Puntos y Comas

Las ferias del libro, esas citas con las palabras que viajan por todo México en busca de lectores

14/05/2016 - 12:05 am

Son encuentros alrededor de las palabras. Son escenarios ideales para los escritores que quieren comunicarse en forma directa con su público. Son ámbitos inevitables para las casas editoriales que quieren divulgar sus libros.

Juan Villoro en la FILEY. Foto: Secretaría de Cultura
El escritor Juan Villoro en la FILEY. Foto: Secretaría de Cultura

Ciudad de México, 14 de mayo (SinEmbargo).- Paseaba por los pasillos de la FIL con vocación de pájaro y no siempre era simpático. Su inteligencia proverbial lo acompañó hasta último momento y él siempre contaba a los periodistas que jugaba al solitario en la computadora, para no contraer Alzheimer.

José Saramago (1922-2010) amaba la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, ese lugar donde una vez un Presidente se dio el lujo de demostrar qué poco amaba todos esos libros que nunca leyó ni leerá.

¿Recuerdas hace poco que el Vicepresidente de Bolivia, el inteligentísimo y guapo Álvaro García Linera, anticipó lo que sucedería con las democracias populares en Latinoamérica?

Fue en una Feria del Libro, la del Zócalo, ese territorio ancho y tan nuestro donde la Brigada para Leer en Libertad, con Paco y Paloma Taibo como principales líderes, hace lo que más le gusta: ignorar esas dudosas estadísticas que quieren hacernos creer que a los mexicanos no nos gusta leer.

Un domingo nublado en Azcapotzalco: los libros, en colecciones casi como un tesoro, rematados por centavos para hacer de su feria una verdadera fiesta lectora.

Las salas hermosas del CECUT, a disposición de la Feria Internacional del Libro en Tijuana, cuya edición inició ayer.

O ese Festival de las Letras en Tepic, que prepara su segunda vuelta y anuncia la presencia estelar del colombiano Evelio Rosero.

La vez que el entrañable y denso Pedro Lemebel (1952-2015) pidió que se fueran todos de la sala donde lo esperaban. Y luego pidió que todos regresaran. Y luego pidió que nadie se fuera.

Las Abuelas de Plaza de Mayo en la FIL Guadalajara. Foto: FIL Guadalajara
Las Abuelas de Plaza de Mayo en la FIL Guadalajara. Foto: FIL Guadalajara

Hace unos días vimos unos escritores convocados en Iguala, ese pueblo del terror que muchos mexicanos conocen sólo porque en camino hacia algún lado, paran a llenar tanques en la gasolinera o a tomar agua y estirar las piernas.

Las ferias. Las fiestas de los libros. Son un clásico en el paisaje cultural de nuestro país y se multiplican con una fe entrañable en el poder de la lectura. La primera se llevó a cabo en 1924. Ahora hay más de 100 por todo el territorio mexicano.

Los libros cambian la vida de las personas para bien y las ferias garantizan ese influjo con reuniones donde la palabra escrita cobra fuerza y magia inusitadas. Suelen ser inversiones del estado y no dan ganancias, pero generan interés por los libros y aun sus más férreos detractores tendrán que admitir que a alguien alguna vez una feria cambió para bien el rumbo de su vida.

Desde las pequeñas, de barrio, como la de Benito Juárez en la Ciudad de México o la mencionada de Iguala en Guerrero, que fue inaugurada el pasado 4 de mayo con una voluntad admirable, contra la violencia, contra el horror, ofreciendo más de 65 actividades, en honor a la escritora mexicana Elena Garro.

La Feria del Libro de Guadalajara es la tradicional, la gigante, una de las más importantes del mundo, le siguen la del Palacio de Minería, la de Monterrey, la de Oaxaca, del Zócalo de la Ciudad de México o la de León, cuya edición 27 ha concluido el 8 de mayo pasado.

El Festival de la Lectura del Paseo de la Reforma, la Feria de Chapingo, la del Libro Antiguo y Educación, la Feria Internacional del Libro Universitario en Xalapa, con la dirección de la joven académica y escritora Magali Velasco; la FILEY, en Mérida, que entrega todos los años la Medalla a la Excelencia José Emilio Pacheco, otorgada en 2016 al enorme Juan Villoro.

En la Feria Internacional del Libro en Yucatán (FILEY), el autor de El testigo ofreció en marzo pasado la conferencia “Crítica del apocalipsis: El testimonio en los tiempos violentos” y hacer al mismo tiempo una encendida defensa del periodismo.

Elena Poniatowska y Fernando del Paso en la FIL Guadalajara. Foto: FIL Guadalajara
Elena Poniatowska y Fernando del Paso en la FIL Guadalajara. Foto: FIL Guadalajara

“Recuperar el sentido de la realidad a través de crónicas en sus propios medios y en caso que no se pueda, buscar medios alternativos, como un libro, blogs o revistas para llevar a cabo un buen trabajo de investigación que desenmascare a la sociedad de espectáculo, que se concibe así misma como una sociedad de representación”, son los desafíos de los profesionales de los medios.

Las ferias del libro se han constituido así en espacios ideales para el debate, el intercambio de opiniones y dar a conocer las obras de nuevos autores. Se construyen en ellas territorios amigos del libro, a veces únicos y extraordinarios para recibir esas obras que suelen estar disponibles en las grandes ciudades.

Hay ferias como las del Auditorio Nacional, donde en lugar de quemar los libros que no se venden, las editoriales ponen a precios realmente convenientes su material sobrante y hay ferias como la de Mazatlán, hecha contracorriente y amor por los libros por un quijote llamado Luis Alonso Enamorado.

Son las ferias del libro una verdadera fiesta de la lectura, que convocan a cada vez más personas año tras año. Larga vida a esos encuentros literarios donde a menudo hemos sido muy felices.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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