En los siguientes días, por medio de una serie de reportajes, SinEmbargo trata de desentrañar (y quitar el maquillaje a) las cifras de homicidios en México en las que las víctimas son mujeres. Hay muchos datos reveladores, novedosos casi todos y poco difundidos. Por ejemplo, materia de en esta primera entrega, los referentes a la guerra de Felipe Calderón Hinojosa que, como se demuestra aquí, desató una matanza masiva de género. Miles de mexicanas de todas las edades fueron aniquiladas en el contexto de este conflicto armado iniciado desde que Calderón asumió la Presidencia. El reportero de SinEmbargo Humberto Padgett es autor –junto con Eduardo Loza– de Las muertas del Estado. Feminicidios durante la administración mexiquense de Enrique Peña Nieto, editado por Grijalbo y de reciente publicación…
Primera parte de una serie
Ciudad de México, 12 de mayo (SinEmbargo).– Existe un efecto más devastador y menos visto de la llamada guerra contra el narcotráfico, la maniobra de seguridad –la desesperada búsqueda de legitimidad, acusan algunos– emprendida por el panista Felipe Calderón Hinojosa: las muertes de miles y miles de madres, hermanas, hijas, amas de casa, profesionistas, niñas, adultas y ancianas.
Las imágenes estadísticas antes, durante y después de que Calderón Hinojosa golpeara el avispero, a fines de 2006, al inicio de su sexenio, muestran que la supuesta guerra contra las drogas representa también un feminicidio masivo como el que nunca se había visto en México. Y del que poco se ha hablado.
Con el apoyo metodológico de demógrafos, SinEmbargo obtuvo las series estadísticas del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) y de la Secretaría de Salud federal (Ssa) de homicidios dolosos de mujeres en las 32 entidades federativas para cada año comprendido de 1990 a 2012, ambos incluidos. También se produjeron los índices nacionales para los mismos años, excepto 2012.
Cada dato mostrado refiere una tasa de asesinatos intencionales de mujeres por cada 100 mil mujeres residentes en cada estado mostrado y en cada año contenido en la serie.
De esta manera se tienen 736 valores estatales y 22 nacionales, pues no se generó la cifra de 2012.
Los conjuntos estadísticos están integrados mediante las actas de defunción redactadas por los médicos que certifican cada muerte ocurrida en el país.
¿Por qué no utilizar las cifras proporcionadas por las procuradurías de justicia de los estados? Porque en México, el índice delictivo es una composición propagandística hecha a la medida de un proyecto político, invariablemente interesado en mostrar un escenario halagüeño a favor de los jefes de los procuradores estatales y del federal: los gobernadores y el Presidente de la República.
Antes de 2008, cuando los conteos de ejecuciones asociadas al narcotráfico se dispararon, el peor año en México para las mujeres fue 1995, cuando la tasa cerró en 3.2 asesinadas por cada 100 mil mexicanas.
El mejor se había registrado poco antes del desastre, en 2007, cuando el número llegó a 1.9. Sólo cuatro años después, el número se había más que duplicado.
El semanario Zeta integra el registro más puntual de los asesinatos relacionados con el crimen organizado. La publicación, con sede en Tijuana, reúne información del Sistema Nacional de Información, de las procuradurías estatales, las secretarías de Seguridad Pública de las entidades, registros hemerográficos en los estados y de Organizaciones No Gubernamentales del país.
Zeta documenta que en el sexenio de Calderón, entre el primero de diciembre de 2006 y el 31 de octubre de 2012, en el país ocurrieron 83 mil 191 asesinatos relacionados con el crimen organizado.
*Hasta el 31 de octubre de 2012
Como se observará, el número de narcoejecuciones y la tasa de asesinatos dolosos de mujeres muestran ascensos constantes y dramáticos precisamente en los estados que concentraron la mayor actividad violenta de los cárteles en disputa y de estos con las autoridades municipales, estatales y, principalmente, federales.
En 1990 y 1992, Baja California Sur tuvo sus mejores años con respecto a la seguridad vital de las mujeres: ninguna de ellas murió asesinada. Esa tasa, 0.0, nunca se repetiría en ese ni en ningún otro lugar en México. En la entidad el dato se elevó hasta 3.9 en 2011.
En otros estados se corrobora la relación del alza de feminicidios y la llamada guerra contra el narcotráfico en sentido opuesto: la poca variación de homicidios de mujeres coincide con la menor presencia del narcotráfico, caso concreto de Yucatán donde, de los 23 años revisados, nunca la tasa superó las dos mujeres por cada 100 mil asesinadas. Aún mejor para las yucatecas: en 16 años el indicador cerró en menos de un punto.
Como dato de contraste se puede decir que en Chihuahua los últimos cuatro años la tasa ha superado los 10 puntos.
