En la estructura de gobierno hay 18 secretarías de Estado, de las cuales sólo tres están bajo la responsabilidad de mujeres. Más allá de la baja representación, en sus perfiles, los observadores políticos no encuentran visión de género... y no es de ahora: Los gabinetes gubernamentales en México jamás han tenido paridad ni han estado orientados a la igualdad sustantiva en cuanto a la atención de problemas. Tampoco es un caso distintivo de las esferas de poder: el Grupo Carso, de Carlos Slim, no tiene un solo rostro femenino. Así, los discursos en el espacio público omiten lo que desde las ONG y las universidades se ve como el principal problema de las mexicanas: la violencia que muchas veces ha tomado la forma monstruosa de feminicidio, que cada vez crece en sus números y brutalidad...
Ciudad de México, 4 de febrero (SinEmbargo).– El 8 de marzo de 2013, el Presidente Enrique Peña Nieto se encontraba en Venezuela, en los funerales de Hugo Chávez Frías; de modo que la primer conmemoración del Día Internacional de la Mujer de su gobierno la dejó a cargo del Secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso.
Aquel mediodía, en el patio del Palacio Nacional, se habían reunido Rosario Robles Berlanga, Secretaria de Desarrollo Social; Mercedes Juan López, de Salud y Claudia Ruiz Massieu, de Turismo; las tres únicas secretarias de Estado, con representantes de agencias de Naciones Unidas, legisladoras, así como actrices de televisión.
No hubo quien no aplaudiera. Videgaray Caso mencionó que para acelerar el desarrollo de las mexicanas, el Presidente había instruido la inclusión de la perspectiva de género en todas las acciones del Plan Nacional de Desarrollo en vez de dedicarle un apartado único.
Hizo notar que gracias a las reformas avaladas por la anterior legislatura federal, estaba garantizado que el presupuesto para los programas de mujeres no disminuyeran. “Tan es así que para 2013 se destinaron 18.76 mil millones de pesos para igualdad entre los sexos”, dijo con tono celebrativo.
La foto de ese 8 de marzo ha pasado al álbum de la Presidencia de la República como una imagen de sonrisas plenas. Ahí están las únicas funcionarias de alto nivel público, al lado del Secretario de Hacienda. Pero académicos de varias instituciones y defensoras de los derechos humanos advierten que la imagen guarda riesgos: no sólo son pocas las Secretarias, el gobierno federal carece de perspectiva de género, lo que implica freno en el desarrollo económico y una pared para resolver el principal problema de las mexicanas: la violencia que muchas veces ha tomado la forma monstruosa del feminicidio.
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Enrique Peña Nieto fue el candidato de las mujeres. La antología de coros que lo vitorearon durante la campaña da cuenta de gritos como: “¡Enrique, amigo, esta mujer está contigo!” O: “¡Enrique, bombón, te quiero en mi colchón!”
Cuando visita el Estado de México, la entidad que gobernó, pareciera que la campaña no ha concluido. Ya es tradición que las mujeres lo aclamen, lo saluden, le echen porras, le lancen aquellos gritos aprendidos como: “¡Enrique, guapooo!”
A la vez de este furor, el Estado de México es el escenario con mayor incidencia de mujeres asesinadas en la República Mexicana si la comparación se hace por estado. Entre 2005 y 2010, lo años suyos como Gobernador, ocurrieron 922 muertes de mujer en ese territorio.
Eso, en cuanto a los números. En cuanto a las formas, las averiguaciones previas arrojan ahorcamientos con mano, labios rajados como flor, quebradura de huesos, falta de miembros, violaciones… Sufrimiento antes de la hora de la muerte. Y como asesinos, los hombres, siempre.
En esos casos, se encuentra otro detalle: algunos de los restos de estas mujeres, encontradas en vías públicas o puentes, han ido a la fosa común del Estado de México sin que su ADN fuera registrado en aras de asociarlo con casos de desaparecidas.
