Ciudad de México, 10 de marzo (SinEmbargo).- “Hay escritores que leemos, que admiramos o que queremos. Fernando del Paso es esos tres escritores", dijo el poeta Vicente Quirarte.
Cómo no quererlo, si viejo y cansado, sin poder caminar, anclado en una silla de ruedas, al lado de una luminaria como el italiano Claudio Magris, no tuvo dudas en calzarse la playera negra donde pedía por la aparición de los 43 y de paso exhortaba con un rotundo ¡No mames, Peña Nieto!, al siempre ausente y taciturno Presidente de la Nación.
Fue en la pasada Feria Internacional del Libro en Guadalajara, donde el autor de Noticias del Imperio y Palinuro de México, entre otros, participó del homenaje a Octavio Paz y dejó su impronta antisolemne, emocionando y haciendo reflexionar a todos los presentes.
Lo amamos por sus trajes de colores, por sus corbatas imposibles. Lo admiramos por sus libros necesarios, por su amistad con José Emilio Pacheco, lo leemos y lo escuchamos porque es un viejo sabio.
Y siendo un hombre que ha vivido mucho, que ha escrito toneladas de palabras una muy al lado de la otra para conformar un discurso literario coherente y luminoso, ¿cómo soportará que de un día para el otro, en el país donde nació hace 79 años, las fuerzas del Estado desaparezcan a 43 jóvenes estudiantes sin dar otra explicación más que un puñado de cenizas?
Pertenecemos a una cultura que ha decidido honrar la fuente eterna de la juventud como si la fuente eterna de la juventud realmente existiera.
Somos anti-viejos y como en el Diario de la guerra del cerdo, libro magistral de Adolfo Bioy Casares, donde los jóvenes atacan a los ancianos del barrio de Palermo, nos creemos vivos porque llamamos “momias” a los mayores que todavía dan el paso, como el entrañable Fernando, como la importantísima Elena Poniatowska, como el insolente e hilarante José de la Colina, entre otros.
A lo mejor, en este país que a veces parece la patria de los zombies, dichas momias podrían lograr el milagro de revivirnos. Al menos, refrescante y conmovedor, de esos que te erizan la piel, fue el discurso que Fernando del Paso ofreció este fin de semana en Mérida, Yucatán.
LA PATRIA QUE SE DESMORONA
Al recibir el Premio a la Excelencia en las Letras "José Emilio Pacheco", en el marco de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2015 de manos de la viuda del escritor y de la premiada en la edición anterior, Elena Poniatowska, Fernando del Paso leyó una carta escrita de su puño, letra y corazón al autor de Batallas en el desierto.
A José Emilio y a Fernando los unió el amor por México y ahora los uniría el dolor por una patria que se desmorona.
“Quiero decirte (José Emilio) que yo también amé a tu manera a esa patria de los cuantos bosques y ríos y de la ciudad monstruosa que fue tu cuna y la mía. Quiero decirte lo que tú ya sabes: que hoy también me duele hasta el alma que nuestra patria chica, nuestra patria suave, parece desmoronarse y volver a ser la patria mitotera, la patria revoltosa y salvaje de los libros de historia”, dijo Fernando del Paso.
En un hecho poco visto en los últimos tiempos, el propio escritor leyó de principio a fin su discurso. De hecho, en el homenaje a Paz el año pasado, fue el joven autor Antonio Ortuño quien leyó en su nombre.
“Quiero decirte que a los casi ochenta años de edad me da pena aprender los nombres de los pueblos mexicanos que nunca aprendí en la escuela y que hoy me sé sólo cuando en ellos ocurre una tremenda injusticia; sólo cuando en ellos corre la sangre: Chenalhó, Ayotzinapa, Tlatlaya, Petaquillas.... ¡Qué pena, sí, qué vergüenza que sólo aprendamos su nombre cuando pasan a nuestra historia como pueblos bañados por la tragedia!”
“¡Qué pena también, que aprendamos cuando estamos viejos que los rarámuris o los triques mazatecas, son los nombres de pueblos mexicanos que nunca nos habían contado, y que sólo conocimos por la vez primera cuando fueron víctimas de un abuso o de un despojo por parte de compañías extranjeras o por parte de nuestras propias autoridades!”, exclamó.