La frontera de México con uno de los mayores mercados de consumo de drogas ilegales en el mundo, California, Estados Unidos, ha sido un pedazo de tierra en conflicto desde la detención a fines de los ochenta de Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, quien heredó la ruta de marihuana y cocaína a sus sobrinos, los hermanos Arellano Félix, fundadores del Cártel de Tijuana.
De los 23 años analizados, Baja California muestra mayores tasas feminicidas en 21 años que Baja California Sur.
El año más fatídico de las bajacalifornianas fue 2009, justo cuando la estrategia del gobierno federal y la continua acometida del Cártel de Sinaloa quebraron la espalda del Cártel de Sinaloa.
Tijuana es la ciudad bajacaliforniana más violenta del estado. Es uno de los mayores destinos de comercio sexual en la frontera de México y Estados Unidos y sede de los negocios de apuestas de Jorge Hank Rhon, ex Alcalde recientemente acusado del asesinato de una mujer de 24 años, quien estaba relacionada con uno de sus hijos.
Vale la pena recordar una de las frases de Jorge Hank, e hijo de uno de los fundadores del Grupo Atlacomulco, en el Estado de México, otro sitio prolífico en el asesinato de mujeres:
“¡Mi animal favorito son las mujeres!”, dijo el priista, a quien se le ha vinculado varias ocasiones con narcotráfico, asesinato de periodistas y tráfico de especies amenazadas.
Chihuahua es el peor lugar en México para ser mujer.
Si bien esa frontera se convirtió en referente mundial del feminicidio entre 1993 y 2005, período que comprende los asesinatos de trabajadoras maquiladoras y sus despojos aparecían abandonados en el desierto, los años más crudos de la reciente guerra entre los cárteles de Sinaloa y Juárez resultan más drásticos.
Durante 1990, en Chihuahua murieron con violencia 1.6 mujeres por cada 100 mil mujeres. Veinte años después, mientras Joaquín Guzmán Loera y Vicente Carrillo Fuentes se disputaban con sangre y plomo esa frontera, la tasa se disparó hasta 32.4: veinte veces más.
Como se observa, el número de feminicidios se reduce a partir de ése año, lo que también puede ser observado en el conteo general de muertes asociadas a las guerras del narco.
El detalle municipal de Chihuahua será analizado y presentado en una próxima entrega, aunque vale la pena adelantar una comparación con Yucatán que, a la vez de ser la entidad con menos feminicidios, es el único estado excluido de la mayoría de los mapas de influencias de los cárteles en México elaborados por las agencias antidrogas de Estados Unidos.
Mientras Humberto Moreira Valdés gobernaba y endeudaba Coahuila, el estado fue tomado por asalto –o simplemente entregado– al Cártel de los Zetas al grado que ahí se refugió su capo, Heriberto Lazcano Lazcano, quien contaba entre sus apodos el de Verdugo.
Los asesinatos, secuestros y extorsiones perpetrados por el crimen organizado a ciudadanos no vinculados con actividades delictivas se volvieron la normalidad.
Humberto tomó la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional (PR) con el impulso de Enrique Peña Nieto, aún Gobernador del Estado de México pero ya en carrera firme hacia la Presidencia de la República. Se vio obligado a dejar la dirigencia nacional del partido ante la presión generada por el escándalo de la deuda ilegalmente adquirida por su partido y se expatrió en España.
Moreira resolvió con éxito su relevo en el gobierno estatal a favor de su hermano Rubén. En tanto, nadie vio a las muertas de Coahuila que se multiplicaron por 8 entre 2006 y 2012.
Algunos reportes de la DEA y otras agencias policíacas estadunidenses refirieron la existencia del “Cártel de Colima”. El estado con la menor población del país es zona de guerra entre los cárteles de Sinaloa, Beltrán Leyva y los remanentes de la Familia Michoacana y los Caballeros Templarios.
¿Por qué Colima es un objeto del deseo del crimen organizado?
El puerto de Manzanillo es considerado el puerto más importante del país por sus condiciones que permiten el atraque de buques de gran calado y su ubicación en el Pacífico, lo que coloca a esa ciudad en ruta con Asia y, más concretamente, con China, mayor productor mundial de precursores químicos para la producción de metanfetaminas.
A su vez, Manzanillo comparte litoral con la costa oeste de Estados Unidos, primer consumidor mundial de metanfetaminas.
Colima puede presumir el honor de haber elegido a la primera mujer gobernante de México (Griselda Álvarez 1979-1985). Sin embargo, ese estado, sólo gobernado por el PRI desde que el PRI y sus institutos precedentes existen, casi cuadriplicó su tasa feminicida en dos años, de 2010 a 2012.
Joaquín El Chapo Guzmán, el líder recientemente capturado del Cártel de Sinaloa, hizo de Durango su refugio durante buena parte de los años de su persecución.