Ni antes, ni ahora, Enrique Peña Nieto ha incluido en sus discursos esta panorámica de los feminicidios en la tierra donde creció. Pero no se trata del pasado, o de un microcosmos que de repente, se haya esfumado. En el primer año de la Presidencia de Peña Nieto, Amnistía Internacional ha registrado 2 mil feminicidios en el país, lo que equivale a un ritmo de seis por día.
Teresa Ulloa, directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y El Caribe (CATWLAC), expone que las expectativas sobre el Primer mandatario en contra de la violencia, jamás fueron altas. Exclama: “Yo no creo que Enrique Peña Nieto, en su carrera política se haya caracterizado por impulsar políticas públicas reales, concretas y dirigidas a erradicar la violencia y fomentar la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Por ello, jamás creí que lo fuese a hacer como Presidente”.
Más allá del currículum de Enrique Peña Nieto; en el pasado, ningún Presidente ha ejercido paridad en el gabinete. La revisión de los antiguos equipos gubernamentales lo vislumbra de forma nítida. Otras esferas del poder en México tampoco la tienen. Por ejemplo, el Consejo de Administración del Grupo Carso del empresario Carlos Slim, quien según todas las fuentes es el hombre más rico de México, no cuenta con una sola mujer.
Si bien la representación femenina en el gobierno actual es poca; en octubre, el Presidente envió al Senado una propuesta de ley para promover la igualdad representativa de género en los partidos políticos.
Su iniciativa supone una paridad del 50 por ciento en las candidaturas para el Congreso de la Unión, tanto en las plurinominales, como las de mayoría relativa. La ley tiene un candado. Las suplentes también tendrán que ser mujeres, con lo que se busca evitar que las registradas para cumplir con la cuota, declinen a favor de varones. En el pasado y en forma coloquial, a quienes incurrieron en esta práctica se les denominó “juanitas” y en general, le cedieron el puesto a maridos o parientes o conocidos.
Alfredo Narváez, maestro en Estudios de Género por El Colegio de México (Colmex), considera que así como el primer mandatario mostró capacidad y disposición para esta propuesta, “en alguna reforma de la Ley de la Administración Pública Federal, el Ejecutivo podría proponer la paridad en el gabinete”.
El investigador –uno de los pocos hombres en la academia que estudian el género– manifiesta: “No es un problema de izquierdas o derechas. Ambas han sido generalmente misóginas y homofóbicas. Es un problema de arquitectura institucional, donde la agenda de los derechos ha sido relegada”.
-¿Por qué?
Para Narváez, las mujeres mexicanas no han levantado la voz para ocupar cargos en el gobierno justo porque la sombra de la violencia es tan oscura que lo impide y ha impuesto una agenda marcada con urgencias.
Los cúmulos de expedientes y archivos en las oficinas de la CATWLAC confirman esas prioridades. Teresa Ulloa, la directora, no duda. La violencia en contra de las mujeres y el feminicidio son el principal problema de género en el país, sostiene.
Luego elabora sobre ese pedazo de realidad al que se enfrenta cada día: “Los cuerpos de las mujeres acaban siendo botín de guerra para los grupos armados oficiales y no oficiales. Hay más trata y prostitución en los lugares que están bajo el dominio del crimen organizado. Cuando llega los operativos conjuntos, las cosas no mejoran para las mujeres. Cuando hay armas, hay mucho abuso contra las mujeres. Ya sea que las traigan las autodefensas, ya sea que las traiga la policía, ya sea que las traiga el narcotraficante”.
Con ella, coinciden mujeres y hombres de otras ONG, así como de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Autónoma Metropolitana (UAM).
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Las posiciones femeninas en el gabinete federal reflejan el mismo panorama que tienen las mujeres trabajadoras en cualquier lugar de México: ganan menos que los hombres.
En el gobierno federal, las secretarias cobran en torno a los 124 mil 500 pesos, por debajo de los miembros masculinos que devengan sueldos de entre 139 mil 300 y 205 mil pesos, según el Portal de Obligaciones y Transparencia.