LOS POBRES HEREDARÁN LA TIERRA
Ante un auditorio conmovido, que se reunió en las instalaciones de la Feria Internacional del Libro (FILEY), que transcurre en Yucatán hasta el próximo 15 de marzo, Del Paso lamentó la muerte de José Emilio Pacheco, hace un año, con el que le quedaron cosas pendientes para hablar y del que se dijo –arrepentido- ser un mal lector de su obra.
“Ahora estoy dispuesto a llenar este vacío con el recuerdo de tus palabras, de tu presencia y de tu lucidez. Nunca como hoy día me pregunto qué hicimos, José Emilio, de nuestra patria, a qué horas y cuándo se nos escapó de las manos esa patria dulce que tanto trabajo les costó a otros construir y sostener. ¡Ay, José Emilio! Sí, dime cuándo empezamos a olvidar que la patria no es una posesión de unos cuantos, que la patria pertenece a todos sus hijos por igual: no sólo a aquellos que la cantamos y que estamos muy orgullosos de hacerlo: también a aquellos que la sufren en silencio”, dijo.
“Tú mismo lo dijiste: los pobres, tarde o temprano ellos, en masa, heredarán la tierra. Tú nos invitaste a admirar su paciencia. Pero... ¿hasta cuando José Emilio, hasta cuando? Ese día no parece llegar nunca: el Apocalipsis, como tú dices, todavía tiene que dar paso a varios comerciales y el centauro y el unicornio no han resucitado aún.
Cuando me enteré que había sido honrado con el premio que lleva tu nombre, José Emilio, una andanada de recuerdos se me vino encima. Éramos muy jóvenes y teníamos toda la vida por delante y toda la patria también... ¿Pero qué patria dime, la de nuestros padres, la de nuestros abuelos o la sola patria nuestra?”, agregó.
“¡Ay, José Emilio! ¿Qué vamos a hacer, qué se puede hacer con veinte y tres mil desaparecidos en unos cuántos años? ¿O son vente y tres mil cuarenta y dos? ¿Y cómo sabemos quienes son culpables? ¿O vamos a fabricar culpables por medio de la tortura, como es nuestra costumbre?
¡Ay, José Emilio! No sé qué más decirte. No sabes qué triste estoy. Acepto el premio que tiene tu nombre, porque sé que se me da de buena fe, no sin antes subrayar que lo más importante en la vida no es recibir galardones –aunque se merezcan- sino denunciar las injusticias que nos rodean”, dijo el laureado escritor, para despedirse en maya, la lengua de la ciudad anfitriona.
FERNANDO DEL PASO
Nació en la ciudad de México el 1 de abril de 1935. Su trilogía de novelas, José trigo, Palinuro de México y Noticias del Imperio, le otorgaron el estatus de uno de los narradores y ensayistas más importantes de Latinoamérica.
Es también dibujante y locutor. “La literatura, es mi quehacer más organizado. La plástica es una liberación muy personal …Escribir me angustia terriblemente, me cuesta un trabajo espantoso. Dibujar no, soy incluso más sociable cuando dibujo. Puedo dibujar al mismo tiempo que converso con mi familia. Escribir es todo un trauma, debo estar aislado, me pongo de mal humor y tomo mucho café antes de decidirme a hacerlo”, ha declarado.
Ha presentado en diversas galerías, tanto de Nueva York, París y México, su obra gráfica. Presentó en el metro de la Ciudad de México la exposición 2002 caras de cara al 2002, con imágenes realizadas por él mismo.
Obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1991 y fue director y becario de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Universidad de Guadalajara, lo que le ha permitido continuar con su obra literaria, con trabajos como La muerte se va a Granada (obra de teatro basada en la muerte de Federico García Lorca) y el libro infantil De la A a la Z por un poeta.
Entre los reconocimientos que ha obtenidodestacan el premio Novela México 1975, Mazatlán de Literatura 1988, Nacional de Lingüística y Literatura 1991,2 y Premio FIL de Literatura 2007. En 1993 fue nombrado Creador Emérito.
En octubre de 2006, fue elegido miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua. Es miembro honorario del Seminario de Cultura Mexicana.
El 12 de febrero de 1996 ingresó a El Colegio Nacional con el discurso "Yo soy un hombre de letras".