Ciudad de México, 4 de marzo (SinEmbargo/Culturamas).– Activa, incisiva e inconformista, Sabina Berman (México DF, 1955) defiende a través de sus novelas la riqueza de los que son distintos y protesta ante el, a menudo inconveniente, comportamiento humano: “Tenemos que aprender mucho sobre las conductas de felicidad, cooperación y amor de los animales”, sostiene la escritora, que tras el éxito de La mujer que buceó dentro del corazón del mundo, publicada en más de treinta países, recupera a su protagonista Karen Nieto, la chica que cautivó a los lectores por su particular forma de interpretar la vida.
Karen Nieto es distinta a la mayoría de los "mamíferos habladores". Contrató a la única persona con la que trabaja y convive, porque no compartía con ella ningún idioma. Pero al mismo tiempo esta sensibilidad tan particular la ha convertido en una bióloga marina de fama mundial. Mientras nada en medio del océano rodeada por sus queridos atunes, Karen recibe una petición de ayuda de la Interpol: un compañero de la universidad ha desaparecido y, al parecer, ella fue la destinataria de su última llamada de socorro. Karen consigue descifrar el mensaje de su amigo y dirige sus pasos hacia el Archivo Darwin, en la abadía de Westminster, donde descubre que un texto póstumo del autor de El origen de las especies ha desencadenado una fascinante intriga. En caso de ser auténtico, ese documento revelaría los últimos asombrosos hallazgos de Darwin, y ahora la ciencia y la religión volverían a ir de la mano.
En la novela confluyen un científico y naturalista legendario, claves secretas, pistas históricas y una protagonista inteligente y rebelde… las vicisitudes de Karen se entreveran con capítulos que transcurren en el siglo XIX, durante los tiempos en que un joven Darwin se había embarcado en un largo viaje alrededor del mundo que llegó a cambiar de manera trascendental la concepción del origen del hombre. Sobre Darwin todavía pivota el misterio: ¿Se convirtió al cristianismo antes de morir? ¿Por qué su familia manipuló su autobiografía? ¿Hizo descubrimientos en torno a la moral y a la naturaleza que prefirió ocultar por miedo? ¿Cambió de manera de pensar en los últimos años de su vida? Y si es así, ¿quién quiere silenciar ese cambio?
–¿Cómo surgió la idea para escribir esta novela? ¿Quizá de la fascinación por la figura de Charles Darwin?
–Yo tenía en la cabeza dos relatos de la realidad, los mismos que durante la novela van desplegándose: el relato científico, que Darwin empezó a trazar, y el relato religioso. Preguntas básicas recibían en mi mente dos respuestas excluyentes: ¿Hay un plan en la vida? ¿Qué es lo esencial, el amor o la competencia? ¿Existen los milagros? El dios de Darwin es la indagación en clave de ficción de esas preguntas. Escribí el libro para dejar de estar esquizofrénica, con dos relatos excluyentes revueltos en la mente.
–¿Crees que los momentos que vivimos tan dominados por la tecnología las ideas de Darwin siguen teniendo la misma vigencia que cuando se promulgaron?
–Creo que Darwin inició el relato contemporáneo de la vida y los métodos para explayarlo. Pero aún no lo alcanzamos. Como cultura, en Occidente seguimos debatiendo lo que él ya resolvió hace más de un siglo. ¿Por qué? Porque no lo estudiamos en serio pero gracias a él tampoco ya creemos en el relato religioso.
–¿Por qué recuperar a Karen Nieto para esta novela?
–Karen Nieto es la materialista extrema. Lo que no existe no lo cree. Lo que existe lo cree con todo el cuerpo, no con la mente. Existe, y solo a veces, piensa.
–Inevitable resulta tratar ciencia y religión, pero ¿se dan amistosamente la mano en tu novela? ¿O terminan enfrentadas?
No quiero contar el final de la novela. Quisiera que el lector fuese sintiendo la angustia que de manera inevitable, a los primates parlantes nos despiertan las preguntas sobre la vida. Pero que las vaya respondiendo de una forma inédita, donde reírse también es una respuesta.
–Pones en evidencia que Darwin, muy al contrario de lo que se podría pensar, estaba muy interesado en la religión.
–Darwin estaba obsesionado por Dios. De joven decidió ser sacerdote. Luego pensó que podía mejor servir a Dios como naturalista, indagando las maravillas de su Creación perfecta. Indagándolas, se volvió ateo, un ateo fervoroso. Y luego regresó a Dios. No a Jehová, sino al dios natural. Lo que descubrió en este larguísimo periplo cambió la cultura de Occidente para siempre.
Pero la última parte del viaje, su reencuentro con un dios y con la bondad y la moral, es la parte que Occidente no ha asumido. Por buenas razones. Darwin dejó esta parte de su legado escrito de forma más desordenada y críptica. En la novela se ordena y a la luz de nuevos descubrimientos de la ciencia biológica, se aclara.
–El fanatismo religioso también está presente en tu novela. En nombre de la fe se llegan a hacer verdaderas barbaridades.
–Sí, en nombre de la religión, se hacen barbaridades. Ojo: en nombre de la ciencia, en especial de la llamada Ley del Más Apto de Darwin, se han hecho otras tantas. Como lo narra la novela, por ejemplo la Segunda Guerra Mundial. O este capitalismo salvaje que vivimos, un capitalismo basado en las ideas darwinistas de la competencia por la vida.
–Con tu novela, ¿buscas quizá remover la conciencia del lector, su visión del mundo?
–Yo escribí la novela para ordenar mi mente. Ojalá le suceda al lector o lectora igual. Me haría muy feliz.
–Con la forma de un potente e intrigante thriller vas desgranando todos los descubrimientos nuevos sobre el legado darwinista. ¿Es el género que se ajustaba mejor a lo que querías contar?
Yo viví esta larga indagación en la controversia moral de nuestros días, la que debate las ideas darwinistas (la diversidad sexual, la imperfección de lo natural, el nihilismo teológico) contra las religiosas (la formas únicas de existir, la creencia en la perfección y un plan divino para la vida) como un thriller marcado por sobresaltos, miedos, descubrimientos y risa. Sí, la forma del thriller era la más pertinente.