ENTREVISTA | Toda novela debe ser un thriller: Rodrigo Rey Rosa

05/03/2016 - 12:05 am
El escritor guatemalteco presenta en México "Tres novelas exóticas". Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
El escritor guatemalteco presenta en México "Tres novelas exóticas". Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Dice que tiene los lectores contados, niega su condición de figura pública y afirma que en Guatemala, su país natal, los escritores son considerados traidores y vistos con desconfianza. El autor de Severina, modesto, tímido y genial, habla de algunas de sus estrategias narrativas, en un diálogo donde la risa fue el factor predominante

Ciudad de México, 5 de marzo (SinEmbargo).-“ Leerlo es aprender a escribir y también es una invitación al puro placer de dejarse arrastrar por historias siniestras o fantásticas”, ha dicho el escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003).

Ahora que el autor de Los detectives salvajes descansa bajo tierra no falta gente que dice que él, Rodrigo Rey Rosa, es “el nuevo Bolaño”.

A la hora de elogiarlo, el crítico de El País Miguel Mora lo ha comparado con el mismísimo Jorge Luis Borges (1899-1986), un hecho que al ganador del Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso y el Premio siglo XXI, parece tenerlo sin cuidado.

Porque a la hora de cultivar algo, sin duda el escritor nacido en Guatemala en 1958, cultiva la modestia sincera y cierto desprendimiento hacia un oficio donde sólo “tres me leen por ahí”, como dice levantando los hombros y sonriendo con cierto escepticismo y mucho encanto.

Quiso ser médico, vivió en Nueva York, donde estudió cine, fue amigo de Paul Bowles (1910-1999), el famoso viajero y escritor estadounidense. En su obra, traducida a varios idiomas, destacan los libros de relatos El cuchillo del mendigo (1985), El agua quieta (1989), Cárcel de árboles (1991), Lo que soñó Sebastián, Ningún lugar sagrado (1998) y Otro zoo (2005), reunidos, junto a algunos relatos inéditos, en el volumen Cuentos completos.

Rodrigo Rey Rosa escribió también las novelas El cojo bueno (Alfaguara, 1995), Que me maten si (1996), Piedras encantadas (2001) y Caballeriza (2006), reunidas en Imitación de Guatemala. Cuatro novelas breves (Alfaguara, 2013), El material humano (2009), Severina (Alfaguara, 2011) y Los sordos (Alfaguara, 2012), además de La orilla africana (1999) y El tren a Travancore (2002), que, junto a Lo que soñó Sebastián, se recopilan en Tres novelas exóticas, el libro que ha venido a presentar a México.

La circunstancia ha servido para propiciar un encuentro en una tarde cálida en el exDistrito Federal, tomar contacto con un hombre simpatiquísimo, de sonrisa amplia y tal vez un tanto tímido, pero que se prestó con mucha generosidad para una entrevista que transcribimos con el placer de haber intercambiado algunas ideas sobre la literatura con un hombre que no es ni el nuevo Bolaño ni el nuevo Borges, sino el rotundo Rodrigo Rey Rosa, narrador de raza, un grande escritor.

–Las estrategias de tu exotismo no son las mismas que usó el realismo mágico, ¿verdad?

–Leí poco a los autores del realismo mágico, la verdad. Es un estilo con el que no tengo relación. Ahora bien, el exotismo es una etiqueta que estamos condenados a llevar sólo por el hecho de ser de Guatemala. Estas tres novelas exóticas se merecen ese título por lo mismo, porque se refieren a los lugares que narran. (Las novelas guatemaltecas ambientadas en la selva del Petén, en África del Norte o en el sur la India pueden no tener el encanto de lo extraño, pero deben llamarse, en rigor, exóticas, ha dicho Rey Rosa en su introducción a Tres novelas exóticas)

–¿Cómo juntaste estos tres libros en uno?

–Fue un poco por default, porque había hecho ya un conjunto de novelas guatemaltecas, la temática era muy urbana y estas tres novelas se salían de esa línea, podría decir que incluso en el contexto de mi trabajo estas eran excéntricas más que exóticas.

–Esa excentricidad está marcada por un lado por el viaje y el paisaje y por el otro por las relaciones humanas perturbadoras que se dan en el contexto de esos viajes, de esos paisajes…

–Las relaciones perturbadoras se dan en cualquier sitio, pero para mí estas tres novelistas son una especie de vocación de los temas que como lo urbano y la violencia política han sido siempre los míos. Son las novelitas que más gozo me han dado. Recordar su escritura es menos problemática que las demás. Les tengo una especie de cariño que no tengo por las otras.

