Ciudad de México, 8 de mayo (SinEmbargo).– Inestable y débil, la sociedad civil en México no ha conseguido incidir en las políticas públicas ni erigirse como guardiana del proceso democrático, observan politólogos y especialistas en el tercer sector.
Tal debilidad se aprecia a través de sus números: sólo hay 40 mil 89 organizaciones en un país con 125 millones de habitantes, según la cuenta satélite de las instituciones sin fines de lucro del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi).
En otras palabras, hay menos de cuatro organizaciones por cada 10 mil habitantes, mientras que en Chile esa proporción es de más de 60, según un cálculo de la Universidad Anáhuac.
Se trata de un sector en el que algunas organizaciones aparecen y desaparecen en un periodo promedio de cuatro años, lapso insuficiente para consolidar causas, reunir fondos financieros y más aún, incidir en la política del país. Lorena Cortés Vázquez, directora de Investigación del Centro Mexicano de Filantropía (Cemefi), explica que la tramitología para conformar y mantener una organización civil en México es comparable con la de las Pequeñas y Medianas Empresas (Pymes), y ello explica el desaliento.
Además, carecen de donantes. La sociedad civil organizada se sostiene de donativos bajo la figura de donatarias autorizadas, establecida en la legislación hacendaria. El portal de Transparencia del Servicio de Administración Tributaria (SAT) indica que esta ayuda está concentrada en sólo 10 entidades, entre las cuales, la protagonista es la Fundación Telmex de Carlos Slim Helú, el hombre más rico de México.
Por si fuera poco, el sector social en México topó con los efectos de las políticas para combatir el Crimen Organizado. La experta del Cemefi expone que la Ley Antilavado ha inhibido el flujo de donaciones al establecer una auditoría a cantidades mayores de 100 mil pesos, proceso que les implica costos administrativos.
PERO, ¿Y SU PARTICIPACIÓN?
El sector social, tal como se le conoce ahora, está presente en la escena política desde los ochenta y vivió un crecimiento notable en los noventa, sin que su incidencia en las políticas públicas se notara. Apenas el lunes 5 de mayo en la mesa redonda “¿Hacia dónde van las Democracias?”, organizada por la Universidad Iberoamericana, los politólogos Phillipe Schmitter y Lorenzo Meyer coincidieron en que el panorama democrático en México sería más efectivo si se contara con organizaciones civiles más fuertes con mecanismos más claros de rendición de cuentas.
Phillipe Schmitter, investigador del Instituto Europeo Universitario, expuso para Sin Embargo que si bien el desencanto por la democracia en México se debe a la postergación hegemónica del Partido Revolucionario Institucional (PRI) durante siete décadas, la sociedad civil también merece una crítica en la medida que no desarrolló un contrapeso ante esa realidad.
Catedrático de la Universidad de Berkeley, California, este experto en la política internacional piensa que las organizaciones civiles debieron emitir un discurso que señalara al sistema político.
En efecto, el crecimiento del sector no ocurrió ni siquiera con los gobiernos de la alternancia. Lorena Cortés Vázquez, la directora de Investigación del Cemefi, destaca falta de capacidad del Estado en las reglas para las organizaciones. “El andamiaje institucional no tiene suficiente claridad. Aunque en los planes de desarrollo se menciona a la sociedad civil, jamás ha quedado expuesto con claridad, cómo se puede participar en las políticas públicas. Qué se puede y qué no se puede”, dice la experta. Abunda que esta falta de mecanismos es el gran foco rojo de las instituciones sociales.
AQUÍ TAMBIÉN DOMINA SLIM
“Actuar como sociedad civil es casi un lujo”, expresó en una conferencia en el Tecnológico de Monterrey de la Ciudad de México, el pasado 12 de abril, Alberto Olvera Rivera, especialista en Organizaciones Civiles por la Universidad Veracruzana. El experto, autor de varios libros sobre la sociedad civil y los movimientos sociales, se refería a la pobreza en el país que impide generar y apoyar causas.
De acuerdo con un estudio del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), en México, el 67 por ciento de los mexicanos no realiza donaciones importantes. Quienes sí lo hacen, concentran su esfuerzo en ayudas para los indigentes, pero en lo individual, no a través de organizaciones.
Si se observa la lista del SAT, son los grandes empresarios los que sostienen a las organizaciones civiles. En este panorama, como en el resto de sus actividades, Carlos Slim Helú es el preponderante. Cada año, la Fundación Telmex se mueve con unos 10 mil millones de pesos, según datos del SAT. El Monte de Piedad lo hace con unos seis mil millones de pesos, mientras que las fundaciones Wal-Mart y Teletón declaran en ceros al cierre de sus ejercicios; es decir, invierten todo su dinero, según sus propias cuentas.
Las otras donantes en México son la Fundación Gonzalo Río Arronte, el Nacional Monte de Piedad, la Fundación Amparo, la Fundación BBVA Bancomer, la Fundación Grupo Modelo, la Fundación Grupo Lala, Fomento Social Banamex y la Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos y la Fundación Alfredo Harp Helú.