Quien más gana en esa nómina recibe 205 mil 122 pesos, se llama Alfonso Navarrete Prida y es Secretario general del Trabajo y Previsión Social.
El Informe sobre el Desarrollo Mundial 2012: Igualdad de género y desarrollo, editado por el Banco Mundial, expone que las trabajadoras mexicanas reciben en promedio una remuneración 20 por ciento menor que los varones.
En este desequilibrio, México tiene el primer sitio en América Latina. En el resto de países de la región, las mujeres también perciben menos, pero la proporción es de 10 por ciento.
El organismo internacional dejó asentado en ese documento que “una mayor igualdad de género puede incrementar la productividad, mejorar los resultados en materia de desarrollo para la próxima generación y hacer que las instituciones sean más representativas”.
Si los sueldos en el gabinete son comparados, el Presidente no cumplió esa promesa permanente de la campaña de ser “aliado permanente” de las mujeres con la equidad (llamada a veces igualdad o igualdad sustantiva) como uno de sus principales objetivos.
Gustavo Leal es académico de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco y un estudioso de las Ciencias de la Salud. Piensa que la inclusión mínima de mujeres en el gabinete da idea de “la enorme dificultad que tuvieron al constituir el equipo”. Y se cuestiona: ¿Por qué no ha habido confianza para colocar a mujeres en responsabilidades tan importantes?”.
Y esta visión de género, ¿es necesaria? Leal, observador de las políticas de salud pública durante cuatro décadas, brinda un sí rotundo. Menciona, por ejemplo, que la Secretaría de Salud debiera estar obligada a tenerlo. “A diferencia de otros sectores, esta dependencia se encuentra en un sector tocado por un componente femenino a través de la rama de la Enfermería, la Medicina y profesiones afines. Con Mercedes Juan López, la primer Secretaria, no se nota ningún toque de género modernizador”.
En el informe del Banco Mundial se lee que la eliminación de la disparidad de género implica mayor desarrollo para los países. Incluso, el documento pone esta proporción: “Si México tiene mayor desigualdad en cuanto al ingreso entre hombres y mujeres, en los últimos años también ha mostrado un menor crecimiento económico que el resto de los países latinoamericanos”.
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¿Quiénes son las mujeres del gabinete? Una doctora, una ex feminista y una sobrina de Carlos Salinas, el ex Presidente más controvertido de México. ¿Qué guardan en común? Fuera de compartir, a veces, una silla al lado o frente al Presidente; nada, según los especialistas consultados para este texto. ¿Alguna representa la visión de género que le daría otro cariz a la política mexicana? Tampoco, dicen los observadores.
Rosario Robles, desde la Sedesol, traza lo mejor que puede el camino hacia una de sus obsesiones: ser Presidenta de México; Mercedes Juan López, en Salud, se ocupa de la Estrategia Nacional contra la Obesidad y con su discurso ha insistido en la necesidad de privatizar a los servicios médicos y Claudia Riuz Massieu, en Turismo, intenta recomponer la circunstancia heredada tras la guerra contra el crimen organizado que ahuyentó a los visitantes de México mientras el país continúa con un descenso en los “rankings” mundiales.
Son de las mujeres más poderosas del país. Las tres son madres y trabajan fuera de casa. Ninguna ha hablado de problemas de género, ni de sus salarios bajos con respecto al de los hombres, ni de ninguna otra cosa que esté relacionada con la igualdad sustantiva o la equidad. Mucho menos de los feminicidios. Entre ellas, apenas se conocen. Son diferentes en edad, origen político y formación universitaria. A ninguna es fácil acceder. Como cualquier funcionario, caminan rodeadas por equipos de seguridad.
¿Cuánto tiempo puede tomar modificar esta parte de la escena pública? Mucho, según Alfredo Narváez, del Colmex. Dice: “La democracia mexicana ha sido muy lenta. Nos tardamos mucho en darle el voto a la mujer. Los derechos indígenas necesitaron una rebelión en Chiapas. Habrá paridad en el gabinete y en los consejos de las empresas más importantes cuando las mujeres lo pidan. Y seamos honestos, la democracia funciona a base de levantar la voz. Y a veces, gritar”.
