Ciudad de México, 14 de abril (SinEmbargo).- “Lunes todo el año”, se llama el poemario del mexicano Fabio Morábito. "Porque los viejos inquilinos / nunca mueren. / Cuando nos vamos, / cuando dejamos otra vez / los muros como los tuvimos, / siempre queda algún clavo de ellos / en un rincón / o un estropicio / que no supimos resolver”, dice en uno de sus poemas.
“No me gustan los lunes”, contestó a los periodistas la adolescente estadounidense Brenda Spencer, quien para animarse el día que menos le gustaba no tuvo mejor idea que entrar con el rifle semiautomático que su padre le había regalado en Navidad para tirotear una escuela de primaria el lunes 29 de enero de 1979.
La joven de 16 años fue detenida por la policía tras seis horas de tiroteo, dos muertos y nueve heridos, en un hecho estremecedor que motivó a Bob Geldof a escribir la hoy canción clásica de rock “I Don’t Like Mondays”, junto a su grupo The Boomtown Rats.
Desde este 13 de abril, la literatura del mundo recordará lo que sin exageración puede ser calificado como un lunes negro para el universo de las letras: la pérdida del escritor alemán Günter Grass, premio Nobel de Literatura y premio Príncipe de Asturias de las Letras, fallecido en Lübeck, al norte de Alemania, a los 87 años, por un lado.
La muerte por el otro del uruguayo Eduardo Galeano, a los 74 años, una de las plumas más destacadas de la literatura latinoamericana, acontecida en Montevideo, víctima de cáncer de pulmón, según confirmaron a primera hora los voceros de la clínica donde estaba internado.
Si la muerte del autor de Las venas de América Latina causó perplejidad y dolor en el continente latinoamericano, para el que se había convertido en un símbolo insustituible de libertad y justicia, la partida del creador de El tambor de hojalata movió a la reflexión en torno a la figura que el intelectual tiene en la sociedad contemporánea.
Que conste que ha sido la muerte la que los ha unido, siendo como fueron figuras tan distintas para sus diferentes áreas de influencia, aunque vaya si el azar hace sus trucos para que hoy hablemos de los dos como si fueran uno, tan relevantes que se hicieron desde sus trincheras literarias y políticas.
EL TAMBOR DE GÜNTER GRASS
Fue en los ‘70 cuando Günter Grass, nacido el 16 de octubre de 1927 en la ciudad polaca de Gdansk, dio a conocer la que es considerada su obra cumbre: El tambor de hojalata, la historia de Oskar, el niño que no quería crecer y que neutralizaba el impacto de las decepciones de una vida dura y sin amor, blandiendo su instrumento y gritando hasta romper los vidrios a quien quisiera quitárselo.
La historia se convirtió en un filme inolvidable, acaso el más exitoso de la historia del cine alemán, bajo la dirección de Volker Schlöndorff, quien visiblemente conmovido por el fallecimiento de Grass dijo en la víspera que “la máquina de escribir era su tambor de hojalata. Sabía cómo usarla. Fue la voz de Alemania que llamó la atención del mundo poco después de la guerra".
David Bennent, el increíble actor suizo que tuvo a su cargo el protagónico de El Tambor, publicó en su cuenta de Twitter fotos del rodaje, junto a Grass, por entonces el hombre fornido y con ese bigote enorme que fue en la juventud, al tiempo de dar a conocer una entrevista donde con orgullo se describe como quien “encarnó a Oskar en la versión cinematográfica del libro de Günter Grass”.
También la canciller de Alemania Angela Merkel se lamentó oficialmente por el fallecimiento del escritor, aun cuando en varias oportunidades las críticas hacia ella por el también autor de Pelando la cebolla, La caja de los deseos y De Alemania a Alemania. Diario, 1990, entre otros, fueron feroces y directas.
Porque hay que decir que hasta último momento, este amante del buen vino, las comidas copiosas y la filosofía, peleó por sus ideas y se defendió de ataques letales hacia su figura por aquellos que lo consideraban un filonazi y que quisieron incluso que se le retirara el Premio Nobel, obtenido en 1999.