En uno de los pueblos de la sierra de Durango, El Chapo se enamoró de una joven mujer, Emma Coronel Aispuro, la misma que lo acompañaba el día que la suerte se le torció y lo detuvieron en Mazatlán mientras ella gritaba que no le hicieran nada, que ese hombre, el más buscado del mundo, es el padre de sus gemelas.
Tres mujeres en el centro de la vida de Joaquín y decenas y decenas de mujeres asesinadas alrededor de la vida del Chapo.
Hubo un tiempo, hace 24 años, en que 0.7 mujeres de cada 100 mil que vivían en Durango murieron de la peor manera. En 2010, cuando Guzmán Loera era el gran señor de las drogas, la muerte de ellas se había multiplicado por 15.
Los peores años para la vida de las mujeres guerrerenses, al menos desde 1990, han sido gobernados por el Partido de la Revolución Democrática, instituto político que se presume de izquierda y que en el discurso se presenta como garante de los derechos de las mujeres.
Pero en uno solo de los años de Zeferino Torreblanca, de 2008 a 2009, la tasa feminicida se duplicó y, al cierre de 2012, primer año completo de la administración de Ángel Aguirre, la masacre avanza hacia triplicarse.
Y empeora cuando se abre el compás: en 1990 la tasa era de 1.8 y el último año susceptible de ser medido es de 12.7: siete veces más.
De acuerdo con InSight Crime, un grupo de investigación académica sobre crimen organizado en América, durante 2012, los cárteles de Sinaloa y Los Zetas se mantenían en guerra por Acapulco, mientras algunos grupos desprendidos de los Beltrán Leyva luchaban por abrirse paso en el puerto, entre estos La Barredora y el Cártel Independiente de Acapulco.
*Año con la mayor tasa en el periodo de análisis.
Michoacán representa la excepción al aumento del feminicidio en asociación con el empoderamiento del crimen organizado.
Ahí, donde Felipe Calderón ser vistió con uniforme militar de campaña afirmándose como jefe de las fuerzas armadas, el asesinato de mujeres ha mantenido tasas debajo del promedio tras la declaratoria de guerra y por encima antes del conflicto social.
¿Cuál fue el estado más propenso al asesinato de sus mujeres en 1999?
Ese año fue uno de los pocos anteriores a la actual crisis de seguridad en que el Estado de México no ocupó el primer lugar, sino el tercero, con una tasa de 5.1. Tampoco fue Chihuahua, que registró un claro declive respecto a su tendencia de años anteriores.
El peor estado para las mujeres ese año fue Morelos con un valor de 5.6, un dato atípico si se considera que al año siguiente el número sería de 2.7 y el de 2003, de 1.2. A partir de entonces el incremento ha sido inexorable hasta convertir a 2012, con tasa de 6.3, en un año aún peor que el histórico de 1999.
Morelos había tenido malos momentos entre 1993 y 1996, cuando se asentaron capos del Cártel de Juárez y el estado se convirtió en residencia de secuestradores.
Narcotraficantes como Rafael Aguilar Guajardo, Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos”, líder del cártel de Juárez; José Esparragoza Moreno, El Azul; Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, líder del cártel de Sinaloa; Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, líder del cártel de los Beltrán, y el colombiano Harold Poveda Ortega, El Conejo, son algunos de los capos que han residido en distintas épocas en Morelos.
Recientemente, Morelos sufrió la atomización de Los Beltrán Leyva y las reyertas entres sus fracciones, algunas lideradas por traficantes con especial inclinación por la sangre, como Édgar Valdez Villarreal, La Barbie.
Otros minicárteles –con menor capacidad de tráfico de drogas, pero no de ejercicio de la violencia– que surgieron de la obstinada persecución del gobierno calderonista a Los Beltrán Leyva son: Los Rojos, Cártel del Pacífico Sur, Los Pelones, Guerreros Unidos, Guardianes Morelenses y La Nueva Administración.
Si en 1990 alguien le hubiese propuesto a una mujer neolonesa mudarse al Distrito Federal por razones de seguridad, ella habría considerado la idea como una locura.
Y habría tenido razón.
Hace 24 años, la tasa feminicida de ese estado, ya entonces modelo del desarrollo industrial mexicano, era de 0.4, el segundo mejor dato nacional después de Baja California Sur y empatado con Quintana Roo.
Con un índice de 3.2, el Distrito Federal observaba un número ocho veces superior al del estado norteño, aunque nada se comparaba al 9.0 de su principal vecino, el Estado de México.
Si bien los asesinatos de mujeres crecieron en Nuevo León durante la siguiente década, en 2001 la cifra regresó a 0.4 y a partir de entonces se fue a las nubes hasta alcanzar 9.2 mujeres asesinadas por cada 100 mil mujeres: ¡23 veces más!