ELLAS EN EL GABINETE
Mercedes Juan López
(70 años)
Los claroscuros
En octubre, José Sánchez Carrasco se murió en el patio del Hospital General de Guaymas, Sonora. Adentro, no había sitio para él. Tenía 38 años de edad, iba de Casas Grandes, Chihuahua, y completó cinco días sin comer. Con una cobija como protección, se echó sobre la tierra a la espera de recibir atención médica. Pero le llegó la muerte.
Rebotada en las redes sociales miles de veces, su historia videograbada en un celular por un reportero puso en jaque a todo el sistema de salud pública.
Un día después del deceso, el director del nosocomio fue despedido por órdenes de la Secretaria de Salud, Mercedes Juan López. Ella no tardó en darle la cara a la crisis. Convocó a los medios y se comprometió a una reunión extraordinaria del Consejo Nacional de Salud para que los titulares de los servicios estatales marcaran directrices y en el futuro, casos como el de José, no volvieran a ocurrir.
Pero, en menos de un año, no sería el único problema. El siguiente conflicto lo protagonizó ella misma al leer una cifra escandalosa en un discurso elaborado ad hoc para la sexta reunión de Hitos de la Campaña Mundial de Prevención de la Violencia, impulsada por la Organización Mundial de la Salud, en noviembre. Mencionó que cada año, este flagelo le cuesta a México entre ocho y 15 por ciento del Producto Interno Bruto.
La cantidad le puso los pelos de punta a la comunidad médica del orbe. Luego, ella misma reveló en una disculpa boletinada que se había equivocado y ese número no era el oficial. El INEGI da para ese costo apenas un punto del PIB.
Por esos días, el Presidente Enrique Peña Nieto había dado también un tropezón con las palabras en el Día del Médico, cuando le resultó imposible pronunciar “epidemiólogos”. Se quejó: “Me encontré con un un trabalenguas”. Pero el escritor de sus discursos siguió en su puesto. Al de Mercedes Juan López, en cambio, ya no se le encuentra en el equipo gubernamental. Ella lo despidió al siguiente día.
Este es el retrato de una funcionaria que cuenta lo mismo con rayos de luz como cortinas de humo. Con su nombramiento, el gobierno de Enrique Peña Nieto dio reversa a la tendencia de poner al sector salud en manos de economistas o abogados. Hombres con sobrado talento en sus materias, pero lejanos a un conocimiento específico de la salud mexicana.
El currículum de Mercedes Juan López es de los más amplios en el gabinete, tanto en el sector que dirige como en la política nacional. Pero he aquí el claroscuro que disgusta a sus detractores: fue presidenta ejecutiva de la Fundación Mexicana de la Salud (Funsalud).
En el libro Salubristas y neosalubristas en la reforma de Estado, de Raquel Abrantes, se lee que desde el gobierno de Miguel de la Madrid con Guillermo Soberón como Secretario de Salud se inició una relación directa entre esa asociación civil y la oficina de Lieja. Un cacicazgo que según la investigación de Abrantes dicta el modelo de la política de salud.
Gustavo Leal, desde la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) ha avalado en varios documentos ese vínculo. Según este académico, hay tres tendencias que promueve Mercedes Juan López: la paulatina privatización de los servicios de salud, un enfoque administrativo en lugar de uno médico y el reciclamiento de programas con más de 25 años de edad.
Los socios institucionales de la organización son laboratorios como Bayer, GlaxoSmithKline, Sanfr, MSD y Pfizer; los hospitales privados Ángeles, MedMex y Hospitales Nacionales S.A de C.V, así como los productores de alcohol y refrescos Bacardí, Cervecería Cuauhtémoc, Moctezuma, Pesico y Nestlé. Otro socio es Televisa.