–¿Qué es viajar para ti?

–No sé bien, pero diría que el hecho físico de moverme de un lugar que podría ser un centro constituye un placer en sí. Creo que está relacionado pavlovianamente con escribir. Confundo las dos cosas: escribir y viajar. Hasta hace muy poco, cuando sentía un impulso de escribir, tomaba un tren o un autobús.

–¿Eres consumidor de literatura de viajes?

–Sí, me gusta sobre todo los autores ingleses como Graham Green, Norman Lewis, Bruce Chatwin…Paul Bowles escribió varios ensayos de viajes que son una especie de paisajismo literario, que es lo que pide la literatura de viajes si no quieres hacer guías. Para transportarte a un lugar necesitas una composición del sitio que a los escritores angloparlantes se les da en forma más natural; no la descripción detallada de un paisaje, sino la impresión de ese paisaje. Octavio Paz dice que el único autor mexicano que nos da un paisaje es Juan Rulfo. En la tradición argentina, por ejemplo, hay más ejemplo de literatura paisajística por parte de los extranjeros como Guillermo Hudson que de los propios.

Considerado uno de los narradores más importantes de la literatura latinoamericana contemporánea. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo
Considerado uno de los narradores más importantes de la literatura latinoamericana contemporánea. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–¿Quiere decir entonces que estas tres novelitas que son una especie de vacación para ti, no implican ese esfuerzo que te ha llevado a ocupar un lugar central en la literatura de tu país?

–No. Tampoco creo que yo ocupe un lugar central en la literatura de mi país.

–Yo creo que sí

–(risas) Bueno, pero precisamente son vacación porque han sido más espontáneas que las otras, dictadas por el deseo; aunque tengo que decir que casi todo lo que escribo o es la obsesión o el deseo, nunca me he visto afrontando un tema por el deber. En este caso es que ha sido más liviano, las veo como una especie de elegía, esos lugares que probablemente ya no visitaré, menos pesados de donde me ha tocado vivir.

–Ese lugar donde te ha tocado vivir ha tenido que sacar a un Presidente en pleno ejercicio, acusado de corrupción…

–Guatemala es un país que corre en dos direcciones distintas a la vez y por eso se está desgarrando. Creo que por otro lado se está dando una especie de separación de poderes muy sana, aunque también muy precaria, no podemos cantar victoria. Tiene fecha de caducidad, porque el acuerdo con las Naciones Unidas que creó la CICIG (Comisión Internacional contra la impunidad en Guatemala) concluye en septiembre de 2017.

–¿Cómo es vivir hoy en Guatemala?

–Se vive con mucha incertidumbre. Con el nuevo régimen se ven volver muchas sombras del pasado. Hay una Comisión Investigadora que está desenterrando crímenes viejos y hay muchos columnistas de la derecha dicen que se está polarizando el país y que habrá otra guerra. Eso es lo que te están cantando. Lo que se ha avanzado no es territorio firme todavía, así que es un momento peligroso.

–¿Sigues eligiendo todos los días vivir ahí?

–Yo ya me podría ir de nuevo, no sé adónde…

–Ven a México

–Bueno, México no está mal, sobre todo si uno no es mexicano.

–De la literatura guatemalteca contemporánea conocemos poco, te conocemos a ti, a Frank Goldman, a David Unger…

–Está también Eduardo Halfon, que aunque vive afuera es guatemalteco. La literatura guatemalteca actual es muy variada. Es un país fértil para la literatura, ahora es más un momento de poetas. Los narradores son más grandes y como Halfon, Liano, Unger, viven afuera del país. El único que queda soy yo, pero también tengo ganas de irme (risas)

–Por alguna razón la literatura es importante en Guatemala…tienen hasta un Premio Nobel

–Sí, curioso fue que cuando se debatió el Premio Nobel para Miguel Ángel Asturias uno de los candidatos era Jorge Luis Borges, que se lo merecía más…

–¿Qué piensas de los premios?

–Que son una lotería. Que no suelen ser fruto del mérito, sino del azar y por eso a veces son un poco injustos

–¿Cuándo te pareció injusto?