“Con la muerte de Günter Grass, Alemania pierde a un artista del que me despido con profundo respeto. Él acompañó y marcó como pocos la historia de la posguerra en Alemania con su compromiso tanto artístico como político y social, dijo la líder cristianodemócrata (CDU), cuyo papel central en la Europa del siglo XXI estuvo siempre cuestionado y condenado por el escritor.
Así como fue crítico de Israel (país que le negó la entrada y prohibió la difusión de sus obras), también fustigó el nuevo papel del continente europeo en poemas como “La vergüenza de Europa”, donde entre otras lamentaba que Grecia, por deudora, haya sido puesta en la picota y desposeída de sus derechos, mientras los que ejercen el poder le apretaban cada vez más el cinturón.
Grass acusó a Europa de dar de beber a Grecia de la copa de cicuta, en alusión al destino del filósofo griego Sócrates, y de alejarse del país que sirvió de cuna a la civilización europea.
En la víspera, al enterarse de su fallecimiento, el Jefe de Gobierno de Grecia, Alexis Tsipras, lamentó la muerte de quien consideraba “un gran amigo” de su país.
“No dudó en situarse junto al pueblo griego en los duros momentos de la crisis financiera, cuando los estereotipos contra Grecia alcanzaron su punto máximo", recordó Tsipras.
Fue crítico como dijimos de las autoridades israelíes y del papel que esta nación, en manos de políticos ultraconservadores, comenzaba a jugar en el tablero internacional, siempre en contra de la paz y negando reconocimiento al Estado Palestino.
En su poema “Lo que hay que decir” consideró que Israel “pone en peligro una paz mundial ya de por sí quebradiza” y quería sacar a Irán del mapa, lo que llevó al Ministro del Interior hebreo, Eli Yishai, a prohibir su entrada al país, un hecho que Grass equiparó a las maniobras represivas que se ejercían en la RDA durante la Guerra Fría.
“No es un antisemita”, clamaron entonces el crítico literario Marcel Reich Ranicki y el cineasta Volker Schlöndorff, al tiempo que en 2012 el poeta español Juan Goytisolo le dedicaba su premio Spiros Vergos, concedido por el “Festival de Escritores de Praga” a la libertad de expresión.
“Tiene todo el derecho a que se respete su opinión. Me pareció muy justo dedicárselo, aunque vaya a contracorriente”, dijo el escritor barcelonés, que se autoexilió en Marruecos en la década de 1960 por sus discrepancias con el régimen franquista y quien acaba de obtener el importante Premio Cervantes de Literatura.
El nazismo fue la sombra de Günter Grass. En la biografía Pelando la cebolla revela precisamente haber pertenecido a las juventudes hitlerianas (Waffen-SS) y estar avergonzado por ello. El experto en literatura Hanjo Kesting consideraba, ante ese hecho, que toda la literatura del autor alemán funcionaba como "un ejercicio de penitencia de toda una vida".
En su juventud fue pobre, muy pobre, escribió El tambor de hojalata en París, durante tres años, y con ello, según la Academia Sueca que le otorgó el Nobel en 1999, hizo renacer la novela alemana del siglo XX, aunque su obra diversa y prolífica, con piezas de teatro, de ballet, aforismos, ensayos y novelas, dejó la impronta eterna de un artista multifacético que también pintaba, dibujaba y esculpía.
Entre los títulos destacan novelas como Años de perro (1963) y piezas de teatro como Los plebeyos ensayan la revolución (1966).
Su obra en español está en Alfaguara, la editorial que en la víspera emitió un comunicado oficial lamentando el deceso.
“Su principal traductor en español, Miguel Sáenz, ha transmitido siempre la calidad de la obra del escritor con gran respeto y voluntad. Gracias a su entusiasmo y profundo conocimiento del autor, contamos con una Guía de Lectura de la Obra de Günter Grass, que el traductor ha preparado para que los lectores se adentren en las claves del Nobel alemán”, dice el boletín de la editorial.