Leal encuentra un conflicto de intereses en la Estrategia Nacional contra la Obesidad, diseñada por la Secretaria de Salud, dado que Pepsico y Nestlé se encuentran en el directorio de la Funsalud.
La Secretaria tardó un semestre en presentar el programa. En abril de 2013, el Presidente Enrique Peña Nieto dio a conocer su Política Nacional de Salud y fiel a su estilo dio una instrucción en público: diseñar una estrategia para combatir la obesidad, de la cual no se supo hasta octubre.
Desde los años 90, la carrera de médico cirujano la combinó con un ascenso en los cargos públicos. Del 1 de septiembre de 1997 al 31 de agosto fue Diputada federal de la LVII Legislatura, Secretaria de Salud de la Comisión de Población y Desarrollo, integrante de la Comisión de Atención y Apoyo a Discapacitados, vicecoordinadora de la Fracción Parlamentaria del PRI y primera vicepresidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, durante un año.
Es médico cirujano con especialidad en Medicina de Rehabilitación por la Facultad de Medicina de la UNAM y cuenta con maestría en Rehabilitación Neurológica por la UAM. Además, cursó el Programa Especial de Alta Dirección para mandos superiores de la Secretaría de Salud, impartido en el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa de la Universidad Panamericana (IPADE).
Está certificada y recertificada por el Consejo Mexicano de Medicina de Rehabilitación y es miembro de varias asociaciones de medicina de rehabilitación y medicina interna nacionales e internacionales, de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, así como la Academia Mexicana de Cirugía.
ROSARIO ROBLES
(57 años)
El pasado, pasado está
Tanto su vida privada como política han generado chorros de tinta. La ex aguerrida marxista, la ex feminista, la ex esposa de Julio Moguel, la ex amante de Carlos Ahumada, la que sueña con ser mamá y política, y no morir en el intento; o la traidora son algunos de los epítetos con los que Rosarios Robles Berlanga carga en estos días, cuando es Secretaria de Estado.
Por el pasado, no muestra grandes preocupaciones. En los actos públicos del Presidente o en sus propias giras como Secretaria de Desarrollo Social se presenta con traje sastre, aunque deba pisar caminos empolvados.
Este es el retrato de una mujer que en cuatro décadas se transformó por completo: si ahí se encontraba una lideresa radical de izquierda, lo que hoy se ve es una funcionaria pública. En él, ningún politólogo consultado advierte la representación de la defensa del género, una bandera que mantuvo levantada hace veinte años.
Acaso en su vieja currícula impresa está que fue parte de la organización feminista Grupo de la A a la Z y de la Unión Nacional de Mujeres, las dos referentes de la equidad de género.
Poco –o nada– queda de la mujer que el 31 de enero de 2002 pondría su impronta en una ley, la conocida como Ley Robles, que inhibe la violencia del hombre tanto física como emocional, y amplía las causales legales del aborto en el Distrito Federal.
De aquellos tiempos quedó como recuerdo brillante cuando, para reivindicar al género, logró reunir en una casa prestada por el empresario Carlos Ahumada (en ese momento, su compañero sentimental) a Elba Esther Gordillo, Marta Lamas, Patricia Mercado, Malú Micher, Beatriz Paredes, Marta Sahagún, Olga Sánchez Cordero y Margarita Zavala.
El 25 de noviembre, cuando se despidió como Jefa de Gobierno del Distrito Federal mencionó la necesidad del ángulo de género “que ya no privilegia la represión, sino la negociación; que no confunde la mano dura con la mano firme, que busca ante todo el consenso y no la imposición de decisión”. Ya es historia. Sus discursos hoy están concentrados en informes sobre la eficacia del reparto de los recursos de la Cruzada Nacional contra el Hambre, el programa estelar de su dependencia.
A Rosario Robles, el episodio conocido como “videoescándalos” le hizo girar la vida. El 1 de marzo, en el noticiario del payaso Brozo en Televisa, se presentó un video en el que René Bejarano aparecía frente a fajos de billetes sujetos con ligas. Quien le entregaba el dinero era Carlos Ahumada. Bejarano acusó a Rosario Robles de ser “cerebro intelectual” de todo, de la trampa, del video, de la filtración. Por el caso, el 10 de marzo, Rosario Robles renunció al partido que había fundado y en el que militó durante 15 años.