¿Seguiría siendo una locura hacer una mudanza de Monterrey a la Ciudad de México?
Aquél mismo año, 2010, el DF mostró una tasa de 2.8: el ciclón del narco ha hecho que la insegura capital mexicana sea un sitio vitalmente tres veces más seguro para las mujeres que Nuevo León.
Este estado es parte del escenario de guerra entre el Cártel del Golfo y Los Zetas, dos de las tres organizaciones más poderosas en el país. La balanza aún parece inclinada a favor de los ex militares de élite que desertaron para convertirse en sicarios y guardaespaldas del Golfo, grupo con el que luego rompieron.
Como en todas las regiones con dominio de Los Zetas, la sociedad no involucrada con el conflicto entre cárteles resulta gravemente vulnerada. El caso emblemático es el atentado del Casino Royale, perpetrado el 25 de agosto de 2011 por Los Zetas como represalia a la reticencia de los dueños del establecimiento a pagar extorsiones.
Un grupo de asesinos incendió el sitio con saldo de 52 muertas, 42 de ellas mujeres, incluyendo dos embarazadas, una de ellas de siete meses de gestación.
La cuna del narcotráfico mexicano también ha visto morir a sus mujeres.
El caso más conocido fue el de María Susana Flores Gámez, reina de belleza de ese estado muerta en el municipio de Mocorito en 2012 durante un enfrentamiento entre militares y sicarios. Algunas versiones refirieron que la joven de 22 años participó activamente en el tiroteo y otras que fue utilizada como escudo por los pistoleros, entre ellos su novio.
Esa muerte está lejos de ser la única en un lugar en que los cárteles de Sinaloa y de los Beltrán Leyva luchan hasta la aniquilación. Los daños colaterales de las guerras suelen anidarse entre los más débiles y las mujeres han perdido sus vidas en medio del odio de los hombres: con excepción de Enedina Arellano Félix, nacida en Mazatlán, Sinaloa y líder del menguado Cártel de Tijuana, no existen mujeres al frente de los cárteles en México.
Las hijas de Ismael El Mayo Zambada, uno de los jefes libres del Cártel de Sinaloa, son consideradas como activas agentes financieras de la organización, al igual que Sandra Ávila Beltrán.
En México, las mujeres del narco suelen tener participaciones de tipo administrativo y de transporte de drogas y dinero en calidad de “mulas”. ¿Alguna jefa de sicarios? Ninguna de la que se tenga noticia.
Tamaulipas es uno de esos estados que sólo han sido gobernados por el PRI.
También es la cuna de dos de los principales cárteles mexicanos, del Golfo y de Los Zetas, escisión el segundo del primero.
Los Zetas han convertido algunas de las ciudades tamaulipecas en las peores del país en términos de vida de las mujeres. Una de estas es Nuevo Laredo, cuyo análisis será presentado posteriormente.
Durante 2009, Tamaulipas se convirtió en el tercer estado con más ejecuciones, sólo después de Chihuahua y Sinaloa.
Si bien la tasa mostrada considera la relación entre mujeres asesinadas y mujeres residentes, la masacre de San Fernando, en 2010 muestra la vulnerabilidad de cualquier mujer que pase por ahí. Entre el 22 y el 23 de agosto de 2010, Los Zetas retuvieron a 72 migrantes centroamericanos y sudamericanos con el propósito de extorsionarles.
Asesinaron a todos y a todas: en el grupo secuestrado estaban 14 mujeres.
Al año siguiente, la tierra y Los Zetas de San Fernando se tragaron a otros 214
Durante los meses recientes Tamaulipas ha sufrido un repunte de la violencia.
El estado del polémico exgobernador Fidel Herrera (2004-2010) y del aún más polémico Gobernador Javier Duarte (2010 a la fecha) triplicó su tasa feminicida entre 2006 y 2011, con un discreto descenso de dos décimas de 2011 a 2012.
Veracruz posee el puerto más importante del Golfo de México y se la utilizado como punto de embarque de cocaína colombiana hacia Europa, principalmente España y Bélgica, y Estados Unidos.
La masacre de hombres y mujeres en ese estado es consecuencia del enfrentamiento entre el Cártel del Golfo y Los Zetas, a quienes habría beneficiado Fidel Herrera Beltrán a cambio de 12 millones de dólares.
Duarte ha declarado con vehemencia que el índice delictivo en su estado, tercera entidad más poblada en el país, ha descendido, pero todos los indicadores apuntan en sentido contrario.
Al escenario criminal de Veracruz se suma que es sitio de paso de migrantes centroamericanos en ruta a Estados Unidos y la irrupción de Los Matazetas, avanzada del Cártel Jalisco Nueva Generación, principal organización criminal emergente en 2013.