“Nadie se arrepentirá, nunca, de haber leído a Günter Grass. Quizá se haga mejor persona, tal vez afine y temple su gusto literario, acaso se vuelva anarquista y puede ser que cobre conciencia de la importancia de vivir, de vivir hasta las últimas consecuencias… Lo difícil, ante la obra descomunal de Grass, es saber por dónde empezar”, afirma Miguel Sáenz de Günter Grass, el autor que en 2014 cedió generosamente algunos de sus trabajos de grabado para la edición de la novela inacabada de José Saramago, Alabardas.
ABRIÓ LAS VENAS DE LATINOAMÉRICA
Un escritor magnífico y un hombre especial, con esa voz gruesa, esos ojos claros y profundos, siempre cerca de la gente y al mismo tiempo tan él, tan metido en su mundo. Un intelectual comprometido y a la vez independiente. Un militante alineado siempre en las causas de la izquierda y al mismo tiempo un poeta provocador y divertido, al que le gustaba patear el tablero con sus declaraciones.
Murió joven, a los 74 años y su partida representa una gran pérdida para Latinoamérica en un momento que el continente pisa fuerte, se hace sentir, como se demostró en la reciente Cumbre de Panamá.
La muerte de Eduardo Galeano, uruguayo de nacimiento, montevideano por convicción y sino, dejó perplejo y dolorido a todo un continente.
Se va con él un hombre que supo abrirle las venas a Latinoamérica, para escribir con su sangre sobre el destino de miles de habitantes de una zona castigada por el poder de Occidente y que en los ’70 y ’80 padeció la crueldad de las dictaduras comandadas por militares educados en la siniestra Escuela de las Américas, situada desde 1946 a 1984 en la Zona del Canal de Panamá.
En el 2009, durante la V Cumbre de las Américas que se celebró en Trinidad y Tobago, el expresidente de Venezuela Hugo Chávez le regaló a su homólogo estadounidense, Barack Obama, un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina.
Como consecuencia del episodio, la obra saltó de la posición 60.280 de la lista de los títulos más vendidos de Amazon a la décima en solo un día y la edición en inglés se agotó en forma casi inmediata.
“Como todos los uruguayos y para no ser menos, nací gritando gol”, dijo el amante y lector como ninguno del futbol, una pasión irredimible que lo hizo amigo entre otros del ex jugador y entrenador Jorge Valdano, con quien dio cátedras sobre el balompié.
En su El fútbol a sol y a sombra (Siglo Veintiuno), recordó el día en que Uruguay convirtió al estadio Maracaná en un monumento a la tristeza, al arrebatarle en 1950 el título a Brasil en sus narices: “Al final de aquella jornada —cuenta Galeano al recordar sus épocas de muchacho—, los periodistas acosaron al héroe. Y él no se golpeó el pecho proclamando que somos los mejores y no hay quien pueda con la garra charrúa: fue casualidad —murmuró Obdulio (Varela) meneando la cabeza—”.
Solía decir que a lo largo de su vida una persona podía cambiar de Partido político y de pareja, pero nunca de equipo de futbol. Él era hincha del Nacional de Montevideo, la entidad que en su página oficial colgó en la víspera un comunicado firmado por el Secretario Técnico Hernán Navascués.
“La religión futbolística de Galeano, era Nacional, club que lo hizo vibrar con sus hazañas y sufrir con sus fracasos, y que más allá de ello –o mejor dicho, precisamente por ello-, fue una parte muy importante de su vida.
Perteneciente por parte de padre a una familia nacionalófila, con antepasados que fueron incluso dirigentes del club en épocas de gloria intensa, como su tío Conrado, en la década de los cuarenta, creció precisamente admirando a los Aníbal (Ciocca y Paz) y gritando los goles de Atilio.- Vio surgir a Santamaría y a Ambrois y se entusiasmó cuando llegó desde Italia uno de los más grandes de la vecina orilla por quien siempre evidenció su admiración: Rinaldo Martino. Se divirtió con “Ciengramos y sufrió en la década de los sesenta, pero al final de la misma, se renovó con el Nacional de Artime, Manga y Cubilla y la anhelada conquista continental y mundial”, dice el comunicado del club.