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Quienes han trabajado con ella, reconocen su habilidad para relacionarse con los hombres que poseen el poder porque Rosario Robles se mueve por una obsesión: ser la primer presidenta de México.
Por ahora, no muestra inclinación por desarrollar paridad en su propio equipo, ni imponer su sello. Con excepción de Ramón Sosamontes, responsable de Comunicación Social, los integrantes de su grupo provienen de las filas de amigos del Presidente y la mayoría son hombres.
El subsecretario de Desarrollo Social y Humano es Ernesto Némer, ligado al Grupo Atlacomulco. Otro subsecretario, el de Prospectiva, Planeación y Evaluación es Juan Carlos Lastiri Quirós quien fue secretario de Gestión Social del CEN del PRI.
Oportunidades, el programa estrella de la política social está a cargo de Paula Angélica Hernández Olmos, coordinadora de invitados especiales durante la campaña peñanietista y cercana al Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Diconsa está a cargo de Héctor Eduardo Velasco Monroy, ex Diputado federal e integrante, también, del Grupo Atlacomulco y coordinador de giras en la campaña de Peña Nieto.
La cartera de Rosario Robles fue la cuña de la primera crisis política vivida por el Presidente Enrique Peña Nieto. Oportunidades y la Cruzada Nacional contra el Hambre, los programas que cuentan con el padrón de los pobres en México, fueron usados con fines electorales a favor del PRI, en Veracruz. Descubierta la treta, el Partido Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática emprendieron el retiro del Pacto por México, el convenio a instancias del Presidente para lograr reformas estructurales empantanadas en la última década.
En la cresta del oleaje, el nombre de Paula Angélica Ordorica –la responsable– ni siquiera fue aludido. En cambio, Rosario Robles tuvo que emplear esa habilidad reconocida por cercanos colaboradores para resurgir a la superficie.
Para regresar al Pacto, los partidos de oposición pusieron como primera condición su despido. Fue citada por el Senado de la República a comparecer el 23 de abril. Quienes más la cuestionaron fueron sus ex correligionarios del PRD. Por ejemplo, Alejandro Encinas Rodríguez. Le dijo: "Ahora estamos en trincheras diferentes. Yo ya viví esto en el Estado de México… habría que analizar dónde hemos visto esta película en la que el combate a la pobreza está en manos de operadores políticos, expertos priistas”. Rosario Robles respondió que la Cruzada Nacional contra el Hambre es un anhelo político y no una lucha electoral. Con los días, los partidos aminoraron la presión y se conformaron con el blindaje de los programas sociales. Ella permaneció en el cargo.
CLAUDIA RUIZ MASSIEU
(41 años)
Entre hombres
En la foto ella está con vestido rosa fushia fuerte. A su izquierda, el Presidente Enrique Peña Nieto. A su derecha, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera. Al fondo, una fila de colaboradores. No hay una sola mujer.
Era 21 de agosto y el Presidente Enrique Peña Nieto instalaba el gabinete turístico en el Centro Banamex.
En su intervención, Claudia Ruiz Massieu, Secretaria de Turismo, mostraba cifras alentadoras (23 millones de visitas y una derrama económica de 12 mil 600 millones de dólares). Parecía haber dejado atrás la estimación que hiciera en marzo, de acuerdo con la cual, México caería al lugar 12 en la captación de turistas según la Organización Mundial de Turismo.
Más que por la representación de género, la Secretaria de Turismo se distingue en el espacio público por pertenecer a la dinastía de los Salinas. Es la primogénita de la unión de Adriana Salinas y José Francisco Riuz Massieu, quien fuera Gobernador de Guerrero y secretario general del PRI. Es también sobrina de Carlos Salinas de Gortari, ex Presidente de México (1988-1994), quien entre los mandatarios adueña acaso el pasado más controvertido.
