la connotación de joven, gritón, con prendas de vestir de negro es anarquista) gritaron y levantaron pancartas y… ¡agárrense!: osaron acercarse al Jefe de Gobierno (sic). El boletín afirma categóricamente que –como si fueran porros- los jóvenes tenían no la intención de ejercer su derecho a la protesta (ojo legítimo derecho a la protesta) sino la de reventar el acto protocolario. Intransigencia, faltas de respeto, groseros, irrespetuoso y hasta agresiones verbales, es como las autoridades capitalinas calificaron la espontanea protesta fuera del guión de alabanzas.
Que el GDF se refiera como “anarcos” a un grupo de jóvenes es sumamente preocupante. La complaciente prensa reprodujo el calificativo y, de esta manera, al día siguiente la distorsión de la información estaba hecha. No fueron jóvenes inconformes los valientes. No, fueron los anarquistas que solamente buscan la violencia. Gravísima distorsión de la realidad. Eso es lo que comúnmente le llamamos “criminalización de la protesta”. No hubo violencia en la protesta, no hubo delito alguno, todo lo que sucedió en el Digna Ochoa está protegido por el derecho a la libertad de expresión. Habrá personas, medios y funcionarios que consideren que ante todo el respeto y las buenas costumbres, eso solo habla de su intolerancia democrática e ignorancia. Las formas pueden o no gustar, pero esa es otra discusión. Aquí estamos hablando que esas formas –que no violan los límites del derecho- son válidas y legales. Y, por cierto, ayudaron a conocer de qué está hecho el GDF. Los jóvenes increparon y gritaron, eso fue todo. En vez de huir, el Jefe de Gobierno debería haber escuchado.
Para un futuro texto quedan algunas preguntas indispensables: ¿Por qué el GDF y los medios tildan de anarquistas a todo aquel que increpa? ¿Quiénes son esos nuevos grupos que generan violencia en las calles durante la protesta social? ¿Por qué el gobierno no puede detenerlos en flagrancia mientras le están rompiendo la cara a un fotógrafo que estaba haciendo su trabajo? ¿A quién beneficia el discurso anarquista-violento? ¿No será que la violencia anarquista es el pretexto perfecto para endurecer el marco penal contra todo aquel que protesta?
Huir de los gritos no resuelve nada. Tal vez, solamente tal vez, esas voces que gritaron estén señalando un verdadero problema que tenemos en la Ciudad de México.
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