Por Aldabi Olvera
Ciudad de México, 29 de enero (SinEmbargo/Radio Nederland).– El caso de Alejandro Díaz Sántiz ha cobrado relevancia y hasta urgencia luego de la salida de la cárcel de su compañero Alberto Patishtán Gómez, preso durante 13 años y alrededor del cual se hizo una intensa campaña internacional por su libertad. Entrevistado en tres ocasiones desde la prisión, Alejandro cuenta su vida, opiniones y convicciones.
Por ser de origen chiapaneco lo acusaban de zapatista, por ser indígena e ignorar la castilla (como le llaman al idioma español los indígenas de Chiapas) no entendió el juicio donde lo condenaron a 29 años y 9 meses de prisión. Alejandro Díaz Sántiz, terminó luchando junto al ex preso político y maestro indígena tzotzil, Alberto Patishtán.
Con una sonrisa enorme y su voz tranquila ofrece disculpas porque considera que todavía no habla bien el castellano.
“Cuando te preguntan no se puede defender uno. No te toman en cuenta. No tenemos dinero para pagar un abogado que trabaje. Los culpables del delito pagan una feria, dinero, y salen. Y los que no, campesinos, indios, que apenas tienen para un kilo de sal, de chile, si no tienen dinero, ahí se quedan presos. Eso se vive en las comunidades”, dice.
Originario del municipio chiapaneco de Mitontic, uno de los 10 municipios más marginados de México (95.9% de la población del municipio vive en pobreza), Díaz Sántiz es el único preso que se unió a la iniciativa que lanzó el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 2005, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona, y que aún permanece en la cárcel.
Y es que la inercia de la salida de Patishtan hizo que fueran liberados, el pasado diciembre, Miguel Demeza y Antonio Jiménez, ambos presos indígenas tzeltales del ejido de San Sebastián Bachajón, que también se habían adherido a “La Sexta”. Durante su interrogatorio fueron sometidos a torturas.
En México se violan sistemáticamente los derechos sobre la presunción de inocencia, al debido proceso, de igualdad ante la ley y a la no discriminación de personas indígenas en calidad de detenidas, planteó el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas a raíz de la puesta en libertad de Patishtán, el pasado 31 de octubre.
De acuerdo con el dossier de Sandino Rivero, abogado de Alejandro, al indígena tzotzil no le fueron leídos sus derechos fundamentales como por ejemplo si deseaba o no declarar, y no le fue informado sobre las notificaciones de quién le acusaba, de qué se le acusaba, y la naturaleza y la causa de la acusación. Y si bien fue asistido por una defensora de oficio, ésta no se identificó como tal.
“Aquí en el penal hay un supuesto defensor de oficio. Se encarga de 500 internos. ¿Cuándo se va a dar abasto? Muchos están presos por no saber cómo defenderse. Y si les fijan una fianza, no tienen dinero para pagarla”, denuncia Alejandro.
ACUSADO DE VIOLACIÓN
Como miles de indígenas chiapanecos, salió en 1999 a trabajar con su esposa hacia el puerto de Veracruz para vender dulces y golosinas en los semáforos. Siempre compraban su mercancía diariamente de acuerdo con sus ganancias. Florentina, su esposa, también vendía y a la vez cargaba a su niña, Dolores.
Al terminar la jornada del 10 de mayo, acostaron a la niña en el suelo sobre una cobija, después salieron y en el hogar se quedó el primo de Alejandro, Pedro Pérez Hernández.
Regresaron media hora después y la niña se encontraba tirada en la escalera. Tenía un año y siete meses. El primo se había ido. Los vecinos salieron ante los gritos de su esposa. Aunque ya habían llamado a la Cruz Roja, Alejandro salió a buscar una ambulancia. Al regresar al lugar de los hechos, representantes del Ministerio Público que, entre tanto llegaron, golpearon y detuvieron a Alejandro.
Al día siguiente, ya trasladado a las dependencias del Ministerio Público, fue informado de que el primo había declarado que Alejandro mató y violó a la niña.
PATHISTÁN LO APOYA
“Era duro”, cuenta. “Nos bajaron del camión. Lo nuevo nos lo quitaban. Nos metían en una celda desnudos, éramos cerca de 200 internos y nos bañaban”.
“¿Quieren agua?, preguntaban los custodios. Si decían que no, nos volvían a bañar”, cuenta Alejandro.
Ahí permaneció cinco años. Luego lo trasladaron al puerto de Veracruz, donde estuvo otros dos años. Alejandro seguía sin hablar español. Luego lo llevaron a Papantla otros tres años. Ahí fue donde comenzó a exigir sus derechos como preso.
El 16 de enero de 2010 fue trasladado a Chiapas, al mismo penal donde meses después llegaría Alberto Patishtán Gómez.
“Me gustaría involucrarme en tu lucha, Patishtán”, decía Alejandro. El profesor tzotzil nada más se reía. En una ocasión, el profesor le preguntó:
—¿Tienes partido?
—No.
—Si sales, ¿por qué partido te gustaría votar?
—Yo creo que todo son iguales.
—¿Sabes leer y escribir?
—Pues no.
—Apúntate en la escuela.
Alejandro cuenta que hay personas que luchan por interés y cuando tienen que estudiar se desaniman.
“Gracias al profesor ya puedo hablar. No muy bien. Ya puedo un poco. Puedo hacer un oficio dirigido al director. Sé jugar ajedrez. Antes estaba yo bien muerto, dice, “lo más duro era hablar con los presos, era como si fuera yo un mudo”.
“¿Sabes por qué te pegaron? Como eras de Chiapas decían que allá había puro zapatista. A la subdirectora no le gustaba eso”, le dijo Emilio, un hombre que lo había hostigado en el puerto de Veracruz.
PIDE AYUDA A EPN
Su abogado detalla que Alejandro ya agotó todos los recursos legales ordinarios, incluyendo el Juicio de Amparo Directo. Sin embargo, existen recursos excepcionales con los que se puede obtener su libertad.
El pasado 18 de enero, Alejandro terminó un ayuno de cuatro días pidiendo al Presidente de México, Enrique Peña Nieto, y al Gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, que tomen en cuenta su caso.
CUANDO SALGA
Para Alejandro, la libertad de Patishtán abrió puertas, y eso significa que muchos indígenas van a salir, porque además de él, hay otros presos indígenas en el país como los nahuas de San Pedro Tlanixco, de Tenango del Valle, y los presos zapotecas de San Agustín Loxicha, en Oaxaca.
“Gracias porque me pegaron en la lucha, y me decía: aunque no estoy, pero cuando salga voy a luchar. Tengo que hacer algo, juntar mucha gente, denunciar lo que me pasó. Hay muchas personas presas injustamente y tenemos que seguir alzando la voz”, dice.
Al preguntarle sobre su caso y si cree que saldrá pronto, Alejandro responde: “Como dice Patishtán: No existe la sentencia cuando uno está en la lucha”.