En 1994 –cuando gobernaba Carlos Salinas– el padre de Claudia fue acribillado en la calle Lafragua del Distrito Federal en un episodio que se conoció como “el asesinato del semestre”. Antes, sólo con seis meses de distancia, habían matado al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en Zapopan, Jalisco (1993), y al ex candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio Murrieta.
En ese tiempo convulso, Claudia Ruiz Massieu concluía la licenciatura de Derecho en la Universidad Iberoamericana, Campus Santa Fe. Para titularse, presentó la tesis “Pensamiento jurídico de José Francisco Ruiz Massieu en derecho constitucional y derecho administrativo”.
Jamás creyó en que Raúl Salinas de Gortari, su tío y padrino de bautizo, fuera el culpable del asesinato de su progenitor. En una entrevista concedida a un diario nacional, en 2003, cuando fue Diputada por primera vez y tenía 31 años de edad, reveló que con frecuencia acudía a Almoloyita a visitarlo. “Mi hermana y yo hemos apoyado en todo momento su inocencia, tanto ella como yo estamos convencidas de que él es ajeno al asesinato de mi padre. Además, estamos muy unidas con los hijos de mi tío Raúl. Todos son unos tipazos; es más, no por presumir, pero como para mi familia una de las prioridades es la preparación, todos somos gente que estudia y trabaja en sus proyectos personales, pero siempre contribuyendo al desarrollo de México”.
Sobre la relación que tenía con Carlos Salinas de Gortari, dijo en aquella entrevista: “Platicamos mucho, pero no me asesora. Le cuento mis inquietudes. Me encanta escucharlo. Es una persona con una gran experiencia, y ha tenido una vida muy interesante. Un hombre con mucho qué decir y que además es inteligentísimo. Como va y viene de México, no lo veo tan seguido, pero sí nos buscamos”.
Su boda con Francisco Guillermo Ricalde Alarcón, ocurrida en 1997, fue una de las más memorables en las páginas del corazón. Se celebró en el jardín de la casona de la calle Árbol del Fuego, propiedad de Raúl Salinas Lozano, el padre de la dinastía. En febrero pasado, su divorcio también saltó a las revistas. Es madre de tres hijos: María, Francisco y Lucía.
En el gobierno de Felipe Calderón, entre 2006 y 2007, ocupó dos cargos en el gabinete de Seguridad: la coordinación de asesores del secretariado ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad de la Secretaría de Seguridad Pública Federal y la Coordinación General de Planeación, Desarrollo e Innovación Institucional de la Procuraduría General de la República.
En los años siguientes, dentro del PRI tuvo cargos directivos en la Confederación Nacional de Organizaciones Populares, una de las organizaciones sectoriales más grandes del partido.
Apenas el Tribunal Electoral confirmó el triunfo de Enrique Peña Nieto como Presidente electo de México cuando se unió al equipo de transición. Ella, después de dejar su curul en la Cámara de Diputados que ocupó de 2009 a 2012, había competido por un escaño en el Senado por Guerrero, pero no triunfó. Así se convirtió en la coordinadora de Derechos Humanos y Transparencia en el equipo de Transición.
En la cartera de Turismo le corresponde impulsar al sector que aporta el tercer ingreso de México, después del petróleo y las remesas. El turístico es un sector que en el sexenio pasado sufrió embates notables. La Influenza y la deteriorada imagen de México por el flagelo de la violencia contribuyeron para ahuyentar las visitas. El Panorama de la Actividad Turística en México, un compendio trimestral, editado por la Universidad Anáhuac y dirigido a los empresarios del sector, publicó que durante 2010 –el cuarto año de gobierno de Felipe Calderón Hinojosa–, los viajeros internacionales realizaron un gasto de 11 mil 872 millones de dólares, lo que representó un crecimiento de 5.3 por ciento en relación con 2009, pero fue una disminución de 10.7 por ciento al compararlo con 2008.