Cuando se habla del fracaso en el combate a la pobreza en México, todo apunta hacia un sitio: Valle de Chalco Solidaridad, en el Estado de México. Hace 23 años, Carlos Salinas de Gortari inauguró ahí el Programa Nacional de Solidaridad que dio pie a las políticas sociales aplicadas en el país en estas décadas. En esta tierra, que un día fue laboratorio social “para generar progreso”, se encuentra la muestra más amarga de cómo la pobreza se transforma en miseria. Pocos tienen energía eléctrica, apenas hay hospitales o escuelas. Los especialistas advierten que con la Cruzada del Presidente Enrique Peña Nieto, esta historia se volverá a repetir...
Chalco, Estado de México, 21 de enero (SinEmbargo).– A las cinco de la tarde, todo se vuelve oscuro. Si uno se para en la carretera México-Puebla, de la nada surgirán voces que advertirán: “Ahí no se entra sin guía”.
El laberinto de casas en obra negra con cortinas bajadas avala tales palabras. Los montones de bolsitas de plástico, zapatos tirados y el lodo –sobre todo el lodo– las fortifican.
Aquí se inauguró el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol) y aquí continúa la Cruzada Nacional contra el Hambre, cuyo decreto signado por el Presidente Enrique Peña Nieto cumple un año entre pronósticos de especialistas que apuntan a una historia repetida: al final habrá más pobres, y los que ya eran pobres se volverán más pobres.
Así ocurrió en este pedazo de valle donde se inició la historia oficial del combate a la pobreza a instancias del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). Pero todo es oscuridad ya, en este enero de 2014. No hay energía eléctrica que alumbre el anuncio con la antigua leyenda que tiene su nombre: “Bienvenidos a la colonia Carlos Salinas de Gortari”. Las letras se deshacen, herrumbrosas, carcomidas por la humedad, en constatación de que el tiempo no pasa en vano. El letrero está inclinado, débil, a punto de caer y dar contra la carretera.
Si el ex mandatario soñó transformar este valle hace dos décadas, su intención se deformó en pesadilla: el 60 por ciento de los 600 habitantes de aquí, vive en extrema pobreza. No se trata de los habitantes originales, con los que se iniciaron los primeros comités de trabajo para generar progreso; sino de inmigrantes de Chiapas, Guerrero o Oaxaca. Casi al borde de la carretera está el matrimonio de Carlos y Esperanza. Son de Chiapas y se dedican a apilar basura. Luego venden toda esa montaña de botellas pet. Y así viven. Él tiene 45, ella, 43; no han tenido hijos. Llegaron al Valle a trabajar hace 15 años.
Para colmo, también ha arribado el miedo. “¿Hay algo más que se pueda sentir? –dice doña Elia, de 65 años, una de las primeras habitantes del municipio. Y hace una lista: miedo a que estallen los tubos de agua y se inunde, miedo a las amenazas de “los que han llegado y son de otro lado”, miedo a no amanecer.
De la colonia Carlos Salinas de Gortari, la colonia Xico no está lejos, pero no hay cómo llegar. Se tiene que caminar en búsqueda de un colectivo con dirección al centro del municipio, y luego, regresar a un punto del Canal General de la avenida Tezozomoc, donde el 8 de julio de 2011 mataron a once personas con 70 balazos a la luz de las 4:30 de la tarde. Los hallaron ya corrompidos por el sol de la tarde, con un enjambre de moscas alrededor, atraído por la sangre seca.
Un informe de la Secretaría de Seguridad Pública Federal (SSPF) arrojó que esa masacre se debió a que Valle de Chalco Solidaridad era hace tres años, una de las plazas más atractivas para el narcomenudeo. Los Caballeros Templarios y Los Zetas se la disputaban. Hoy, informes de la misma instancia indican que el territorio está dominado por integrantes del primer grupo.
“Vea cuánta casa cerrada y cuánta oscuridad hay aquí”, dice la misma doña Elia. “Todos los negocios bajaron sus cortinas porque llegaban los capuchas y pedían de todo. Muchos se fueron o se salieron, pero ya no se podía vivir en Chalco”.
En el camino de la colonia Xico a la colonia Salinas de Gortari hay signos por descifrar. Es evidente que esta tierra ya no es estandarte de la política social. El viaje es por un pueblo avejentado, vencido ante sí mismo, como si ninguna autoridad lo hubiera pisado en mucho tiempo, como si todo aquí hubiera dejado de tener algún interés para alguien.