“Cuando le llegó el momento del exilio, a Nacional lo seguía desde la distancia, para sonreír desde España en medio de años personales duros, cuando la conquista del Nacional de Victorino, Espárrago y De León e imaginándose como fueron los goles de Morales, intuyéndolos seguramente muy parecidos a los que él mismo había visto en el Centenario. Y después, ya de nuevo en su tierra, otra vez espectador de la última gran doble conquista continental y mundial, con la vuelta plena de calidad de De León, la entereza de Ostolaza, las atajadas de Seré y la guapeza de Pinocho Vargas”, agrega.
De Diego Maradona dijo que era “el más humano de los dioses” y de Leonel Messi, el que tenía una pelota escondida dentro del pie”.
Nacido en la capital uruguaya el 3 de septiembre de 1940, Galeano debutó en el periodismo con tan solo 14 años, dibujando caricaturas políticas.
Fue redactor jefe del semanario Marcha (1961-1964), director del diario Época (1964-1966) y director de publicaciones de la Universidad de Uruguay (1964-1973).
En 1973, año del Golpe de Estado en Chile contra Salvador Allende y del inicio de la Dictadura Militar que gobernó en Uruguay hasta 1985, se exilió en Buenos Aires, donde fundó la revista Crisis, un baluarte del nuevo periodismo de la época.
En 1976, cuando Rafael Videla irrumpió en la democracia argentina inaugurando una cruenta dictadura que dejaría 30 mil desaparecidos, continuó el exilio en Barcelona (España).
Su regreso a Uruguay se produjo en 1985, una vez restaurada la democracia.
Era autor de una amplía obra literaria que los críticos literarios consideran está influida por los italianos Pavese y Pratolini, los estadounidenses William Faulkner y John Dos Passos y españoles como Federico García Lorca, Miguel Hernández, Antonio Machado, Luis Salinas y Luis cCernuda.
El escritor había dejado preparado para su publicación un texto inédito que quería se publicara tras su fallecimiento y que se dará a conocer en mayo próximo.
Este jueves estaba prevista la presentación en España de Mujeres, un libro-antología de los mejores textos del escritor sobre las mujeres con relatos sobre personajes como Juana de Arco, Rosa Luxemburgo, Rigoberta Menchú, Marilyn Monroe y Teresa de Ávila, entre otras.
“Fue un hombre intelectualmente brillante que reverdecerá en el canto protestador de las nuevas generaciones cada vez que reclamen ante la injusticia y el dolor", dijo el ex presidente uruguayo José Pepe Mujica.
“Eduardo Galeano es en palabra lo que Mercedes Sosa es en voz”, dijo el cantautor argentino León Gieco, al tiempo que su colega, el español Alejandro Sanz, se lamentó porque “nos deja un gran corazón inteligente. Buen viaje, maestro y gracias”, dijo.
“Galeano nos legó una obra que no se olvidará”, opinó la escritora Elena Poniatowska.
Lo lloró René, de Calle 13, el dúo musical puertorriqueño que lo invitó a promover su disco Multi-Viral. “Los invito a caminar por la calle 13. Les aseguro que lo van a pasar muy bien, acompañados por las voces del disco Multi-Viral”, dice el normalmente parsimonioso y austero escritor montevideano en un video que ha cobrado gran interés al conocerse su deceso.
Lo lloran los integrantes de Los Fabulosos Cadillacs, que lo honrara con la canción y el video “Las venas abiertas de América Latina”.
“Me preguntaron qué aconsejaría a quienes desean ser escritores. Les digo: "Escuchen dos veces antes de hablar una", fue su último tuit, en junio del 2013.
“El brasilero”, el café más antiguo de Montevideo al que Eduardo Galeano iba casi a diario y donde un café hecho con crema, dulce de leche y licor lleva su nombre, ha perdido a su cliente más ilustre.
Latinoamérica a uno de sus héroes.