Jenaro Villamil
13/09/2013 - 7:07 am
Peña Nieto y las “Guerras” de Reforma
El martes 11 de septiembre, tras observar a los contingentes más numerosos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación marchar por Reforma, rumbo a la residencia oficial de Los Pinos, pensé que esta hermosa avenida, asiento de los delirios nacionalistas futboleros en el Ángel, emblema de los panistas en el 2000, apropiada por […]
El martes 11 de septiembre, tras observar a los contingentes más numerosos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación marchar por Reforma, rumbo a la residencia oficial de Los Pinos, pensé que esta hermosa avenida, asiento de los delirios nacionalistas futboleros en el Ángel, emblema de los panistas en el 2000, apropiada por la Marcha del Orgullo Gay desde hace 30 años, sitio de encuentro de ciclistas, patinadores y oficinistas, escenario del trágico avionazo de Mouriño en noviembre de 2008 se convertirá también en el gran escenario social y en el pulso político de las disidencias contra el gobierno de Peña Nieto.
La avenida Reforma dejó su aire aristocrático y nostálgico para transformarse, desde aquel polémico plantón de López Obrador en el 2006, en el escenario central de las disidencias del país. El mismo encabezó la marcha contra el desafuero, en el 2005, quizá la más grande que se haya producido recientemente, del Auditorio Nacional hasta el Zócalo. Los jóvenes del #YoSoy132 convirtieron en 2012 el trayecto del Bosque de Chapultepec hacia Grupo Televisa en una nueva ruta del manifestódromo.
Reforma ya no es sólo la avenida de los liberales y nacionalistas de bronce, mandados a construir por Porfirio Díaz para autoelogiar su dictadura. Tampoco es únicamente la avenida de las grandes torres –que ya suman el conjunto de rascacielos más impresionantes de América Latina-, ni de las oficinas corporativas internacionales, o del único bosque que le queda al primer cuadro de la ciudad de México. Ya no es sólo la avenida de los delirios imperiales de Carlota desde el Castillo de Chapultepec, ni el ambicioso negocio inmobiliario de los Alemán y de Carlos Hank.
Es la avenida, nuevamente, de las “guerras” de Reforma. Sin pretenderlo, Peña Nieto convirtió esta arteria que conduce hacia Los Pinos en un paso obligado para todos aquellos que se sienten agraviados por sus reformas: la laboral, la educativa, la de telecomunicaciones, la financiera, la fiscal, la energética, más las que se acumulen.
El 22 de septiembre, en este mismo sitio, López Obrador convocó a una segunda movilización en contra de la reforma energética de Peña Nieto. Desde el mitin del pasado 8 de septiembre, el fundador de Morena anunció que pretende sumar a los agraviados de la reforma fiscal. Difícil que lo logre, ahora que el gabinete del doctor Videgaray decidió posponer el IVA a medicinas y alimentos por las cuentas de vidrio de seguros de desempleo.
Cuando los contingentes lopezobradoristas recorran la avenida Reforma seguramente estarán recientes las huellas de los integrantes de la CNTE que irrumpieron sobre la elegante, aspiracional, cosmopolita y burocrática avenida Reforma en estas cinco semanas que han logrado concentrar la atención y las fobias de la mayoría de los capitalinos.
Los mediáticos y escandalizados defensores de la libre vialidad en Reforma nunca pensaron que los “mugrosos”, “huevones” y “prietos” integrantes de la CNTE demostraran que eran mucho más organizados que los bailarines del Movimiento de los 400 Pueblos, convertidos ahora en una triste comparsa de cumbia, y casi tan furiosos como los extraños “anarquistas” que aparecen cada vez que se necesita una provocación. La CNTE no repartió besos como Javier Sicilia a su paso por Reforma, pero si lograron desquiciar a buena parte de la ciudadanía y demostrar que pueden convertir sus demandas en un movimiento nacional.
La avenida Reforma es también un cruce de varias vialidades, todas arterias principales de esta ciudad que fácilmente se puede “estrangulada”: Periférico, Constituyentes, Circuito Interior, hacia los rumbos de las Lomas y Santa Fé, pero también el Eje 1 y la calzada que llega hasta la Basílica de Guadalupe.
Estos mismos cruces de vialidades pueden convertirse también, tarde o temprano, en la intersección de muchos colectivos que tendrán algo qué decir sobre las reformas estructurales que a todo vapor, sin deliberación suficiente y en método fast track legislativo, se están procesando y decretando en el primer año de Peña Nieto.
Serán las “guerras” cívicas de Reforma. Pero también pueden ser las batallas perdidas de una nueva arteria en construcción: la avenida Pacto por México. Intransitable para muchos.
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