Alejandro Páez Varela
24/03/2014 - 12:05 am
Edomex y Eruviel: tierrita aplanada sobre los muertos
Es “normal” –digámoslo de alguna manera– que la información sobre la violencia en el Estado de México no fluya. Los reporteros que cubren esa entidad lo saben; también lo conocen bien los editores, sobre todo los de tiempo real. Puede haber una balacera con muertos en los municipios conurbados o en los más urbanizados del […]
Es “normal” –digámoslo de alguna manera– que la información sobre la violencia en el Estado de México no fluya. Los reporteros que cubren esa entidad lo saben; también lo conocen bien los editores, sobre todo los de tiempo real. Puede haber una balacera con muertos en los municipios conurbados o en los más urbanizados del Valle de México y si no se citan testigos (vecinos, compañeros, familiares) no hay datos. Hay reportes de asesinatos masivos y enfrentamientos en localidades inaccesibles que nunca se confirman. Los comunicados de prensa son un lujo, o no existen.
La política de difusión del gobierno de Eruviel Ávila es muy similar a la de Enrique Peña Nieto: echar tierrita a los temas complicados y luego aplanarla, para que nada salga. Hasta que un día, todos esos muertos salen (o saldrán) de sus entierros. Le pasó a Peña Nieto con el último informe de gobierno: frente a miles (los que lo escucharon en los medios y los vip que asistieron al evento) mintió, hasta que una revisión de las cifras, realizada por ¡un medio londinense!, The Economist, exhibió su mentira. Debió ofrecer disculpas.
Aún así –es decir: aunque salgan los muertos–, esta política de comunicación funciona. Lo que a estos individuos les interesa no es cumplirle a los ciudadanos, sino ganar elecciones; y la fórmula de ocultar y mentir ha funcionado una y otra vez en México. Peña mintió con las cifras y es Presidente, ¿qué mejor ejemplo quieren? Humberto Moreira casi casi presumía que Coahuila estaba por comprar Texas, y fue Gobernador y luego presidente nacional del PRI (lo paseado, lo bailado y lo ganado ya nadie se lo quita) hasta que de plano las calificadoras de riesgo le descubrieron las cifras de la deuda, las agencias de Estados Unidos detectaron los robos de sus colaboradores y el crimen alcanzó a su familia. Demasiado desaseo, el de Moreira. Si no, estaría entre nosotros, con sueldazos y empleo de lujo.
Los indicadores nacionales dicen que el Estado de México es campeón en criminalidad: Secuestro, extorsión, asalto armado, homicidios. Los publicó SinEmbargo la semana pasada con cifras oficiales. Pero si uno revisa la prensa local (empezando con los diarios de Mario Vázquez Raña, que son una vergüenza) hallará poco. Inquietud en el estado hay: el trabajo periodístico de Humberto Padgett –también de la semana pasada en SinEmbargo– sobre el crimen organizado en Cuautitlán Izcalli fue de lo más visto en todo el país y fue intensamente compartido en las redes sociales, y los comentarios denunciaban cosas peores que las que el periodista exponía. Pero en eso se queda.
Muchas personas se pusieron en contacto con SinEmbargo –perdonen que cite tanto a este medio, pero es de lo que conozco más– para pedir que se investigara más a fondo. Daban datos, pistas. Exponían situaciones de horror, que hace ver al Estado de México como el nuevo Chihuahua, Sinaloa, Tamaulipas o Guerrero… y las cifras así lo confirman. Es claro que hay una verdadera desesperación de los ciudadanos por los niveles de inseguridad en Edomex que apenas se reflejan en la prensa local. Y yo me sigo preguntando por qué, a estas alturas, no hay organizaciones civiles poderosas –ni prensa fuerte– y la gente sigue votando por el PRI, como en Coahuila. ¿Por qué, por qué? En los barrios y colonias más marginadas, la gente vive historias de pánico y siguen votando por el PRI, ¿por qué?
La respuesta es muy cruel: porque es lo que hay. Sí, son una bola de manipuladores, acarreadores, tramposos, mentirosos, ladrones, abusones e incumplidos. Pero es lo que hay. El Partido Acción Nacional (PAN) está en manos de simpatizantes neonazis y aplaudidores oficialistas cuya única virtud es que apoyan a Gustavo Madero. Y el PRD… el PRD… ustedes saben qué es el PRD. ¿Partido Verde, Panal? Prrr. Bola de vividores desvergonzados. El PRI es lo que hay, desgraciadamente. Pues allí está su Eruviel Ávila y su derramamiento de sangre; es suyo. Allí están los niveles de robos, asaltos, secuestros, asesinatos, extorsiones: esos niveles también son muy de los ciudadanos del Estado de México; es por lo que votaron. Suena terrible pero es la realidad.
La única esperanza que queda para que el Estado de México reaccione –y por lo menos reparta su voto entre cualquiera de sus verdugos– es que los niveles de criminalidad y de incumplimiento generen un malestar que supere la cantidad de publicidad que gastan los priistas mexiquenses en sus campañas y precampañas.
Así somos todos los mexicanos, no sólo los mexiquenses: debemos llegar al hartazgo para dar un paso en firme; necesitamos que de plano nos dejen en calzones para respingar. Nadie ha preguntado por qué desaparecieron los recuentos de muertos, en cuanto llegó el PRI a Los Pinos, de la prensa mexicana. Antes salían por televisión mes con mes; eran portada de distintos diarios. Ahora nada. Apenas queda el recuento que hace el heroico semanario Zeta de Tijuana. Y nada más.
El Estado de México se ahoga en estos momentos con sus propias cifras de violencia –dicen hasta los indicadores oficiales–, pero, ¿quién quiere perder conmigo una apuesta? Yo digo que el próximo Gobernador será del PRI; y el próximo Congreso local será priista.
Es siempre una pena reconocernos tan medianos. Siempre es una pena aceptarnos como lo que somos.
Que corra la sangre, pues.
***
(Estúpido y sensual Vicente Fox –diría Homero Simpson–, que tuvo todo para sacudir este país desde sus cimientos, e hizo todo para traer decepción, desencanto, desánimo y desconfianza en un cambio democrático. Estúpido Felipe Calderón –claramente no fue un seductor, como Fox en campaña–, que malgastó seis años en una campaña personal contra… la nada. Doce años a la basura. Lástima. A estas alturas, los Eruviel Ávila deberían estar desterrados; pero no: aquí nos tienen, tragándolos. Carajo).
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