Y es difícil imaginar cuál es la culpa de Valle de Chalco Solidaridad porque fue en su territorio donde se inauguró la forma que los últimos cinco presidentes de México han empleado para darle cara al monstruo de la pobreza.
¿Y QUÉ HACEMOS CON LOS POBRES?
Los últimos cinco presidentes de México tienen algo en común: todos han dicho que su prioridad es acabar con la pobreza y desde 1991, cuatro han sido los programas con los que han intentado lograrlo: el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), el Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa), el Programa Oportunidades y la Cruzada Nacional contra el Hambre (CNH).
En Valle de Chalco Solidaridad, el Pronasol arrancó con comités en los que los ciudadanos se inscribían para recibir los recursos del gobierno federal. A través de los anuncios televisivos, el gobierno transmitió la idea de que el progreso de cualquier comunidad se logra con trabajo. Se hicieron populares las frases: “Trabajando, Manuel” y “me voy a dar un regaderazo” (en alusión a que ya había agua potable, gracias a la labor de la organización). Todos los spots fueron grabados aquí, en Valle de Chalco Solidaridad.
La administración del presupuesto lo tuvo una comisión intersecretarial. A la cabeza del organigrama estaba la Sedesol y debajo, las de Hacienda, Presupuesto y Educación Pública.
La experiencia del Pronasol arrojó números históricos. Según el documento “Solidaridad, seis años de trabajo”, editado por la Sedesol, el alcance de las acciones del programa durante cinco años de operación fue un promedio anual de mil 855 municipios que representaban el 77.6% del total nacional en 31 entidades federativas. Según cifras de Hacienda, el gasto en desarrollo social pasó de 6.3% del PIB en 1988 a 10.2% en 1994.
La paradoja casi resulta incomprensible porque al final, cuando Salinas concluyó el sexenio, en México había 47 millones de pobres, un millón más que cuando lo arrancó. En otras palabras: el 52% de la población de 1994 vivía en esa circunstancia.
En diciembre, al tomar el gobierno Ernesto Zedillo Ponce de León (1994-2000), se suscitó la peor crisis de la que se tenga memoria con la devaluación del peso. Durante años, los dos mandatarios disputaron de quién era la responsabilidad de la hecatombe financiera que sobrevino. Sobre la escena de los pobres caía una cortina de drama. Para 1996, la tendencia en número parecía imparable y se registró la cifra más alta desde 1990: 63 millones, el 69% de la población.
Zedillo intentó romper con Salinas en todo. También en cuanto a la pobreza nacional. Y al Pronasol lo transformó en el Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa). Entonces, se acabaron los comités y las referencias de Valle de Chalco Solidaridad.
Pero la base de los padrones ya existía y Zedillo sólo añadió una modalidad para entregar el dinero: sobres con efectivo. Ya no se trabajaría en comités, ahora se iría casa por casa. La cobertura llegaba sólo a poblaciones cercanas a un centro de salud y escuela. Y los críticos empezaron a preguntar con insistencia: ¿Y los de las zonas marginadas? El ex Presidente jamás modificó el Progresa.
Al final del mandato, informó que con esta táctica logró reducir 15 puntos porcentuales los niveles alcanzados en 1996, pero el 53 por ciento de los mexicanos seguía igual.
En marzo de 2002, el primer Presidente de la alternancia, Vicente Fox Quesada, anunció en Jalisco que el Progresa cambiaría de nombre a Programa de Oportunidades y que a partir de ese momento, se incluiría a los pobres que habitaban en zonas urbanas y vivían con menos de cuatro salarios mínimos diarios de aquella época; es decir, 175 pesos. Un año previo a la elección presidencial –2005– Vicente Fox anunció un agregado: se apoyaría a adultos mayores de 70 años o más, que recibirían al menos 250 pesos de pensión.
En esta parte de la historia se encuentra otro cambio. Fox modificó la nomenclatura. Ya no eran “miserables” quienes tenían hambre; sino “individuos en pobreza extrema”. Pero quedaba otro grupo: los pobres. Y en ese grupo –se suponía– no se padecía tanto. Al final, el gobierno foxista presentó estos resultados: la cifra más baja desde 1990, según el Coneval: 45.5 millones de mexicanos; es decir, 42 por ciento de la población.
