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Darío Ramírez

29/05/2014 - 12:00 am

Prensa dócil

Es constante la queja contra la prensa. La lluvia de adjetivos por las malas y tendenciosas cobertura. Su cercanía al poder, evidente mas no probada. La queja que sale desde la misma prensa por la incapacidad de encontrar es modelo de negociosos que vuelva a llenar las arcas de dinero. La crisis de las empresas […]

Es constante la queja contra la prensa. La lluvia de adjetivos por las malas y tendenciosas cobertura. Su cercanía al poder, evidente mas no probada. La queja que sale desde la misma prensa por la incapacidad de encontrar es modelo de negociosos que vuelva a llenar las arcas de dinero. La crisis de las empresas informativas quienes por razones de “economía” ahorcan hasta la explotación a los periodistas de calle. La crisis financiera en el periodismo ha dado paso al pretexto perfecto: no hay recursos por lo tanto se hace periodismo con lo que se tiene. La calidad pasa a un segundo término. Los ahorros para asegurar ganancias de los dueños es lo primordial.

Pesa una gran sombra sobre el periodismo mexicano. Una sombra longeva que nos explica que el periodismo mexicano –con sus honrosas excepciones, porque sí las hay-  es dócil, sumiso, convenenciero y amable con el poder. En algún tiempo de nuestra historia la decisión de disentir del poder político era difícil debido a la evidente reprimenda desde Bucareli. Jacinto Rodríguez, periodista, ha descrito de manera magistral ese amargo periodo para el periodismo mexicano.

Hoy el método de coacción se basa más en un modelo de negocios dónde las monedas de cambio son el dinero público que compra espacios en las líneas editoriales. No golpear al poderoso que pondrá su dinero en el medio, y sí golpear al que estorbe a los intereses del verdadero amo de la prensa.  De ahí la docilidad con la que nuestra prensa toca la mayoría de los temas que tienen al país en vilo. De ahí la práctica común para poner como titular los dichos en vez de los hechos, so pretexto de que lo que diga cualquier autoridad se convierte en noticia. Hay que llenar espacios, sin importar si estos espacios en la prensa son llenados con contenido periodístico. El periodismo disfrazado de vocería. No hay tiempo para corroborar si lo que dicen es verdad o mentira, si se contradice con la declaración de la semana pasada, si el contexto mínimo indispensable de la nota evidencia la falta de rigor de la información que las autoridades arrojan a los insaciables medios informativos. Hacer la pausa para tratar la información periodística es prácticamente imposible porque el medio de enfrente no lo hará y ganará la nota. O bien, las entrevistas a micrófono abierto, sin la menor pregunta incómoda hacia el entrevistado. Ya es costumbre las conferencias de prensa dónde se convoca a los reporteros para que escuche a la autoridad leer el salmo del día, es decir el boletín oficial.

Hace unos días leí un artículo de Arturo Pérez Reverte, “Sobre miedo, periodismo y libertad”. Advertía muchas cosas sobre el periodismo español las cuales describen en gran parte lo que pasa en la prensa mexicana.  Me quedo con una fundamental. Reverte señala que el periodismo sumiso por definición acepta las reglas del poder, sin enfrentarse con gallardía ante el régimen que busca planear y pulir la información para su conveniencia. Sin plantearse colectivamente frente a la impune soberbia de los que ostentan el poder político, religioso y económico. La fragmentación de nuestra prensa es la plataforma perfecta para que el poder negocie con cada uno por separado. La unión provocaría nerviosismo, y eso no queremos. Lo único que podrá mantener a raya al poder es el miedo hacia ese periodismo verídico, lúcido, oportuno, veraz, pero en vez de eso, abona a la impunidad, garantías y confort.

La cercanía del poder con la prensa es un silogismo imposible de resolver. Son antagónicos, son enemigos, son rivales, son adversarios. El periodismo busca explicar y descifrar lo que los poderosos quieren esconder. Pero parecería que hoy la labor es obstaculizar la explicación para la sociedad, entorpecer para que la sociedad pueda pensar en libertad y tomar decisiones con información veraz e independiente. La consigna desde la prensa parece estar más en convencer de supuestas verdades con un ejercicio de adoctrinamiento de la sociedad, según Reverte. Entonces, de libertad mejor no hablamos.

El miedo del poder hacía con la prensa que describe Reverte - Cuando lleves un bloc y un bolígrafo en la mano, quien debe tenerte miedo es el alcalde a ti.- se refiere a la descripción de una relación adversarial entre ambos actores, no a una de negociación y contubernio. Los políticos mexicanos les noto poco miedo de la prensa, tal vez sea por el profundo bolsillo lleno de dinero público que conoce que es el antídoto eficaz para asegurar la mejor cobertura. Es verdad que en México el dinero público es ese elemento tóxico para promover el desarrollo de un periodismo independiente. No es casualidad que los mejores diarios de nuestro país no sobrevivan de dinero público sino que tienen otras vías de financiamiento. Aun así, desde mi punto de vista, sigue siendo un pretexto fácil de una relación donde no hay víctimas ni victimarios, sino más bien, una relación benéfica para el poder y la empresa dejando como gran perdedora a la sociedad en general.

Parecería que el político, financiero o notable mexicano desconoce esa raya en el agua que provocaría el miedo hacia una prensa que busca develar los cimientos de su poder, a perder la influencia y los privilegios que otorga el vasto poder. Miedo a que la impunidad de sus actos desaparezca por cualquier acto de justicia. Miedo a que la verdad sea conocida por el público y este la tome en cuenta para la próxima decisión que tome. El poder no siente miedo, y perdón la obviedad, porque de gran parte del periodismo no debe de sentir miedo. Pero para ese contrapeso, concluye Reverte, se necesita una prensa libre, lúcida, culta, eficaz e independiente.

Expertos afirman que sin prensa no hay democracia. La pregunta sería ¿y cuál democracia hay con una prensa dócil y servil?

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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