–¡El que te dije! (risas) Es injusto que no le hayan dado el Nobel a Borges, a Bioy Casares, a Graham Greene…se podría hacer una lista tan pesada con los que no ganaron que con las que ganaron. Y es una injusticia cuando se trata de gente que vivió toda su vida, que no murió joven. Por eso a los premios no hay que creérselos mucho.

–¿Tres novelas exóticas te abre a un nuevo panorama de lectores?

–La verdad es que no sé quiénes son mis lectores y como son tan contados la idea de que este libro me abre un panorama me gusta, pero no sé…

–¿Cómo sabes que son tan contados?

–Por las regalías (risas)

–A lo mejor te están estafando

–(risas) A lo mejor, no sé. Yo confío.

–¿Cómo es ser escritor en la Latinoamérica de hoy? Por lo pronto, Guatemala siempre ha sido una especie de hija torturada del continente, a la que no se le ha reconocido su sufrimiento…

–Creo que en mi país los escritores somos vistos con desconfianza, somos una especie de traidores porque sacamos la ropa sucia para la que la vean los vecinos. No es una profesión con la que te sientas bienvenido.

–¿Por qué te hiciste escritor?

–Porque no quería hacer nada, pero era muy difícil. Mi niñez fue maravillosa, de gran libertad, la recuerdo con gran felicidad, vivíamos cerca del campo. Ahora es muy difícil eso. No puedes dejar un niño suelto en Guatemala. Tengo una hija de 13 años que siente la claustrofobia, en otro país los chicos pueden salir más. Hay en mi país una especie de paranoia, de demencia colectiva, por la violencia, por la desigualdad, sí es un país muy criminal.

–Este país desgarrado que es Guatemala, ¿cómo lo ves en el contexto de sus vecinos?

–Bueno, en forma relativa, porque Honduras está peor, El Salvador tal vez esté ahora un poco más organizado y Belice es una cosa muy rara, un país funcional y México para qué te voy a decir, somos muy distintos. Guatemala quizás por el componente maya tan predominante marca una diferencia inmediata con los demás.

Me gustaría pensar que he escrito unos cuantos thrillers, dice. Foto: Especial
Me gustaría pensar que he escrito unos cuantos thrillers, dice. Foto: Especial

–¿Qué reflexión harías acerca del viajar y del emigrar?

–Que no es lo mismo el turismo que la migración. Que me siento a veces un poco culpable de haber podido viajar tanto, de haber salido de ese lugar tan torturado y de haber tenido tanta suerte.

–¿No han cambiado las condiciones en Guatemala como para que la gente deje de salir rumbo a los Estados Unidos?

–No, incluso han empeorado. La brecha de desigualdad se siguen abriendo. El 80 % de la riqueza está concentrada en el 3 % de la población. Creo que una salida sería que esa gran población indígena ingrese de algún modo a la política guatemalteca, eso resultaría en un gran cambio para el país.

–Así y todo cuando Rigoberta Menchú fue candidata no le fue bien

–Creo que sacó el 1 % de los votos. Yo voté por ella, creo que fui el único. No tenía astucia política, aunque no doy por descontado que se cambie esa situación. La gente en el campo, toda de origen maya, ha empezado a votar. Se equivocan a votar, es gente muy ignorante a la hora de votar, pero cada vez votan más y cada vez son más conscientes de su poder real. Es ejemplar la lucha que han hecho por ejemplo contra la minería a cielo abierto. Todas las comunidades que tienen diferencias entre ellas han hecho un frente común para luchar contra eso y puede ser un factor de unificación y de conciencia política que abra un nuevo panorama.

–¿Eres una figura pública en Guatemala?

–No, no lo soy en ningún lado.

–¿Se acercan los jóvenes escritores?

–Sobre todos los poetas, los narradores no, bueno, es que como te dije, no hay tantos narradores…

–Estabas leyendo a Le Carré cuando llegamos, ¿estás queriendo escribir un thriller?

–Yo siempre he escrito un thriller. A cierto nivel, toda novela tiene la obligación de ser un thriller, para que no se duerma el lector. Crimen y castigo es un thriller, al igual que La Cartuja de Parma. Las novelas tienen que tener un gran elemento de suspenso. Incluso el Martín Fierro es un thriller.

–(risas)

–(risas) Carol, de Patricia Hisghmith, es un thriller emocional. Me gustaría pensar que he escrito thriller, no best Sellers, pero sí thrillers.

–Entonces estás escribiendo un thriller

–No. Acabo de terminar una novelita que se llama Fábula Asiática y que ya mandé a la editorial…

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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