Las cartas por fin están sobre la mesa. Ahora sí, los principales actores políticos presentaron sus propuestas para reformar el sector energético de este país.
El primero en enseñar su juego fue el PAN. Desde hace algunas semanas presentó su iniciativa, con el objetivo de abrir el sector, para que prácticamente cualquier empresa –nacional o extranjera— pueda participar en él.
De igual forma, la semana pasada se dio a conocer la propuesta del Presidente Peña Nieto. En un principio el recibimiento fue bastante tibio. El diario The Wall Street Journal, por ejemplo, publicó un primer editorial en donde afirmaba que “la propuesta de Reforma Energética se queda muy corta para las expectativas de las corporaciones petroleras más importantes del mundo”. Al paso de las horas, los medios extranjeros cambiaron de opinión, hasta afirmar que representaba un paso histórico para México; y no dejaron de recordar que el país “tiene las leyes de energía más restrictivas del mundo después de Corea del Norte y Kuwait”.
Por su parte, y si no hay ningún cambio de planes, hoy mismo se presentará la propuesta perredista. Como ya lo ha anunciado –y en la línea establecida por Cuauhtémoc Cárdenas—, no va a tocar la Constitución y se va a limitar a reformar las leyes secundarias, con la finalidad de modernizar a Pemex.
Lo que en verdad resulta sorprendente de todo esto es la justificación presidencial y los términos en los que se está presentando el debate energético. Tal y como se afirma en la iniciativa peñista, “la propuesta que aquí se presenta es congruente y consistente con las ideas fundamentales del Presidente Lázaro Cárdenas. Lo es en sustancia, al compartir los principios nacionalistas y modernizadores, y también lo es por la utilización de los instrumentos legales que la reforma cardenista concibió para la industria, al preverse la colaboración de la iniciativa privada mediante formas distintas a la concesión”.
Por supuesto la izquierda se sintió profundamente ofendida y la respuesta no tardó en llegar. Desde Martí Batres –quien dijo que “nada tiene que ver el General Lázaro Cárdenas con el anuncio que ha hecho hoy Enrique Peña Nieto. Al contrario, el mensaje de Peña es una traición al General y a su legado histórico para el país”— hasta los perredistas más moderados, como su líder Jesús Zambrano o el propio Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del general.
Así pues –y según lo planteado por los propios actores políticos, López Obrador incluido—, en pleno siglo XXI el futuro energético de este país se va a debatir –y a decidir— con los parámetros y los esquemas de 1938.
El destino energético, y por tanto buena parte del potencial de desarrollo, se está discutiendo con la vista puesta en el pasado. En un pasado lejano, de hace más de setenta y cinco años. Como si el mundo, y México, no hubieran cambiado durante todo este tiempo.
¿De verdad nos sirven las decisiones de hace setenta y cinco años en la actualidad? La respuesta creo que debería ser obvia: no, no y no.
El sector energético ha sufrido, y está sufriendo, una reconfiguración radical. Por lo tanto no se trata de quién tiene razón y de quién no. Si no de la estrechez de miras de nuestra clase política, que pelea por ver quien se apega más a la decisión cardenista.
¿Acaso alguien verdaderamente piensa que seguimos viviendo en el México de 1938?
Twitter: @jose_carbonell
http://josecarbonell.wordpress.com