El sucesor de Fox, Felipe Calderón Hinojosa esperó hasta 2009 para exponer su política para los pobres. Lanzó “Pisos Firmes”, programa con el que se proponía sustituir los pisos de tierra por pisos de concreto para “disminuir” la incidencia de enfermedades infecciosas en las vías respiratorias, intestinales y los problemas en la piel. Hasta 2012, se sustituyeron dos millones 163 mil 679 pisos.
En cuanto a los pobres, siguieron en aumento. El sexenio calderonista concluyó con 59.6 millones de personas en esta circunstancia; es decir, el 51.3% de la población, un aumento de 21% en el número de mexicanos que viven en esa circunstancia, en comparación con las cifras de 2006 y 11 millones 500 mil más que los registrados por la Sedesol a inicios de los 90.
Números más, números menos, la Comisión Económica para América Latina (Cepal) informó que en el último año del calderonismo y el primero de Enrique Peña Nieto, un millón de personas se sumó al universo de la pobreza. Dijo que la foto actual de los pobres en México incluye a 60.6 millones.
¿POR QUÉ PODRÍA FRACASAR LA CRUZADA?
Es cierto: en algunos sitios de Valle de Chalco Solidaridad no hay hambre. Quienes viven ahí suben a Chalco, el municipio ubicado a dos kilómetros. Allá venden cosas sobre las banquetas: camisetas, zapatos, videos y películas. Todo, pirata. “No nos vamos a morir de hambre por nada. A Valle de Chalco ya nadie va, uno tiene que salir”, dice Ernesto N de la colonia Las Tablas, ya cerca de Tláhuac.
Al anochecer, este hombre regresa como fantasma a una casa a la orilla de la carretera. Cualquiera hubiera pensado que esa casita a medio techar con lámina, estaba abandonada. Pero ahí vive él. Solo, a sus 35 años. Y dice que compra y vende productos falsos. Y que en esa casa de tiene los montones de mercancía. También sostiene que hay días, no siempre, en los que sí siente hambre.
Él sería un beneficiario de la Cruzada Nacional contra el Hambre del Presidente Enrique Peña Nieto porque Valle de Chalco Solidaridad es uno de los 400 municipios incluidos en el padrón del programa. Eso ocurriría si en esta colonia las cosas “no fueran tan canijas”, como dice que pasa.
A la luz de un celular, el gesto duro se ilumina. Él se explica: “Vive uno como puede. Yo, a veces ni vuelvo. Nadie quiere entrar por aquí. Eso de que nos organicemos…. Je, está muy canijo. Yo nomás sé que duermo aquí. Pero de todos modos no ha venido nadie de algún gobierno”.
Adolfo Sánchez Almanza, del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México piensa que el desacuerdo sobre qué es el hambre es uno de los puntos que ha hecho fallar a las políticas sociales a través de dos décadas. “Al gobierno federal no le parece urgente la sensación del hambre. Ni la desnutrición. Ni el riesgo que conlleva la prolongación de ambas. Para no sentir hambre, grave o no, se hace lo que sea. Es esa desesperación la que debería abatirse”, dice.
Ese desacuerdo podría ser el punto más débil de la Cruzada Nacional contra el Hambre de Peña Nieto. El mismo Coneval indicó en su informe último que la Cruzada carece de precisión en cuanto a este concepto. “Se utilizan distintas definiciones y se desconoce si se usa el criterio de carencia de acceso a la alimentación o si se refiere a quienes padecen desnutrición”, se lee en el documento.
En el mismo informe, el organismo señaló que la cobertura de la Cruzada pasó pasó de 7.6 millones a 7, lo que implica que el hambre de 600 mil que al principio fue prioritaria para el gobierno federal, dejó de serlo en un año.
Son signos para el Coneval de que el camino de la Cruzada no está trazado con precisión y podría perder el rumbo antes de alcanzar sus objetivos. “Se nota cierta premura para tener resultados a muy corto plazo”, advierte.
Además, el documento indica que el crecimiento económico y la creación de empleos no están planteados en la Cruzada, cuando son esenciales para reducir la pobreza extrema. “Se sugiere incluir el crecimiento económico del país como un elemento explícito de la estrategia. Este factor fue uno de los más importantes en la reducción de la pobreza por ingresos en el caso brasileño, y en ejemplos como los de China, India o Chile”.
