Jenaro Villamil
28/02/2012 - 5:03 pm
El Artista, de la Nostalgia a la Metáfora Cinematográfica
Desde la primera escena sabemos que nuestro protagonista no pronunciará una sola palabra en la cinta. George Valentin (interpretado por el francés Jean Dujardin, ganador del Óscar al mejor actor) es torturado con electroshocks para que confiese. “¡Habla, habla!”, le indican sus torturadores. Él se mantiene en silencio. Y sale airoso de ese episodio con […]
Desde la primera escena sabemos que nuestro protagonista no pronunciará una sola palabra en la cinta. George Valentin (interpretado por el francés Jean Dujardin, ganador del Óscar al mejor actor) es torturado con electroshocks para que confiese. “¡Habla, habla!”, le indican sus torturadores. Él se mantiene en silencio. Y sale airoso de ese episodio con la ayuda de su coprotagonista, el perro Uggy. Se levanta el telón. El público de la sala se siente transportado y aplaude cuando aparece el actor-personaje real.
Vemos así una escena de las últimas películas del consagrado Valentin, una celebridad del cine mudo de Hollywood, con guiños inevitables a la sonrisa, el bigote y el carisma de Douglas Fairbanks, legendario personaje de las películas silentes que quedó en el olvido de las nuevas generaciones.
Con esta metáfora, el director Michel Hazanavicius nos introduce a la historia de The Artist. A partir de la tragedia personal de George Valentin, recrea con nostalgia el tránsito del cine silente al cine sonoro. Ilustra la decadencia del viejo artista con la crisis económica provocada por el crack bursátil de 1929 que coincide con el ascenso de las historias rosas, aspiracionales y fantásticas en el cine de los años treinta. En perfecto contrapunto, el galán más afamado de los estudios Kinegraph va descendiendo en los escalones de la depresión y el orgullo herido, al tiempo que su fan, perseguidora enamorada, la actriz extra Peppy Miller (interpretada por Berenice Bejo), se convierte en una nueva luminaria, gracias a la apuesta del productor ambicioso (un extraordinario John Goodman) para triunfar en el cine hablado.
Lo obvio en The Artist resulta lo mágico de esta cinta que fue la gran ganadora en una desangelada ceremonia de entrega de los Óscar, el envento más mediático de la industria cinematográfica norteamericana. Es una película muda, en blanco y negro, que desafía a los espectadores de las audiencias del cine digital, acostumbrados a grandes efectos especiales, a un ritmo vertiginoso y a imágenes tridimensionales para decirles: éste es el cine de siempre, el que sabe contar una historia, simple, trágica, cómica o melodramática, pero que no renuncia a ese secreto. En este caso, es la historia del cine dentro del cine.
Por este desafío del director Hazanavicius y de sus guionistas, la película fue un éxito en todos los festivales donde se ha presentado. Ganó 7 de las 12 nominaciones de los BAFTA. En el festival de cine en Cannes, Jean Dujardin fue reconocido como mejor actor y el presidente del jurado, Robert de Niro, afirmó que él le hubiera concedido la Palma de Oro. También fue la favorita en los Satellite Awards y en los Independents Spirit Awards, una rareza frente a los productos hollywoodenses.
Sin embargo, The Artist es un ave extraña frente a las audiencias de cine de palomitas y de acción, condicionadas a las modas de la cartelera, y que se enfrentan a un producto que huele a viejo, pero que resulta sumamente contemporáneo: las dificultades frente a las nuevas expresiones del arte, las resistencias al cambio que, en esencia, sigue siendo lo mismo.
“Si eso es el futuro, quédate con él”, le dice con soberbia George Valentin a su jefe de Kinegraph cuando le muestra el experimento del cine sonoro. Era 1927. Dos años después fue el crack. La civilización norteamericana se reinventó. El cine incluido. Y el futuro ya era el presente. No había de otra. La resistencia del viejo artista se transformó en una cacería amorosa de la joven y carismática Peppy Miller que busca rejuvenecer y homenajear a su estrella de siempre.
Hay escenas extraordinarias en The Artist. Por ejemplo, cuando George Valentin, a punto de la muerte, es rescatado por Peppy Miller y descubre en la mansión de la actriz que ella ha sido su mecenas indirecta. Valentin abre un salón donde ella tiene guardados, como fetiches vitales, todas las pertenecías que ha subastado la vieja luminaria de Hollywood, incluyendo su retrato de cuerpo entero que recuerda a un Dorian Grey de glorias pasadas.
Peter Bradshaw, crítico de cine en The Guardian, afirmó que “aunque pueda decirse que es un poco amanerada, The Artist tiene algo que el público anhela tanto en los festivales como en los multicines: una historia realmente buena”.
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