DONDE SE UNEN EL PRONASOL Y LA CRUZADA
Según el censo de 1980, en Valle de Chalco Solidaridad vivían más de 300 mil personas sin energía eléctrica, drenaje, pavimentación, clínicas, escuelas, mercados ni transporte público. Era el asentamiento irregular más grande de Latinoamérica. En el enclave, en las elecciones de 1988, el PRI obtuvo sólo 28% de los sufragios del padrón federal y la opción de la izquierda, representada por el Frente Democrático Nacional, con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como candidato, logró 63 por ciento.
Algunos especialistas ponen ese antecedente como la motivación principal para que el ex Presidente Salinas lanzara el Pronasol justo aquí. Es decir, la intención era conquistar votos a través de los beneficios del programa.
Para presentar la Cruzada Nacional contra el Hambre, el programa estelar de su política de desarrollo, el Presidente Enrique Peña Nieto detalló que su plan para abatir la pobreza se inspiraba en el programa Hambre Cero, desarrollado por el ex Presidente de Brasil, Luis Inácio Lula Da Silva.
Pero el esquema de la Cruzada emula el esquema del Pronasol: el padrón, los comités y el dinero. Y ha incurrido ya en la misma “participación social comunitaria” que años antes fue la principal crítica de los partidos de oposición al Pronasol.
Para Eduardo Huchim, especialista en Elecciones, en Valle de Chalco se encuentra la prueba más amarga de la manipulación del voto de los pobres porque aquí se inauguró la utilización de los padrones, llenados con los nombres de quienes más necesidad tenían.
En abril pasado, las coincidencias entre ambos programas hicieron crisis. La Cruzada de Peña Nieto fue tocada de muerte. El uso que de sus listas hicieron 53 funcionarios de Veracruz para promover el voto a favor del PRI, la hizo encallar y de paso, paró también al Pacto por México, el acuerdo político del Presidente con los partidos políticos para promover reformas estructurales.
A través de ese pacto, Peña Nieto logró enviar al Congreso cinco reformas estructurales, las que durante 12 años de los gobiernos panistas, estuvieron empantanadas. A cuatro meses de haber sido firmado, ese convenio se rompió con el retiro del Partido Acción Nacional y el de la Revolución Democrática. Ambos amagaron con no regresar si la Cruzada y otros programas sociales no eran blindados.
“Es difícil argumentar entonces que la Cruzada Nacional contra el Hambre represente una imitación del modelo brasileño, por lo tanto su lógica debe buscarse en otro lugar, y es en las similitudes con el Pronasol del gobierno de Carlos Salinas donde quizás se pueda encontrar”, escribió en un ensayo para esta casa editorial, el investigador Ricardo Velázquez Leyer en agosto pasado.
El analista postgraduado en la Universidad de Bath del Reino Unido, agregó: “Una mirada al diseño de la cruzada permite entrever la lógica de utilizar la política social como un medio para, por un lado, buscar legitimidad en la supuesta priorización del combate a la pobreza, y por otro, construir una estructura de control corporativo ante la pérdida de eficacia de la estructura tradicional basada en organizaciones obreras, campesinas y de empleados públicos afiliadas al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Estos dos objetivos resultan muy similares a los perseguidos durante el gobierno del presidente Salinas mediante el Programa Nacional de Solidaridad”.
El Presidente Enrique Peña Nieto, quien escribe los nuevos años del PRI en el poder, eligió a Las Margaritas, Chiapas para presentar la Cruzada, y para ratificarla meses después, a Zinacantán, en el mismo estado. Hace unos días, Peña Nieto viajó a Cochoapa El Grande, en La Montaña de Guerrero, municipio que se distingue por ser el más pobre de México, para conmemorar un año de su programa social.
De Valle de Chalco Solidaridad ni siquiera ha hablado.
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En el corazón de uno de los municipios más pobres de México, Valle de Chalco Solidaridad, hay una colonia que presume de guardar recuerdos brillantes. Se llama Las Tablas y carece de energía eléctrica, escuela y hospital. El recuerdo: hace apenas veintitrés años que por aquí estuvo el ex Presidente Carlos Salinas de Gortari. “De eso, algo bueno va a salir”, dice una pepenadora de basura.